Hoy es el, tercer día de las ferias y fiestas grandes de Alcalá de Henares, ayer la segunda noche de ellas, y aunque me toca trabajar sigo mi ritmo anual de juergas con los amigos y conocidos. Lástima que los bebedores de ferias suelan ser malos bebedores. Y digo malos bebedores a aquellos que bebiendo algo de más se ponen violentos o se tambalean incordiando a todo el mundo. Pues sí, Peña de los Presidiarios, pasada la media noche, un rumano corpulento y borracho se nos acercó a los presentes, me zarandeo accidentalmente, se disculpó y a continuación insistió en que le diese de beber del litro de cerveza que teníamos los amigos que lo compramos. Le dije que no le iba a dar de beber e insistió e insistió hasta violentarse. No fuí yo quien llevó de nosotros la parte violenta del enfrentamiento con él, pero sí que se volvió a mí enseñándome su mano abierta para decirnos que si no es porque llevo gafas estaríamos todos en el hospital. Insitió con que le diésemos la cerveza, insistimos los tres que estábamos en que se largara y creo que el que tenía miedo de acabar en el hospital era él, y quizá lo hiciese por coma etílico, ¿quién sabe? Lástima que en las ferias todo el mundo crea que sabe beber, y beben y beben sin estar habituados o sin tener puñetera idea de hacerlo. Por lo demás, fue una noche de ferias, divertida, con lluvia fuerte que hizo del recinto de peñas un barrizal a lo Woodstock y con su sordera matutina incluída a causa del rock a volúmenes tortuosos. Ahí os dejo el segundo capítulo de la ruta de la seda, y quedan cuatro.
EL INFORME DE LA RUTA DE LA SEDA ANTES DE LA EDAD MEDIA (2)
3. RELACIONES COMERCIALES.
He de comenzar este apartado reiterando mi idea, medio compartida con Raschke, de la existencia de unos intercambios entre India y China previos a la dirección estatal. Cuestión ya explicada en el anterior apartado. Mis diferencias con Raschke estriban en que yo sí considero que hubiese una política comercial dirigida por los estados que intervinieron en la ruta de la seda, cuando se han asentado del todo los imperios de India y China, e incluso apurando mucho el parto y el romano (y posteriormente el persa). La constatación en textos, de los diferentes lugares de la ruta, de la existencia de embajadas o de mencionar habitantes de lugares que corresponden a sitios físicos lejanos existentes es toda una prueba de esas relaciones. El mismo Raschke no niega que los productos de China llegasen a Roma y los de Roma a China, sólo le falta aceptar ese tráfico de personas por aquellas regiones. Además, siguiendo su idea de unos jerarcas fuertes que controlan los productos de intercambio en el periodo de los nómadas, es lógico pensar que, conforme iba avanzando la civilización en las diversas zonas afectadas, esos jerarcas fueran los gobernantes de las naciones que se iban formando. Y también sería lógico pensar que las grandes empresas de viajes que implican atravesar zonas peligrosas climáticamente (desiertos, montañas elevadas como las del Tíbet, etc.) y llenas de asaltadores o pueblos enemigos como los hunos, y además hacerlo con un determinado número de mercancías suficientes y valiosas que hagan rentables esos viajes, hayan de ser financiadas y realizadas por los estados. Pues no sólo implican comerciantes y porteadores, sino probablemente también guerreros que protejan esas caravanas y observadores del territorio (pues las regiones nuevas siempre interesan a los gobernantes para saber sus posibilidades y sus posibles ventajas o amenazas respecto al lugar que él mismo gobierna, máxime cuando sabemos que la religión se exportó por esas rutas y también los artistas, y estos últimos son importantes, pues un buen artista, como parece ser que pasaron por allí, era alguien muy valorado y siempre en relación con las clases dirigentes). Todo esto es lo que me hace afirmar que sí hubo un comercio dirigido por los estados cuando estos se asentaron, aunque no niego que pudieran existir comerciantes independientes que se atrevieran a hacer la ruta, pero estos debieron ser muy poderosos o muy audaces.
Habría que hacer una matización de la concepción del mundo que se tenía, sin entrar demasiado en ella pues son concepciones referentes a India y China pero vistas por el mundo romano, lo que nos impide saber como conocían los indios geográficamente a los chinos o los chinos a estos. Lo que los romanos consideraban por China no sería el territorio actual. De hecho no parece que la conozcan geográficamente, pese a que en el siglo II d.C. llegasen allí comerciantes romanos. Por lo general todos los autores situaban China encima de India. Un error compartido que tampoco es de extrañar si se tiene en cuenta que las mayores autoridades científicas sentaban cátedra en lo que afirmaban y unos autores tomaban por referencia a otros. El problema venía en que ni el más prestigioso de los autores había estado en China jamás, y casi ninguno tampoco en India. Las fuentes usadas, aparte de los autores anteriores, solían ser las de viajeros que venían de esas zonas o de comerciantes, gente muy poco científica en muchos casos. Por esa misma razón se colaron por verdaderos montones de datos fantásticos como que la producción de seda era mediante el hilo que daba una determinada clase de árbol que crecía en aquellas regiones. Estrabón llega a afirmar que los reyes de Bactriana (los indios de Kushan) habían extendido su dominio sobre los seres, claro que Estrabón escribe para Augusto, que fue visitado por una embajada india (como ya dijimos). Quizá Augusto se sentía más halagado si decían que era un emperador al que le visitaban y rendían pleitesía otros gobernantes poderosos del mundo. Un embajador de Taprobana que llegó a Roma en tiempos del emperador Claudio, llamado Rachías, dijo que conocían a los seres por sus relaciones comerciales, quedó escrito así: “ellos mismos hacían frente a los seres más allá de los montes Hemodi (el Himalaya)... a su llegada los seres se situaban delante de ellos; superaban la altura ordinaria, tenían los cabellos rojos, los ojos azules, la voz horrible y no hablaban con los extranjeros. El resto de las informaciones concuerdan con las de nuestros mercaderes: la mercancía era colocada sobre la orilla opuesta del río al lado de lo que tenían para vender y si el cambio les convenía tomaban lo que les interesaba”. De la descripción física y comercial de los seres ya hablaremos. Lo que importa ahora es que para algunos geógrafos del momento esto ligó La Taprobana a una posición enfrentada a la costa de Sérica, otros, los más cuidadosos en sus estudios la situaron bien enfrente de las costas indias. Es interesante saber por medio de este testimonio la confirmación de que Ceilán tuvo, durante el siglo II d.C., contactos comerciales con, al menos, productos de China.
