La Real Academia de la Lengua ha estrenado ayer su nueva versión del Diccionario en colaboración con otras academias de la lengua española que no es la penínsular. Su "módico" precio es de 99 euros. La versión en Internet aún no está estrenada, pero prometen hacerlo pronto y con novedades en el modo de consultar. Las nuevas palabras han sido ya publicitadas por algunos medios de comunicación, como por ejemplo La Vanguardia. Han aprobado la regulación en castellano las palabras que ya se venían usando de algo como anisakis, birra como cerveza, blaugrana como forofo de fútbol de un equipo determinado, cortoplacista, chupi, dron, hacker, mileurista, bicicletería, batucada, cagaprisas y otras. Hace años aprobaron la palabra tráiler no sólo como parte de un camión, sino como anticipo publicitario de una película (lo que es totalmente irregular hoy día en castellano es decir teaser, como se está poniendo de moda y por mucho que haya quien vea una diferencia entre un término y otro, tráiler se venía usando por lo menos desde los años 1980), y esto lo planteo porque ahora también se ha incluido como parte del castellano otro anglicismo que venía usándose en España quizá desde los años 1970, backstage, y eso está muy bien. Afortunadamente para mi gusto no han aprobado autofoto, que es la palabra que se ha puesto de moda a raiz de los llamados selfies, término que se comenzó a usar en España este año cuando en la gala de los premios Oscar de cine una actriz se hizo uno con otros actores. En todo caso eso siempre será un autorretrato, pues una autofoto son todas las que hace uno mismo, independientemente de que salga un retrato o no, así lo entiendo yo dado el uso del prefijo auto-.
Como sea, hoy en concreto la Real Academia de la Lengua ha cumplido trescientos años y ayer estrenaron el nuevo diccionario con un conjunto de palabras que creo que era muy necesario que se incluyeran como palabras reconocidas en su uso del habla castellana. Aunque algunas palabras raramente sabemos cuántas personas realmente las usan como para haberse ganado ese derecho, palabras como chop o como identikit o amigovio, que jamás la he oído y que en realidad se refiere a la palabra no reconocida por la Real Academia de follamigo o follamiga. Y en ocasiones anteriores ya nos habían dado sustos como esas recomendaciones para usar palabras del tipo yas para jazz, o bluyín para blue jeans.
Hay una palabra nueva que llevaba usándose en España de modo tardío respecto al resto del mundo, pero que a fin de cuentas algunos sectores de la cultura la usaban ya desde los años 1980, y que se estaba generalizando desde lo años 1990. La sociedad, el mundo de la Cultura e Internet la tenían totalmente asumida e incluso definida por sí misma, mientras la Real Academia la había ignorado y ninguneado mientras aprobaba esas otras palabras que nadie sabe quién usa y que desde que las aprobaron tampoco nadie las ha oído usar. Hablo de una palabra con la que nació en buena parte esta bitácora, y a la que tanto le he dedicado tanto por estos lares como por otros: distopía.
¿Qué es una distopía? Para quien aún no lo sepa voy a realizar una autocita de cómo os lo definía yo en 2005, pues, para quien no lo sepa, yo trabajé en 2005 este fenómeno nacido propiamente dicho en la Literatura del siglo XX a través de Zamiatin, que es su padre y no George Orwell, como muchos por desconocimientos fragantes insisten. Lo trabajé cuando en España, aunque ahora estamos inundados de estos autores y este género, y ahora muchos dicen concoerlo, éramos pocos los que lo trabajábamos y de Zamiatin no sólo no se sabía en general, sino que llevaba descatalogado desde los años 1970, sólo teníamos ediciones de él de editoriales mexicanas. Y como veis hablo de diez años atrás. Yo escribía para decir qué era distopía:
"Durante toda su existencia el ser humano ha soñado con mundos ideales
donde podría alcanzar todo aquello que la existencia práctica de la
realidad le niega. Desde mundos de inmortalidad, a mundos de felicidad y
abundancia, o mundos sin diferencias sociales que degeneren en
miserias, mundos donde todo le viene dado al hombre o mundos donde el
hombre trabaja de modo armónico para tener todo lo que necesita para ser
feliz, etcétera. Esos sueños han adoptado a veces formas religiosas,
otras veces de mitos y otras de propuestas de nueva construcción de una
sociedad por los propios hombres y no dado por fuerzas sobrenaturales.
