jueves, enero 03, 2019

NOTICIA 1840ª DESDE EL BAR: ATLÁNTIDA SIMPHONY ORCHESTRA

Estas fiestas de Navidades que están a punto de terminar han tenido en Alcalá de Henares una importancia inusitada y alta en lo que es la música que conocemos como clásica. Apenas ha pasado de puntillas, o bien ha desaparecido directamente, por parte de casi todos los medios de comunicación alcalaínos y en la actividad de en sus redes sociales, pero las respectivas instituciones complutenses los habían anunciado en sus programas y la gente se hizo eco. De todas las citas previstas, todas estuvieron y siguen estando llenas al completo. Un poco más de una veintena de eventos musicales de esta índole, ni más ni menos... Desde actuaciones un poco más distanciados a esa percepción de música clásica, como son las obras en el teatro sobre jazz reinterpretando Las Bodas de Fígaro de Paco Mir, o una obra de teatro musical dedicado al mago Merlín, o las composiciones clásicas de Bach, Vivaldi, Rossini, Mozart, Prokofiev y otros en guitarra eléctrica de manos de Aniversario Sinfonity, entre otros estilos con estas temáticas, a las propiamente clásicas como el piano de Eduardo Fernández en la entrega de los Premios Ciudad de Alcalá, los Coros Escolares en el XX Aniversario del Patrimonio de la Humanidad, la Banda Sinfónica Complutense en el concierto de Navidad, la Orquesta Ciudad de Alcalá en otro concierto de Navidad, la Orquesta Sinfónica MDC en el concierto extraordinario de Fin de Año, los Chicos del Coro que harán un doblete hoy y mañana en otro concierto de Navidad dedicado a las bandas sonoras de las películas de Walt Dinsey (que es uno de los conciertos más esperados), el Tour Sinfónico y la IV Dimensión del Sonido, la sección infantil de la Orquesta Ciudad de Alcalá en otro concierto de Navidad, una obra de zarzuela, cancionero popular en la hoguera de Santa Lucía, o los conciertos en diversas iglesias alcalaínas de mano del Coro Lírico Miguel de Cervantes, la Schola Cantorum Alcalá de Henares, la Coral Polifónica Complutense, la Sociedad Lírica Complutense y la Coral Alcalaína Pueblos de España, por no hablar del pequeño teatro ambulante con sus propias canciones instalado en la Plaza de los Santos Niños todas estas fiestas. Y ayer, concierto al que pude acudir, la Atlántida Simphony Orchestra, en  el Teatro Salón Cervantes con la gala extraordinaria de Año Nuevo. Por conciertos clásicos no ha sido, quizá por falta de propagación de que iban a realizarse, por mucho que estuvieran en los programas oficiales que imprime el ayuntamiento. Ha sido un año, está siendo aún, fuera de lo común en este aspecto.

Ayer por la tarde, sin nada que hacer mientras empieza mi próxima aventura laboral, me acerqué hasta el Teatro Salón Cervantes con la intención de ir al concierto de la gala extraordinaria de Año Nuevo, intitulado "De Viena a Hollywood. Una música de cine", que ofrecía la Atlántida Simphony Orchestra. Era barato, seis euros la entrada, y la verdad es que no esperaba encontrar entradas disponibles, pero como iba yo sólo, siempre es más fácil que se quede un asiento vacío, es más complicado que se queden varios a la vez. No me defraudó el asunto, la cola de espera en la calle Cervantes era enorme. Las entradas estaban agotadas, según decía una familia, pero aún con todo me acerqué a la taquilla por si un asiento suelto hubiera quedado vacío. Y así fue. Había un asiento en una de las filas que son las mejores para escuchar estos conciertos. Además la casualidad hizo que compartiera ubicación con la concejala de Cultura María Aranguren y un amigo suyo, sobreentiendo que músico. No tuvimos conversación más allá de los saludos y despedidas, yo estaba un poco pensando en mis cosas y tratando de acabar un libro, fue un día reflexivo para mí por cuestiones personales, pero sin duda no me hubiera importado comentar algo con la concejala, con quien he coincidido en otros actos. 

La Atlántida Simphony Orchestra está dirigida por Manuel Tévar, que es fundador de la misma y miembro fundador de Iberian & Klavier piano dúo, ya que él es pianista aparte de director sinfónico. Tévar es además compositor y Premio de la Real Academia de Bellas Artes. Su orquesta estaba compuesta ayer por unos cincuenta y ocho personas, la gran mayoría gente muy joven, adolescente, varios de ellos alcalaínos (el director pidió un aplauso especial para ellos y se identificó a sí mismo como estudiante que fue en Alcalá, aunque ellos como orquesta están afincados en Madrid). Lo cierto es que su gran número de personal hacía que estuvieran un poco justos en el escenario, pero cupieron. Ofrecieron un concierto que superó las dos horas, con un descanso de diez minutos en medio. Sería en total unas dos horas y media o cercano a ellas. Los músicos se estaban gustando y también a buena parte del público, una mayoría de él: familias y madres con niños y niñas. La segunda parte del concierto fue ligeramente mejor que la primera.

