viernes, diciembre 06, 2024

NOTICIA 2360ª DESDE EL BAR: LE ROI

 

Estamos en un nuevo 6 de diciembre y como en otros 6 de diciembre, por aquello del Día de la Constitución, haré alguna reflexión sobre alguno de sus artículos. en esta ocasión, y dado que a finales de noviembre el Banco de España desveló al fin el resultado final de los retratos de los reyes de España por los cuales pagó de sus propias cuentas (que en el fondo salen en parte de la de todos), las cuales, a pesar de lo aparentemente abultado del precio realmente es más barato que muchos otros retratos e incluso es de los retratos baratos que ha hecho la prestigiosa fotógrafa Annie Leibovitz, que se hizo famosa entre los 1960 y 1970 retratando a los músicos del rock y que tiene en su haber un retrato oficial de Isabel II de Inglaterra, pues vamos a tratar, como dice el Título II de la Constitución, sobre la Corona. Pero más bien sobre esos retratos.

La monarquía española, por aquello de rememorar, finalizó en España en abril de 1931, cuando tras los resultados electorales municipales obtuvieron una gran mayoría republicana en las grandes ciudades y parte de los pequeños municipios (si bien el mundo rural más profundo era monárquico). La Segunda República fue proclamada el 14 de abril. Como es sabido, el intento de golpe de Estado por parte de las derechas en julio de 1936 llevó a una guerra civil que acabó el 1 de abril de 1939 con la dictadura personal y militar del general Francisco Franco, que ya había ido ejerciendo su gobierno en las zonas que controló durante la guerra desde aquel 1936. La cuestión es que el origen fascista y nacionalcatólico de ese régimen era también, en principio, republicano, aún a pesar de que numerosos monárquicos tanto alfonsistas, como los futuros juanistas como carlistas apoyaban a Franco. El roce con los carlistas se solventó durante la propia guerra civil, cuando Franco mandó fuera de España a Fal Conde. El roce con los alfonsintas quedó solventado en 1941 con la propia muerte natural de este, pero continuó con los juanistas. El resultado del final de la Segunda Guerra Mundial en 1945 y las necesidades de Franco de cuadrar con el resto de países de Europa Occidental, a pesar de haber combatido estos al fascismo, hizo que Franco estableciera de nuevo España como monarquía por ley a partir de 1947, con la peculiaridad de que esta monarquía no tenía rey, sería Franco quien eligiera a este. Las opciones quedaron abiertas de nuevo entre juanistas y carlistas, sólo que ahora había varias opciones Borbón más entre ambas ramas, tanto de las derivadas de Alfonso XIII como de entre los juanistas y los carlistas. Se incluía incluso un descendiente de Franco. Así pues no se trataba de una restauración, pues no se seguía la línea sucesoria de Alfonso XIII en la figura de Juan de Borbón, sino en la elección personal de Franco sobre quien habría de sucederle en la Jefatura de Estado a título de rey. Por poder ser, podría haber sido cualquiera, como si se hubiera apellidado García. 

Sea como sea, en 1969 Franco se decidió a elegir como sucesor y futuro rey de España a Juan Carlos de Borbón, hijo de Juan de Borbón. Tras la muerte de Franco el 20 de noviembre de 1975 pasó a ser el rey Juan Carlos I. A partir de ese momento comenzó el proceso político conocido como la Transición que llevaría de la dictadura militar a la monarquía parlamentaria actual. En la teoría política se afirma que el rey quedó refrendado por todos los españoles como rey de España al haber votado mayoritariamente a favor de la Constitución que quedó aprobada y en vigor a partir del 6 de diciembre de 1978, aunque lo cierto es que en las elecciones generales y constituyentes de 1977 los partidos netamente republicanos aún no estaban legalizados y tampoco se realizó un referéndum sobre si se quería una República o seguir con la Monarquía. Queda diluida así la teoría, pues los españoles votaron a favor de una Constitución que les otorgaba derechos, deberes y libertades democráticos, cosa que hubiera ocurrido igualmente si la Constitución ofrecida hubiera sido republicana, pues se venía de un largo periodo de dictadura y represión política. El periodo abierto entre aquel final de 1978 y el intento de golpe de Estado fallido del 23 de febrero de 1981 dejaba espacio para una crítica republicana aún amplia, pese a que algo menor que la del periodo 1975-1978. A partir de aquel 1981, los monárquicos siguieron siéndolo y ahora se preciaban a sí mismo de demócratas por la defensa de Juan Carlos I del orden constitucional, y los no monárquicos, una gran parte de ellos, se volvieron lo que se llamó popularmente "juancarlistas", por la misma defensa del orden democrático que hizo este el 23 de febrero. No es que no hubiera republicanos, sino que la mayoría veía en la monarquía de parte de Juan Carlos I una garantía de democracia, o al menos de una forma de democracia. 

