Otra vez he madrugado en un 1 de enero. Ya es 2022. No es noticia nueva para nadie. Este año solo dos personas me han felicitado el Año Nuevo mediante un mensaje. Y nadie más bajo ningún medio, ni en persona, ni en nada. Mis amistades no han salido, han preferido estar en sus casas o con sus familias, unos por miedo a la Covid-19 y otros porque han tenido hijos e hijas. Así que yo podría haber salido y estar con mis otras amistades y conocidos, que son muchos, pero este año no salí, confieso que incluso decidí cenar un sándwich comprado en el ultramarino de mi vecino chino. De atún con tomate. El plástico aún está en la mesa a estas horas de la mañana. Y me dormí. Ni siquiera estaba Reina por acá.
Empiezo el año de nuevo en el paro. Mi nuevo contrato de semana y media ya ha terminado. Así que no sé qué me deparará el 2022.
Lo cierto es que desde que la Covid-19 se oficializó como pandemia mundial en el invierno de 2019-2020, y sobre todo desde que nos confinamos en España en marzo de aquel 2020, a pesar de que en 2021 ha mejorado la cosa, porque no nos engañemos: la variante ómicron es más contagiosa pero apenas produce casos graves como hospitalizar y su letalidad es muy baja, tan baja que algunos médicos ya plantean que en 2022 podría llegar a tratarse ya la Covid-19 no como pandemia sino como otra enfermedad común más al estilo de las gripes fuertes, pues decía que lo cierto es que desde aquel confinamiento mucha gente ha optado por ir aislándose de sus grupos sociales y de sus seres queridos y más cercanos. Durante 2020 parecía lo lógico, era algo necesario para frenar la altísima mortalidad de la pandemia. Cuando se levantó el confinamiento parecía también algo necesario, aunque ya no tan estricto como estar encerrados en casa. Tenía hasta un punto de lógica esos aislamientos en la Navidad de 2020, aunque ya entonces se habló de los problemas psicológicos que estaba planteando esos aislamientos sobre todo a las personas que viven solas y se planteó que una persona sola pudiera ir como invitado al núcleo social de una familia amiga. A lo largo de 2021, con las vacunas, el panorama ha mejorado, me remito a lo dicho antes, pero hay mucha gente que se ha ensimismado en encerrarse solo con su familia más directa. Es legítimo, el miedo es libre, las precauciones también, sean estas excesivas o en su justa medida. Con la variante ómicron el alarmismo mediático con afán de vender noticiario ha potenciado un pánico total que ha aupado a cotas muy altas el que mucha gente se haya querido desentender de toda aquella persona que no viva con él o ella, o que no sean sus padres.
Pienso que algunas de estas personas puede que crean que después de dos años comportándose de esa manera, y lo que quede de ese comportamiento en este 2022, cuando todo vaya a la normalidad, todas aquellas personas que dejaron atrás desde comienzos de 2020 van a estar con ellos a muerte como si no hubiera ocurrido nada. La soledad y el abandono también está siendo pandemia y tiene sus efectos. Todo el mundo sabe quién sí y quién no ha estado en estos tiempos tan difíciles. No hace falta estar físicamente, aunque en dos años, momentos hay para poder estarlo, a veces una llamada de teléfono, oir una voz, conversar, es importante. Voy a decir algo que los científicos me avalarán: la Covid-19 no se contagia porque a través de un auricular de teléfono hables a otro alguien que está calles, barrios o kilómetros lejos de ti. En dos años mucha gente podría haber descubierto esta verdad científica. Por otro lado, el tener o no tener tal o cual tecnología de comunicación tampoco debiera ser impedimento para comunicarte con alguien si aprecias de verdad a ese alguien. Con voz, por escrito, con imagen, con lo que sea, las posibilidades son múltiples y no hace falta que sean a través de teléfonos y ordenadores, existen más medios, incluido el papel. Por supuesto existen calles y parques para pasear, no hace falta el bar, y existen cafeterías con (oh, sorpresa) terrazas al aire libre. Y no pasa nada por decir: feliz año nuevo.
Pero es cierto que en mi caso particular a mi núcleo más viejo de amigos les tengo mucho afecto. Algunos (muy pocos) han mantenido el contacto constante, otros han optado por distanciarse más, pero en mi caso les tengo por familia y cuando quieran volver, ahí estaré, aunque alcancemos el 2023. Tan solo decirles que la soledad también es pandemia dentro de la pandemia y su vacuna es algo que no necesita de fabricación en laboratorio, aunque sí necesita de citas.