Por último en la cuestión geográfica, será Amiano Marcelino quien más se acerca a la descripción de China. Habla de un país rodeado por una gran muralla, lo que algunos han querido identificar como la Gran Muralla China, y de dos ríos grandes que crean aluviones, entre los cuales se encuentra Sérica y su capital Sera. Estos ríos, por la descripción que da, podrían corresponder con los ríos Yenisei y Huang Ho (el río Amarillo). Aunque no hay que creer que Amiano Marcelino conoce bien de lo que habla, pues también se deja caer de vez en cuando en las fantasías.
Antes de hablar de la relación comercial entre indios y chinos hay que aclarar quienes son los seres de los que hablan las fuentes romanas. Los seres son los que fabrican la seda, y todos los nombres derivados de ahí tienen que ver con ellos, Sérica, Sera... Es la forma latina de decir seda, en otras palabras es una adaptación fonológica del sonido que oían decir los comerciantes romanos a los comerciantes que les vendían tal producto al referirse a él mismo. Con lo que, aunque en este trabajo, y en otros muchos de otros autores, se habla de Sérica y de los seres como China y los chinos, no se trata con exactitud de ellos. Sin duda se referían los romanos a ellos (“los que fabrican la seda”) pero no les conocían en realidad, confundían a la gente que proporcionaba la seda a los mercados indios con los mismos fabricantes (lo que no impide que los chinos comerciaran con los indios, pues de otro modo no hubiese llegado allí la seda). Me parece interesante anotar cierta evolución etimológica que puede relacionar el origen de esa seda y a través de él su ruta comercial por China e India. Y me parece interesante ver el origen de la seda pues en Roma se apreciaba la china, ya que en la isla de Cos, en Cachemira (en India) y en algunas regiones de Persia se fabricaba seda de peor calidad.
Rastrear los sonidos de Sera, sera, seres o Sérica de su latín a su origen parece una cuestión complicada. Y su origen no es otro que el vocablo chino, compartido con el manchú y el mongol, suu. Esta palabra designa tanto el gusano de la seda como la seda misma. Claro que a esa palabra suu se antepone la sílaba sri de Asia central, palabra que fácilmente podría derivar a seres. Los filólogos pueden responder mucho mejor. En un breve recorrido por la lengua, tenemos una ciudad llamada Sari al norte de Irán (que es de donde viene la sílaba sri), una ciudad india llamada Srinagar, el nombre actual de Taprobana: Sri Lanka, el velo de las indias, sari, o el traje malayo femenino llamado sarong, sin olvidar nunca que la región productora de seda en China es Xian. Sin atreverme a decir exactamente el recorrido de esos vocablos, creo que queda patente que es muy probable que el origen chino de seda haya podido extenderse de uno u otro modo por el territorio que la ruta de la seda tocó. Y este territorio, por los vocablos dichos tiene mucho que ver con la India. Obviamente las palabras no viajan solas y ellas implican un contacto y un flujo de gente entre indios y chinos.
Suu---Sri---Sari---Seres ; Sri---Sérica
La importancia de aclarar quienes eran los seres si no eran los chinos está en que puede dar otra clave de relación comercial India-China. Ya se ha visto que la palabra latina seres está más cerca de las palabras indoeuropeas de Irán e India con la sílaba sri, que de su posible origen suu (de la que tal vez la sílaba sri sea una adopción). Y aquí entra en juego la descripción que de los seres se ha podido leer anteriormente de una fuente clásica, donde estos eran altos, de ojos y pelo claros, voz fuerte y comerciantes silenciosos y sólo mediante el trueque. Esta descripción se repite en multitud de fuentes de la época y añaden que eran justos, sencillos, nada belicosos... No hace falta decir más par darse cuenta de que no se trata de gente de origen chino. Los seres, como hemos dicho antes, debieron ser las personas que acercaban la seda a los mercados más habituados por gente de diversas naciones occidentales, por otra parte también debieron ser quienes trataron directamente con los chinos, o al menos quienes consiguieran sus productos. Probablemente se trataba de gente del norte de India. Los habitantes de la región india de Cachemira eran por aquel entonces muy diferentes étnicamente al resto de habitantes de India. Eran altos, de piel clara, pelo rojo y ojos claros... y para rematar el asunto tenían productos como el hierro, pieles y una lana de aspecto sedoso, los cuales son productos de los que Plinio dice que producían los seres. Cachemira es una región india cercana a Tíbet, con lo que eso puede ayudar más a la confusión de las fuentes occidentales al estar cerca de montañas. Pero también se podría dar el caso de que precisamente esa ubicación la situara en la zona de comercio entre India y China, siendo precisamente desde ahí desde donde se produjese el reparto comercial de los productos conseguidos al resto del reino Kushan y otras zonas de la India. En este sentido existe un texto chino, Wei Lio, del siglo III d.C., que habla del conocimiento del paso de una ruta por la misma Cachemira. Otras posibilidades del origen de los seres son las que implican al noreste de Bactriana o a la ciudad de Sinkiang. Las razones son étnicas y de productos parecidas. Además de aparecer en esas zonas formaciones montañosas como las que hablan los occidentales, así como un grupo de gente silencioso y no belicoso por convicciones socioreligiosas que podría ser el grupo de gente al que se refieren las fuentes, aunque sea por defecto.
