Un joven sargento aviador de la marina imperial japonesa se sube a su avión desmontable recién montado sobre la cubierta de un submarino I-25. Se llama Nobuo Fujita. Le acompaña un observador llamado Shoji Okuda. se coloca su gorro de aviador correctamente y ajusta a su visión sus gafas de ojos de gato. Lleva entre sus objetos de aviador militar un sable samurái reglamentario acorde a su graduación. Le impide en parte los movimientos dentro de la carlinga de su aeroplano hidroavión Yokosuka E14Y, de pequeñas dimensiones. Han viajado dentro del submarino desde Japón hasta situarse a ochenta kilómetros de las costas occidentales de Estados Unidos de América. Es 9 de septiembre de 1942. La II Guerra Mundial está en pleno rendimiento. Los norteamericanos habían logrado bombardear la capital del Imperio Japonés, Tokio, con aviones B-25 comandados por Johnny Doolittle apenas cinco meses antes. Hiro Hito, el emperador de Japón, no puede dejar esa afrenta bélica sin respuesta. Su armada es la única del mundo que cuenta con submarinos capaces de transportar en su interior pequeños aviones desmontables que pueden bombardear por sorpresa el territorio enemigo. Eso es lo que van a hacer.
Nobuo Fujita había nacido en 1911. Servía en el ejército imperial desde 1932. Prácticamente su servicio militar ha coincidido con casi todas las guerras que han llevado al emperador a adentrarse en la II Guerra Mundial contra los poderosos norteamericanos. En diciembre de 1941 por primera vez Estados Unidos había sido bombardeada. Había sido en Pearl Harbor, en la isla de Oahu, en el archipliélago de Hawái. Pero ahora, para saldar cuentas por el ataque sobre Tokio, el Imperio Japonés planeaba bombardear el suelo continental de Estados Unidos, atacar su corazón. Fujita había presentado meses antes un inteligente plan usando los submarinos transportadores de aviones desmontables. Su idea era bombardear el canal de Panamá, en manos norteamericanas, y con ello destruir en mucho la economía estadounidense y la aliada en general. Sin embargo, cuando su plan es valorado se le modifica para ordenarle bombardear los enormes bosques de Oregón con la idea de crear incendios devastadores. Fujita acata las órdenes con disciplina militar adoradora del que creen el Dios en La Tierra, el emperador Hiro Hito.
El hidroavión de Fujita y Okuda es tan pequeño que sólo tienen una ametralladora de 7'7 milímetros para poder defenderse si son atacados, pero portan consigo seis bombas incendiarias de 76 kilos. Tras cinco horas de vuelo desde el submarino hacia Norteamerica, al fin alcanzan los bosques de Oregón. Sueltan sus bombas protegidos por una suave neblina. Caen en el bosque, cerca de un pueblo pequeño llamado Brookings. Los guardabosques dan la alerta de las explosiones y los fuegos. Se dan cuenta que es un bombardeo. Los norteamericanos se movilizan, incluso alertan al FBI. Pero Fujita logra irse de allí sin que nadie le pueda hacer nada. Ese mismo mes de septiembre de 1942, veinte días después, el 29, volvió a repetir el bombardeo sobre el mismo lugar. Fue la única vez que el territorio continental estadounidense ha sido bombardeado en toda su Historia, a excepción del ataque con aviones civiles suicidas contra New York y Whashington en 2001.
Shoji Okuda moriría poco tiempo después de aquello en combate. Nobuo Fujita fue transferido en 1944 al adiestramiento de pilotos para la nueva táctica imperial en la Guerra Mundial: los kamikazes. Adiestrar pilotos suicidas no era el mejor de los destinos para un héroe de guerra. Sus bombardeos de 1942 comenzaron a dar pie para que el Alto Mando Japonés comenzara a idear una nueva operación de bombardeo sobre Estados Unidos. Siguiendo la misma táctica que planteó y ejecutó Fujita, el coronel Ishii planeaba en 1945 bombardear a los nortemericanos con armas bacteriológicas. Los acontecimientos bélicos impidieron la realización de tan tétrico y devastador plan, quizá superado por las dos bombas nucleares que los Estados Unidos lanzó sobre Hiroshima y Nagasaki para poner fin a la guerra.
Nobuo Fujita tras la guerra se hizo comerciante de metales en su vida civil. A los 51 años, en 1962, recibió una llamada de Estados Unidos de América. El pueblo de Brookings, cuyos bosques había bombardeado en dos ocasiones en 1942, le invitaba a ir allí. Fujita aceptó la invitación convencido de que Estados Unidos quería juzgarle por crímenes de guerra. En su equipaje metió aquella antigua espada samurái que le estorbara en el pasado para pilotar sus aviones. Antes de ser condenado planeaba suicidarse con honor mediante un haraquiri. Sorprendentemente para él, los vecinos de Brookings le recibieron con tanto cariño y simpatía que hasta le nombraron ciudadano honorario. Desde entonces Fujita regresó varias veces más a aquel lugar, les donó su sable samurái, que exhibe hoy día su ayuntamiento, y plantó una sequoya en el lugar de sus bombardeos. Murió en 1997. Su hija esparció sus cenizas por los bosques de Oregón.
