jueves, mayo 15, 2008

NOTICIA 456ª DESDE EL BAR: UNA UTOPÍA ECOLOGISTA (y 2)

(Viene de la Noticia 454ª)


Quizá la nueva era se complete realmente cuando se adquiera mentalidad de afección y conexión planetaria de todos los individuos y sociedades y lo asuman los gobiernos. Cuando los gobiernos empiecen a actuar no como Estados Nación preocupados en sus fronteras y sus rasgos culturales, sino como hermanos que saben que viven todos juntos, en un mismo lugar. Hoy dicho suena a utopía. Hay fronteras más allá de las políticas, por ejemplo las económicas, las cuales parecen insondables e insalvables. Pero tarde o temprano, quizá tarde, se darán cuenta de que para poder vivir como ellos mismos se han ideado su vivir hay que, por lo menos, vivir, y para eso hay que respirar o no morir de inanición.

Más utópicos aún seríamos y seremos si imaginásemos una hermandad a tal nivel que las fronteras políticas ya no existiesen hasta el punto de poder trasladarse unas poblaciones a otras sin problema alguno, con el fin de permitir que las selvas y bosques recuperen sus espacios, por ejemplo, o que cedamos en el consumo por el consumo y adquiramos rasgos culturales que nos permitan una vida más sostenible. Pero muchas cosas nos atan a determinados espacios, por encima del resto del planeta, rasgos identitarios de carácter cultural, religioso, étnico, histórico, económico, de poder, y otros. Hasta tal punto nos atamos a unos espacios que vivimos en esos espacios teniendo que vivir de esos espacios hasta esquilmarlos, por muchas relaciones que se quieran tener con otros lugares. Eso es lo malo de pensar en términos frontera-nación-“tú no eres yo, ni vosotros nosotros, tú eres argelino yo soy español e viceversa”.

Tal vez entremos o estemos entrando en una nueva era en este tiempo que vivimos, porque es cierto que las mentalidades, usos y costumbres sociales están cambiando notablemente, pero desde luego, hasta que no comprendamos nuestra necesidad real de un cambio total de costumbres y de sociedad efectivo, hay cosas que no es que repitan el de toda la Edad Contemporánea, si no el que repite esquemas más allá de ella: la frontera por la frontera bajo excusas materiales que a menudo no son las necesidades reales de las personas ni del planeta. El consumo desbordado del ser humano (de suelo, de agua, de energía, de los mares y las selvas, de la atmósfera limpia por atmósfera sucia, de recursos) debe hacernos plantear la necesidad de un equilibrio, de que ahora la fragilidad de nuestro planeta es patente y evidente y por ello se requiere del fin de acciones basadas en egoísmos de fronteras, poder y dinero. Una utopía, sí, pero quizá algún día se comprenda cuando el cambio climático nos fuerce a ello, y me consta que entonces, de algún modo, las fronteras subsistirán aunque sea sin contar con líneas en mapas, y sí con divisiones de otros tipos más maquiavélicos, los que ejercen un cierto poder difícilmente lo sueltan. El futuro está abierto a múltiples posibilidades. Cuando pensemos en él deberíamos pensar en la necesidad de cambios en nuestra mentalidad.

Y no olvidemos nunca tampoco que no somos los únicos seres vivos. A menudo nos preguntamos si habrá vida en otros planetas y olvidamos recordar que, la haya o no, hay más vida que la humana en el nuestro, lo cual es ya un valor intrínseco inigualable y del mismo valor que el valor de las vidas humanas. Animales y plantas, principalmente, que deberíamos tratar de garantizar su existencia y de fomentarla. No obstante su vida es de valor intrínseco pero, además, también lo es de forma vital para nuestra vida. Los pulmones del planeta son nuestras mayores selvas y bosques, formados por múltiples formas de vida vegetal, animal y me atrevería a decir que hasta unicelular en forma de virus y bacterias. Nuestros mares y océanos son los espacios que más ocupan el espacio de La Tierra, y múltiples culturas y sociedades han evolucionado y subsistido gracias a ellos y a su fauna, la cual ahora se captura descontroladamente para copar de latas de conserva cualquier supermercado y tienda del pueblo más recóndito del mundo occidentalizado o en vías de occidentalización. La palabra extinción, ya sea de animales, plantas o espacios verdes o sin contaminar o vírgenes, nos es demasiado familiar y común desde hace varias décadas, en post de unos beneficios económicos y una demanda social demasiado capitalizada en una forma de vida que, si bien se ha podido afirmar que era la mejor posible de las conocidas, ya hay que empezar a volver a poner en crítica y en revisión como que no es tan buena si implica una serie de extinciones que nos lleva a nosotros mismos a la extinción.