Otro texto chino que habla de viajes a través de India es el periplo llamado Heu Han Chu (del siglo V de nuestra era cristiana, pero con datos de la época Han, el cual será un texto clave para referir la “embajada” romana en la corte china en el año 166 d.C.). Dice que se atravesó el país de Ti’ao Che, diciendo de él que “es cálido y húmedo, y que acoge leones, rinocerontes, cebúes, pavos reales y pájaros gigantes que ponen huevos grandes como jarras”. Esto lo describe antes de atravesar el Imperio Parto, por lo que debe tratarse de un reino indio o de parte del Imperio Kushan. Más delante de ese mismo libro se dice que es difícil llegar a Ta Tsin (Roma), ya que hay “tigres feroces y leones que asaltan a los viajeros; si las caravanas no cuentan al menos con cien hombres provistos de armas, son devorados inexorablemente”. Esto nos vuelve a dar idea de que los chinos debieron pasar por India en alguno de sus viajes y que, por lo menos, conocían sus peligros. Además este pequeño texto confirmaría mi teoría de la necesidad de la implicación del estado en estos viajes. Primero porque es un texto que habla sobre una dinastía china, la Han, que quiere mandar una embajada a Roma. Y segundo por lo que se dice de la necesidad de unos hombres armados para hacer que la caravana pueda llegar a su destino.
Las posibles rutas a seguir las muestro en uno de los mapas, con lo que ahorraré al lector el leer una sucesión de lugares. Las posibles rutas entre India y China ya han sido expuestas tanto al mencionar las regiones de Cachemira como las del noreste de Bactriana o la ciudad de Sinkiang. Otras ciudades importantes serían Kashgar y Khotan, la primera muy cercana al territorio de Ferghaná (si acaso no estaría en sus propias fronteras). Fueron lugares de posible comercio entre India y China, igual que la región de Lob-nor. No hace falta incidir en lo costoso del viaje por la gran extensión de kilómetros, la variedad geográfica en ocasiones extrema, los grupos de pueblos enemigos o grupos de bandidos, la climatología adversa o la fauna peligrosa, el esfuerzo requerido, la necesidad de avituallamiento o provisiones, entre ellas el agua durante la parte del desierto del Gobi o el de Lob nor, etc. Máxima dificultad aún cuando la guía de la ruta a veces dejaba de ser las estrellas o el sol para pasar a ser los animales muertos o los excrementos de los animales entre oasis y oasis del desierto. La ruta por mar no era menos costosa si tenemos en cuenta el caso expuesto anteriormente del rétor egipcio que fue hecho preso por seis años en las Maldivas, exactamente se le había impuesto una cadena perpetua a trabajar en una panadería. Además, durante esta ruta había que costear y hacer escalas en Indonesia e Indochina, así como en algunas islas, algunas de poblaciones no demasiado evolucionadas. Aunque lo peor para los marinos debían ser sin duda la estación de los monzones. Taprobana (Ceilán) siempre fue, en todo caso, un punto de referencia. Taprobana sí estaba civilizada, por extensión de las civilizaciones que se habían dado en la península del Indostán. Con lo que esta isla es otra referencia de contactos indo-chinos.
Parte de la conflictividad a la que nos referíamos durante el viaje entre pueblos enemigos sería la que se daba entre Roma y el Imperio Persa Sasánida, el cual está expuesto en el Heu Han Chu, que tantas veces hemos referido ya. Se trata de una anotación acerca de una embajada romana que llegó en el año 166 d.C. a la corte china. Dice: “Los reyes [de los romanos] querían siempre enviar embajadas a China, pero los An-hsi [los partos] deseaban quedarse con el comercio de la seda, y este fue el motivo de que les cortaran la comunicación”. Dice el libro que el emperador que les mandaba la embajada era An-Tun, Marco Antonio, aunque en realidad se trataba de Marco Aurelio, cuyo nombre completo era Marco Aurelio Antonino. La embajada parece falsa como tal. No hay ningún registro romano oficial que la mencione. Tampoco es real que las relaciones comerciales se rompieran del todo con oriente sólo por la llegada de los persas sasánidas al territorio del Imperio Parto, aunque sí quedaran bajo iniciativa suya. Y aunque el autor se maravilla de todo lo que hay de riqueza y extraordinario, a su juicio en Roma, dice de lo que los embajadores trajeron a la corte que: ”lo que estos hombres aportaron de tributo no tenía nada de precioso ni raro; podemos suponer que aquellos que escribieron los detalles sobre Ta Tsin sin duda exageraban...”. Esto ha hecho sospechar que se trataba de una embajada falsa, no diplomática y sí de comerciantes de la Roma oriental. Pero este asunto no incumbe seriamente al presente trabajo.
Plinio menciona que los indios se reunían con los chinos anualmente para intercambiar sus productos, y que lo hacían familiarmente. Dice que esto se producía en las fronteras de India y China. Otro dato más a aportar acerca de la región norte como lugar de intercambio, o de las regiones indias cercanas a Indochina, en determinado momento histórico más avanzado. Precisamente Plinio se maravilla de que el mundo haya podido unirse mediante relaciones comerciales y no mediante guerras.
