¿Conocéis a María Bernaldo Quirós? Es la primera aviadora de la
Historia de España que fue reconocida por la prensa especializada en
aeronáutica española de la época. Le publicaron un artículo con
fotografía en septiembre de 1928, pero quedaba quizá algo eclipsado por
un amplio reportaje, también con fotografías, del trágico final del
comandante Molas, que apenas en los días anteriores había sido objeto de
las noticias por aquello que se disponía a hacer: alcanzar la
estratosfera por parte española. Al lado, aún más, una pequeña nota con
fotografía de una familia rica que posaba divertida junto a un militar
que custodiaba los restos de una avioneta que se estrelló en su casa de
campo. Con noticias tan importantes y tan tratadas como anécdotas se
despachaba la prensa militar de aquel septiembre.
El siglo XX se comenzó a caracterizar por incidir más que sus dos
siglos precedentes en los viajes por aire. Cuando los aviones fueron una
realidad comenzó una carrera en todo el mundo por mejorarlos y por
alcanzar mayores logros, máxime desde que la Primera Guerra Mundial,
acabada en 1918, había mostrado lo vital que iba a ser tener los aviones
más resistentes, los más veloces, los más versátiles, los de más
capacidad etcétera. Aparte de los muy famosos hitos atravesando el
Atlántico Norte o el Sur, donde España destacaría con Ramón Franco, se
iban formando otras proezas no necesariamente con aviones. Los alemanes
desarrollaban los dirigibles Zeppelin, con los que querían crear rutas
comerciales, y a la par muchos países comenzaron a experimentar con
globos aerostáticos para alcanzar cada vez cotas más elevadas y
adentrarse más y más en la estratosfera, lo que, aparentemente, podría
permitir viajar más lejos, pero también se había demostrado durante la
guerra que cuanto más alto más campo de visión y más se podía delatar
los movimientos de las retaguardias enemigas. En un principio era un
avance en la aviación, pero también en la astronáutica, aún tan lejana
por desarrollar y a la vez tan cercana.
Todo ello tenía
tintes tanto científicos como militares. Estados Unidos de América y la
Unión Soviética comenzaron a competir entre ellos en diseños e intentos
para llegar más y más alto, mientras diversos países europeos se unían a
estos intentos y demostraciones. Se organizaron incluso carreras
deportivas de globos aerostáticos. La Copa Gordon Bennett fue la
competición más importante, asentada en Bélgica. En una de aquellas
competiciones, en 1923, ya habían participado dos militares españoles,
de los que uno de ellos murió alcanzado por un rayo en pleno vuelo, al
haber en aquel día tormentas.
Norteamericanos como
Stevens y Ardenson y rusos como Prokofiev iban alcanzando logros
diversos, y entre ellos los francófonos hermanos Piccard, que diseñaron
una barca góndola, que era una esfera cerrada a modo similar a lo
metálico, con la que alcanzaron las más altas alturas hasta la fecha,
muy avanzada la segunda mitad de los añso 1920.
En esa
carrera aerostática de las alturas el comandante Benito Molas salió de
la estación aerostática de Guadalajara y llegó a alcanzar los 10.580
metros de altura, según registraron los aparatos que llevó consigo.
Nunca lo pudo decir él en persona, ni disfrutar de su gloria. Estuvo
cerca de alcanzar el récord que había en altitud en aquel septiembre
de 1928, pero en algún momento de su ascenso murió por falta de oxígeno, tal vez también de frío. Él había despegado a bordo de una simple canastilla de mimbre.
Quizá por ello Emilio Herrera Linares comenzó a diseñar un traje aerostático, en sustitución de aquellas otras barcas góndola cerradas. En 1931 ya lo iba avanzando y para 1933 hacía publicaciones y preveía un viaje nuevo para superar el récord estratosférico, pero su programación para el otoño de 1936 no pudo ser a causa de la guerra civil. El traje es un antecedente de los trajes de astronautas muy posteriores, pero en el caso español tanto el traje como estos experimentos quedaron en el cajón, guardados.
En el Instituto de Historia y Cultura Militar,
donde se sitúa el Archivo General Militar de Madrid, en el número 13 del
Paseo de Moret de Madrid, están volviendo a poner la exposición que
estuvo en Guadalajara sobre el 90º aniversario de los primeros intentos y
primeras llegadas por llegar a la estratosfera, siendo el eje central
de la exposición la llegada de España en 1928 y el diseño español de un
primer traje estratosférico, en 1933.
Esa exposición,
cuyo comisario fue José Pradillo, se refería al aniversario 1928-2018,
siendo esta segunda muestra en 2019. Los comienzos aeronáuticos
españoles están ligados al ejército, por lo que esta carrera
investigadora y de hitos a conquistar en la estratosfera fue
protagonizada por los militares españoles, en medio de la proeza y el
alago del resto de la sociedad e incluso de la prensa extranjera. Por
ello mismo el Patronato de Cultura de Guadalajara y el ayuntamiento de
Guadalajara colaboraron con el Ministerio de Defensa, el Ejército y el
Instituto de Historia y Cultura Militar, que son los que ahora continúan
con esta exposición en Madrid.
La exposición cuenta con
los fondos fotográficos y documentales de Latorre-Vegas, el de la
Agrupación Fotográfica de Guadalajara, legado Francisco Goñi y la
colección de José Pradillo. Entre esos fondos, aparte de fotografías,
documentos y publicaciones tales como revistas, prensa, postales y hasta
un cómic infantil pintado por Jordán en 1940 (“Bolita en la
estratosfera”, publicado por Gráficas Valencia), se puede ver como si
estuviera cosido ayer uno de los dos pendones en morado y plateado con
insignias militares de la primera estación aerostática española que
inauguró el Ejército con Alfonso XIII, acompañado de la carta del
creador de tal estandarte, donde se lee que elaboró dos, uno en seda, al
gusto del máximo militar al cargo de esa unidad del Ejército, y otra
con hilos de oro, a petición de la Reina. En la exposición está la de seda.
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