En este último caso nació lo que se conoce como utopía, o utopías, ya en
tiempos antiguos. (...) Ya desde su comienzo en el siglo XIX los socialistas
marxistas (los comunistas, cuyas ideas no dejan de derivar de
concepciones utópicas) atacaron al concepto que ellos llamaron
socialismo utópico, en el sentido de irrealizable por no atenerse a la
realidad práctica. El único socialismo viable, en su concepto, era el
que se realizaba científicamente, estudiando las relaciones del hombre
con la Naturaleza a lo largo de los tiempos. No es aquí el lugar para
explicar las teorías marxistas, que, por otra parte, el autor presupone
son conocidas por el lector. Como el tiempo al final diera la máxima
difusión a las ideas marxistas y a las anarquistas, y como estas últimas
acabaran colapsándose en gran medida tras la citada Segunda Guerra
Mundial (pese a su aparente nuevo resurgimiento en determinados
movimientos, ya desde los 1960' incluso) la concepción de la utopía como
lo ideal irrealizable para la vida humana es lo que parece comúnmente
aceptado por la gran mayoría de las personas.
El concepto utopía queda así desprestigiado. Ahora bien, ¿nace de ahí un
concepto contrario, el de distopía? No exactamente de ahí. La distopía
es todo lo contrario a una sociedad utópica, por ello también ha sido
llamada anti-utopía. Si lo ideal es un mundo apacible y perfecto, lo
anti-ideal es un mundo desapacible e imperfecto. Los marxistas no
crearon concepciones distópicas al criticar a los socialismos utópicos
de Fourier, Saint-Simon, Owen, Proudhon, etcétera (principales utópicos
de sus épocas, pese a que existían otros desde el siglo XVI). Su crítica
iba encaminada a crear una sociedad ideal desde lo que ellos concebían
como lo práctico. (...) De este modo el fenómeno de las concepciones
utópicas se extendió hasta transformarse algunas en ideales políticos
sociales. Sea como sea, tampoco aquí parece haber un nacimiento de lo
que serían concepciones o relatos de sociedades distópicas. La distopía, como relato equivalente a los relatos utópicos, nace en el
siglo XX. Ya existían factores críticos con las utopías, como hemos
visto, pero aún no existía una estructura relatada de la distopía. Al
igual que la utopía puede rastrearse en cierto modo en relatos y
conceptos religiosos o míticos, la distopía puede rastrearse en esas
críticas e, incluso, en relatos catastrofistas. En la propia religión,
sin ser distopía, el Infierno puede ser la distopía del Cielo, en casi
todas las religiones hay equivalentes de estos términos. No obstante, el
propio Diablo es, en diversas religiones, un ángel caído por intentar
hacer cumplir los deseos de Dios de modo impropio, un dios hermano malo
de otro dios que es el Bien, una esposa o un esposo del Bien, etcétera.
En cierto modo está bien explicado en el concepto budista del ying y el
yang, el bien y el mal forman una unidad necesaria para que haya
equilibrio (algo que desarrollará la psicología de Freud a comienzos del
siglo XX, aunque sin afirmar que exista el bien en sí y el mal en sí).
La religión cristiana aún añade una distopía en el último de sus libros
sagrados: la sociedad derivada en lo amoral, la guerra y la enfermedad
es arrasada en el Apocalipsis, para al final crearse una nueva sociedad
perfecta en una sola ciudad elegida de Dios. (...)
