Esta mañana empecé mi nuevo proyecto de archivo en teletrabajo. Me instalaron desde control remoto diversas cosas en mi ordenador de trabajo. Ahora por la tarde, dado que necesito algunas aplicaciones de teléfono móvil, estoy intentando configurar un teléfono nuevo que me regaló mi compañía de teléfono en una promoción a la que me acogí a finales del año pasado. Llevo más de una hora configurando y actualizando. Hacía muchos años que no estrenaba un teléfono móvil nuevo, por lo que he saltado de la noche a la mañana de encender el teléfono por primera vez y apenas hacer un par de cosas, a encender por primera vez este teléfono y parece que tenga que hacer la carrera de telecomunicaciones. No deberían hacerse las cosas tan complejas. Se debería simplificar. Hace un rato le di por accidente a borrar una aplicación que no quería, y resultó que la orden que di era borrar una cantidad innumerable de archivos que no sé qué eran. Fui a buscarlos en la carpeta de eliminados, para reinstaurar, porque en mis otros móviles se podía hacer, pero aquí veo que no hay ni rastro de lo que quiera que sea que ha desaparecido por un error mío.
De verdad, la vida debería ser más sencilla. Sirva esta anécdota de metáfora, porque parece que en los últimos tiempos todo es así. Se hacen las cosas que parece que como cierres los ojos un momento para parpadear ya estás fuera del mundo conocido cuando los vuelves a abrir.
Por otro lado, no sé a qué diseñador de estos teléfonos se le ha ocurrido que estamos especialmente ilusionados en gastar horas en configurar el aparato, ni tampoco sé porqué narices tenemos que ceder a innumerables accesos personales al teléfono y a Google cuando lo único que queremos es usar el aparato, no que mis cuestiones personales queden en manos de esta tecnología.
La verdad es que me he parado de configurar, porque además el teléfono está instalando solito innumerables juegos que me dan absolutamente igual, tan igual que los voy a desinstalar luego. Yo ya mi tiempo me gusta gestionarlo yo.
En fin, me he levantado algo triste y con una sensación de soledad grande mientras sabía que iba a teletrabajar por primera vez. También por primera vez he tenido mi primera reunión con ordenador y audio, la semana que viene tendré la primera con video, porque ni siquiera en la pandemia de 2020 hice ninguna de estas conversaciones. Cuando era niño aquellas películas del futuro donde alguien contacta con alguien con imagen y sonido me fascinaban. Eran algo maravilloso. Supongo que de todas esas películas esa realidad futurística sí se ha hecho realidad, no otras cosas, pero ahora mismo no somos niños y lo que en aquellas películas parecía algo de cercanía entre las personas, a mí me ha dado mayor sentimiento de soledad. Quizá todas estas cosas no son las mismas para personas que conviven con alguien o tienen a alguien con quien luego esta o hablar, que para alguien que está en soledad. Y eso es lo que a mí me pasa, soledad. Ya no hay ni siquiera transporte público, ni café con gente, ni gente en los lugares de tu trabajo.
Me puse, como siempre cuando trabajo y puedo, la radio de fondo. Quería oír las voces conocidas, pero ni siquiera esa falsa compañía ocurrió, pues las diversas audio llamadas implicaron tenerla apagada para poder oír bien a quien llamaba.
Al final han sido demasiadas novedades tecnológicas para mí, me encuentro algo saturado con esto hoy, e incluso cansado mentalmente mientras, esto es así, ahora, a últimas horas de la tarde, ya con cielo nocturno y frío, mucho frío en mi casa, el sentimiento depresivo de soledad ha aumentado de manera considerable, y no sé si habrá tenido que ver en parte que todas estas novedades tecnológicas son en realidad un pozo de vacío mayor, aunque aparenten los contrario.
No hay comentarios:
Publicar un comentario