De las películas que se basan en él o que van sobre él destacaría justo las que no dicen que es él ni se publicitaron así, pero que para cualquier seguidor de Dylan resulta muy evidente que el personaje principal es en esencia una parte de él o de su biografía. Una de ellas la vi muy joven, Cruce de caminos (Walter Hill, 1986); la otra la vi en el cine con varios de mis amigos que me pagaron la entrada y que yo no esperaba que fuera sobre él, pero el que conoce su biografía sabe que, sin ser él el protagonista, en esencia es él y sigue su inicio antes de la fama con algunos paralelismos, A propósito de Llewyn Davis (Joel y Ethan Coen, 2013). Es curiosa y poética esa película, donde aparece Dylan tocando en un bar del Soho neoyorkino que también aparece en A complete unknown, pero que en el fondo es un desdoblamiento, porque Llewyn Davis tiene esa esencia y esos paralelismos en su vida antes de la fama, es, además, un típico personaje de una canción de Dylan. Si uno lee el primer y único tomo de su autobiografía (iba a ser una trilogía), yo lo hice, sabe que los Coen prácticamente sacaron su guion de ahí. Para mí, hasta la fecha, esas dos películas en torno a Dylan, pero sin Dylan, son las mejores películas sobre Dylan. Hay que verlas como hay que acercarse a la obra de Dylan, con la mente abierta a la libre interpretación de que no todo es justo lo que se ve o se oye y a lo poético.
Sigo oyendo la radio mientras trabajo por las mañanas, ahora SER Henares, y ya les he oído comentar varias veces que el nuevo biopic sobre Bob Dylan viene a rastras de un montón de biopics de músicos de rock y de pop que se han estrenado últimamente a raíz del que le hicieron a Freddy Mercury, que no tanto a Queen, Bohemian Rhapsody (Brian Singer, 2018). Aunque es cierto que el género se ha reavivado mucho con esa película, no es cierto que, como se ha dicho o insinuado, el género comience ahí a ser fuerte. En 1993 fue un éxito total Tina (Brian Gibson), sobre Tina Turner. Al año siguiente, 1994, se estrenó Backbeat (Iain Softley), y arrasó en su momento e incluso impulsó junto a los Anthology la venta de discos de los Beatles. Se hicieron bastantes más películas sobre músicos, de las que quizá las más destacables sean Ray (Taylor Hackford, 2004), que yo vi en cine y era sobre Ray Charles, y En la cuerda floja (de James Mangold, 2005), que también vi en el cine, sobre Johnny Cash y que el director es el mismo que el que ha hecho la de Dylan. Es cierto que cuando hicieron la película sobre Queen el género flojeaba, pero no era algo inexistente. A partir de ahí hemos visto películas sobre Elton John, Elvis Presley, Amy Winehouse, ABBA, Led Zeppelin o Édith Piaf, pero antes de la película de Queen en 2018, se había estrenado en 2015 otra película que es de culto, aunque no fue taquillera, llamada Miles Ahead (Don Cheadle), sobre Miles Davis en una de sus etapas más oscuras pero a punto de volver a revolucionar el jazz. Muy buena película.
Sobre A complete Unknown se han vertido muchas esperanzas, pero me temo que en parte es la publicidad y meter dinero en medios de comunicación, y en otra parte la apuesta por Timothée Chamalet, un actor joven que ahora mismo está en pleno apogeo entre las generaciones jóvenes. De hecho cuando yo fui al cine había varios grupos de adolescentes muy jóvenes que dudo mucho que conocieran a Dylan o que hubieran escuchado algún disco completo de Dylan. Creo, sinceramente, que estaban allí por el actor principalmente. Lo que no deja de ser un fenómeno más de la época de nuestros padres o nuestros abuelos, lo de ir al cine por el actor o por la actriz, era algo muy de los años 1970, incluso de los 1980, hacia atrás, aunque nunca se dejó de hacer, porque eso es así. A Chamalet hay que reconocerle una muy buena interpretación, que ha sido muy bien caracterizado y que (oh, sorpresa) canta él y logra imitar la voz y la forma de cantar de Dylan tan bien que, según he leído, cuando a Dylan le enseñaron el resultado dijo que parecía él de joven. En eso Chamalet es impecable.
