Capítulo 8: Un arroz con bacalao.
En la cocina de uno de los restaurantes más prestigiosos
de Alcalá de Henares D.F. se trabajaba a todo ritmo. Tenían en su salón a la alcaldesa
Anna Guillou reunida con otras personalidades de la ciudad, a la espera de
recibir a algunos invitados destacados de Indonesia. Patricia S.G., Patri S.G.,
como era conocida de manera popular, estaba cocinando en persona para ellos. La
famosa cocinera de la ciudad flotante era un personaje muy carismático y
querido. Tenía incluso un programa televisivo local que era altamente conocido
incluso en otras ciudades galácticas. Anna Guillou solía ir a su restaurante
siempre que tenía unos invitados a los que agasajar. A Patri S.G. le gustaba
aquello, por eso siempre que venía se encargaba personalmente de la cocina. A
pesar de que su organización era algo caótica. No le gustaba dar órdenes
directas a sus pinches, lo que hacía de su lugar de trabajo un
territorio donde todo el mundo experimentaba sabores. Quizá por ello tenía una
variedad de recetas tan amplia que si lo hubiese deseado hubiera podido poner
un menú de comida distinto todos los días de la semana, incluso entre la comida
y la cena, y aún le faltaría tiempo para seguir poniendo sus platos diversos.
Aquello no era fácil, eso es lo que le hacía popular. La
comida en una ciudad galáctica no era tan variada y disponible como en los
planetas. Existían las comidas sintéticas, que, aunque tenían estimuladores del
sabor muy desarrollados, no eran de igual calidad que los alimentos que se
producían de formas más naturales. También ayudaba la química que permitía una
mayor conservación de la comida. Por supuesto también estaban los intercambios,
compras y suministros producidos o venidos de otros lugares de la Federación,
pero estos eran espaciados en el tiempo. La ciudad podía producir una limitada
aunque suficiente producción de alimentos vegetales, incluso tenían un criadero
de algas, y contaba con una producción de alimentos de origen animal, pero
estos eran casi un lujo. Los alimentos sintéticos eran más fáciles y baratos de
obtener. Los alimentos naturales eran caros, pero su valor alimenticio y sus
cualidades culinarias eran superiores. Aún con todo, siempre había alimentos
cuyo origen natural le era inaccesible a la ciudad viajera sin ayuda de un
intercambio, una compra o el recibo de un suministro exterior, el ejemplo más
básico estaba en el pescado marítimo y en gran parte del fluvial. Así pues,
Patri S.G. había logrado una cocina de gran calidad y numerosos sabores con las
limitaciones que proponía la vida en una ciudad galáctica. No sólo era admirada
y seguida por mucha gente que imitaba sus recetas como buenamente podían, sino
que además había logrado un reconocimiento muy exclusivo en la sociedad local.
Los tratos recientes con Indonesia y la aproximación a su
órbita suponía una de aquellas oportunidades para renovar las despensas con
productos preciosísimos. Los primeros en poder probar una muestra de ellos iba
a ser la alcaldesa y sus invitados, a costa de uno de ellos. Yogui le había
regalado al restaurante una serie de alimentos que iban a ser parte de los
platos de aquel día. Indonesia era muy rica en productos de pescadería. Patri
S.G. había optado por cocinar de primer plato unos Calamares Pies Negros. Su
caldo no era nada graso. En un cazo grande había puesto un poco de aceite de
oliva para poder sofreír cebolla y tomates cortados en cachos muy pequeños. Los
tomates habían soltado agua, así que no se sofrieron exactamente, pero se iban
haciendo. Patri S.G. puso un vaso lleno mitad de agua y otra mitad de tomate que
había triturado y frito. Y sal, poca. Según se fue calentando, añadió una
cucharada pequeña de mostaza. Añadió cominos y lo removió. Al cocer puso dentro
de aquel caldo los calamares cortados en aros, acompañados de guisantes. Bajó
el fuego de una intensidad media a una intensidad lenta. Cuando volviese a
reactivarse la cocción burbujeante, que tardaría, lo dejaría un rato así para
que tomara el líquido una textura y un sabor tan rico como anaranjado. El
nombre Calamares Pies Negros le venía por cuestiones del origen de los
ingredientes. El comino era de origen magrebí y la mostaza, francesa, regiones
de La Tierra, el planeta madre. Puesto que la mostaza era francesa, y aquellas
regiones tuvieron presencia francesa en el pasado histórico, el nombre de “pies
negros” fue el que recibieron los franceses que vivieron en Argelia, un país de
aquella región del Zagreb, cuando era francesa en los siglos XIX y XX, los
cuales, tras la independencia de Argelia en la segunda mitad del siglo XX mediante
una guerra, tuvieron que irse de allí de vuelta a Francia. Anna Guillou
pertenecía a aquella región terráquea, y en parte Patri S.G. había elegido
aquel plato, que por otra parte lo inventó un escritor alcalaíno, en cierto
modo un poco en honor a ella. Había pocas cosas en la alta sociedad de la
ciudad que no se hiciera en honor a ella.
En
el salón del restaurante ya estaban sentados a la mesa la alcaldesa Guillou, su
directora de asuntos turísticos, Ma Ría Ría, el antiguo gestor Enrique Bermejo
y don Juan Manuel, que esperaban a sus invitados. No tardaron demasiado. Miguel
Ángel Rodríguez llegó acompañado de Juanca López. No mucho más distanciados en
el tiempo llegó la indonesa Ana Cañas con el magnate Yogui y el historiador M.
