"Siempre sueña y apunta más alto de lo que sabes que puedes lograr." (William Faulkner).
Esa es la frase con la que empieza este año el mes de enero mi nuevo calendario de pared. Y viene bien que sea la frase de un escritor, pues, como cada año, voy a escribir el informe de los libros que leí en 2014. Como siempre destacaré sólo dos, aunque se podría destacar más o hablar de todos, pero hace años que me puse el tope de destacar dos como si de una gala de premiados se tratase, más una sola novela gráfica, aunque se pudieran destacar más igualmente. Esto es así por una normativa autoimpuesta por mí mismo a mí mismo para esta bitácora, que no para mi vida. Podríamos decir lo dicho, es como una especie de "gala de premiados" tras mi lectura. Y hay que decir que no siempre me resulta fácil elegir.
Este año he proseguido con la lectura de algunos libros en inglés en mi afán autodidacta, y con la lectura de la obra completa de Federico García Lorca según la edición de 1957. Además he realizado muchas lecturas para poder realizar determinadas investigaciones que me pidieron algunos amigos para ayudarles. Pero, sin mucho preámbulo más este año, procederé.
2014: 35 años.
Leí 40 libros, de los cuales 3 eran novelas gráficas, y no incluyo numerosos artículos profesionales de Historia principalemente escritos sobre Alcalá de Henares, la Primera Guerra Mundial y sobre el cómic.
Leí 40 libros, de los cuales 3 eran novelas gráficas, y no incluyo numerosos artículos profesionales de Historia principalemente escritos sobre Alcalá de Henares, la Primera Guerra Mundial y sobre el cómic.
Los dos libros que destaco son:
El movimiento obrero en Alcalá de Henares (1868-1939), de Julián Vadillo. Habló mucho de este libro en esta misma bitácora el mismo autor, en una entrevista que le hice el 20 de mayo, publicada en la Noticia 1345ª. Es verdad que ambos nos conocemos desde los tiempos del bachillerato, en la primera mitad y la mitad de la década de los años 1990, y que incluso he ayudado y colaborado en investigaciones suyas, pero también es verdad que este libro es toda una primicia y una innovación con datos nuevos sobre la Historia de Alcalá de Henares en ese momento crucial en el que se desarrolló una España moderna truncada por la dictadura de Franco, la cual nos iba a provocar una gran diferencia social, económica y política con el resto de Europa. El libro más avanzado de una Historia general de Alcalá de Henares hasta la fecha, y estamos en 2015, quizá sea el que escribió Esteban Azaña en 1883, Historia de Alcalá de Henares, que también leí al completo este año. A partir de esa fecha es verdad que se han escrito varios libros más de temática histórica alcalaína, pero siempe de una manera parcelada e incluso en exceso específica en algunos temas. Con la reapertura de la Universidad de Alcalá de Henares en 1977, y sobre todo con la reapertura de su editorial, y con la existencia de la desaparecida Fundación Colegio del Rey, se avanzó mucho en este tipo de obras. Actualmente también gracias al Foro de Historiadores del Valle del Henares y los Anales Complutenses, pero seguía y sigue sin existir libros de Historia general de la ciudad con las técnicas actuales y científicas de historiadores, como lo que hizo, sin ser exactamente eso y aproximándose a la crónica, Esteban Azaña en 1883. Los dos libros que más se han aproximado a hacerlo, pero completando el lapso de tiempo de los siglo XVIII al XX, hasta 1939, serían este citado de Julián Vadillo y otro llamado La ciudad oculta: Alcalá de Henares 1753-1868, el nacimiento de la ciudad burguesa (2003), de tres autores diferentes a la vez, el principal es Gutmaro Gómez Bravo, libro del que he leído muchos de sus capítulos este año. Es cierto que existen libros muy a tener en cuenta como el de Pilar Lledó sobre la guerra civil en esta ciudad, y que desde hace unos años se han puesto de moda los libros recopilatorios de fotografías antiguas de Alcalá sin explicaciones, ni análisis, ni trabajo profesional de Historia alguno, por mucho valor documental (que no artístico salvo algunos casos, ni pecuniario, por mucho que insistan los libreros, pues ese valor lo tendrán las fotografías originales, pero no las reproducciones en los ejemplares de los libros). Es el libro de El movimiento obrero en Alcalá de Henares (1868-1939) el que nos arroja muchas luces de la Historia general de la ciudad, junto al de Gutmaro, en la Historia Contemporánea complutense. Nos falta un trabajo que analice la dictadura de Franco, la Transición y la actual monarquía parlamentaria. Ese campo no se ha pisado. Hay demasiadas personas no muy afables, y algunas con cargos o actiividades muy conocidas en la ciudad, que