En estos dos años he conocido gente y he redescubierto a conocidos que para mí han pasado a ser amistades importantes porque han comprendido o han sabido ver la importancia del contacto humano. Algo bueno ha tenido la pandemia. Han jugado en estos dos años un papel que les ha revalorizado para mí.
Compartida una primera reflexión de 2022 sobre la soledad en la pandemia, paso, como cada año, a destacar dos libros de los que leí en 2021, más una novela gráfica.
Ha sido un año lleno de lecturas de cómic. Esto ha sido así tanto por gusto como por una investigación que he rematado de escribir. También ha habido un par de libros cuya lectura me ha ocupado bastante tiempo, en parte por análisis de lo que leía y en parte por falta de tiempo entre trabajos y otras ocupaciones. De hecho, este año yo destacaría tres libros, pero me voy a ceñir a los dos de siempre y a una sola novela gráfica. Quede dicho que de esos tres que destacaría pondría al mismo nivel tanto al que destaco primero, Lolita, como al que descarto, El espía que surgió del frío, de John LeCarré. Ambos libros me han atraído sin poder parar de leer. He tenido, sin embargo, que leerlos en los trayectos de carretera a mis trabajos, en autobús o en tren. Bueno, ahora, como he dicho, estoy en el paro de nuevo. Como sea, me parecen novelas perfectas y definen muy bien las décadas centrales del siglo XX y esa cultura occidental de la que España es partícipe, americanizada y con puntos y lugares comunes de encuentro, lleno de referencias para el lector que vivió aquella segunda mitad del dicho siglo.
Lolita (Nobokov, 1955): Me ha sido realmente difícil seleccionar esta novela por encima de la de LeCarré, de verdad que la pondría al mismo nivel. Ambos tocan temas que me interesan especialmente, una toca el tema de la censura, aunque de manera indirecta, a través del tema de una libertad sexual mal entendida como pederastia y también como manipulación y extorsión. La otra toca el tema del espionaje, la doble verdad, lo aparente y lo real. El caso de Lolita me parece un libro muy atractivo y creo que mucha gente habla de él más pensando en la película que en el libro en sí. Creo que a menudo se ha achacado a los personajes actitudes y formas de actuar que en realidad no se perciben en el libro, tengo la impresión de que en determinado momento alguien hizo una lectura determinada para crear las películas y mucha gente ha reproducido esa interpretación sin hacer la suya propia. El libro es muy rico en varias direcciones. Me llama la atención, por ejemplo, ese breve pasaje del pensamiento del hombre que llega incluso a pensar de manera fugaz en el asesinato de la chica cuando ya no le atraiga sexualmente por haber crecido, previo posible embarazo para usar a la hija como usó a la posible madre. Ese pasaje está en el libro, muy breve, muy fugaz, pero me impactó leerlo. Rompe esa visión del hombre como víctima manipulada por la niña Lolita que todo el mundo tiene en mente. Y sin embargo, hay otros pasajes donde es evidente que ella no es una víctima total, ella es víctima, pero también es verdugo en cuanto a que es consciente del poder que ejerce sobre el hombre al proporcionarle estímulos sexuales insatisfechos pero con promesa de que se podrían satisfacer en pago a algo que le dé. Por ello mismo, y por muchas otras cosas, como explica Nabokov en unas palabras reflexivas, la obra sufrió mucha censura y le costó publicarlo, pero lo logró publicar y es una de las grandes novelas del siglo XX. Lo cierto es que haber escrito el libro como si fuera el documento escrito de las reflexiones del hombre es todo un ejercicio de conocimiento psicológico muy importante. A mí me llama mucho la atención esa construcción de psicologías perturbadas que hace, los rusos son expertos en todo esto, y ese deslizamiento entre lo moral y lo amoral que hace Nabokov, cayendo en la ruptura de las convenciones sociales y sexuales que hacen que sea condenado y censurado en su vida real. En parte esa ruptura de convencionalidades estaban latentes a mediados de ese siglo XX, sobre todo en el Estados Unidos donde se desarrolla esta historia, aunque Nobokov dijo que en principio pensó en ubicarlo en Francia, por ser más liberal, pero buscó el contraste con una sociedad más conservadora. En la siguiente década de 1960 algunas de las cosas que narra Nabokov pasaron a ir normalizándose entre la juventud, a pesar de que el conjunto pedófilo y casi de prostitución, el del rapto y el del asesinato, son condenables, me refiero, en cuanto a la normalidad, al amor libre, al amor intergeneracional, al amor sin matrimonio, al sexo disfrutado con libertad, etcétera.