Quizá la distopía actual más que arraigarse en las visiones
catastrofistas de holocausto y destrucción de todo lo establecido (algo
que, por otra parte abunda en muchas distopías posteriores a las dos
bombas nucleares que pusieron fin a la Segunda Guerra Mundial), se
arraiga más a esas visiones religiosas del bien y el mal como una unidad
que necesita equilibrio, o el desequilibrio haría ganar al mal.
Efectivamente, la distopía propiamente dicha nace de las propias
utopías. Quizá se comenzó a intuir un mundo distópico desde el último
cuarto del siglo XIX. Sobre todo desde el surgimiento de las diferencias
dentro de la I Internacional entre marxistas y anarquistas. El propio
Bakunin ya anticipa en su libro Estatismo y anarquía que las propuestas
socialistas de Karl Marx son falsas en cuanto que este pretende una
dictadura personal en nombre del proletariado, pero que jamás podría
cumplir con el proletariado pues, como toda dictadura, esta no podría
dejar de ser personal. Las esperanzas de los trabajadores del mundo, se
ahogarían entonces en falsedades. El Estado seguiría perviviendo en
nombre del pueblo, pero de un modo germánico (lo que en Bakunin
equivalía a decir autoritario, imperialista y militarista), en absoluto
libre e ideal para los individuos, pues la dictadura de Marx pretendería
una opresión y corte de libertades en nombre del bien de la masa
social, aunque en realidad sería para mantener a unos nuevos
privilegiados en el poder. La crítica estaba hecha, y, en cierto modo,
la recogerían consciente o inconscientemente en el siglo XX personas
como Ortega y Gasset, Karl Popper tras la Segunda Guerra Mundial, los
existencialistas y nihilistas, así como algunos de los seguidores de
Freud.
"
Este fragmento corresponde a la investigación sobre distopía y Zamiatin en la Noticia 2ª y en la Noticia 3ª, que fue originalmente un trabajo de los cursos doctorales de Historia que realicé guiado por el catedrático Alejandro Díaz. Un trabajo que posteriormente ha sido muy mencionado en esta bitácora a raíz de que otros investigadores, alguno catedrático, lo han consultado y alguno lo ha llegado a usar en una introducción que escribió en una de las reediciones de Nosotros, sin mencionarme ni mencionar el artículo, tal como esa misma persona reconoció por escrito tiempo después. Allí analizaba el género y muy concretamente también a su inventor, Zamiatin, y a su primera novela distópica, Nosotros, la cual versionó, copió (dígase lo que más se crea tras leerlas), George Orwell para escribir 1984, tal como él mismo reconoció en una entrevista, y también sirvió de inspiración a Aldous Huxley para Un mundo feliz, como también dijo en una entrevista este otro autor. Podemos decir que la distopía es una sociedad utópica que al quererse llevar a la práctica ha desvirtuado en una serie de factores la idea original hasta crear la situación de que un mundo ideal pasa a ser un mundo desapacible o nada ideal, un mundo contrario al mundo utópico.
Claro está que otras personas, como el sociólogo Luis Abad considera que distopía es una utopía desvirtuada en valores negativos, pues para él lo estrictamente contrario a utopía sería una antiutopía. Ante esta idea que lanza Luis Abad hay un gran debate académico en el mundo de la Literatura y de la Filosofía, pues si bien para algunos distopía y antiutopía nos son términos análogos, es verdad que el razonamiento de Abad cada vez me parece que tiene algo más de razón, aunque sigo teniendo algún reparo, y es que es cierto que distopía y antiutopía podrían ser dos cosas diferentes, aunque su fin o su resultado social sea casi análogo.
Quiero, antes de sguir, anotar una serie de apreciaciones temporales para poder entendernos. En Historia y en Literatura, tenemos diferentes modos de temporalidad narrativa:
Diacronia: un transcurrir del tiempo y de los sucesos de modo lineal y progresivo.