El repertorio comenzó de manera enérgica con "El barón gitano", de Johann Strauss (1885). Lo cierto es que a lo largo de todo el concierto predominaría la energía y la fuerza, especialmente en los miembros de la percusión y en parte de la sección de viento (notablemente en trompetas y trombón) lo que daba mucha vida y animaba mucho, sobre todo en un concierto tan lleno de niños, pero que en alguna parte, por ejemplo en algunas de las partes dedicadas a bandas sonoras de películas, se comían el sonido de otros instrumentos, detalle que quizá debiera haber sido limado. La cosa es que debían tener aún la adrenalina de la fiesta de Año Nuevo en el cuerpo, puesto que aparte de tocar enérgicamente, tocaron aceleradamente. No quedaba mal, pero en alguna ocasión la velocidad quedaba extraña al estar acostumbrados a escuchar esos temas con otros tiempos, pero eso es parte de la libertad interpretativa de los directores de orquesta y de sus músicos. Para ser un concierto tan de gala de Año Nuevo y tan lleno de familias, era lo idóneo, lo ideal, aunque a algunos nos pudiera resultar extraño. 

Se combinaba música de películas con música clásica, especialmente austriaca. En las bandas sonoras de películas no hubo grandes novedades, sonaron los temas que más comúnmente suelen sonar, Harry Potter, Star Wars, Piratas del Caribe, Superman, las aportaciones más inusuales en sinfónico fueron Frozen y Higlanders, que contó con la voz de dos de las músicas. En este sentido, el mejor concierto de bandas sonoras al que he asistido este año sigue siendo el que clausuró Alcine 48 el pasado noviembre a cargo de Vicente Ariño (Noticia 1828ª), que fue bastante inusual y vivo. De todas las versiones cinematográficas la que mejor me sonó fue Frozen, donde violines y flautas hizo la sustitución de la parte oral de su tema principal. De hecho, los violines de la orquesta eran impecables. Lo que sí lograba Tévar en su dirección era crear auténticas historias sinfónicas de la épica de las historias que contaban. Al ser películas muy conocidas, todos pudimos evocar con el sonido todas esas historias épicas y trasladarnos a lugares exóticos como los mares de Piratas del Caribe, o las magias del colegio de Harry Potter, suite que también estuvo muy emotiva. El mundo escocés, por otro lado, se hizo hueco reconocible como si hubiera estado en nuestro corazón siempre, gracias a Highlanders. Ahora bien, la interpretación personal de Tévar, o quizá alguna forma de resolver de algunos de los trompetas, oboes y flautas, hacía que el Star Wars que ellos nos mostraran no fuera el Star Wars épico que yo conocía, sino uno diferente, narrado con suavidad casi de dibujo animado. Repasó, eso sí, aunque a su modo, la historia central de los capítulos IV, V y VI, usando el leit motiv de la relación de amor entre Leia y Han Solo, así como ese escarceo con Luke, como leit motiv conductor para esta suite. Ese extraño toque distorsionador estuvo presente también en algún otro tema, pero, insisto, supongo que es parte de la visión personal del director en ese momento sobre tal obra. En el tema de Superman también sonaba de parte de percusión y parte de los vientos alguna parte inusual para la versión a la que estamos habituados, alguna parte que sonaba inusualmente por encima de las que comúnmente lo hacen, cambiando así ligeramente el sentido épico del tema por otro un poco más narrativo y alegre, festivo.

Entre medias de todo esto hubo temas clásicos como el citado de Strauss, pero también de Bellini, algo con sonido un tanto de vals, y también toques latinos con Márquez, donde los músicos usaron el sonido de sus zapatos a modo de instrumento percusivo, pequeña nota de color simpático que se suele permitir en este tipo de conciertos más festivos. El concierto quiso terminar con la Marcha Radetzky, y ahí estuvimos dirigidos por Tévar en una marcha que sonó rápida y enérgica, un tanto fugaz, y un montón de niños ilusionados al verse impelidos a ayudar al director de orquesta. El concierto terminaba y de repente hubo una propina, a esta le siguió otro bis, sin director al cargo y con un sonido carioca regalo de los percusionistas que era de lo mejor. Parecía ya que se acababa, le dieron flores a Tévar y de repente: ¡tercer bis! Aplausos finales cuando... último bis, una Marcha Radetzky con la gente ya ilusionada del todo y entregada a ser parte de los instrumentos con sus palmas. De repente estábamos en un concierto de bises, donde la gente estaba muy ilusionados con ellos y los músicos estaban cada vez más entegados y poco dispuestos a abandonar aquella fiesta. Dos horas y media, aplausos largos tras ser instrumento de la marcha militar ecuestre de Radetzky contra las tropas napoleónicas, éramos los cascos de sus caballos pasados de carga militar a fiesta de Año Nuevo, ideado por Strauss y conducidos en ese momento por Tévar. Todo el concierto en un tono festivo y alegre, enérgico y rápido acorde con la sonrisa de un director de orquesta y unos músicos aún en estado de gracia del paso de Año Viejo al Año Nuevo en noche recién empezada del 1 de enero.

¿Y quién no ha deseado ser parte de la Marcha Radetzky tras verla tantas veces retransmitida cada 1 de enero desde Viena? Buen concierto, buen comienzo de año.

Saludos y que la cerveza os acompañe.

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