martes, junio 05, 2007

NOTICIA 285ª DESDE EL BAR: PERSONAJES DEL SALÓN DE JUEGOS

En el salón de juegos minicasino a Corleone también le llaman Quillo. Es un anciano de origen andaluz con unos 76 años. Fue albañil. Pequeño y muy delgado, con gafas, no juega a nada (casi) y sólo está en el local porque no tiene otro lugar a donde ir y por ello pasa todo el día en el minicasino, somos los trabajadores de allí y el resto de clientes sus amigos y familia. Es el alma del lugar, quien le da gracia al día desde la madrugada hasta entrada la medianoche. Pero luego también tenemos al Doctor, todos le llamamos así. Es un doctor oculista de origen jordano con unos cincuenta años y del cual circula la anécdota de que operando un ojo lo rebanó. El Doctor juega a la ruleta más grande, que es donde suelen colocarse casi todos los jugadores habituales, los clientes de todos los días desde casi las ocho y media de la mañana (8:30 h) que abrimos hasta casi las doce y media de la noche (00:30 h) que cerramos. Así por ejemplo está Ed, un cuarentón calvo y delgado que siempre viste en chandal deportivo y suele ser afable y bromista con todos, discreto, aunque profranquista. Luego le acompaña Ed el Argentino, un hombre con la cara envejecida en extremo, aunque cuarentón también, el cual tiene la ciática destrozada y sigue yendo a la ruleta a gastarse su sueldo. El Profesor es un chico joven de unos treinta años que cuando no da clases a sus alumnos se juega su dinero y suele pedir la comida allí para no abandonar la ruleta. Los tres chinos habituales son Los Chinos, empedernidos jugadores, pero sistemáticos. El Negro es el Africano también, un africano gordo y fuerte que se gasta todo su dinero cuando lo tiene, dinero cuya procedencia (dadas las horas que está en el local) se sospecha podría venir de la carretera, pero no trabajado precisamente por él. Claro que para eso están los cuatro o cinco sin nombre, chicos jóvenes de veintitantos años de los que se saben entran y salen intermitentemente de la cárcel Alcalá-Meco, también llamada Madrid II. La Pareja de Chinos es una pareja asiática cuyos rasgos a mí me asemejan más de Indochina que de China, de hecho no se hablan con los Tres Chinos. No confían su dinero a la gente que trabajamos allí, lo gestionan entre ellos y a veces, en asuntos de dinero, se comportan mezquinamente. Aunque para mezquino tenemos a un hombre de pelo blanco, aunque cincuentón, al que todos desprecían. Es maleducado, falta al respeto, es déspota, y usa una lógica inexistente en el azar de la ruleta, se enfada con facilidad. El Patatitas es un hombre obeso dueño de una tienda que siempre pide patatas fritas para jugar, pero no las comparte con nadie, si acaso con Ed el Argentino. Los Rumanos son diversos en número cada día aunque algunas caras se repiten. Son chicos de veintitantos años, a veces les acompaña un marroquí. Uno de los habituales guarda pornografía en su teléfono móvil. Otro es un rubio bastante simpático y con buen juicio pues no juega más de dos o tres euros al día y el resto del tiempo sólo acompaña a sus amigos. Parece sacado de una película de los 1970' del tipo mafia o de Fiebre del Sábado Noche. Están Los Ancianos, que son varios y diversos, algunos con nombre propio, esos juegan a las tragaperras. La Pareja de Rumanos, parecida a la de Chinos, pero generosos, dejan propinas enormes y son simpáticos. El Monaguillo, como su nombre indica deja su dinero ganado religiosamente, nunca mejor dicho, en las tragaperras. El Enano es un jugador de baloncesto que agota su dinero en la ruleta mientras no para de pedir cerveza y sugerencias para fumar porros. Don M. es un sesentón aún joven, un regordete bonachón y comunista del PCE, gasta poco dinero y va al local como centro social. Estuvo veinte años reparando trastos en una compañía aérea, y más perdido en el tiempo fue torero. El Bigotes, camareros de bares de alrededor, panaderos, ludópatas, pasatiempos, buscadores de relaciones sociales, incáutos, expresidiarios, ejecutivos, vendedores, gente de formación universitaria, policías de paisano en sus horas libres, militares, de todo...

Aunque he de decir que uno de los que más simpático me caen es Vasili, pronunciado Basile, un jugador de la ruleta grande amigo de los Eds, el Doctor, Los Rumanos (con los que habla en ruso) y Quillo (Corleone). Es un hombre joven de unos treinta o cuarenta y algún años. Es de Moldavia, que en otras épocas era la Unión Soviética. En una de sus manos tiene un tatuaje que yo creo es de alguno de los cuerpos del ejército del aire o de los paracaidistas soviéticos. Y en él una fecha: 1979, año en el que, por otra parte, la Unión Soviética invadió Afganistán. Es simpático y bromista, hablador y uno de los clientes en los que más se puede confiar en asuntos de errores económicos. Respetado por todos, quizá por ello, es para mí, tras el Quillo, el que más me simpatiza. Siempre pide café largo y agua fría. Le suelen llamar Melocotón, pues trabaja en una frutería, dicen, aunque otros dicen que trabaja en la BRIPAC (los paracaidistas del ejército español), y pudiera ser. Sin embargo este hombre es incapaz de no jugarse hasta los últimos céntimos que le queden. Los Eds tratan de ayudarle a ganar dinero, y cuando va muy mal se deja ayudar a que jueguen por él, recupera algo y se lo vuleve a gastar al día siguiente.