están vivas, o están vivos sus descendientes y herederos, pendientes de que no se diga, de que no se vea, de que no se sepa, de que no se descubra. Como si en Alcalá todo hubiera sido un paraíso terrenal donde todos eran buenos. Y no se trata de buenos o malos, sino de Historia. No voy a entrar en esto. El libro destacado me parece que es uno de los hitos historiográficos de la historiografía de Alcalá de Henares y tenemos la fortuna de haber vivido su creación y su presentación. Y lo es por cubrir con datos que habían caído en el olvido en archivos lejanos la Historia social alcalaína en un periodo donde se gestaban ideales de democracia, por cubrir científicamente parte de la Edad Contemporánea aún sin historiar en la ciuidad. Se trata de la tesis doctoral de Julián Vadillo, que, caso único, comenzó a trabajarla no en la Universidad, sino desde el bachillerato, siendo adolescente. Yo que le conozco y que le conocí entonces, doy fe de ello. Él ya habló mucho de su tesis en aquella entrevista y remito a ella. El libro contiene muchas cosas importantes y destacadas que debiéramos conocer. Pero el libro también es un ejemplo de cómo es la nueva tendencia historiográfica de los nuevos historiadores, un compendio que trata de comprender el mundo desde lo multidisciplinar. Dando voz a todos y a todo. Quizá, única pega a resolver en una segunda edición, se debe repasar alguna frase donde desapareció algún artículo o alguna letra, y se debe mejorar la calidad de la cubierta, no por su diseño, sino por su material. Este es, para mi gusto, el mejor libro escrito por Julián Vadillo hasta la fecha. Tiene dos años menos que yo, así que se puede esperar mucho de él en el futuro si siendo joven es capaz de historiar tan concienzudamente.
Adiós a las armas, de Ernest Hemingway. En esta serie de destacados de libros que leí es la segunda vez que nomino a Hemingway como uno de los destacados. La primera vez lo hice en mis lecturas de 18 años, las de 1997, con ¿Por quién doblan las campanas? Me resultaba difícil no elegir alguno de los de Federico García Lorca, pero ya destaqué en la selección de 1995 el Romancero gitano. Posiblemente lo hubiera seleccionado otra vez, o hubiera podido decir Poema del cante jondo. Como es el segundo año en el que continúo leyendo su obra completa, dejo para posibilidad de este año que le destaque algo en las lecturas de los correspondientes a lo que lea de él este año, que será ya lo que me queda de su obra. Queda pues reservado y a la espectativa. En todo caso, ya sabéis que podéis seguir mis selecciones y la cantidad de libros que he leído a lo largo de toda mi vida a través de Libros que leí*, donde encontraréis todas las listas en la última o la primera entrada de cada año. Adiós a las armas lo leí con motivo del encargo que me hizo el periódico Diagonal para un suplemento especial que publicaron en verano sobre el primer centenario del inicio de la Primera Guerra Mundial. Leí muchas novelas y poemas que se escribieron en aquella época y posteriormente por escritores famosos que combatieron en esa contienda. El artículo fue publicado parcialmente (por problemas de espacio) en Diagonal, de manera íntegra se puede leer en esta bitácora en la Noticia 1373ª, el día que las balas fusilaron a las palabras. Esta novela fue la tercera de Hemingway, aunque ya tenía varios relatos largos y varias obras de teatro. La escribió en 1929. Él había sido camillero de la Cruz Roja y periodista en el ejército italiano, aunque era estadounidense. La novela es una historia de ficción de unos personajes que mezclan y confunden muchas de sus vivencias con las vivencias personales reales del autor. Como ya hablé de ella en el artículo citado, diré que leerla me supuso un no querer despegarme del libro, o mejor dicho, del ordenador, pues yo no la tenía en mis estanterías y llené el cupo de libros a sacar en la biblioteca pública con otros títulos de misma temática escritos por Hasek, Jünger y Erich Maria Remarque. Me la pasaron en un archivo informático y la he leído de ese modo. Prefiero el libro de papel, pero en esta ocasión hay que reconocer que fue de esta otra manera, con el inconveniente de las baterías y su recarga o de tener la vista pegada a una pantalla más tiempo del que uno quisiera. Sin embargo, con esta lectura todo eso no me incomodó demasiado. Hemingway supo combinar aquí el relato bélico con el relato romántico, aunque con austero y seco realismo violento. Es verdad que su vivencia de la guerra es desde su posición como oficial de la Cruz Roja, lo que lo suaviza todo mucho, pero el final del libro describe el desmoronamiento de un frente de combate de la manera más patética y asfixiante que he leído.
