Anoche me desperté. Hacia calor en mi dormitorio. Es normal que lo haga, aún estaba puesta la ropa de cama de invierno. Ha hecho frío estas últimas semanas, como si el invierno hubiera querido pasar un poco de la primavera con nosotros. Pero anoche, sin transición alguna, de repente hubo temperatura de primavera. Me levanté y me fui al salón. Abrí la puerta de la terraza. Ahora sentía un fresco muy agradable. La noche cubría el cielo. Las farolas de la calle mostraban una luz naranja. Los coches dormían a los lados de la carretera, como sus dueños en sus casas. En pocas horas alguien llenaría un trocito de las calles para montarse en alguno de esos coches e irse al trabajo. La panadería estaba cerrada, y los bares, y ni siquiera alguien deambulaba sin rumbo. Era lo suficientemente tarde para no ser temprano. Mi gata prefirió ignorar mi comportamiento, se quedó tumbada donde estaba, apenas me miró y volvió a cerrar los ojos desde el salón a través de la puerta de la terraza. En el suelo había dejado varios libros que me han regalado por mi reciente cumpleaños junto a una hoja de copia de denuncia en la policía sobre la desaparición de mi cartera de bolsillo con la documentación de identidad. 31 años, en la terraza disfrutando de la tranquilidad del aire fresco de esa noche. No necesito documentación para vivir. No para despertarme por la noche y salir a la terraza mientras mi gata duerme y yo siento una brisa acogedora y agradable.
2 comentarios:
Para vivir sólo es necesario querer hacerlo. Aquí también ha llegado la buena temperatura, y dan ganas de VIVIR.
Un abrazo.
Y este año igual, pero con un mes de antelación.
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