Poesías (Catulo, siglo I a.C.): Bueno, no creo que sea una sorpresa que destaque este libro de dos mil años de existencia, porque ya en su época se publicó como libro, aunque en el formato de aquel momento: en rollo. No creo que sea una sorpresa porque ya hablé de Catulo a través de la poesía neotérica en la Noticia 2084ª, el pasado 19 de octubre. Catulo vivió entre el 87 y el 57 antes de Cristo. Era de una familia rica que hacía negocios en provincias. Catulo formó parte así de los políticos-militares que acompañaron a Julio César en la campaña de la Galia. Se distancian de él cuando la conquista de Bretaña y en la guerra civil, pero debió reconciliarse con posterioridad. Ya hablé de estas cosas en aquella Noticia. Este libro me ha ocupado bastante tiempo leerlo, porque lo quería leer con detenimiento. Incluía además el análisis de la poesía neotérica y también le dediqué tiempo. Este tipo de poesía me ha llamado mucho la atención, hasta el punto que estoy escribiendo un nuevo libro de poesía con bastantes poemas que he escrito siguiendo algunas de las pautas de esta corriente literaria del final de la República Romana. En cierto modo los neotéricos tenían un rupturismo contracultural con los valores de su tiempo al estilo de Bukowski en el siglo XX. La elevación de lo soez, de la palabrota y la ruptura con todo tipo de comportamiento sexual conservador, la trasgresión política y contra la sociedad que se las da de refinada, los vicios de toda clase, todo está aquí, dos mil años antes que Bukowski. Este libro me ha marcado en la composición poética de este año, indudablemente. Cuatro de esos poemas los leí de improviso, por sorpresa, en el Pub O'Mailley's de la calle Goya de Alcalá de Henares invitado a hacerlo por Chus López al final de su propio recital de poemas el pasado mes de octubre o noviembre, no recuerdo el mes exacto ahora mismo. Gustaron y divirtieron. Rupturismo.
Y la novela gráfica que destaco:
Luces y tumbas (Alberto Cerezo, 2021): Hablé de esta novela gráfica en Las notas de los cíclopes libreros. Me remito a que leáis allí de ella si queréis saber. Para mí es la mejor obra de cómic que he leído este año y que probablemente se ha publicado este año en España. Es puro arte, pero también es pura filosofía y mundos oscuros. Una introspección psicológica en abismos. Versiona varios libros de los siglos XIX y XX. Una delicia que no podéis dejar pasar. De verdad, me remito a que leáis sobre ella en lo que dije en Las notas de los cíclopes libreros. Haceros con un ejemplar contactando con Alberto Cerezo, merece la pena y mucho, sobre todo si te gusta el cómic o el arte en sí, no deberías quedarte sin esta obra. A mí me adentró en todo mundo de sugerencias tanto en imágenes como por el guión. Oscuridad pura y de manera muy inteligente.
Y ahora:
Estoy leyendo 1 libro.
Pueblo sin rey (Olalla García, 2020): Me está costando leerlo más de lo que creía. Por un lado por el tiempo del que dispongo, por otro lado porque no me está atrayendo todo lo que las expectativas creadas me habían hecho pensar. Es un libro que se seleccionó para que su autora, Olalla García, a la que también conozco, como a Alberto Cerezo, optara al premio a la mejor escritora de novela histórica. Se trata de eso: es una novela histórica ambientada entre 1520 y 1521 en la rebelión de los comuneros. Se desarrolla en Alcalá de Henares, en Madrid y en lugares emblemáticos de aquella rebelión como fueron Segovia, Burgos, Valladolid, Guadalajara, Toledo, Torrelobatón, Ávila, etcétera. Pone en novela el descubrimiento historiográfico de Ángel Carrasco Tezanos que publicó en libro de Historia en 2016, A voz de Comunidad. La rebelión comunera en Alcalá de Henares: 1520-1521. Aportación que cambió el conocimiento de la Historia de Alcalá que también cuenta con una obra de teatro que le han dedicado. El libro sigue unas pautas siguiendo el rastro de la Historia a través de una serie de personajes. Es una novela coral, aunque parece que la autora quiere que destaque un determinado personaje femenino. Es un libro que ha despertado mucho interés en mucha gente.
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