Sin embargo, a la película le falta algo. Lo siento por todos aquellos que la ponen por las nubes, estoy más cerca de aquellos otros más realistas que, reconociendo el buen papel y lo bien que imita Chamelet a Dylan, notan que la película tiene algo más de cartón que de peso. Prácticamente coleccionan una serie de momentos para poner la excusa de mostrarnos una gran cantidad de canciones, todas dirigidas a narrar ese momento crucial del rock en el que Dylan se pasó a la guitarra eléctrica y montó un escándalo en el mayor festival de música folk de Estados Unidos... que si uno ve fotos de la época reunía masas de gente, pero que en la película pareciera que son apenas una cincuentena de personas sentadas en sillas, eso, sinceramente, es penoso.
No está bien tampoco que infravaloren a Joan Baez, cuando ella está a la misma altura que Dylan como cantautora en aquella época; o que hagan aparecer a Pete Seeger, que es uno de los míticos del folk, como si fuera poco menos que un panoli sin importancia; o que el organista Al Kooper, otro de los míticos, aquí salga como un flipado atontado. Si en la película de Queen parecía que Mercury tenía la culpa de todo, y el resto de la banda eran santos (fueron los que pusieron el dinero), aquí parece que sólo Dylan es el único genio (que lo es, porque innovó y revolucionó) y que el resto son don nadies. Al que sí respetan es a Woody Guthrie.
Tampoco queda bien que por esa obsesión por mostrarnos un montón de canciones no se explica que Dylan fue el primero que dijo que sí se podía hacer un single de rock que durara más de tres minutos, de hecho el primero que hizo era de más de cinco minutos, o que él es el origen del sonido psicodélico con aquella turuta que aparece en la película, pero no explican su importancia... ni lo que influyó en los Beatles cuando se conocieron... Claro que aunque uno intuye que está fumado de marihuana, en la película ni se nombra, ni aparece, como mucho hay una escena en la que se ríen mucho los músicos y, quien sabe los efectos de la marihuana y conoce la vida de Dylan, pues ya sabe lo que hay... Pero en principio, según la película sólo fuma tabaco. Quizá el mayor esfuerzo en esto lo hace el actor de doblaje de voz al español, que pone voz de fumeta... pero, gravísimo error, Dylan tiene voz nasal profunda y arrastra el acento de New York de manera que a veces es difícil entenderle, y aquí el doblador al español tiene una voz grave de hombretón que, en fin... ¿para qué contar? El tono de voz de Dylan es precisamente una de las claves del mundo Dylan. No se entiende (en realidad sí desde lo comercial del cine) la elección de un tono opuesto para doblarle.
Es desde luego todo un detalle entre simpático e interesante que James Mangold vuelva a retomar al personaje de Johnny Cash en esta película y le haga aparecer en su etapa más etílica como un personaje clave para el Dylan joven en pleno cambio. Pensemos que ambos en la vida real llegaron a hacer uno de los discos de Dylan juntos, en 1969.
Por lo demás, no es mala película, pero no es el peliculón del que nos hablan y escriben en medios de comunicación. Merece la pena ver el retrato que hacen, aunque habría que tratarlo más y mejor, la ambientación, algunas estéticas y desde luego ese actor que parece Dylan de joven de verdad y canta como él. La película tiene algo, y tiene guiños sobre el futuro de Dylan que entenderán los dylanianos. Es por ejemplo reconfortante ver a la novia de Dylan de antes de ser famoso. Uno se identifica en algunas cosas de esos inicios y esa vida.
Me compré uno de los discos que me faltan a raíz de la película. Una delicadeza de 1970 entre ese Dylan que se va de los años 1960 y el que va empezando de los 1970.
¿Pero sabéis qué es lo mejor del cine? Compartirlo. Yo lamento mucho que desde la pandemia de 2020 mucha gente me dijo que no iban a tal o cual película que les proponía y casi todos aludían a que tenían plataformas de cine en casa y grandes pantallas de televisión, lo que les salía mejor a ellos. Ir al cine es algo más que eso. Id al cine.
Saludos y que la cerveza os acompañe.
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