Los acontecimientos históricos posteriores hacen que el apoyo mayor o menor, según el momento, a la monarquía haya fluctuado. En pleno 2011, con la Gran Recesión de 2008 aún en marcha y el Movimiento 15M naciendo, la opción republicana aumentó en gran medida. El destape de los escándalos personales de Juan Carlos I aumentó aquello. Por eso en 2014 abdicó tal rey y se proclamó a su hijo como Felipe VI. Este año se cumplen diez años de su reinado, que hasta la fecha no ha tenido ni un sólo momento de descanso entre escándalos políticos, elecciones anticipadas, imposibilidades de gobierno, un intento secesionista en Cataluña, el ascenso de la extrema derecha, un volcán estallando, una pandemia mundial, una guerra europea en Ucrania y unas inundaciones torrenciales este año que, incluso, ha provocado que por primera vez haya gente de la sociedad común capaces de gritar a los reyes de España fuertes críticas hacia ellos, aparte de que les lanzaran barro. Aún así, de la misma manera que la figura de Juan Carlos I se va desprestigiando públicamente por saberse cada vez más detalles de escándalos económicos y personales, la de Felipe VI más o menos va consolidada entre la elección de tomar por esposa (cuando era príncipe) supuestamente por amor a una presentadora de telediarios, y la ruptura del protocolo en diferentes ocasiones para acercarse de manera popular entre la gente, ya fuera para tocar música en la calle o para recibir barro en la misma calle. Por otro lado, su papel político en el asunto de Cataluña le refuerza entre la gente de derechas, del mismo modo que su papel de defensa de respeto al jefe de gobierno y sus decisiones le han alejado de la extrema derecha, la cual, aún a pesar del imaginario franquista, no tiene por qué ser monárquica. Recordemos que Falange en 1936 no era monárquica y que José Antonio Primo de Rivera culpaba a Alfonso XIII de los males de España.

Sea como sea, la Constitución de 1978 lo primero que establecía en el Título Preliminar, en el punto 1 de su artículo 1º, no era que España fuera una monarquía , sino que "España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político". El punto 2 tampoco establecía la monarquía, decía: "La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado". Así pues, el poder en España reside en el pueblo, no en el rey, no en un Jefe de Estado ni en uno de Gobierno, en el pueblo, en la sociedad. Siendo así, ahora sí, en el punto 3 de ese artículo 1º se establece cómo quiere organizar el pueblo su gobierno: "La forma política del Estado español es la Monarquía parlamentaria".

El asunto de la organización del Estado en cuanto a monarquía desaparece del resto del Título Preliminar y tampoco aparece en el Título I, que se dedicará a los derechos y deberes fundamentales, pero también de los principios rectores de la sociedad y de la política. Será el Título II el que se dedique a la Corona, como ya se dijo, por tanto a la Jefatura del Estado. Allí se podrá leer no tanto esa repetición continua que se hace en los medios de comunicación sobre que el Rey es una mera figura representativa. Es Jefe de Estado, con todo lo que ello conlleva. Tiene un papel representativo de todos los españoles, de España y de los intereses de España, e incluso ejerce en cierto modo como principal embajador cultural del país, que a menudo también tiene, lo busque o no, una influencia económica allá donde va. Pero tiene evidentemente un papel político de Jefe de Estado fundamental. Sin él no se forman los gobiernos, no se refrendan las leyes, ejerce de arbitro en los momentos delicados y tiene importantes decisiones junto a quien ocupa la Presidencia de las Cortes. Luego tenemos las fidelidades personales hacia su figura, principalmente estas entre militares, que aunque no están reguladas, existen, ya sea por juramento, fidelidad, monarquismo, jerarquía militar o fidelidad constitucional. Existen también las consultas al Rey tanto por parte del gobierno como por los principales representantes del resto de ciudadanos, las cuales son confidenciales y sujetas a secreto. No sabemos que ocurre en esas conversaciones, aunque sí que el rey puede ejercer no sólo un papel pasivo de oyente, sino también activo como "árbitro", como Jefe de Estado que puede expresar su visión sin caer en el partidismo (o sea: dentro de lo que quepa, neutral) y a modo consultivo pero no vinculante, al menos en la teoría. Pensemos que el breviario que escribió Mazarino en el siglo XVII, cuando recomendaba al gobernante Borbón de Francia influir en las leyes pero siempre de manera secreta ante los ojos del pueblo, que sólo ha de ver actuar en política a los ministros, pero no al rey. Fuera de ello, muy evidentemente el rey tuvo un papel fundamentalmente político en su discurso televisivo durante los sucesos secesionistas de Cataluña en 2017.