También me caen bien dos mujeres de unos treinta años y que juegan individualmente. Una de ellas es de algún lugar de centroamérica o del norte de Sudamérica. Una jugadora compulsiva, atractiva, aunque con alguna arruga marcándose ya, quizá por durezas de su vida. Siempre pide cerveza y pierde un montón de dinero. No tiene nombre conocido, ni mote. Es silenciosa y juega en una ruleta pequeña que normalmente está vacía hasta que se sienta ella o la otra mujer, pues entonces aparecen jugadores que no se sabe si quieren ganar dinero o a ellas. La otra mujer se llama R. Viene cuando sale de trabajar algunos días, con cierta frecuencia. También se sienta en la ruleta pequeña. Todos la conocen y todos la respetan. De buen humor y conversadora si se le habla, juega observando a los contrarios, lo que hace que a veces gane dinero. Muy amable y atenta también se la ve hermosa e inteligente y uno no se explica cómo cayó en el juego. Aunque quizá esta tenga la ruleta como medio de diversión y lugar donde ver a algunas caras conocidas del local. Normalmente cuando pierde no pierde demasiado, aunque hay días que sí lo hace. Hay otras mujeres que vienen esporádicamente, mujeres trabajadoras con toda su vida marcada en la cara, esposas acompañando a sus esposos, ancianas, novias acompañando a sus novios y jugando con ellos, mujeres venidas de la cárcel a veces con otros hombres venidos de la cárcel, una mujer que viene con su hija con Síndrome de Down, chicas jóvenes de veinte años... de estas hay dos francesas preciosas que vienen con un francés enorme y musculado. Hay de todo en general en esta sala de juegos.

Luego están los compañeros de trabajo. El Jefazo es un hombre con barba dueño de la cadena de salones a la que pertenece este local, el cual es el más grande de los diez que serán en total. Le he visto poco, pero no me inspira simpatía. Mi jefe particular, mi encargado, es un abogado argentino al que algunos llaman El Pelón, pues tiene la cabeza rapada. Su padre, me dijo, es un militar argentino retirado que ahora se dedica a escribir Historia militar de su país, Argentina, pues no le gusta como se escribe actualmente. Tal afirmación me dejó con incógnitas, pues la dictadura militar argentina terminó en los 1980', y uno no sabe como tomarse esa frase de mi jefe encargado. Tiene buena conversación y es de las personas más picaras que he conocido en sentido de trucos para sacar dinero al otro. Luego están el resto de los asistentes de salón que somos, El Gitano (hombre de unos cuarenta años), La Hormiga (una chica de veintitantos peruana), R., J. (de unos treinta), A. (también anarquista y de mi edad probablemente, es un friki que incluso quiso entrar en la Sociedad Tolkien), G. (la encargada a falta del Pelón, pocos años más que yo y no usa de jerarquía alguna cuando ejerce de encargada) y yo, al que todos llaman Dani, menos el Quillo, que me llama el Oreja a causa de una ligera sordera no muy marcada pero suficiente para que me repitan a veces las cosas en un ambiente lleno de ruidos de máquinas de juego y de conversaciones, así como de acentos extranjeros que no pronuncian o hablan bien el castellano. Claro que a veces también me llama Trompeta, porque cuando he de llamar a alguien de un lado a otro del local subo mi voz que se oye por encima de todo sonido. Al equipo sólo le falta ya La Dominicana, que es la mujer de la limpieza.

Más o menos esos son los personajes con los que trabajo cada día, a veces ocho horas, a veces doce, depende del día de la semana. Que la cerveza os acompañe.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Na, mientras no hagas post más breves no hay manera de que me de tiempo a leerlos. Tomamos una cerevza y me cuentas lo de los personajes esos raros.

Anónimo dijo...

Si algun dia tengo oportunidad hare una serie de analisis sociologicos en este entorno... me vendria bien como trabajo pa la carrera...

Canichu, el espía del bar dijo...

PEDRO MAZA: unas veces los escribo cortos y oltras veces los escribo largos, hace una semana o por ahí hubo una temporada de cortos, depende de qué y cómo me apetezca contar algo. Un saludo.

LUIS LE CROUPIER: pues trae una mascarilla antigas cuando vengas porque aqui hay humo de tabaco que ni el vaho en una sauna. Saludingo.

Pareidolia dijo...

Canichu, cuando vas describiendo a cada uno de las personas que frecuentan el minicasino me haces recordar a la época que trabajaba como camarera y a aquellos clientes habituales, cada uno con su historia personal y con sus peculiaridades. A mí siempre me venían a la cabeza dos palabras: incomunicación y soledad. En un sitio así se aprende una cosa: en qué o en quién no te quieres convertir
Saludos (no pases con la birra en el curro)

el fantástico amante de pástico dijo...

vacunate, que todo se pega y con esa fauna...

Liliana Sáez dijo...

Al leerte, me parece verlos, me dan ganas de dibujarlos como los imagino. Es un micromundo ese donde pasas tantas horas, aunque se te deben pasar volando, porque tienes mucho para entretenerte. No me cae bien ese encargado tuyo, y su papá... menos.