sábado, junio 12, 2010

NOTICIA 791ª DESDE EL BAR: MIGUEL HERNÁNDEZ, EL HOMBRE ACECHA

En marzo de 1939 el gobierno de la II República española huía en desbandada hacia Valencia con la finalidad de irse de España. En enero de ese año las tropas del general Franco, con ayuda de los NAZIS alemanes y los fascistas italianos, habían logrado entrar en Barcelona y completar la conquista de toda Cataluña. En febrero Manuel Azaña, presidente de la República, había dimitido sumido en una depresión que le llevaría a la muerte un año después. El general Casado dio un golpe de Estado en Madrid con la finalidad de preparar una rendición republicana que pudiera evitar un baño de sangre suicida en el final de una guerra que se evidenciaba que iba a ser ganada por el nacionalcatólicismo de Franco. Casado, antes de la entrega, encontró culpabilidad en los comunistas por su avasallamiento al gobierno desde mayo de 1937, y reforzado en 1938, queriendo totalizar los cargos y las directrices del mismo. Por ello inició una depuración de los mismos. En este contexto las tropas franquistas terminarían entrando en Madrid en los últimos días de marzo, proclamando el final oficial de la guerra el 1 de abril en un famoso parte de guerra radiofónico.

A principios de ese mismo mes, en medio de ese esperpéntico final de la guerra, una imprenta madrileña se afanaba en sacar adelante una edición de un nuevo libro de poemas escrito por Miguel Hernández, "El Hombre Acecha". No había leído más que poemas sueltos de este escritor cuando decidí comprar en la Feria del Libro de este año tres de sus libros, aprovechando el centenario de su muerte, que ofrece precios baratos de varias de sus obras. Obviamente el libro no llegó a ver la luz en aquel Madrid de marzo de 1939. Las placas del libro estaban creadas y se habían llegado a imprimir varios ejemplares aún por terminar de elaborar. El propio Miguel Hernández estaba trabajando en el libro, preparando su publicación. En el original que quedó en la imprenta estaban escritas sus propias notas manuscritas. Junto a aquel libro figuraba otro con una compilación de poemas y canciones de varios autores sobre el ejército republicano. La gente huía de Madrid. Intuían la gran debacle que se avecinaba, no sin desacierto, pues la represión que sobrevino tras el final de la guerra fue de las más brutales del siglo XX hasta que le superaron otras en manos de Hitler, Mussolini, Stalin, Mao Tse-Tung, Pol Pot, Pinochet o los generales argentinos. Aquellos impresores y los propios intelectuales que pretendían sacar adelante ese nuevo libro no eran menos en el intento de salvar la vida. También ellos se fueron, llevándose precipitadamente lo que pudieron de la imprenta. Varios escritores conservadores amigos de Hernández se quedaron copias de aquel libro. Un libro austero de tapas rojas terrizas con el nombre del mismo y del autor en negro.

Miguel Hernández había terminado de escribir "El Rayo que no Cesa" en enero de 1936. Tenía 26 años. Era un libro de amor que a caído en la polémica acerca de si tenía o no tenía amantes en Madrid mientras su esposa estaba en Orihuela. Pero en él ya se intuye un algo trágico que acecha a las personas, que parece llevarles a su muerte. El 17 y 18 de julio de ese año estallaba la guerra civil. Sólo vendió entonces dos ejemplares, el resto los regaló a diversas amistades, familia e intelectuales importantes del momento. Con la guerra civil en marcha se hizo famoso. Lorca había muerto ejecutado por las tropas de Franco y Alberti había rellenado su hueco. Hernández, afiliado al Partido Comunista de España, combatía por la República con su hacer poético y con el fusil.

