martes, junio 17, 2025

NOTICIA 2393ª DESDE EL BAR: RÉQUIEM Y EXALTACIÓN

 

El pasado 11 de junio el poeta alcalaíno Matías Escalera, que ejerce de profesor universitario de Literatura en Madrid capital, vino a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Alcalá de Henares para presentar su nuevo poemario, Réquiem y exaltación. Tengo aprecio a Matías Escalera y admiro su poesía. Yo, que apenas he salido del barrio en el último año y pico por cuestiones económicas, quise ir a verle. Además, deseo retomar estas actividades a las que yo solía ir. Era la misma tarde en la que caería a modo de diluvio en una gran tormenta de fin de primavera que parecía una tormenta gigante de verano. Aún no llovía, aunque hacía bochorno, cuando fui por la tarde al acto. La lluvia comenzó a mitad de acto. Sonaba el granizo en las ventanas. Ya antes de empezar, en la puerta de la sala de juntas donde se celebró, nos avisó el librero de Librería Diógenes sobre que ellos acababan de recoger su caseta en la Feria del Libro de Madrid, porque en El Retiro comenzó a granizar un poco antes. No obstante, uno de los momentos estéticos bonitos de la tarde fue al regresar caminando y parar en los soportales de "El Lianchi" de regreso a casa porque retomó la tormenta con más fuerza. Olía a mojado. Tenía algo la tarde. Aunque he de decir que en comparativa, el alcantarillado del distrito centro funcionó perfectamente, mientras que el del barrio Polígono Puerta de Madrid, el Juncal y Nuestra Señora de Belén estaba atascado en algunas partes y en otras casi no tragaba. Ir en canoa era una opción.

 

Un gusto volver a la casa, la Facultad de Filosofía y Letras de La Universidad de Alcalá, y gusto también esto de reencontrarse con un poeta amigo. También me reencontré allí con uno de mis antiguos profesores universitarios, Antonio Castillo, de cultura escrita, cuya becaria actual, por cierto, explicó a Matías Escaleras qué era el motivo de su investigación de fin de Máster, quizá pagando un poquito el no saber quién era él y a qué se dedicaba; intuyo. Matías Escalera se vio acompañado en el acto de otro poeta local con quien a veces he coincidido, aunque no hemos hablado mucho, y de un joven llamado Darío, que también prepara su finalización de estudios superiores, pero que está a punto de presentar el 29 de junio una antología de poesía de Salustiano Masó, que murió con 101 años el año pasado, y a quien le han puesto una exposición temporal en la Sala de Exposiciones de Santa María la Rica. Si bien es cierto que Darío le comentó en voz alta a Matías, sentados ya en la mesa de presentación y ante el auditorio, aunque creo que no era consciente de que se le oía, que la decoración de la sala era muy formal, Matías le contestó que es lo que tiene si se quiere hacer cosas con la Academia. Evidentemente, la sala de juntas tenía las pertinentes banderas oficiales, el pendón de la Universidad, un cuadro del rey Felipe VI y el edificio... pues el edificio es un antiguo colegio universitario del siglo XVII, evidentemente. Si se deseaba otro ambiente, la Universidad no era el lugar. Pero si se elige la Universidad, u otra institución, hay que ser conscientes de que cumplen unas formalidades. La puesta en escena es importante en los actos, pues transmiten ya unas ideas determinadas. También es evidente que la potencia que te da una institución, y su publicidad, no es la misma que la de una simple librería o un bar u otro acto. Dentro de esos parámetros, quien organiza elige, no sé si equilibra, pero elige. No tiene nada malo, en realidad, simplemente es otro lugar más que se presta a potenciar lo cultural. Y en este caso la Universidad, como Universidad, cumple con uno de sus aspectos menos explotado: abrirse más allá del mero mundo universitario, estar abierta a la sociedad. Al menos esa es su misión desde el siglo XIX, si bien en el siglo XIII algo de eso se supone que debía tener, de ahí lo de "universidad".

Evidentemente compré el libro y lo tengo pendiente de lectura. Cuando esta ocurra ya hablaré de él en concreto en Las notas de los cíclopes libreros.