Y la novela gráfico que destaco es:
El invierno del dibujante, de Paco Roca. Sí, sé que este cómic es de 2011 y que correspondería que hubiera seleccionado Los surcos del azar, que es de este año. Los surcos del azar, el cual fue un regalo de cumpleaños de dos de mis más antiguos amigos, me lo leí y me gustó mucho, pero primero que ya hablé de él largo y tendido en la Noticia 1358ª, comparándolo con El arte de volar, de Altarrbia y Kim, y segundo que, aunque me gustase mucho, me parecía un tanto tramposo vender el cómic como recuperación de la memoria histórica cuando todo lo que contaba como algo novedoso hace muchos años que lo hemos contado los historiadores. Es verdad, reconozco que Los surcos del azar es más atractivo de leer que otros libros o que escuchar a un historiador, aunque depende del historiador, pero una cosa es el cómic, otra cosa es la Historia y otra cosa es que comerciantes y lectores aficionados le quieran vender una moto que es una bicicleta a un historiador. Es muy recomendable. Tiene buen guión, está bien documentado, está bien guionizado, está bien dibujado y tiene un sentido artístico de la composición extraordinario. Pero, como ya hablé de él, he seleccionado El invierno del dibujante, que me lo ha dejado para su lectura mi también antigua amiga Esther Claudio, a costa de dos cosas: el ocio propio y la documentación para un trabajo de investigación que estamos haciendo conjuntamente ahora mismo. Este cómic combina bien con la película El gran Vázquez (2010, de Óscar Aibar). Se trata de la crisis de dibujantes que sufrió la editorial de cómic Bruguera en los años 1950 por la cual adquirió contrato con Francisco Ibáñez para Pulgarcito mientras a la vez se les iban durante unos meses gente como Escobar o Giner para fundar la revista Tío Vivo. Para quien no lo sepa, Bruguera era una empresa familiar de republicanos que originalmente se llamaba El Gato Negro. Tras la guerra civil los dueños sufrieron la represión política, pero recompusieron su negocio de manera leonina y fingiendo aceptar los ideales del franquismo, fingiendo, pues todos sus empleados eran antiguos republicanos quien más quien menos represaliados. Incluso Víctor Mora, creador de el Capitán Trueno, el cual llegó a exiliarse hacia el tardofranquismo. Como sea, esta novela gráfica muestra muy bien la presión psicológica de la censura, de los valores de la dictadura, la presión social, el hambre en los años del hambre de la dictadura, etcétera. Está igualmente de bien planteada la puesta en escena, incluyendo fondos de color diferentes para mostrar saltos en el tiempo a la hora de narrar. La composición de las páginas igualmente nos da varias formas de apreciar el cómic, mirando la viñeta en concreto o en el general de la página, dándonos dos mensajes diferentes a la vez. Los trazos son sencillo, pero su coloreado y sombreado los hacen complejos. No me gustó tanto de Paco Roca su obra premiada Arrugas, de la que hicieron película y de la que ya hablé en un Alcine, pero estas dos obras suyas hay que reconocerlas como obras de Arte muy pensadas, a la vez que son cómic con los que disfrutar. Paco Roca decía hace poco que siempre pinta la misma historia y que no sabe cómo la gente no se ha dado cuenta. Es la historia de una persona que no cuadra en un sitio, independientemente del personaje y el relato. La verdad es que un artista que de lo cotidiano hace una historia extraordinaria, y las historias extraordinarias hace que se acerquen a lo cotidiano, lo que nos explica muy bien a todos cómo se fueron haciendo las cosas, formando las cosas.
Y para cerrar ya queda por decir uno que no está seleccionado, el que estoy leyendo actualmente:
2015: 35 años camino de los 36: estoy leyendo 1 libro.
Senderos de gloria, de Humphrey Cobb. Lo estoy leyendo en una estupenda reedición española que ha hecho la editorial Capitán Swing este año por el aniversario del centenario ya citado del inicio de la Primera Guerra Mundial, y puesto que estaba descatalogado en España desde hacía muchos años. Me lo regaló por el mero hecho de regalármelo el propio Julián Vadillo. Inicié el libro a mediados de diciembre pasado, pero tuve que estancarlo porque me surgió la cuestión de terminar unos escritos míos, lo he retomado hace un par de días. Fue escrito en 1935, aunque no tuvo éxito de ventas inmediato. Lo llevaron al teatro, también no muy afortunadamente, y definitivamente Stanley Kubrik y Kirk Douglas la llevaron al cine en 1957. En Francia no se pudo proyectar la película hasta los años 1970 y en España hasta los años 1980. Pero de esto también escribí en la Noticia 1373ª, el día que las balas fusilaron a las palabras.
Saludos y que la cerveza os acompañe. Os deseo un feliz año 2015 a todos.
*O bien más directamente: Noticia 204ª, Noticia 387ª, Noticia 569ª, Noticia 721ª, Noticia 874ª, Noticia 1034ª, Noticia 1176ª y Noticia 1287ª.
