Hoy han asesinado en París a doce dibujantes satíricos y al director de la revista de humor Charlie Hebdo, el equivalente a El Jueves en España. Los autores son extremistas islámicos que hace unos años prometieron una venganza sangrienta tras una portada de humor donde salía Mahoma. Hace unos días unos milicianos del Estado Islámico invitaban a los musulmanes de Francia a llevar a ese país su Guerra Santa. Este atentado del 7 de enero de 2015 se une a otros atentados en Europa del mismo corte que empezaron en 2004 con los atentados de Madrid y siguieron con otros en Londres y en Holanda, sin olvidarnos nunca de los habidos fuera de Europa, como por ejemplo en Casablanca (Marruecos) o en Indonesia. El atentado contra los humoristas franceses se une a una estrategia de expansión del terror para imponer la autocensura. No se trata sólo de un atentado sino de un ataque a las libertades de los individuos recogidas por la Declaración de los Derechos Humanos, a las libertades de la Unión Europea y a las libertades de Francia. Ya existía un precedente en Europa desde la condena que lanzó el extremismo religioso de unos determinados musulmanes contra el escritor británico Salman Rushdie cuando escribió en 1988 Los versos satánicos. Tal escritor vive desde entonces ocultándose, puesto que su cabeza tiene precio. El atentado de hoy en París que se ha llevado la vida de tanta gente se produce en unos momentos en los que desde hace semanas vemos en las noticias los ataques cibernéticos a la compañía Sony para que no estrenara una determinada película que satirizaba la figura y la muerte del actual líder de Corea del Norte. Pareciera que entramos en una nueva fase donde ahora se quiere acabar con aquellos que simplemente hablan o piensan de una manera que no gusta a quien tiene los medios de hacer daño, hasta de matar. Es un ataque no sólo contra la persona afectada, es un ataque a las libertades de todos y a la soberanía de todo Estado afectado, pues la soberanía en Europa reside en el pueblo y matar a alguien del pueblo para que todos sus compatriotas tomen nota de que nadie diga las cosas que esa persona dijo, es tanto como atacar a la soberanía, pues, insisto, la soberania en Occidente reside y es el pueblo mismo. Así pues estos asesinatos son asunto de Estado. No se trata de un asesinato particular, se trata de un asesinato ejemplarizante, o eso han intentado los religiosos más fanáticos.
El fanatismo religioso, sea cual sea la religión, no sólo existe en aquellos que empuñan armas, empieza en las personas simples, normales y corrientes, que adoptan actitudes como la que uno mismo sufrió hace poco y os conté el 29 de diciembre. El ambiente está enrarecido. Mañana, como pasó tras los atentados de Madrid o los de Londres, se encontrará a los culpables directos, a los brazos ejecutores, pero el problema está en el integrismo y la intolerancia, y esa empieza, lo siento mucho pero es así, empieza con las actitudes diarias de quienes más religiosos se sienten y su actitud hacia los demás. Y da igual la religión que sea. No es un problema de la religión, es un problema de quien la profesa y cómo la quiere vivir. Estos asesinos se sentían víctimas de los humoristas, se sentían atacados o pensaban que los humoristas eran intransigentes por hacer un chiste con Mahoma, o dos, o tres, o cuatro. No es muy diferente a muchas voces de otras religiones, voces cotidianas de gente de la calle en los últimos tiempos, cuando dicen sentirse atacados porque alguien dice o hace algo que no cuadra con su moral religiosa. No fue muy diferente el panorama en la Europa del siglo XVII, y, al mezclarse con asuntos políticos, todo se saldó con una guerra de treinta años de la que su final ejemplar estribó en que hubiera libertad religiosa y tolerancia en Holanda, igualmente en Suiza, que España renunciara al proyecto de la Europa unida católica apostólica y romana, y que los alemanes pudieran elegir su religión al margen de la religión del príncipe de su Estado. O en otras palabras, tras treinta años de intolerancia violenta en lo religioso, se comprendió que la solución de la guerra estaba en la tolerancia religiosa.
Tolerancia religiosa, no a la guerra, no al extremismo y solidaridad con los humoristas franceses vilmente asesinados hoy es lo que se va a reivindicar esta tarde en las calles de Madrid en una manifestación convocada de urgencia a las 19:00 h. en la Puerta del Sol, y a la misma hora en Barcelona, en la Ronda Universitat.
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