Comentaré por aquí que el acto, habiendo sido publicitado apenas un día antes en la prensa local, y con una tarde que amenazaba tormenta, tormenta que ocurrió, contó con un público más abundante de lo que hubiera podido ocurrir dado lo dicho, lo que demuestra el arraigo y aprecio que se tiene a Matías Escalera como escritor en Alcalá. No obstante, entre el público, hubo otras personas escritoras, como Cristina Penalva, y jóvenes universitarios. Más aún, una parte del público se animó a entablar debate con los interlocutores. Un debate de carácter literario, pero también social, y siempre muy en torno tanto a los antecedentes literatos de la obra de Matías Escalera, como de su actividad social comprometida con diversas causas. 

Y la cosa es que algo de eso hay, pues el nuevo libro, de poesía experimental, gira en torno a los actuales problemas de la clase trabajadora, en un mundo que gira entre los parámetros de los antiguos problemas que vivieron las generaciones más adultas y mayores, y los de las generaciones más jóvenes, que a menudo caen entre lo precario y lo abusivo, siendo su futuro menos claro y algo más oscuro que el que tuvieron sus padres en plena Transición y décadas posteriores.

Por ello, el libro contó para su autoría con conversaciones y textos de personas del mundo laboral y sus problemas de las décadas de 1970-1980, quizá 1990, y personas jóvenes posteriores a la Gran Recesión de 2008. Por ello Matías Escalera habló sobre este libro como un poemario intergeneracional que aunaba dos generaciones de trabajadores con dos mundos de conflictos laborales diferentes, pero a la vez similares. Un mundo que no acaba de morir y otro que no acaba de nacer, como dijo Gramsci y cita Matías Escalera. Nuestro poeta habla de cuatro voces. Una, la de los abuelos (para él, la generación de sus padres), con sus propios problemas de suma pobreza y una evidente conflictividad ya por la guerra, ya por la opresión de la dictadura. La de los padres (que sería la suya), con la Transición y los problemas económicos de esta, una época donde conquistar derechos. La de los hijos (sería más o menos la mía), que se supone que tendríamos un mundo mejorado y que, pese al comienzo del trabajo precario y la burbuja inmobiliaria, habríamos terminado construyendo un hogar de alguna manera. Y la de los nietos, con fuertes transformaciones sociales a través de las nuevas tecnologías, con recesiones sociales y con una globalización que puede prescindir de las personas, cuyo futuro se vislumbra oscuro si no hay reacción, y si la reacción no abraza las ideas de solidaridad antiguas, pues a menudo hay más postura de cara a crear una imagen en red social, que conciencia real de lo que se podría conseguir juntos.

Yo le pondría un pero. Le fatal una quina voz. Una quinta voz que estaría situada justo en la generación de los hijos. Y en esa voz estaría yo y muchos más. Esos mismos hijos a los que se nos "prometió" una vida mejor que padres e hijos, pero que a costa de la burbuja inmobiliaria, los trabajos precarios que ya estaban presentes de manera fuerte desde la llegada de las Empresas de Trabajo Temporal de final de los 1990, la crisis que provocó primero el 11-S de 2001 y después la Gran Recesión de 2008, jamás pudimos realmente tener estabilidad, ni esa "buena vida", que algunas encuestas insinúan en datos que tenemos. Personas que no han visto estabilidad laboral nunca, quizá alguno ahora con la reforma laboral de Yolanda Díaz (Sumar), cuyos sueldos han sido ínfimos, que algunos aún no tienen casa, que no han podido formar familia, que han sobrevivido en los peores años gracias a sus padres, y que cuando éramos jóvenes, por ser jóvenes, y que ahora, cuando somos adultos cuarentones, por ser cuarentones y decirse que ya lo tenemos todo... cuando en realidad no tenemos nada, o tenemos lo justito para sobrevivir, que no para vivir. Nosotros somos la generación de los olvidados. Nosotros fuimos en buena parte los del 15M de 2011. 

Por lo demás, del libro, ya hablaré cuando lo lea y escriba sobre él.

Saludos y que la cerveza os acompañe.

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