Anacronia: sucesos temporales de diferentes épocas mezclados en una misma época o momento.
Ucronía: Una linea de tiempo alternativa y ficticia o hipotética a raíz de un suceso diferente a como realmente ocurrió.
Sincronía: Diversos sucesos ocurridos a la vez en el tiempo.
La distopía nació de la ciencia ficción, de la utopía y de las ideas socialistas, dentro del mundo de la Literatura en el comienzo del siglo XX, si bien tiene preludios en el final del siglo XIX. A finales del siglo XX comenzó a usarse más allá de su género literario, se aplicaba ya en el mundo de los cómic desde los años 1970, pero a finales del siglo XX, quizá a causa del final de la Guerra Fría, hubo quien empezó a planteárselo en Filosofía, en politología, sociología y demás. Así que mucha gente comenzó a opinar sobre el término y aunque todos sabíamos más o menos lo que es distopía, no nos ponemos de acuerdo sobre qué se puede considerar distopía (salvo en el caso de los clásicos consagrados). Los anglosajones lo tenían bien definido, y quizá por eso su versión se dejo filtrar en la definición que se dio en Wikipedia por parte de ciudadanos comunes que citaban como fuente a la persona que usó mi trabajo para la introducción de su reedición de Nosotros sin citarme. Al menos fui citado en esa misma Wikipedia en la biografía de Zamiatin. Ahora mismo no voy a entrar en esa polémica, un tanto dolorosa para mí por injusta, ya intenté poner remedio en su momento y la comunidad Wiki me vetó alegando que no permitían la autocita, cosa que pongo en duda y que sospecho que hay miles de autocitas en esa especie de enciclopedia popular, no académica. La cosa es que la definición de distopía en Wikipedia no terminaba de convencerme del todo a mí mismo. No éramos pocos los que esperábamos que la Real Academia de la Lengua opinara, y como he dicho eso se ha producido al fin.
Así que ayer fui a la Libreria Diógenes para poder consultar esta entrada nueva del diccionario. Es una definición breve. El diccionario dice así: "Distopía. Representación ficticia de una sociedad futura de características negativas causantes de la alienación humana". Nada aclara sobre su relación con el término antiutopía. Tampoco se cita su origen dentro de la Literatura (a pesar de que dice que es una representación ficticia), lo que me parece bien para que sea más ágil, ya que se ha comenzado a usar en otros ambientes. Ahora bien, la acotación a una sociedad futura creo que es un error, pues como bien escribía Jordi Costa el pasado día 4 de octubre en Babelia, desde hace unos pocos años se están escribiendo distopías en un tiempo ucrónico, no futuro. Por otro lado que la distopía se produzca por la alienación del hombre, o que produzca la alienación del hombre, podría ser discutible, pues ahí entraríamos a considerar qué se entiende por alienación en este caso. Si es toda una sociedad viviendo con unas normas sociales tal como ahora por ejemplo vivimos con las normas de la Constitución de 1978, ¿se puede considerar sociedad alienada por la Constitución de 1978? Quizá esta acepción del Diccionario necesita volver a ser trabajada y mejor definida en ediciones futuras. Creo que necesita de mayor reflexión y de más consultas tanto filosóficas como literarias antes de volver a dar por trabajado el término. Bien es cierto que el diccionario sólo pretende ser una guía para aclarar dudas en cuanto a palabras, no pretende ser un tratado enciclopédico, pero precisamente por eso, para los que usamos de la distopía, no creo que nos haya aclarado nada, si bien probablemente haya provocado que prosigan nuestras reticencias sobre la definición concreta que acote un campo amplio para el cual usamos el término.
Para terminar este artículo, os mencionaré que yo mismo tengo una novela distópica que terminé de escribir en 2009, Adversidad y otras historias. Es cierto que algunos de los relatos que os he escrito por el blog tienen toques distópicos, pero esa es una novela, por cierto, aún en busca de editor. Saludos y que la cerveza os acompañe.
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