Los productos que se comerciaban eran las especias como la pimienta, el jengibre, el costo (de la India), el amomo (del Nepal), el malábatro, el nardo (de Arabia y Birmania), el ajonjolí, la casia, la canela (de Ceilán), ciertos perfumes, el cardomomo (de Malabar e India), el azafrán, telas como la muselina, el lino, la seda china, el cachemir, frutas exóticas, vino occidental, cobre, estaño, hierro, pieles, artesanías, vajillas, cristalerías, armas, joyas, marfil y cuernos de rinoceronte (de África), esclavos, esclavas indias, trajes de algodón, arroz, trigo, azúcar de caña, aceite de oliva, oro... Este último producto tenía más valor en occidente como valor monetario que en oriente. Si bien es cierto que en Ceilán no parecían conocer el uso de las monedas como tal, en India sí. El Imperio Kushan empezó a fabricar monedas de oro desde el 90 d.C., aproximadamente. Sin embargo para ellos las monedas eran otro producto más con el que comerciar. Era un elemento más de intercambio, algo más con lo que hacer trueques, ese era su valor más que el de tener un valor mercantil estricto.
Todo este comercio resultaba caro a Roma, por lo que se quejaron autores como Plinio. Así que es de suponer que fue muy ventajoso para la India, que no necesitaba desplazarse, ya que venían a ella, y que su tráfico con China se producía en sus propias fronteras norte, o en Ceilán, o en su costa este.
Estas relaciones comerciales ocasionaron multitud de historias fantásticas y de leyendas a lo largo de sus kilómetros, como la de un Rey Nino que conquistaba Bactra (una ciudad de Bactriana), acto que nunca se produjo. Lo que la arqueología sí que parece confirmar es la historia ocurrida en Linkien, una ciudad entre el actual Kan su y el Lob nor. Fue en torno al año 36 a.C.. Se trata del apresamiento por parte china de ciento cuarenta y cinco mercenarios extranjeros a las órdenes hunas. Estos han sido identificados como legionarios romanos que habían sido capturados por los partos años antes en la derrota romana en Carrhae. Habrían sufrido una seria deportación por la distancia a la que habrían acabado de su patria. Linkien sería la ciudad que ellos fundaron ya en colaboración con los chinos. Los anales Han se sorprenden de sus conocimientos arquitectónicos y militares, tal vez de ellos los chinos aprendieron la técnica militar de cerrarse con sus escudos en lo que se llama “escama de pescado”. Yo tan sólo añadiría aquí la incertidumbre de, si realmente eran romanos, como parece demostrarse, si acaso no podrían tratarse de la mítica expedición romana que se mandó en busca de las tierras de Shangri-La, el lugar donde nunca se envejece.
Cuando el Imperio Kushan cayó y las tierras indias del norte se veían acosadas por varios enemigos, una vez que el antiguo Imperio Romano también estaba disuelto tal y como era en su época de esplendor, tuvo lugar otra embajada comercial que tenía por referente una acción de contrabando en China. Esta historia está a caballo entre las relaciones políticas y las comerciales-económicas de un país. Ya hice referencia a ella en el apartado político, aunque es ahora cuando he visto preferible profundizar en ella. La Roma oriental se había transformado en el Imperio Bizantino. Tras una etapa de esplendor sostenido con duras pruebas de supervivencia, este imperio no había dudado en darse a un lujo y a un ritmo de vida en las clases altas de muy altos costes. Sus múltiples construcciones religiosas o estatales eran espectaculares y eso tampoco ayudaba a salvar de la ruina. El historiador Procopio de Cesarea habla de la ruina de los artesanos, y con la suya la del país, al verse obligado el emperador Justiniano a imponer precios más baratos de lo que costaban los productos utilizados para la elaboración de sus creaciones. Estos productos venían en su mayoría de oriente, y esta era una vía cortada ante el empuje incondicional del Imperio Persa en las fronteras este de Bizancio. Justiniano probó revitalizar la ruta de la seda por el norte del Cáucaso, pero falló. Solo le quedaba la vía marítima, pero sus posesiones egipcias habían sido perdidas. En su lugar ahora existía el reino de Axum, con los que intentó pactar para conseguir seda, pero los persas se adelantaron comprando toda la mercancía disponible a India y posteriormente cerrando el paso marítimo del Mar Rojo al conquistar Yemen. En este contexto tan alejado de India y China, aparecieron en la corte de Justiniano, en el 552, dos monjes, probablemente indios y budistas, con una interesante proposición, que a la vez contradecía la creencia occidental de que la seda crecía de los árboles. Así lo cuenta Procopio: “Por este tiempo llegaron unos monjes de la India, y cuando se enteraron del empeño que tenía Justiniano en que los romanos no compraran seda de los persas, se presentaron ante el emperador y se comprometieron a arreglar las cosas de modo que los romanos no tuvieran que adquirir esa mercancía de los persas, que eran sus enemigos, ni de otro pueblo cualquiera; en efecto, habían vivido muchos años en un país más arriba de multitud de pueblos de la India, país llamado Serinda [pudiera ser Ceilán, Sogdiana, o Cachemira, según algunos historiadores], y allí habían aprendido de qué modo se podría criar seda en tierras de romanos. A las preguntas del emperador, que trataba de cerciorarse de la veracidad de sus promesas, contestaron los monjes que los artífices de la seda eran unos gusanos, pues era su maestra la naturaleza que los obligaba a trabajar sin pausa; que era imposible transportar hasta acá los gusanos, pero que sí era fácil y hacedero transportar a su prole, pues cada uno de ellos ponía un sinfín de huevos; y que a estos huevos, bien cubiertos de estiércol, se les podría devolver a la vida de calentarlos el tiempo suficiente... Así, volviendo de nuevo a Serinda, transportaron los huevos a Bizancio y, tras conseguir que se transformaran en gusanos, los alimentaron con hojas de morera e lograron que en adelante la seda se criara en tierra de romanos”.