El punto 1 del artículo 56º dice: "El Rey es el Jefe del Estado, símbolo de su unidad y permanencia, arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones, asume la más alta representación del Estado español en las relaciones internacionales, especialmente con las naciones de su comunidad histórica, y ejerce las funciones que le atribuyen expresamente la Constitución y las leyes". De la persona consorte al rey o la reina que toque (su esposa o esposo) dirá en el artículo 58º: "La Reina consorte o el consorte de la Reina no podrán asumir funciones constitucionales, salvo lo dispuesto para la Regencia". Con lo que en el supuesto de regencia el consorte también tendría un papel político de gobierno, el propio que le tocaría al rey o reina reinante. Fuera de la regencia, ya por muerte, incapacidad o minoría de edad del rey o reina, su papel pasa a ser un papel representativo y habitualmente ligado a causas benéficas y sociales, como algo que se elabora en la agenda que se hace en la Casa Real, no por establecimiento constitucional.

Este 2024 estamos ante esos diez primeros años de reinado de Felipe VI y Letizia. Con ellos una mujer venida de una clase social no nobiliaria, con familia obrera, aunque ella como presentadora de televisión se puede considerar clase media, y cuyo pasado era republicano, se introduce en la monarquía rompiendo moldes y adaptando la institución a la sensibilidad democrática cada vez mayor en la sociedad desde el último cuarto del siglo XX. El noviazgo habría comenzado en 2002 y la boda se produjo en 2004. Son veinte años también de ese matrimonio. En otras monarquías europeas, e incluso asiáticas, también se produjeron enlaces matrimoniales con personas de la sociedad común. Podríamos pensar que en su instinto de supervivencia en las puertas del siglo XXI llegaron a la conclusión de que la ruptura del clasismo estamental era necesidad.

El cuadro ha sido más o menos criticado por unos y otros por diferentes motivos, aunque probablemente sea uno de los cuadros que pasarán a la Historia del Arte en España. En realidad, y aunque algunas revistas han hecho montajes en los que ambos aparecen juntos, se trata de dos retratos por separado que, es verdad, si se juntan forman una sola imagen, lo que ya de por sí es una elección artística que expresa una muy determinada idea. Leibovitz, que hay que insistir que ha realizado un trabajo barato para lo que realmente ella cobra como artista, innovó también porque ella no es pintora, es fotógrafa, y con una vida apasionante, por cierto. Se trata de dos fotografías de gran tamaño que han sido impresionadas sobre telas de lienzo de cuadro, con lo que adquieren una textura que las hace pasar por pinturas. A la vez ha elegido una sala del palacio que no ha salido representada en otras obras y que nos recuerdan paisajes de bosques casi de cuento de hadas. Y es que de eso va el mensaje. Nos lanza la idea de un cuento en el que una mujer teóricamente humilde, o al menos alejada del mundo de los reyes, termina siendo la reina del rey de España. Ella aparece sin elementos nobiliarios, lo que es lo habitual en las reinas, con lo que ya se rompe la tradición también visualmente. No hay banda, ni tiara, ni broches. Lleva un vestido negro con mucho vuelo y una capa roja recogida que son en realidad un traje de la década de 1940 que prestó el Museo del Traje. Se sitúa al lado de la ventana, por la cual le da luz natural. Refleja que ella da novedad y nueva luz a aquel palacio, que se transforma en símbolo de la monarquía y no sólo en palacio.

Felipe VI va vestido con su traje militar de rey, en la rama de la Marina, donde sirvió, y todos los objetos protocolarios que le dan dignidad de rey, la banda, medallas, el fajín, el toisón, etcétera, menos la corona, que en España los reyes no la lleva y esta sólo aparece en actos muy altamente protocolarios y sobre un cojín. Él se mantiene apoyado en una mesa con un pie ligeramente avanzado y mirada adusta, con un reloj al fondo y, personalmente creo, que ligeramente en un plano entero contrapicado, plano que no ocurre en Letizia, que la vemos de frente sólo en plano entero. Él aparece en una zona poco o menos iluminada que ella, le llega muy escasamente algo de la luz de la ventana de ella. Puede indicarnos lo serio de su figura, su autoridad, que ejerce el gobierno y por eso toca la mesa y adelanta un pie, y que además esa institución es ya antigua y tal vez algo oscura (dado todo lo que se va  sabiendo de Juan Carlos I, su padre), pero que ella, Letizia, ha llegado para que le alcance esa luz renovadora que le dará modernidad y algo nuevo. Mientras él aparece como un clásico rey, ella es una reina capaz de atraer la atención también como mujer triunfadora, no hay que negar belleza y actitud a la reina, pues en su retrato se le nota también actitud, empezando por esa posa donde sujeta la capa recogida sacando pecho, mirando fija a cámara y avanzando un pie hacia el rey. Nos manda un mensaje también de feminismo en la institución, de que esta reina consorte no es meramente consorte.

A mí me evoca un poco la imagen del cuento de La bella y la bestia (Gary Trousdale y Kirk Wise, 1991), o hasta cierto punto su modernización en la película Pretty Woman (Garry Marshall, 1990). Con todo respeto a la pareja monárquica. Creo que Leibovitz quería darle esa esencia de cuento hecho realidad y en ese sentido los retratos narran una historia y eso es lo que hace que un cuadro sea valorado, que no sólo sea estética. Vamos, como la monarquía, que no sólo es estética.

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