¿No capta el Alto Mando del Servicio de Espionaje de Bares el desasoiego de Ligeti? Tuvo una larga vida, 83 años, pero cuando murió en 2006 su recuerdo se estancaba en 1943. Yo sí capté el desasosiego de Ligeti hace tiempo. Hace siete años conviví con él. Y tantos sueños en él...
Ligeti era un compositor de música clásica el pasado siglo XX. Era un judío húngaro, aunque el cambio de fronteras de después de la II Guerra Mundial le hubiera hecho rumano en nuestros días. En 1943 los NAZIS le internaron en el campo de concentración y exterminio de Auschwitz, donde miles de personas morían por ser judíos, testigos de Jeová, gitanos, comunistas, anarquistas, republicanos españoles... Allí sobrevivió hasta que fue liberado en 1945, viendo toda clase de horrores y atrocidades, de muertos vivientes que se transformaban en poco tiempo en muertos sin más. Gas, incineraciones, ejecuciones arbitrarias por disparo, paliza o desnutrición. Aquella etapa le hizo ver la muerte muy de cerca. Creó en él una personalidad desasosegada de por vida. Por ello, de 1963 a 1965 creó un Réquiem que no estaba compuesto para nadie concreto. A menudo se juzga que ese réquiem fue compuesto para los que murieron a manos de los NAZIS en aquellos campos de muerte, pero hay quien más acertadamente, aunque quizá influído por la Guerra Fría, dijo que era un Réquiem Para Toda la Humanidad.
La obra completa dura unos 27 minutos de agonía y desasoiego, donde se siente el miedo y se invade el alma de quien la escucha de una angustia atroz y consciente de que uno mismo ha de morir, de que quizá esa música suena clamando por ti. La película "2001: Una Odisea en el Espacio", de Stanley Kubrik, al incluirla en su metraje popularizó esta desalentadora llamada de atención al mundo sobre los miedos del músico acerca de lo que la estupidez humana podía cernir sobre sí misma.
Cuando murió mi padre hace siete años en la agónica noche y madrugada del 24 de noviembre de 2003, azul salvo una cabeza y un hombro rojos y ardientes de sangre aún viva acumulada, sintiendo en mi palma su último latido, yo llevaba los tres últimos días protagonizando por circunstancias de la vida aquel final. Hubo muchas decisiones que tomar en soledad, como ocurriría pocos años después con mi abuela materna. Curiosidades de la vida y sus destinos. No es aquí lugar ni modo para reflexionar sobre aquellas cosas. El único momento en el que pude ducharme en aquellas horas fue tras la muerte, raudamente para dirigirme al tanatorio, y sonó dos canciones que desde entonces se han ligado íntimamente a un maremagnum de recuerdos que me traen todas las sensaciones. Yo mismo las elegí, pues en aquellos días me vinieron a la cabeza en aquellas horas, "Sitting on the dock of the bay", de Otis Redding, y "Al Alba", de Luis Eduardo Aute, esta última especialmente se enreda en la mente por cuanto de coincidente tiene con aquella muerte, a pesar de que Aute la escribiera para unos presos políticos condenados a muerte por la dictadura. Y con el paso de estos siete años, hoy, 23 de noviembre, donde todo estaba en marcha precisa hacia la madrugada del 24, en la soledad de mis decisiones, y los delirios que devoraban una mente despierta hacia su sueño profundo, tantas veces he revisatado el lugar, y tantos sueños... que a veces pienso en Ligeti... quien sí sonó cuando poco después murió también en mis brazos mi abuela materna teniendo que tomar decisiones solitarias.
El cuadro es un detalle de un fresco de Luca Signorelli (1441-1523), "Dante en el Infierno".
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