Serinda, apunta Jean-Nöel Robert, podría ser Khotan, reino que ocupaba la parte de la ruta que pasaba por Kashgar. Allí sí se conocía en esas fechas la fabricación de la seda que los chinos habían guardado tan celosamente. La leyenda de cómo conocían la producción la cuenta un peregrino budista, lo que da idea de la relación India-China que esta historia contiene. Tal peregrino es del siglo VII, pero el contrabando se produjo a finales del siglo V. Khotan había mandado a China una embajada para conocer el secreto de la seda, pero el emperador se negó a desvelarlo. El Rey de Khotan usó la argucia de pedir la mano de una princesa imperial china, cosa que no negó el emperador. El Rey le pidió entonces a la futura esposa que le trajera el secreto de la seda si quería seguir disfrutando de sus adornos. La princesa escondió hojas de morera y capullos de seda en su pelo y así pudo pasar la frontera de su país. Los criaderos de seda fuera de China se habían convertido en un hecho a principios del siglo VI. Y es a mediados de ese siglo cuando los monjes indios le ofrecieron a Justiniano ese mismo secreto. Su contrabando, segundo contrabando de la seda china en la historia, lo realizaron metiendo los huevos en cañas de bambú.
Toda esta última historia viene a destruir el comercio fructífero de la ruta de la seda. La cual fue acabada del todo cuando las posibles rutas fueron interrumpidas por la conquista de los musulmanes de territorios fundamentales. Como dijimos en el apartado de historia, las relaciones India-China entraban en una nueva fase de peregrinos religiosos y exportación de arte religioso. China se dedicaría a conectar a India con Corea y Japón.
Habría que hacer una matización de la concepción del mundo que se tenía, sin entrar demasiado en ella pues son concepciones referentes a India y China pero vistas por el mundo romano, lo que nos impide saber como conocían los indios geográficamente a los chinos o los chinos a estos. Lo que los romanos consideraban por China no sería el territorio actual. De hecho no parece que la conozcan geográficamente, pese a que en el siglo II d.C. llegasen allí comerciantes romanos. Por lo general todos los autores situaban China encima de India. Un error compartido que tampoco es de extrañar si se tiene en cuenta que las mayores autoridades científicas sentaban cátedra en lo que afirmaban y unos autores tomaban por referencia a otros. El problema venía en que ni el más prestigioso de los autores había estado en China jamás, y casi ninguno tampoco en India. Las fuentes usadas, aparte de los autores anteriores, solían ser las de viajeros que venían de esas zonas o de comerciantes, gente muy poco científica en muchos casos. Por esa misma razón se colaron por verdaderos montones de datos fantásticos como que la producción de seda era mediante el hilo que daba una determinada clase de árbol que crecía en aquellas regiones. Estrabón llega a afirmar que los reyes de Bactriana (los indios de Kushan) habían extendido su dominio sobre los seres, claro que Estrabón escribe para Augusto, que fue visitado por una embajada india (como ya dijimos). Quizá Augusto se sentía más halagado si decían que era un emperador al que le visitaban y rendían pleitesía otros gobernantes poderosos del mundo. Un embajador de Taprobana que llegó a Roma en tiempos del emperador Claudio, llamado Rachías, dijo que conocían a los seres por sus relaciones comerciales, quedó escrito así: “ellos mismos hacían frente a los seres más allá de los montes Hemodi (el Himalaya)... a su llegada los seres se situaban delante de ellos; superaban la altura ordinaria, tenían los cabellos rojos, los ojos azules, la voz horrible y no hablaban con los extranjeros. El resto de las informaciones concuerdan con las de nuestros mercaderes: la mercancía era colocada sobre la orilla opuesta del río al lado de lo que tenían para vender y si el cambio les convenía tomaban lo que les interesaba”. De la descripción física y comercial de los seres ya hablaremos. Lo que importa ahora es que para algunos geógrafos del momento esto ligó La Taprobana a una posición enfrentada a la costa de Sérica, otros, los más cuidadosos en sus estudios la situaron bien enfrente de las costas indias. Es interesante saber por medio de este testimonio la confirmación de que Ceilán tuvo, durante el siglo II d.C., contactos comerciales con, al menos, productos de China.
Por último en la cuestión geográfica, será Amiano Marcelino quien más se acerca a la descripción de China. Habla de un país rodeado por una gran muralla, lo que algunos han querido identificar como la Gran Muralla China, y de dos ríos grandes que crean aluviones, entre los cuales se encuentra Sérica y su capital Sera. Estos ríos, por la descripción que da, podrían corresponder con los ríos Yenisei y Huang Ho (el río Amarillo). Aunque no hay que creer que Amiano Marcelino conoce bien de lo que habla, pues también se deja caer de vez en cuando en las fantasías.