Y la novela gráfico que destaco es:
El invierno del dibujante, de Paco Roca. Sí, sé que este cómic es de 2011 y que correspondería que hubiera seleccionado Los surcos del azar, que es de este año. Los surcos del azar, el cual fue un regalo de cumpleaños de dos de mis más antiguos amigos, me lo leí y me gustó mucho, pero primero que ya hablé de él largo y tendido en la Noticia 1358ª, comparándolo con El arte de volar, de Altarrbia y Kim, y segundo que, aunque me gustase mucho, me parecía un tanto tramposo vender el cómic como recuperación de la memoria histórica cuando todo lo que contaba como algo novedoso hace muchos años que lo hemos contado los historiadores. Es verdad, reconozco que Los surcos del azar es más atractivo de leer que otros libros o que escuchar a un historiador, aunque depende del historiador, pero una cosa es el cómic, otra cosa es la Historia y otra cosa es que comerciantes y lectores aficionados le quieran vender una moto que es una bicicleta a un historiador. Es muy recomendable. Tiene buen guión, está bien documentado, está bien guionizado, está bien dibujado y tiene un sentido artístico de la composición extraordinario. Pero, como ya hablé de él, he seleccionado El invierno del dibujante, que me lo ha dejado para su lectura mi también antigua amiga Esther Claudio, a costa de dos cosas: el ocio propio y la documentación para un trabajo de investigación que estamos haciendo conjuntamente ahora mismo. Este cómic combina bien con la película El gran Vázquez (2010, de Óscar Aibar). Se trata de la crisis de dibujantes que sufrió la editorial de cómic Bruguera en los años 1950 por la cual adquirió contrato con Francisco Ibáñez para Pulgarcito mientras a la vez se les iban durante unos meses gente como Escobar o Giner para fundar la revista Tío Vivo. Para quien no lo sepa, Bruguera era una empresa familiar de republicanos que originalmente se llamaba El Gato Negro. Tras la guerra civil los dueños sufrieron la represión política, pero recompusieron su negocio de manera leonina y fingiendo aceptar los ideales del franquismo, fingiendo, pues todos sus empleados eran antiguos republicanos quien más quien menos represaliados. Incluso Víctor Mora, creador de el Capitán Trueno, el cual llegó a exiliarse hacia el tardofranquismo. Como sea, esta novela gráfica muestra muy bien la presión psicológica de la censura, de los valores de la dictadura, la presión social, el hambre en los años del hambre de la dictadura, etcétera. Está igualmente de bien planteada la puesta en escena, incluyendo fondos de color diferentes para mostrar saltos en el tiempo a la hora de narrar. La composición de las páginas igualmente nos da varias formas de apreciar el cómic, mirando la viñeta en concreto o en el general de la página, dándonos dos mensajes diferentes a la vez. Los trazos son sencillo, pero su coloreado y sombreado los hacen complejos. No me gustó tanto de Paco Roca su obra premiada Arrugas, de la que hicieron película y de la que ya hablé en un Alcine, pero estas dos obras suyas hay que reconocerlas como obras de Arte muy pensadas, a la vez que son cómic con los que disfrutar. Paco Roca decía hace poco que siempre pinta la misma historia y que no sabe cómo la gente no se ha dado cuenta. Es la historia de una persona que no cuadra en un sitio, independientemente del personaje y el relato. La verdad es que un artista que de lo cotidiano hace una historia extraordinaria, y las historias extraordinarias hace que se acerquen a lo cotidiano, lo que nos explica muy bien a todos cómo se fueron haciendo las cosas, formando las cosas.
Y para cerrar ya queda por decir uno que no está seleccionado, el que estoy leyendo actualmente:
2015: 35 años camino de los 36: estoy leyendo 1 libro.
Senderos de gloria, de Humphrey Cobb. Lo estoy leyendo en una estupenda reedición española que ha hecho la editorial Capitán Swing este año por el aniversario del centenario ya citado del inicio de la Primera Guerra Mundial, y puesto que estaba descatalogado en España desde hacía muchos años. Me lo regaló por el mero hecho de regalármelo el propio Julián Vadillo. Inicié el libro a mediados de diciembre pasado, pero tuve que estancarlo porque me surgió la cuestión de terminar unos escritos míos, lo he retomado hace un par de días. Fue escrito en 1935, aunque no tuvo éxito de ventas inmediato. Lo llevaron al teatro, también no muy afortunadamente, y definitivamente Stanley Kubrik y Kirk Douglas la llevaron al cine en 1957. En Francia no se pudo proyectar la película hasta los años 1970 y en España hasta los años 1980. Pero de esto también escribí en la Noticia 1373ª, el día que las balas fusilaron a las palabras.
Saludos y que la cerveza os acompañe. Os deseo un feliz año 2015 a todos.
*O bien más directamente: Noticia 204ª, Noticia 387ª, Noticia 569ª, Noticia 721ª, Noticia 874ª, Noticia 1034ª, Noticia 1176ª y Noticia 1287ª.
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