En los últimos años, hace ya bastantes, la verdad, cada vez que se avecinaba una fecha señalada del calendario había numerosas entidades dispuestas a adelantarlas más por cuestiones económicas. No importaba el significado real u otorgado de esas fechas, solo importaba encubrir muy mal disimulado un afán por el turismo y/o las ventas. El caso más evidente fueron aquellas campañas del centro comercial El Corte Inglés, que fue el primero que hace muchos, muchos años, comenzaron a desvirtuar el cambio de las estaciones adelantando sus temporadas de ropas y complementos, hasta el punto que hasta que sus publicistas no decían que ya era primavera en el Corte Inglés no comenzaba la primavera, a pesar de estar aún en invierno y con un un frío latente. Al poco de aquello lo que se adelantaron fueron las temporadas de rebajas, como las de enero. Más o menos quedaron aceptadas aquellas excepciones temporales dentro de la mentalidad de consumo que nos iban metiendo más a fondo de lo que lo habían hecho. A fin de cuentas, siempre teníamos otras costumbres y tradiciones... pero estas pronto sufrieron el asalto. Las primeras fueron las que apuntaron directamente a nuestro corazón, los días de la madre y del padre pasaron a ser de un asunto escolar donde se nos educaba para valorar a nuestros progenitores y fabricarles con nuestras manos un regalo, a ser días donde la obligación de regalar fue pasando paulatinamente a todos los miembros de la familia, no exclusivamente a los hijos e hijas, y además se inculcó la idea de regalar objetos de tiendas, centros comerciales, o hasta paquetes de ocio tipo comidas, viajes, hoteles, masajes... En seguida estos días fueron tan golosos en ventas que las grandes marcas comenzaron a adelantar su publicidad en todos los espacios que pudieron. Parecía una simpática broma, pero la cosa fue a más.
Hemos visto cómo se han ido adelantando en el calendario la promoción de todo tipo de celebraciones siempre con vistas comerciales intentando explotar todo lo posible los valores originales de las fiestas, con ello lo que hacían era reventar el sentido original de las fiestas, incluido en ese sentido la mera diversión o el tiempo en familia o con amigos. Pongamos por caso Semana Santa, Halloween, los diversos puentes conmemorativos, las diversas celebraciones locales de cada municipio y su Historia, Navidad, Año Nuevo, Reyes... incluso la prensa se apuntó a publicar quince o treinta días antes sobre el aniversario de un acontecimiento o de un personaje con la idea de hacerse con los posibles lectores interesados lo antes posible, sacarles su dinero antes de que se cansen del asunto y ya no deseen gastarlo.
Lo que cuento no es una novedad. Más o menos todos sabemos de estos fenómenos. Los que sumamos más décadas conocemos ese pasado donde estas fechas aún no se adelantaban en los calendarios y donde aún tenían algo de su esencia o de su romanticismo emocional, pese a estar comercializadas de manera evidente. El negocio explotaba las fechas también entonces, pero no se atrevían a explotarlas del modo brutal como lo hacen en los últimos años. La cosa es que hoy me ha dado por escribir de esto porque este año 2020 me da la sensación de que todo esto de adelantar fechas y promociones está mucho más que revolucionado. No sé, tal vez se trate por el ansia generada por la Covid-19 y el cúmulo de noticias y experiencias negativas o que nos disgustan, a los que se han sumado la tensión política y la crisis económica. Puede que la gente identifique al año 2020 con sus fatalidades personales y con las generales, y como ven que esas fatalidades son a nivel personal y global, desean que pase ya el 2020 y que venga el 2021. Por supuesto esto sería un deseo de masa social un tanto irracional, pero probablemente alimentado por los publicistas, telediarios y comerciantes.