Basterra. Los últimos en llegar fueron los presidentes y entrenadores
deportivos Jimmy de Jesús y Alejandro Remeseiro. En la mesa ya estaba servido
una especie de pisto para que fueran picoteando algo con unas rebanadas de pan.
Estaba hecho de pimientos rojos y verdes, cebolla, calabacines y tomates. Su
paso por el fuego había durado unos cuarenta minutos. Algo tan sencillo y
simple había requerido para Patri S.G. un mimo y paciencia cuidados. Aunque su
función en la mesa era un mero tránsito en la espera, para ella era fundamental
que cada plato servido fuera elaborado en el enriquecimiento de su sabor como
si fuera el plato fundamental.
Los
camareros llenaron las copas de vino al instante y les dejaron degustar aquel
comienzo. Trajeron aquel plato de cuchara que eran los Calamares Pies Negros
unos diez minutos más tarde.
Tras
los saludos entre todos, Anna Guillou abrió la conversación. Ya se habían visto
protocolariamente en un acto anterior. No era necesario ahora ceñirse a aquel
protocolo. Menos en una comida. Tenía ante ella a don Juan Manuel y a Enrique
Bermejo, por quienes ahora llevaba en uno de sus ojos un parche. No había
explicado a nadie el atentado contra su vida vivido recientemente, apenas
explicó que había sufrido un accidente. Confiaba en reparar su ojo en cuanto
llegara a un destino adecuado donde la tecnología fuera lo más sofisticada
posible para no caer en errores. Los ciudadanos no aceptarían muy bien que su
alcaldesa fuera en buena parte alguien con gran parte de sí misma físicamente
robot.
-Creo
que la ciudad e Indonesia podrán compartir un sueño maravilloso en los próximos
días –dijo-. La señorita Cañas y Ma Ría Ría tuvieron una excelente idea
celebrando un encuentro deportivo.
-Gracias.
Pero no olvidemos la generosidad del señor Yogui –apuntó Ma Ría Ría sonriendo a
Yogui en referencia a su aportación del criogenizado Borja Montero para
realizar una exposición de Historia sobre el músico tan apegado a la vieja
ciudad madre. Yogui le respondió con un movimiento de cabeza mientras bebía.
-Por
supuesto –contestó Anna Guillou-. Todos le estamos muy agradecidos por
acordarse de nosotros, señor Yogui –Yogui volvió a agradecer con un movimiento
de cabeza mientras daba otro sorbo de vino-. Soñar es bello y creo que podremos
hacer realidad este de poder realizar juntos el reconocimiento federal de la
ciudad.
-Sueños,
que serán realidades. Los sueños son bellos, sobre todo cuando tienen
beneficios –dijo Miguel Ángel Rodríguez.
-Por
los sueños –propuso un brindis Juanca López.
-Por
los sueños –brindaron todos.
Todos
bebieron.
-Aunque
no todos los sueños son agradables a veces –dijo la alcaldesa mirando a Enrique
Bermejo.
-¿Lo
dice por su ojo? –preguntó M. Basterra directamente, al recordar que la propia
alcaldesa les había explicado que había sufrido un accidente al levantarse de
la cama.
-Que
accidente más tonto… -contestó la alcaldesa-. Pero verán, por ejemplo yo esa
noche soñé que alguien me estaba traicionando y creándome un gran mal sin
dejarme entrar en una sala, pero que al lograr yo entrar en la sala al fin
todos salían y me encerraban con llave en ella… debe ser el calor… En mi
dormitorio hace calor, aunque aquí, en la ciudad, el ambiente es últimamente
algo frío, y es tremendamente seco. Yo me desperté. Fui a beber agua, se apuntó
a acompañarme mi gata y le abrí el grifo de agua para que también ella bebiera.
Acariciar su pelaje fue agradable. Los gatos son muy fieles, pese a que tienen
fama de traidores. Fue tan horrible soñar con una traición.
-Debe
serlo, aunque las pesadillas de unos a veces son los sueños de otros –bromeó
Miguel Ángel Rodríguez mirando a Enrique Bermejo.
Enrique
Bermejo sonrió.
-Sólo
a veces –dijo el antiguo gestor madrileño-. Pero estamos ante gente civilizada.
La alcaldesa sólo sufrió una pesadilla. Su sala es esta ciudad federada… aunque
en realidad creo firmemente que la legalidad demostrará que sigue siendo un
área metropolitana de Madrid D.F.; no debiera preocuparse, ella es alcaldesa de
un distrito federado, de momento, nadie le ha impedido entrar… y nadie le
impedirá salir.
Los
asistentes rieron la gracia, incluso la alcaldesa sonrió mirándole.
Mientras la alcaldesa recibía un mensaje privado
transmitido por Doxa sobre un extraño descubrimiento, se acercaba a la mesa
John Snow. Se inclinó sobre el oído de don Juan Manuel y le dio una pequeña
nota. Don Juan Manuel la leyó para sí. Hizo un gesto para que se retirara John
Snow. Don Juan Manuel estaba lleno de ira en esos momentos. Pero se contenía.
Apretaba sus labios. Habían encontrado la pierna de Grisóstomo, su amado hijo,
en la galería de lanzamiento de una cápsula de emergencia. En silencio comió su
arroz con bacalao, mientras masticaba su venganza contra la alcaldesa. Sólo
ella, la superviviente del ojo tuerto, pensó, había podido matarle.
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