En 1937 escribió "Vientos del Pueblo". Ya había editado alguno de sus poemas en octubre de 1936 en "El Mono Azul". El momento álgido de aquel libro fue los poemas que le dedicó a su hijo muerto. En esta ocasión se ve esperanzado en la lucha contra el fascismo. Loa a los aviones que defienden Madrid. Cree en la revolución social, pero no ejerce el partidismo comunista del que el propio PCE hará gala en mayo de aquel 1937 represaliando a la gente del Partido Obrero de Unificación Marxista (anarquistas y trotoskistas) y a la Confederación Nacional del Trabajo (anarcosindicalistas).

A lo largo de 1938 ha ido escribiendo los poemas que compondrán aquel "El Hombre Acecha" que se encontrará abandonada en una imprenta madrileña en marzo de 1939. El año 1937 había contemplado los sucesos de mayo, una pequeña guerra civil dentro de la guerra civil de la que salió reforzada la psotura comunista en detrimento de anarquistas, socialdemócratas y republicanos. Aquello alejó del frente a muchos milicianos no comunistas, desencantados por luchar por un gobierno que ya no parecía tan lleno de libertad y posibilidades revolucionarias como en 1936. se entiende bien en la película "Tierra y Libertad" de Ken Loach, y en "Homenaje a Cataluña", el diario novelizado de George Orwell como miliciano del POUM. También se había perdido el Norte de España y se había vivido un crudo invierno lleno de sin sabores. En 1938 la necesidad que tenía España de la ayuda soviética era patente. Las posturas comunistas se impusieron de la mano del jefe de gobierno, Negrín. La ofensiva de la batalla del Ebro, último gran intento republicano de ganar la guerra, resultó ser un fracaso. A partir de ahí Stalin firmó con Hitler un pacto secreto de No Agresión que dejaba su ayuda a España dentro de un interés de segundo orden, dando incluso las pautas para que no triunfara la revolución en España, siguiendo una estrategia de dar confianza a Francia y Reino Unido como posible aliado en una guerra mundial, pero también a Hitler como respetuoso del pacto de no agresión desde España si invadía Francia. Su reflejo más inmediato fue la orden de retirarse de España a los Brigadas Internacionales. Los cuales habían sido organizados desde los partidos comunistas internacionales, guiados por la propia mano de los soviéticos en la III Internacional. Los brigadistas se fueron en los últimos meses de aquel 1938. Dolores Ibarruri y Rafael Alberti les ofrecieron un acto poético de agradecimiento. El frente de Levante cayó ese año y en enero de 1939 toda Cataluña. Miguel Hernández escribió su obra en medio de todo esto. Por eso su titulo no puede ser menos explícito, el hombre acecha... El hombre acecha al hombre, lo bestializa en muchos poemas. Crea montones de imágenes acerca de la deshumanización de los humanos por medio de la violencia de la guerra. En un poema describirá un tren lleno de mutilados que van perdiendo sus miembros. No es sólo una metáfora, es algo que él mismo pudo ver en esa tremenda huída de la población hacia Valencia intentando salvar la vida, malherida por lo bombardeos continuos. El hombre acecha, lo titula en el comienzo de aquel mes de marzo, y era cierto, como lo comprobaría él mismo a finales de ese mismo mes. El hombre andaba acechando al hombre intentando entrar en Madrid para cazarlo, pero también dentro de Madrid se acechaba a los hombres que se creían culpables de hacer perder la guerra por desmoralización, pese a que, aún con todo, habían hecho mucho por la defensa de la República.

Miguel Hernández intentó huir, buscó refugio en una embajada que le rechazó. No era el único. Alberti comía paella con Ibarruri y José Díaz, presidente del PCE, en Valencia, a la espera de su barco para salir del país, como se ha anotado en varias memorias. Definitivamente, Hernández admitió que no podía huir, le era imposible. Intentó salvar a su familia, y se quedó a la espera de la entrada de las tropas de Franco, pensando que no podía "desertar" a última hora. Quizá por ello se imbuyó en la edición de aquel "El Hombre Acecha". Se sentía acechado. Había sido un intelectual destacado del Partido Comunista y había ostentado cargos. La ejecución de Federico García Lorca y tantos otros aún resonaba con fuerza en los miedos de todos los intelectuales de España, que, señalados con el dedo por la Ley de Responsabilidades Políticas de Franco, eran culpados cínica y directamente de provocar la guerra entre españoles. Se quedó a la espera como tantos otros, como el periodista Mauro Bajatierra, por ejemplo. Efectivamente Miguel Hernández fue apresado en 1939 y condenado a muerte en 1940, con 30 años de edad.