Antes de hablar de la relación comercial entre indios y chinos hay que aclarar quienes son los seres de los que hablan las fuentes romanas. Los seres son los que fabrican la seda, y todos los nombres derivados de ahí tienen que ver con ellos, Sérica, Sera... Es la forma latina de decir seda, en otras palabras es una adaptación fonológica del sonido que oían decir los comerciantes romanos a los comerciantes que les vendían tal producto al referirse a él mismo. Con lo que, aunque en este trabajo, y en otros muchos de otros autores, se habla de Sérica y de los seres como China y los chinos, no se trata con exactitud de ellos. Sin duda se referían los romanos a ellos (“los que fabrican la seda”) pero no les conocían en realidad, confundían a la gente que proporcionaba la seda a los mercados indios con los mismos fabricantes (lo que no impide que los chinos comerciaran con los indios, pues de otro modo no hubiese llegado allí la seda). Me parece interesante anotar cierta evolución etimológica que puede relacionar el origen de esa seda y a través de él su ruta comercial por China e India. Y me parece interesante ver el origen de la seda pues en Roma se apreciaba la china, ya que en la isla de Cos, en Cachemira (en India) y en algunas regiones de Persia se fabricaba seda de peor calidad.
Rastrear los sonidos de Sera, sera, seres o Sérica de su latín a su origen parece una cuestión complicada. Y su origen no es otro que el vocablo chino, compartido con el manchú y el mongol, suu. Esta palabra designa tanto el gusano de la seda como la seda misma. Claro que a esa palabra suu se antepone la sílaba sri de Asia central, palabra que fácilmente podría derivar a seres. Los filólogos pueden responder mucho mejor. En un breve recorrido por la lengua, tenemos una ciudad llamada Sari al norte de Irán (que es de donde viene la sílaba sri), una ciudad india llamada Srinagar, el nombre actual de Taprobana: Sri Lanka, el velo de las indias, sari, o el traje malayo femenino llamado sarong, sin olvidar nunca que la región productora de seda en China es Xian. Sin atreverme a decir exactamente el recorrido de esos vocablos, creo que queda patente que es muy probable que el origen chino de seda haya podido extenderse de uno u otro modo por el territorio que la ruta de la seda tocó. Y este territorio, por los vocablos dichos tiene mucho que ver con la India. Obviamente las palabras no viajan solas y ellas implican un contacto y un flujo de gente entre indios y chinos.
Suu---Sri---Sari---Seres ; Sri---Sérica
La importancia de aclarar quienes eran los seres si no eran los chinos está en que puede dar otra clave de relación comercial India-China. Ya se ha visto que la palabra latina seres está más cerca de las palabras indoeuropeas de Irán e India con la sílaba sri, que de su posible origen suu (de la que tal vez la sílaba sri sea una adopción). Y aquí entra en juego la descripción que de los seres se ha podido leer anteriormente de una fuente clásica, donde estos eran altos, de ojos y pelo claros, voz fuerte y comerciantes silenciosos y sólo mediante el trueque. Esta descripción se repite en multitud de fuentes de la época y añaden que eran justos, sencillos, nada belicosos... No hace falta decir más par darse cuenta de que no se trata de gente de origen chino. Los seres, como hemos dicho antes, debieron ser las personas que acercaban la seda a los mercados más habituados por gente de diversas naciones occidentales, por otra parte también debieron ser quienes trataron directamente con los chinos, o al menos quienes consiguieran sus productos. Probablemente se trataba de gente del norte de India. Los habitantes de la región india de Cachemira eran por aquel entonces muy diferentes étnicamente al resto de habitantes de India. Eran altos, de piel clara, pelo rojo y ojos claros... y para rematar el asunto tenían productos como el hierro, pieles y una lana de aspecto sedoso, los cuales son productos de los que Plinio dice que producían los seres. Cachemira es una región india cercana a Tíbet, con lo que eso puede ayudar más a la confusión de las fuentes occidentales al estar cerca de montañas. Pero también se podría dar el caso de que precisamente esa ubicación la situara en la zona de comercio entre India y China, siendo precisamente desde ahí desde donde se produjese el reparto comercial de los productos conseguidos al resto del reino Kushan y otras zonas de la India. En este sentido existe un texto chino, Wei Lio, del siglo III d.C., que habla del conocimiento del paso de una ruta por la misma Cachemira. Otras posibilidades del origen de los seres son las que implican al noreste de Bactriana o a la ciudad de Sinkiang. Las razones son étnicas y de productos parecidas. Además de aparecer en esas zonas formaciones montañosas como las que hablan los occidentales, así como un grupo de gente silencioso y no belicoso por convicciones socioreligiosas que podría ser el grupo de gente al que se refieren las fuentes, aunque sea por defecto.
Otro texto chino que habla de viajes a través de India es el periplo llamado Heu Han Chu (del siglo V de nuestra era cristiana, pero con datos de la época Han, el cual será un texto clave para referir la “embajada” romana en la corte china en el año 166 d.C.). Dice que se atravesó el país de Ti’ao Che, diciendo de él que “es cálido y húmedo, y que acoge leones, rinocerontes, cebúes, pavos reales y pájaros gigantes que ponen huevos grandes como jarras”. Esto lo describe antes de atravesar el Imperio Parto, por lo que debe tratarse de un reino indio o de parte del Imperio Kushan. Más delante de ese mismo libro se dice que es difícil llegar a Ta Tsin (Roma), ya que hay “tigres feroces y leones que asaltan a los viajeros; si las caravanas no cuentan al menos con cien hombres provistos de armas, son devorados inexorablemente”. Esto nos vuelve a dar idea de que los chinos debieron pasar por India en alguno de sus viajes y que, por lo menos, conocían sus peligros. Además este pequeño texto confirmaría mi teoría de la necesidad de la implicación del estado en estos viajes. Primero porque es un texto que habla sobre una dinastía china, la Han, que quiere mandar una embajada a Roma. Y segundo por lo que se dice de la necesidad de unos hombres armados para hacer que la caravana pueda llegar a su destino.