Nobuo Fujita había nacido en 1911. Servía en el ejército imperial desde 1932. Prácticamente su servicio militar ha coincidido con casi todas las guerras que han llevado al emperador a adentrarse en la II Guerra Mundial contra los poderosos norteamericanos. En diciembre de 1941 por primera vez Estados Unidos había sido bombardeada. Había sido en Pearl Harbor, en la isla de Oahu, en el archipliélago de Hawái. Pero ahora, para saldar cuentas por el ataque sobre Tokio, el Imperio Japonés planeaba bombardear el suelo continental de Estados Unidos, atacar su corazón. Fujita había presentado meses antes un inteligente plan usando los submarinos transportadores de aviones desmontables. Su idea era bombardear el canal de Panamá, en manos norteamericanas, y con ello destruir en mucho la economía estadounidense y la aliada en general. Sin embargo, cuando su plan es valorado se le modifica para ordenarle bombardear los enormes bosques de Oregón con la idea de crear incendios devastadores. Fujita acata las órdenes con disciplina militar adoradora del que creen el Dios en La Tierra, el emperador Hiro Hito.
El hidroavión de Fujita y Okuda es tan pequeño que sólo tienen una ametralladora de 7'7 milímetros para poder defenderse si son atacados, pero portan consigo seis bombas incendiarias de 76 kilos. Tras cinco horas de vuelo desde el submarino hacia Norteamerica, al fin alcanzan los bosques de Oregón. Sueltan sus bombas protegidos por una suave neblina. Caen en el bosque, cerca de un pueblo pequeño llamado Brookings. Los guardabosques dan la alerta de las explosiones y los fuegos. Se dan cuenta que es un bombardeo. Los norteamericanos se movilizan, incluso alertan al FBI. Pero Fujita logra irse de allí sin que nadie le pueda hacer nada. Ese mismo mes de septiembre de 1942, veinte días después, el 29, volvió a repetir el bombardeo sobre el mismo lugar. Fue la única vez que el territorio continental estadounidense ha sido bombardeado en toda su Historia, a excepción del ataque con aviones civiles suicidas contra New York y Whashington en 2001.
Shoji Okuda moriría poco tiempo después de aquello en combate. Nobuo Fujita fue transferido en 1944 al adiestramiento de pilotos para la nueva táctica imperial en la Guerra Mundial: los kamikazes. Adiestrar pilotos suicidas no era el mejor de los destinos para un héroe de guerra. Sus bombardeos de 1942 comenzaron a dar pie para que el Alto Mando Japonés comenzara a idear una nueva operación de bombardeo sobre Estados Unidos. Siguiendo la misma táctica que planteó y ejecutó Fujita, el coronel Ishii planeaba en 1945 bombardear a los nortemericanos con armas bacteriológicas. Los acontecimientos bélicos impidieron la realización de tan tétrico y devastador plan, quizá superado por las dos bombas nucleares que los Estados Unidos lanzó sobre Hiroshima y Nagasaki para poner fin a la guerra.
Nobuo Fujita tras la guerra se hizo comerciante de metales en su vida civil. A los 51 años, en 1962, recibió una llamada de Estados Unidos de América. El pueblo de Brookings, cuyos bosques había bombardeado en dos ocasiones en 1942, le invitaba a ir allí. Fujita aceptó la invitación convencido de que Estados Unidos quería juzgarle por crímenes de guerra. En su equipaje metió aquella antigua espada samurái que le estorbara en el pasado para pilotar sus aviones. Antes de ser condenado planeaba suicidarse con honor mediante un haraquiri. Sorprendentemente para él, los vecinos de Brookings le recibieron con tanto cariño y simpatía que hasta le nombraron ciudadano honorario. Desde entonces Fujita regresó varias veces más a aquel lugar, les donó su sable samurái, que exhibe hoy día su ayuntamiento, y plantó una sequoya en el lugar de sus bombardeos. Murió en 1997. Su hija esparció sus cenizas por los bosques de Oregón.
5 comentarios:
Buen relato. Te me has adelantado, tenía un borrador sobre esta historia (aunque la verdad es que sólo es uno de los veintipico borradores que tengo más o menos desarrollados).
¿Me permites una pequeña corrección?
Es que mencionas que la espada de Fujita era su sable reglamentario, pero no creo que se le pueda llamar así. En realidad era un recuerdo de familia, una vieja espada samurai, como dices al final. Era habitual que los militares japoneses propietarios de armas tradicionales las sustituyesen por las reglamentarias. Sólo así se entiende que un piloto se fuese a una misión de bombardeo cargando con una espada, porque lo hacía como homenaje a sus antepasados samurais.
Y otra corrección aún más pequeña: la armada japonesa no era la única que disponía de submarinos con capacidad de transportar un hdroavión. También estaba el Surcouf francés.
Fujita realizó las dos misiones que mencionas, el 9 y el 29 de septiembre. En cada una de ellas lanzó dos bombas: el primer día provocaron un pequeño incendio que fue fácilmente controlado, porque los días anteriores había estado lloviendo y el bosque estaba húmedo. Las bombas del segundo ataque nunca fueron encontradas. Probablemente no estalló ninguna de las dos. Tenían bombas para una tercera misión (llevaban seis bombas incendiarias, como bien dices), pero no llegaron a realizarla. El submarino abandonó las costas de Oregón y regresó a Japón.
Un saludo.
Siempre se agradece la contribución. De donde saqué la información decía que Japón era el único con submarinos capaces de transportar hidroaviones desmontables. Quizá sea en lo de "desmontable" donde esté la clave. Pero en estas cuestiones militares te cedo la palabra que creo que sabes más. Un saludo, gracias.
El Surcouf:
http://nonsei2gm.blogspot.com/2010/04/el-surcouf.html
Tenía un diseño bastante peculiar. Llevaba un hidroavión plegable guardado en un pequeño hangar de 2 metros de diámetro. Tenían que sacarlo a cubierta y montarlo allí.
Pero es algo anecdótico. La historia del Surcouf es poco conocida, y fue un modelo único, un diseño que no tuvo mucho éxito. Los japoneses en cambio llegaron a poner en servicio más de 20 de distintas clases.
Hola,
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