Evidentemente en los publicistas y comerciantes, incluso en las campañas fomentadas por administraciones y gobiernos, lo que hay es un afán de fomentar un comercio que revitalice toda la economía malograda por la pandemia. Sin embargo, este año, en China vieron pasar el Año Nuevo de su religión con restricciones al reconocerse la pandemia. En Italia pasó algo parecido con los Carnavales. En España ese estado de resignación y de sacrificio de una pieza para salvar el puzzle ocurrió con la Semana Santa. Sin embargo, cuando la sociedad vio cómo evolucionaba la pandemia y los desastres que provocaba, incluidos los confinamientos, muchos adelantaron sus vacaciones de verano y aunque se suspendió los San Fermines y las fiestas de los municipios, sí que hemos asistido a una promoción de la fiesta de Todos los Santos y Halloween varias semanas antes de que ocurrieran en el calendario. Sobre los puentes festivos de noviembre y comienzos de diciembre vengo escuchando planes de comidas, cenas y escapadas a la sierra promocionados desde casi un mes antes. Ahora llevo viendo que se venden roscones de reyes desde mediado noviembre... y Reyes es el 6 de enero, pero también veo un adelanto más inusual que de costumbre de la Navidad en todos sus conceptos, incluidas las decoraciones de los hogares (que suele ser más tardía que la de los comercios y calles). No solo ello, hoy, 9 de diciembre, antes de que empiece siquiera el particular pistoletazo de salida de estas fiestas en España con el sorteo de la lotería de Navidad del 22 de diciembre, he llegado a ver en un programa de televisión un repaso de los mejores momentos del año 2020, cosa que no ocurre normalmente hasta la última semana de diciembre, de cara a Año Viejo. Parece que hubiera prisa por finiquitar 2020, como si hubiera la certeza de que 2021 solucionará todo mágicamente.
Salvando mucho las distancias, los traumas ocasionados en la ciudad de New York por los atentados del 11 de septiembre de 2001 provocaron una aceleración de la vida en aquella ciudad. A lo largo de 2002 y en varios de los años sucesivos leímos en prensa todo tipo de descripciones de personas tratando de vivir el momento al máximo incluso teniendo reacciones del tipo que comento ahora en este 2020. Creo que los sociólogos y los psicólogos van a tener mucho trabajo para hacer a partir de 2021 para explicar todo esto. Los historiadores tendremos que saber explicarlo también, para ello debemos comprenderlo y para eso necesitamos conocer los detalles de todo tipo de lo que ocurre. Ahora mismo, a título individual, lo único que puedo constatar es esa percepción de que en esta segunda mitad del año 2020 todo el mundo parece querer celebrar las fechas señaladas un mes antes.
Cuando a mediados de noviembre vi en mi panadería habitual que ya se vendían roscones de Reyes fue la señal más clarividente. Entretanto hay un debate cuyas respuestas se saben de antemano sobre si lo que se quiere es salvar la Navidad o la campaña económica de Navidad cuando el gobierno toma las medidas que toma en torno a la Covid-19. La respuesta es conocida, el debate es retórico. ¿Alguien ha hablado de los valores de la Navidad o del significado del Año Nuevo? No parece. Las fiestas tienen un evidente componente religioso, pero la religión no está en esas mesas de debate. Igualmente las fiestas presentes tienen un componente social y familiar mucho más profundo y férreo que el comercial, pero el comercial explota esos valores y los deshumaniza al quitarles valor si ese refuerzo social que son estas fiestas no se acompaña de planes que impliquen numerosos gastos económicos. Sin embargo, sería estúpido no pensar o no aceptar que, junto a todo esto, existe este año un deseo general de saber del otro, del familiar o del allegado, de decir: "hemos sobrevivido", traducido en un "al menos tenemos salud" o en un "estamos bien", o algo similar.
Ayer estuve desayunando en un bar del barrio donde una niña estaba con su padre mientras unos pocos parroquianos mayores le gastaban bromas a la niña.
-Papá Nöel no va a venir este año -decía un hombre de pelo blanco y edad avanzada.
-Que sí -decía la niña.
-Que no, que ha dicho que a España no viene por lo del Covid.
-Que sí va a venir, que me lo ha dicho a mí.
-¿Que te lo ha dicho a ti?
-Sí, me ha mandado un mensaje con mi foto.
-Sí -dice el padre-, le ha mandado un mensaje a mi teléfono diciéndola que ha sido buena y que va a venir. Con su foto y todo, ¿a qué sí?
-Sí.
-Que no va a venir, que no quiere coger en España el Covid.
A lo que la niña, bastante pequeña, le respondió seria al señor mayor:
-A ver si lo vas a coger tú, Ramón.
Y así es nuestro asunto. Todos rieron la salida de la niña e incluso se ganó una propina de dinero. Y esta es la realidad de las fiestas de este 2020, en todas sus dimensiones.
Saludos y que la cerveza os acompañe.
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