Las posibles rutas a seguir las muestro en uno de los mapas, con lo que ahorraré al lector el leer una sucesión de lugares. Las posibles rutas entre India y China ya han sido expuestas tanto al mencionar las regiones de Cachemira como las del noreste de Bactriana o la ciudad de Sinkiang. Otras ciudades importantes serían Kashgar y Khotan, la primera muy cercana al territorio de Ferghaná (si acaso no estaría en sus propias fronteras). Fueron lugares de posible comercio entre India y China, igual que la región de Lob-nor. No hace falta incidir en lo costoso del viaje por la gran extensión de kilómetros, la variedad geográfica en ocasiones extrema, los grupos de pueblos enemigos o grupos de bandidos, la climatología adversa o la fauna peligrosa, el esfuerzo requerido, la necesidad de avituallamiento o provisiones, entre ellas el agua durante la parte del desierto del Gobi o el de Lob nor, etc. Máxima dificultad aún cuando la guía de la ruta a veces dejaba de ser las estrellas o el sol para pasar a ser los animales muertos o los excrementos de los animales entre oasis y oasis del desierto. La ruta por mar no era menos costosa si tenemos en cuenta el caso expuesto anteriormente del rétor egipcio que fue hecho preso por seis años en las Maldivas, exactamente se le había impuesto una cadena perpetua a trabajar en una panadería. Además, durante esta ruta había que costear y hacer escalas en Indonesia e Indochina, así como en algunas islas, algunas de poblaciones no demasiado evolucionadas. Aunque lo peor para los marinos debían ser sin duda la estación de los monzones. Taprobana (Ceilán) siempre fue, en todo caso, un punto de referencia. Taprobana sí estaba civilizada, por extensión de las civilizaciones que se habían dado en la península del Indostán. Con lo que esta isla es otra referencia de contactos indo-chinos.
Parte de la conflictividad a la que nos referíamos durante el viaje entre pueblos enemigos sería la que se daba entre Roma y el Imperio Persa Sasánida, el cual está expuesto en el Heu Han Chu, que tantas veces hemos referido ya. Se trata de una anotación acerca de una embajada romana que llegó en el año 166 d.C. a la corte china. Dice: “Los reyes [de los romanos] querían siempre enviar embajadas a China, pero los An-hsi [los partos] deseaban quedarse con el comercio de la seda, y este fue el motivo de que les cortaran la comunicación”. Dice el libro que el emperador que les mandaba la embajada era An-Tun, Marco Antonio, aunque en realidad se trataba de Marco Aurelio, cuyo nombre completo era Marco Aurelio Antonino. La embajada parece falsa como tal. No hay ningún registro romano oficial que la mencione. Tampoco es real que las relaciones comerciales se rompieran del todo con oriente sólo por la llegada de los persas sasánidas al territorio del Imperio Parto, aunque sí quedaran bajo iniciativa suya. Y aunque el autor se maravilla de todo lo que hay de riqueza y extraordinario, a su juicio en Roma, dice de lo que los embajadores trajeron a la corte que: ”lo que estos hombres aportaron de tributo no tenía nada de precioso ni raro; podemos suponer que aquellos que escribieron los detalles sobre Ta Tsin sin duda exageraban...”. Esto ha hecho sospechar que se trataba de una embajada falsa, no diplomática y sí de comerciantes de la Roma oriental. Pero este asunto no incumbe seriamente al presente trabajo.
Plinio menciona que los indios se reunían con los chinos anualmente para intercambiar sus productos, y que lo hacían familiarmente. Dice que esto se producía en las fronteras de India y China. Otro dato más a aportar acerca de la región norte como lugar de intercambio, o de las regiones indias cercanas a Indochina, en determinado momento histórico más avanzado. Precisamente Plinio se maravilla de que el mundo haya podido unirse mediante relaciones comerciales y no mediante guerras.
Los productos que se comerciaban eran las especias como la pimienta, el jengibre, el costo (de la India), el amomo (del Nepal), el malábatro, el nardo (de Arabia y Birmania), el ajonjolí, la casia, la canela (de Ceilán), ciertos perfumes, el cardomomo (de Malabar e India), el azafrán, telas como la muselina, el lino, la seda china, el cachemir, frutas exóticas, vino occidental, cobre, estaño, hierro, pieles, artesanías, vajillas, cristalerías, armas, joyas, marfil y cuernos de rinoceronte (de África), esclavos, esclavas indias, trajes de algodón, arroz, trigo, azúcar de caña, aceite de oliva, oro... Este último producto tenía más valor en occidente como valor monetario que en oriente. Si bien es cierto que en Ceilán no parecían conocer el uso de las monedas como tal, en India sí. El Imperio Kushan empezó a fabricar monedas de oro desde el 90 d.C., aproximadamente. Sin embargo para ellos las monedas eran otro producto más con el que comerciar. Era un elemento más de intercambio, algo más con lo que hacer trueques, ese era su valor más que el de tener un valor mercantil estricto.
Todo este comercio resultaba caro a Roma, por lo que se quejaron autores como Plinio. Así que es de suponer que fue muy ventajoso para la India, que no necesitaba desplazarse, ya que venían a ella, y que su tráfico con China se producía en sus propias fronteras norte, o en Ceilán, o en su costa este.
