Esto es lo que queda de la casa del Lali. El Lali fue el último alfarero artesano que quedaba vivo en Alcalá de Henares hasta hace unos cinco o seis años. A la vez era el abuelo de uno de mis más antiguos amigos. La ciudad conserva varias decoraciones alfareras en los muros de algunas de sus casas, como la que perteneció al veterinario. La casa era una corrala de casas construídas sobre 1900, como ponía en la puerta de metal del pasillo largo y oscuro que daba la entrada a un patio en torno al cual estaban las viviendas. Estas viviendas las ocupó durante muchos años la familia del Lali, cada una con un núcleo familiar. Hacia los 1980' - principios de 1990' los descendientes de esta familia, y el propio Lali se mudaron a casas más nuevas. En 1996 la corrala estaba en semirruínas. Pero mi grupo de amigos más antiguo pasamos allí el Año Nuevo de 1997. En 2007 esta corrala y otras anexas fueron derribadas por el ayuntamiento y las constructoras, aunque, por motivos desconocidos por mí, interrumpieron esa labor de intentar recuperar suelo urbano (aunque bien pudieran haberlas restaurado en lugar de tirar). Por casualidad la parte donde estaba la casa del propio Lali quedó en pie. Fue allí el lugar de la corrala que usamos para la fiesta en 1996. El agujero del piso superior muestra lo que fue el taller del Lali. Donde ahora se ven escombros antes hubo un hermoso y enorme rosal. El Lali tiene una calle con su nombre hoy día en Alcalá de Henares, aunque no hay exposiciones de sus obras.
[Este post fue colgado por primera vez en Diversidad Diacrítica.]
2 comentarios:
Que gran noche aquella, brother, sin luz, a la luz de las velas. Me acuerdo que Sicopato dijo que los que llegáramos primero no montáramos escándalo y cuando llegó, MIguel le había prendido fuego a algo que había en un contenedor de estos grandes de obras que había en la puerta.
Eran otros tiempos y nosotros muy jóvenes, pero el pasado siempre es un montón de ruinas.
Una cerveza por el abuelo de Sicopato
Si es cierto, en aquella fogata estabamos Miguel, Jesús y yo. HAcía frío, la verdad, pero la cara de Psicopato al llegar no tuvo precio.
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