El cambio climático está ahí. La falta de agua o alimentos en algunas zonas, también. A pesar de que los responsables de los gobiernos, los grandes empresarios, los líderes de masas y los generadores de opinión, de los Estados y de los grupos o masas de gente actuales, deban abrir los ojos de forma sincera y real, o movemos ficha o nos caemos del tablero, y en esto de mover ficha cada individuo con sus acciones cotidianas, y con las no tan cotidianas, cuenta.

6 comentarios:

txustine dijo...

me encanta lo de que a veces nos preocupamos por la vida en otros planetas olvidando las vidas que hay en el nuestro. Ojalá se cumpla todo lo que dices pero creo que un cambio global es la suma de los cambios individuales y queda mucho por cambiar.

Anónimo dijo...

todo esto me da mucho miedo.

Canichu, el espía del bar dijo...

TXUSTINE: Y tal vez para comprender las necesidades que planteo aún se tarde 100 o 200 años, cuando los cambios climáticos sean tan palpables que, por ejemplo, España sea ya la continuación del Sahara, como se ha pronosticado para dentro de unas décadas, eso sí: la parte que no se haya comido el agua de los hielos deshechos de los polos ártico y antártico. Somos, en general, demasiado estúpidos para hacernos cargo de un planeta. Deberíamos dejar de ser tan estúpidos. Un saludo abrazo.

MARI: ¿el cambio climático? ¿las nuevas necesidades socioecológicas que trastocan el mundo conocido? ¿la utopía escrita? Ante el cambio climático hay muchos miedos, pero superar los miedos con cordura puede ser el primer paso para vencer el cambio climático. Un beso saludo Mari. Que la cerveza te acompañe.

Anónimo dijo...

Bonita utopía, pero pienso que no es posible. El hombre es egoísta por defecto, está implícito en sus genes, Tiende a la autodestrucción, quizá por eso no me dan miedo. Es un pobre diablo enfermo de vanidad. Sólo queda aceptarlo. Las buenas personas que luchan por cambiar las cosas son una inmensa minoría.

Pilar M Clares dijo...

Pues ha dicho el papa que sí, que va a haber...uyyy

Canichu, el espía del bar dijo...

creo que en cierto modo se cumplirá lo que digo, pero no exactamente como lo digo o como sería deseable. En cuanto avance el desastre ecológico más, y hablo de 100 o 200 años, las fronteras cambiarán y las formas de hacer política también, comprendiendo las elites que los lugares de acción son los de preservación de espacios verdes, cueste la frontera que cueste. No es la primera vez que ocurre. El fin del Imperio Romano, por ejemplo, está relacionado con un cambio climático. Europa y Asia Norte se volvieron más frías, lo que obligó a diversos pueblos a desplazarse a lo alrgo de un par de siglos. Lo que al principio empezó pacíficamente acabó violentamente cuando la presión demográfica y los ideales estatales de Roma chocaron abiertamente. El mundo unificado del Meditarráneo acabó fragmentado. Otro cambio climático y ecológico ya había ocurrido milenios antes. El Medio Oriente y Próximo Oriente eran lugares sumamente fértiles según nos indica la geología, la arqueología y los textos. Cuando se empezó a calentar la zona y avanzó la desertización los grandes imperios de la zona se desplazaron hacia Europa hasta su extinción por diversas causas.