En sus años de cárcel sufrió varias revisiones de su condena. Se le acabó conmutando la pena de muerte por una cadena perpetua de cárcel. Franco no quería crear otro mártir como Federico García Lorca, ni dar argumentos propagandísticos a los Aliados de la Segunda Guerra Mundial contra él, aunque los tenían de sobra. En la cárcel se encontró con otros poetas, como Marcos Ana. Sus amigos conservadores, a los que el régimen de la dictadura les perdonó la cárcel, intercedieron por él, como Altolaguirre, o incluso Sánchez Mazas. Incluso sin conocerle, simplemente admirando su poesía, contó con la simpatía de Leopoldo Panero. Gracias a diversas intervenciones de estos se pudo al menos hacer algo por ayudar a su familia. Pasando cuidadosamente la censura y un largo proceso de revisiones, Altolaguirre logró convencer a la dictadura para publicar "El Rayo que no Cesa" para ayudar económicamente a la familia con los beneficios de las ventas. Pero mientras estos trámites ocurrían y se aprobaba y no se aprobaba, Miguel Hernández enfermaba por su paso por diversas cárceles políticas de Franco. La insalubridad, el hacinamiento, la suciedad, la mala alimentación, acabaron provocándole una tuberculosis que le mató en 1942, con 32 años. Entre tanto había ido escribiendo, hasta 1941 que ya no pudo escribir más por su enfermedad, varios poemas y canciones que acabaron siendo su libro póstumo "Cancionero y Romancero de Ausencias". Y eran desde luego muchas las ausencias con las que contaba Miguel Hernández desde su prisión. Muchas las ausencias de todos y cada uno de los españoles. Entre muertos, desaparecidos, exiliados y encarcelados, había muchos motivos para que sus últimos poemas fueran de ausencias. Desde su prisión él lo sabía y lo sentía.

Cuando murió el joven poeta la noticia corrió entre los presos de cárcel en cárcel según eran trasladados. Cuenta Marcos Ana en sus memorias que aquella noche hicieron un pequeño homenaje clandestino los presos dentro de su presidio.

En este 100º aniversario de su nacimiento, merece la pena acercarse a su obra. Un saludo y que la cerveza os acompañe.

2 comentarios:

Carlos dijo...

¡Hola, Canichu! ;-)

Gracias por la entrada.
En Greifswald estamos preparando un homenaje a Hernández en Octubre.
Ahora andamos en lecturas y recopilando material.
Entre las muchas cosas "en línea" está la película "Miguel Hernández. Vientos del pueblo": http://www.megavideo.com/?v=FRYJG6QD

Saludos,
Carlos

Canichu, el espía del bar dijo...

Me alegro. Es un autor algo desconocido dentro de la Edad de Plata de la Literatura Española. Me explico, todo el mundo le conoce, saben que es el poeta de la cárcel franquista, mencionan las nanas de la cebolla y aún recuerdan las canciones de Joan Manuel Serrat homenajeándole, pero en general su obra en sí y su trayectoria no es conocida mucho más allá. Por ejemplo, ¿cuántos de los que podrían citar las cosas que he dicho comó mínimo saben que este hombre tiene un poema dedicado a Stalin (cosa que no es de sentirse orgulloso, pero que en aquella época aún no se sabía mundialmente de sus atrocidades)? Me gusta vuestra iniciativa, adelante con ella.