Estas relaciones comerciales ocasionaron multitud de historias fantásticas y de leyendas a lo largo de sus kilómetros, como la de un Rey Nino que conquistaba Bactra (una ciudad de Bactriana), acto que nunca se produjo. Lo que la arqueología sí que parece confirmar es la historia ocurrida en Linkien, una ciudad entre el actual Kan su y el Lob nor. Fue en torno al año 36 a.C.. Se trata del apresamiento por parte china de ciento cuarenta y cinco mercenarios extranjeros a las órdenes hunas. Estos han sido identificados como legionarios romanos que habían sido capturados por los partos años antes en la derrota romana en Carrhae. Habrían sufrido una seria deportación por la distancia a la que habrían acabado de su patria. Linkien sería la ciudad que ellos fundaron ya en colaboración con los chinos. Los anales Han se sorprenden de sus conocimientos arquitectónicos y militares, tal vez de ellos los chinos aprendieron la técnica militar de cerrarse con sus escudos en lo que se llama “escama de pescado”. Yo tan sólo añadiría aquí la incertidumbre de, si realmente eran romanos, como parece demostrarse, si acaso no podrían tratarse de la mítica expedición romana que se mandó en busca de las tierras de Shangri-La, el lugar donde nunca se envejece.
Cuando el Imperio Kushan cayó y las tierras indias del norte se veían acosadas por varios enemigos, una vez que el antiguo Imperio Romano también estaba disuelto tal y como era en su época de esplendor, tuvo lugar otra embajada comercial que tenía por referente una acción de contrabando en China. Esta historia está a caballo entre las relaciones políticas y las comerciales-económicas de un país. Ya hice referencia a ella en el apartado político, aunque es ahora cuando he visto preferible profundizar en ella. La Roma oriental se había transformado en el Imperio Bizantino. Tras una etapa de esplendor sostenido con duras pruebas de supervivencia, este imperio no había dudado en darse a un lujo y a un ritmo de vida en las clases altas de muy altos costes. Sus múltiples construcciones religiosas o estatales eran espectaculares y eso tampoco ayudaba a salvar de la ruina. El historiador Procopio de Cesarea habla de la ruina de los artesanos, y con la suya la del país, al verse obligado el emperador Justiniano a imponer precios más baratos de lo que costaban los productos utilizados para la elaboración de sus creaciones. Estos productos venían en su mayoría de oriente, y esta era una vía cortada ante el empuje incondicional del Imperio Persa en las fronteras este de Bizancio. Justiniano probó revitalizar la ruta de la seda por el norte del Cáucaso, pero falló. Solo le quedaba la vía marítima, pero sus posesiones egipcias habían sido perdidas. En su lugar ahora existía el reino de Axum, con los que intentó pactar para conseguir seda, pero los persas se adelantaron comprando toda la mercancía disponible a India y posteriormente cerrando el paso marítimo del Mar Rojo al conquistar Yemen. En este contexto tan alejado de India y China, aparecieron en la corte de Justiniano, en el 552, dos monjes, probablemente indios y budistas, con una interesante proposición, que a la vez contradecía la creencia occidental de que la seda crecía de los árboles. Así lo cuenta Procopio: “Por este tiempo llegaron unos monjes de la India, y cuando se enteraron del empeño que tenía Justiniano en que los romanos no compraran seda de los persas, se presentaron ante el emperador y se comprometieron a arreglar las cosas de modo que los romanos no tuvieran que adquirir esa mercancía de los persas, que eran sus enemigos, ni de otro pueblo cualquiera; en efecto, habían vivido muchos años en un país más arriba de multitud de pueblos de la India, país llamado Serinda [pudiera ser Ceilán, Sogdiana, o Cachemira, según algunos historiadores], y allí habían aprendido de qué modo se podría criar seda en tierras de romanos. A las preguntas del emperador, que trataba de cerciorarse de la veracidad de sus promesas, contestaron los monjes que los artífices de la seda eran unos gusanos, pues era su maestra la naturaleza que los obligaba a trabajar sin pausa; que era imposible transportar hasta acá los gusanos, pero que sí era fácil y hacedero transportar a su prole, pues cada uno de ellos ponía un sinfín de huevos; y que a estos huevos, bien cubiertos de estiércol, se les podría devolver a la vida de calentarlos el tiempo suficiente... Así, volviendo de nuevo a Serinda, transportaron los huevos a Bizancio y, tras conseguir que se transformaran en gusanos, los alimentaron con hojas de morera e lograron que en adelante la seda se criara en tierra de romanos”.
Serinda, apunta Jean-Nöel Robert, podría ser Khotan, reino que ocupaba la parte de la ruta que pasaba por Kashgar. Allí sí se conocía en esas fechas la fabricación de la seda que los chinos habían guardado tan celosamente. La leyenda de cómo conocían la producción la cuenta un peregrino budista, lo que da idea de la relación India-China que esta historia contiene. Tal peregrino es del siglo VII, pero el contrabando se produjo a finales del siglo V. Khotan había mandado a China una embajada para conocer el secreto de la seda, pero el emperador se negó a desvelarlo. El Rey de Khotan usó la argucia de pedir la mano de una princesa imperial china, cosa que no negó el emperador. El Rey le pidió entonces a la futura esposa que le trajera el secreto de la seda si quería seguir disfrutando de sus adornos. La princesa escondió hojas de morera y capullos de seda en su pelo y así pudo pasar la frontera de su país. Los criaderos de seda fuera de China se habían convertido en un hecho a principios del siglo VI. Y es a mediados de ese siglo cuando los monjes indios le ofrecieron a Justiniano ese mismo secreto. Su contrabando, segundo contrabando de la seda china en la historia, lo realizaron metiendo los huevos en cañas de bambú.
Toda esta última historia viene a destruir el comercio fructífero de la ruta de la seda. La cual fue acabada del todo cuando las posibles rutas fueron interrumpidas por la conquista de los musulmanes de territorios fundamentales. Como dijimos en el apartado de historia, las relaciones India-China entraban en una nueva fase de peregrinos religiosos y exportación de arte religioso. China se dedicaría a conectar a India con Corea y Japón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario