Pues ahí os dejo el cuarto capítulo de la Historia de mi familia, los abuelos paternos. No sé si en el futuro escribiré un quinto capítulo, el de mis padres. De momento lo dejo ahí. Y os lo acompaño de un cuadro que le compré anoche a Juanma en La Vaca Flaca. ¿Os acordáis de Juanma y su historia?
EL INFORME: ABUELOS PATERNOS
Rufino López-Serrano Fernández-Cañada y Eugenia González Gómez nacieron el mismo año, en el mismo pueblo. Eugenia nació el 13 de Marzo de 1920, y Rufino el 19 de Agosto. Ambos son mis abuelos paternos. Al igual que el resto de la familia paterna, hasta entonces, eran de Herencia un pueblo de la provincia de Ciudad Real (en la región de Castilla la Mancha). Él tenía cinco hermanos más, y ella seis. Él era hijo de una familia que se dedicaba a las labores del campo y la elaboración de quesos manchegos que vendían por los pueblos de alrededor. Así que su juventud la dedicó ayudando a su familia con estas tareas agrarias, con una parcela propia y diversos animales, mulas, perros, gatos... Ella era hija del herrero del pueblo, con lo que dentro de una vida rural tenía cierto estatus y algo más de dinero que el resto de familias del pueblo.
Los cambios políticos no les llamaban demasiado la atención. Se dedicaban más bien a las cuestiones diarias de la vida en un pueblo. Bien es cierto que toda la familia era de izquierdas y republicana. Herencia era un pueblo muy tranquilo hasta que se fue acercando la fecha del estallido de la guerra civil en 1936. La izquierda republicana se hizo fácilmente con el control de la localidad (la cual ya gobernaban de hecho gracias a las urnas) asegurando así la lealtad del pueblo al gobierno democrático y legal. Pero las milicias que se formaron hicieron previamente una "limpia" descontrolada de posibles personas favorables a los golpistas. Anarquistas, comunistas y republicanos estuvieron descontrolados por un tiempo al comenzar la guerra, de tal modo que se cometieron abusos tales como la ejecución de un miembro de la familia que era de izquierdas pero se le acusó de lo contrario por haber querido ser en su pasado sacerdote, o la ejecución del novio de una de las hermanas de Rufino, o el intento de requisa de los muebles (una cama forjada de hierro, concretamente) de Jesús, el herrero, padre de Eugenia. En todo caso, tras los primeros meses de descontrol general en todo el país, el pueblo se normalizó bajo gobierno republicano en guerra. Rufino tenía 16 años en 1936, y no se metió en milicia alguna, ni en el ejército (aún no tenía la edad reglamentaria), pero en 1938 cumplió los 18 años y decidió alistarse en el ejército oficial de la República, exactamente en la división comunista prosoviética liderada por el general prostalinista Enrique Líster y "El Campesino", a los cuales admiraba porque había visto al propio "Campesino" combatir en una colina como si fuera un soldado raso. Rufino simpatizaba con el Partido Comunista de España (PCE), aunque no con Stalin, y apreciaba la ayuda de la URSS por cuanto había visto del armamento de su división. Él tuvo dos funciones en su unidad, el uso de una ametralladora pesada soviética y el administrar inyecciones de morfina a compañeros heridos en combate (aún guarda en su casa la jeringa, de cristal, agujas y, curiosamente, un bisturí y vendas de la época).
Así, Rufino partía hacia el frente del Ebro mientras Eugenia se quedaba en Herencia con su familia, esperando y deseando su regreso vivo, pues eran novios desde niños. El frente del Ebro se transformó en la Batalla del Ebro en 1938, la cual fue la batalla más dura, sangrienta, decisiva, y letal de toda la guerra civil. La República, muy dependiente ya de la ayuda de la URSS y del PCE, intentó una gran batalla que rompiera el acoso a Madrid y dividiera los ejércitos fascistas de Franco, impidiendo, por otra parte que llegaran al Mediterráneo. De este modo cruzaron el ancho del río Ebro, el cual se había establecido como frente de batalla de orilla a orilla. Cruzarlo supuso un despliegue de medios espectacular por parte de los dos bandos enfrentados y miles de muertos. Los testimonios de la época llegan a afirmar que lo peor era atravesar con barcas el río mientras eran tiroteados o bombardeados. El río se teñía del rojo de la sangre y, aunque la batalla duró bastantes días, no se podían recoger a los muertos, por lo que el agua potable escaseaba al pudrirse los cadáveres en el agua. La división de Líster logró establecer una cabeza de puente en la orilla enemiga, y se llegó a avanzar hacia algunos pueblos cercanos, pero se estancaron rápidamente. La guerra llegó a un punto de destrucción total entre los bandos implicados. Rufino aún describe como un misil obús pasó por en medio de su grupo de amigos, que se encontraba descansando en las trincheras, llevándose de por medio a uno de ellos. La aviación republicana era requerida en Madrid y sólo podían mal mandarles comida desde el aire, que con frecuencia caía en el lado enemigo. Los ejércitos de Franco recibieron apoyo suficiente de los NAZIS alemanes y fascistas italianos como para realizar un contraataque que forzó a que los republicanos hubieran de volver a pasar el Ebro... esta vez en retirada. Franco pasó el ancho del río y asentó en territorio republicano ya de modo irreversible. Miles de muertos y abandono de importantes armas, fue lo único que lograron los republicanos.
La unidad de Rufino, que era una unidad de choque (esto es una unidad de primera línea de combate a la que se lanza para abrir camino al resto de unidades), recibió un permiso de descanso en la retaguardia de Levante, pues allí se dirigía Líster para organizar una resistencia que evitase la llegada de Franco al Mediterráneo y con ello la división en dos del territorio republicano. Eugenia y sus padres recibieron la noticia del permiso de Rufino, el cual había sobrevivido y decidieron visitarle. Él había sido alojado en una casa de un agricultor de amplías tierras que era ajeno a la política pero que estaba acusado por los anarquistas de retaguardia de ser un quintacolumnista (lo que equivale a un infiltrado enemigo que prepara actos en secreto contra la zona donde está). La acusación era falsa, y el anarquista que lo acusaba no usaba de ideales anarquistas, sino de una vieja rencilla de tierras que tenían antes de la guerra. Como quiera que los cuerpos militares de Líster fueron los protagonistas en 1937 de eliminar al POUM (comunistas - anarquistas anti URSS y Stalin), y como quiera que desde esa fecha, por indicaciones de Stalin, el PCE se había dedicado a eliminar trotskistas, enfrentarse a CNT y los anarquistas y a desplazar a los socialdemócratas del PSOE del gobierno, en otras palabras: a practicar las purgas de Stalin en España, y como quiera que Rufino estaba en la división de Líster, se le dio el visto bueno cuando decidió zanjar el asunto disparando la ametralladora pesada contra el anarquista que quería ejecutar al dueño de la casa donde fue alojado. No murió nadie, pero sentó precedente de la toma del gobierno de ese pueblo por los comunistas del PCE. Las divisiones ideológicas de los republicanos cada vez tenían más peso.
Cuando llegó Eugenia y sus padres a aquel pueblo apenas vieron a Rufino. Franco no se detuvo demasiado en asentarse en las dos orillas del Ebro, avanzaba rápido hacia el Mediterráneo levantino. Todas las unidades fueron movilizadas para la Batalla de Levante. La batalla fue perdida rápidamente y Franco y llegó al Mediterráneo. La república estaba dividida en dos territorios. Sólo quedaba retrasar el final de la guerra con la esperanza del estallido de la Segunda Guerra Mundial para recibir apoyo aliado de Francia y Gran Bretaña, algo que nunca ocurrió. El ejército de Líster se retiraba hacia Cataluña y Barcelona se preparaba para una defensa al estilo de Madrid. Pero las victorias rápidas de Franco y su potencial bélico ya habían minado la moral de todos los republicanos. En la retirada Rufino estuvo a punto de morir cuando una descarga de ametralladora enemiga mató a sus compañeros de marcha en fila india. Su unidad jamás llegó a combatir en la defensa de Cataluña y de Barcelona, fue eliminada una parte y hecha prisionera la otra.
Eugenia y su familia regresaron desolados y llenos de miedo a Herencia. Rufino era llevado a un campo de concentración en Aranda de Duero, del que él siempre afirma que aquel campo no era de concentración si no de exterminio. Diariamente se ejecutaban a varios prisioneros de guerra. Él mismo estuvo próximo a ser ejecutado. Se le realizó un Consejo de Guerra junto a otros militares republicanos y milicianos. Precisamente el hombre anterior a su proceso fue condenado a muerte por confesar haber tirado por la ventana a nueve personas franquistas al comienzo de la guerra. Dada la juventud de Rufino se admitió su versión de que fue reclutado forzoso por cumplir la mayoría de edad, aunque él en realidad se había alistado. Aquello le sirvió para que fuera trasladado a una cárcel de Alcazar de San Juan, en Ciudad Real, un pueblo cercano a Herencia, en 1939 casi finalizando la guerra. Allí podía visitarle Eugenia y su familia, ya que Herencia había sido tomada por Franco. Precisamente allí le regaló ella un traje civil nuevo, el cual le valió salvar la vida. Una noche entraron los militares en el calabozo donde varios presos descansaban (mal, pues desde su ventana se oían las ejecuciones arbitrarias de tiro en la cabeza). Le agarraron a él y todos le daban por muerto esa noche. Pero el traje nuevo le gustó tanto al oficial que se lo llevó que se lo quitaron y le dieron uno de carnicero que olía a muerto, y quizá el olor no era metafórico. Fue devuelto de esa guisa a la celda.
Terminó la guerra oficialmente el l de Abril de 1939 y se dictó una amnistía para él y otros presos que les obligaba a volver a realizar el servicio militar para ser "reeducados en los valores de ser español". De este modo fue mandado al ejército como soldado raso y destinado al norte de África, al Marruecos español. Entretanto, la familia de Eugenia se arruinaba. Los ahorros de varias generaciones como herreros del pueblo fueron quemados. Los quemaron ellos mismos. No confiaban en los bancos y los guardaban en su casa. Estaban en billetes republicanos y tenían miedo de ser represaliados por poseerlos si los entregaban a las autoridades fascistas de la dictadura de Franco. De la noche a la mañana la falta de varones y la quema de ese dinero, llevaban a la familia a una dura pobreza.
Rufino estaba en la ciudad de Tánger cuando estalló la Segunda Guerra Mundial. Aunque al final Franco no entró en la guerra, se pensaba que lo haría en ayuda de Hitler y Mussolini. De hecho, en 1941 envió la llamada División Azul para ayudar a Hitler en sus combates contra la URSS. División a la que pudieron haber enviado a mi abuelo, como explicaré luego. Por otra parte, la ofensiva aliada contra Hitler y Mussolini en el norte africano entre 1942 y 1943, hizo temer a Franco ser invadido en Marruecos, ya que él mismo había invadido una ciudad marroquí declarada neutral internacionalmente, en respuesta a la revuelta marroquí contra los españoles en el Marruecos español del Rif. Revuelta a la que no fue ajeno Rufino, ya que él mismo afirma que los españoles se veían en la necesidad de ir en grupos conjuntos armados y estar acuartelados en horas de descanso. Sin embargo, los españoles allí destinados se permitían lujos como tratar a los marroquíes con altanería. Pero mi abuelo guarda buenos recuerdos del Marruecos español y suele alabar la cultura musulmana que conoció.
En todo caso, la posibilidad de entrar en la Segunda Guerra Mundial creaba la necesidad en los oficiales españoles de tener unos soldados altamente instruidos y preparados en todo momento. En cierta ocasión se pidió a los soldados rasos montar una ametralladora soviética requisada en la pasada batalla del Ebro. Era el mismo modelo que manejaba mi abuelo Rufino, el cual, por otra parte, se estaba quedando dormido en esos momentos. Ninguno quiso montarla, unos por no saber, y otros por miedo a que sabiendo montarla sirviera de excusa para ser represaliado. Viendo el oficial al mando que Rufino se dormía fue llamado a montarla en presencia de toda la unidad. El abuelo dijo no saber montarla y el oficial comenzó a insultarle y a decir cosas que le indignaban, por lo que en un ataque de orgullo (y de temeridad, por otra parte) cogió las piezas y la montó en apenas unos pocos minutos a la perfección. El oficial sorprendido le preguntó delante de todos si había estado en la guerra. La respuesta fue afirmativa. Le preguntó en qué bando, la respuesta fue a favor de la República. Le preguntaron si había matado hombres, la respuesta fue que sí lo había hecho del mismo modo que los que tiraban del otro lado mataron también hombres bajo las órdenes de los ejércitos. Fue de inmediato retirado de los ejercicios del día. El oficial le entregó una carta manuscrita que debía entregar a un capitán. Rufino sabía que la carta era sobre él, por lo que antes de entregarla se metió en un servicio y la abrió disimuladamente para leerla, por miedo a que fuesen órdenes para su fusilamiento o encarcelamiento. Era una petición para él de un permiso de una semana y una recomendación para que fuera apartado de los ejercicios de instrucción y fuera reservado como militar de elite con capacidad de manejar un arma pesada, útil en la posibilidad de entrar en guerra contra los ejércitos aliados en África, motivo por el cual también se hacía petición expresa de que se evitase que fuera enviado a la División Azul. El capitán recibió la carta de sus manos y miró donde podía meterle. Desestimó la caballería y prefirió mandarle de ayudante de un alto oficial franquista en la misma Tánger.
Resultó que el alto oficial era joven y que además se habían conocido en el pasado en Herencia. Esto permitió que éste le concediera de vez en cuando permisos para visitar a su familia en el pueblo o que le diera más cantidad de comida en la cartilla de racionamiento, la cual enviaba a Eugenia y a sus padres, o que pudiera lograr que su hermano fuera destinado militarmente allí en África con recomendaciones y trato semejante al suyo. Así pasó el servicio militar conviviendo y ejerciendo de ayudante militar de un alto oficial franquista (era una especie de sirviente militar).
La Segunda Guerra Mundial acabó en 1945, se temía que los aliados entraran en España para liberarla, pero no ocurrió. España quedaba abandonada a la dictadura de Franco, pero el temor a que ocurriera retrasó el licenciamiento de gran parte de las tropas españolas hasta 1946. Rufino regresó al fin a Herencia a hacerse cargo de ayudar a sus padres en las empobrecidas tierras que les habían quedado. Siendo así que se casó definitivamente con Eugenia en 1947, la cual había estado esperando su regreso definitivo desde 1938. Buena parte de la familia había muerto en la guerra, o se había empobrecido, o se comenzaban a ir de Herencia.
Tuvieron su primer hijo en 1948, lo llamaron Rufino. El segundo hijo fue mi padre, en 1950, Vicente. El tercer hijo nació en 1953, Camilo. Y el cuarto hijo llegó en 1955, Jesús. Los nombres fueron elegidos entre los nombres de otros miembros de la familia. Vicente, por ejemplo era un hermano de Eugenia que murió antes de la guerra, al beber sudado un vaso de agua fría. Pero la pobreza familiar se combinó con varias sequías. Las tierras no daban mucho y algunos animales se les morían de hambre. Por ello Rufino decidió irse a Madrid capital en 1956 en busca de trabajo, mientras Eugenia seguía en Herencia. Fue irse a Madrid capital y anunciarse la muerte de su padre en Herencia. Trabajó de picapedrero, pero enseguida un amigo suyo se hizo pasar por primo de él y le consiguió un trabajo mejor en una subcontrata de los ferrocarriles españoles (RENFE). Debía descargar carbón para las máquinas. Eso le permitió traerse a su familia. Al principio vivieron en una chabola, pero consiguieron una casa en Vallecas ese mismo año de 1956. El alquiler era alto y la casa pequeña para tanta familia. Por lo que la abuela se dedicó a mover papeles continuamente para lograr una casa de protección oficial para obreros. La casa se quedó aún más pequeña cuando en 1960 nació su última hija, Sagrario, la cual se transformó con el tiempo en la primera universitaria de la familia, en farmacia (mi hermano David fue el segundo y yo fui el tercero, aunque fui yo el segundo en acabar una carrera, Historia, y el primer hombre universitario de la familia, claro que de momento mis estudios no me han dado ni trabajo ni posibilidades de él).
Eugenia logró diversas cartas de recomendación para lograr un piso grande de los mencionados, pero la mandaban de una oficina a otra sin lograr nada. Casualidades de la vida de nuevo, uno de los oficiales del ejército a los que había servido Rufino en África, trabajaba ahora como alto funcionario en Madrid capital. Ambos se reconocieron y se pusieron al día de sus vidas. Tanto es así que escribió en el acto de su puño y letra una orden de que les diesen una vivienda en un nuevo barrio obrero que se estaba construyendo de protección oficial, San Blas. La carta fue llevada a quien correspondía, el cual desobedeció el mandato. Sabido por este hombre le llamó por teléfono delante de Eugenia y Rufino y le ordenó la inmediata entrega de una casa nueva en San Blas a mis abuelos y la firma de su renuncia del cargo, porque le destituía en ese mismo instante. Todo lo cual ocurrió. Así, en 1963, Los López-Serrano tenían una casa nueva y propia en Madrid.
La prosperidad sí llegó a Rufino y Eugenia temprano, a diferencia de los abuelos maternos. Así por ejemplo, en 1965 ya contaban con pequeños lujos como un televisor (donde vieron todos juntos la llegada a la Luna en 1969), tocadiscos, automóvil, veranos en el lago de San Juan, a veces en Valencia... Los varones habían trabajado desde niños y Sagrario estaba destinada a los estudios, aunque con el tiempo los combinaba con trabajillos en los 1970'. Camilo, incluso, se hizo hippy y también se hizo mecánico de coches a fuerza de ir a los boxes de las carreras de coches, Jesús puso una frutería, Rufino hijo entró a trabajar en los servicios de limpieza municipales y Vicente se hizo aprendiz de tornería.
En 1967 Rufino logró un cambio de trabajo más y un aumento de sueldo. Gracias a unos amigos que se hicieron pasar por primos suyos también, logró una recomendación que le hizo tener un ascenso en RENFE para que trabajara en el economato de los ferrocarriles. Debía hacer los repartos de comida y otros productos entre la gente de RENFE que compraba en el propio economato. El trabajo era muy beneficioso, ya que podía disfrutar él y su familia de esos productos y, además, pudiendo moverse por toda Madrid haciendo los repartos, conocía a mucha gente y podía permitirse hacer muchos favores a muchos amigos y a muchos compañeros de trabajo. Lo que le redundó en muchas amistades y en muchos favores correspondidos con otros favores en tiempos, no hay que olvidarlo, de una dictadura. En los 1970' tuvo otro ascenso y pasó a trabajar dentro del almacén del economato, ya no debía hacer repartos, sino preparar los repartos. Lo que también le permitía hacer favores cargando de más o metiendo extras en los paquetes.
En 1975 moría Franco y entre esa fecha y la Constitución de 1978, se instauraba en España una monarquía parlamentaria que funciona casi como una república democrática. Rufino, para esas fechas, seguía siendo constante en sus ideas de izquierda, sólo que con el paso de los años su férrea defensa ideológica estaba ahora en la socialdemocracia del PSOE, aunque sin renunciar a la afirmación de su pasado. Con todo, habla de las ideas y de lo que debe ser, aún hoy, viviéndolo con pasión, pero en todo modo desconfiando de los líderes políticos. Tanto es así, que durante hechos como el 11 de septiembre de 2001 yo tuve con él una muy instructiva conversación, por ejemplo. El intento fallido de golpe de Estado en 1981 le hizo admirar al Rey Juan Carlos I en su defensa de la democracia, por lo que él también afirmó ser juancarlista (esto no es ser monárquico exactamente), como el abuelo Félix, y del PSOE.
Rufino se jubiló en 1984 con 64 años, sus compañeros de trabajo, tras tantos años juntos y tras tantos años de favores mutuos, aportaron una parte de sus pagas para darle dinero extra como regalo de despedida. Desde entonces dejó de fumar y de conducir, y se dedicó a su esposa y a sus nietos y nietas (todos sus hijos estaban ya casados). Desde los 1990' sufre amagos de infarto, pero nada más. Tiene una conversación muy agradable, inteligente y divertida.
Eugenia, sin embargo, comenzó a sufrir osteoporosis, diabetes y otros problemas derivados de la vida que levó de sin sabores y cinco partos. Ella es la única superviviente actual de toda su familia (a excepción clara de su marido y de las generaciones posteriores a la suya). Creyente católica, de izquierdas también aunque no militante de nada más bien como creyente de lo que la vida debe ser, aún la asusta el recuerdo de la guerra. Tanto y a tantos perdió en aquellos años que, volviendo a traer la anécdota de la conversación que tuve en 2001 por el 11 de septiembre con el abuelo, ella sólo estaba atemorizada de que entrásemos en una guerra nueva y murieran sus nietos, temor que se repitió en 2003 al estallar la guerra de Irak con participación española, y tras el atentado del 11 de Marzo en Madrid. El recuerdo de la guerra es un azote para ella, pese a que quien combatió y pasó por las cárceles fue su esposo. Más aún, mi militancia y organización de protestas en su día desde una asociación de izquierda (mayoritariamente anarquista) siempre la hizo aconsejarme no hablar con nadie de mis ideas y no exponerme tanto en público en aquellos actos que participé de organizar, temerosa de recuerdos pasados un tanto anacrónicos hoy día.
Mi padre fue una preocupación para ellos cuando se quedó sin trabajo en 1993. Mal que podían le enviaban dinero de su pensión de jubilación. Dinero que mi padre les pudo devolver cuando pocos años después un golpe de suerte y trabajo constante le permitió ser copropietario de su propio taller de tornos.
Pero en Noviembre de 2003 murió él, mi padre, su segundo hijo. Para Eugenia fue una gran amargura. Le repercutió en su salud y ha sufrido desde entonces varios ataques cerebrales, el último de los cuáles, en 2006, la ha dejado sin movilidad locomotriz y con grandes e importantes lagunas de memoria que a veces le dan tregua para que prosiga con sus recuerdos. Esto hizo que su familia le hayamos costeado una mujer que la atienda y que ayude al abuelo con las tareas del hogar. Es una inmigrante sudamericana que se ha ganado el cariño de los abuelos paternos por cuanto les suele mimar.
Ambos abuelos cumplirán este año 87 años de edad. Siguen viviendo en Madrid capital, en el barrio de San Blas.
Rufino López-Serrano Fernández-Cañada y Eugenia González Gómez nacieron el mismo año, en el mismo pueblo. Eugenia nació el 13 de Marzo de 1920, y Rufino el 19 de Agosto. Ambos son mis abuelos paternos. Al igual que el resto de la familia paterna, hasta entonces, eran de Herencia un pueblo de la provincia de Ciudad Real (en la región de Castilla la Mancha). Él tenía cinco hermanos más, y ella seis. Él era hijo de una familia que se dedicaba a las labores del campo y la elaboración de quesos manchegos que vendían por los pueblos de alrededor. Así que su juventud la dedicó ayudando a su familia con estas tareas agrarias, con una parcela propia y diversos animales, mulas, perros, gatos... Ella era hija del herrero del pueblo, con lo que dentro de una vida rural tenía cierto estatus y algo más de dinero que el resto de familias del pueblo.
Los cambios políticos no les llamaban demasiado la atención. Se dedicaban más bien a las cuestiones diarias de la vida en un pueblo. Bien es cierto que toda la familia era de izquierdas y republicana. Herencia era un pueblo muy tranquilo hasta que se fue acercando la fecha del estallido de la guerra civil en 1936. La izquierda republicana se hizo fácilmente con el control de la localidad (la cual ya gobernaban de hecho gracias a las urnas) asegurando así la lealtad del pueblo al gobierno democrático y legal. Pero las milicias que se formaron hicieron previamente una "limpia" descontrolada de posibles personas favorables a los golpistas. Anarquistas, comunistas y republicanos estuvieron descontrolados por un tiempo al comenzar la guerra, de tal modo que se cometieron abusos tales como la ejecución de un miembro de la familia que era de izquierdas pero se le acusó de lo contrario por haber querido ser en su pasado sacerdote, o la ejecución del novio de una de las hermanas de Rufino, o el intento de requisa de los muebles (una cama forjada de hierro, concretamente) de Jesús, el herrero, padre de Eugenia. En todo caso, tras los primeros meses de descontrol general en todo el país, el pueblo se normalizó bajo gobierno republicano en guerra. Rufino tenía 16 años en 1936, y no se metió en milicia alguna, ni en el ejército (aún no tenía la edad reglamentaria), pero en 1938 cumplió los 18 años y decidió alistarse en el ejército oficial de la República, exactamente en la división comunista prosoviética liderada por el general prostalinista Enrique Líster y "El Campesino", a los cuales admiraba porque había visto al propio "Campesino" combatir en una colina como si fuera un soldado raso. Rufino simpatizaba con el Partido Comunista de España (PCE), aunque no con Stalin, y apreciaba la ayuda de la URSS por cuanto había visto del armamento de su división. Él tuvo dos funciones en su unidad, el uso de una ametralladora pesada soviética y el administrar inyecciones de morfina a compañeros heridos en combate (aún guarda en su casa la jeringa, de cristal, agujas y, curiosamente, un bisturí y vendas de la época).
Así, Rufino partía hacia el frente del Ebro mientras Eugenia se quedaba en Herencia con su familia, esperando y deseando su regreso vivo, pues eran novios desde niños. El frente del Ebro se transformó en la Batalla del Ebro en 1938, la cual fue la batalla más dura, sangrienta, decisiva, y letal de toda la guerra civil. La República, muy dependiente ya de la ayuda de la URSS y del PCE, intentó una gran batalla que rompiera el acoso a Madrid y dividiera los ejércitos fascistas de Franco, impidiendo, por otra parte que llegaran al Mediterráneo. De este modo cruzaron el ancho del río Ebro, el cual se había establecido como frente de batalla de orilla a orilla. Cruzarlo supuso un despliegue de medios espectacular por parte de los dos bandos enfrentados y miles de muertos. Los testimonios de la época llegan a afirmar que lo peor era atravesar con barcas el río mientras eran tiroteados o bombardeados. El río se teñía del rojo de la sangre y, aunque la batalla duró bastantes días, no se podían recoger a los muertos, por lo que el agua potable escaseaba al pudrirse los cadáveres en el agua. La división de Líster logró establecer una cabeza de puente en la orilla enemiga, y se llegó a avanzar hacia algunos pueblos cercanos, pero se estancaron rápidamente. La guerra llegó a un punto de destrucción total entre los bandos implicados. Rufino aún describe como un misil obús pasó por en medio de su grupo de amigos, que se encontraba descansando en las trincheras, llevándose de por medio a uno de ellos. La aviación republicana era requerida en Madrid y sólo podían mal mandarles comida desde el aire, que con frecuencia caía en el lado enemigo. Los ejércitos de Franco recibieron apoyo suficiente de los NAZIS alemanes y fascistas italianos como para realizar un contraataque que forzó a que los republicanos hubieran de volver a pasar el Ebro... esta vez en retirada. Franco pasó el ancho del río y asentó en territorio republicano ya de modo irreversible. Miles de muertos y abandono de importantes armas, fue lo único que lograron los republicanos.
La unidad de Rufino, que era una unidad de choque (esto es una unidad de primera línea de combate a la que se lanza para abrir camino al resto de unidades), recibió un permiso de descanso en la retaguardia de Levante, pues allí se dirigía Líster para organizar una resistencia que evitase la llegada de Franco al Mediterráneo y con ello la división en dos del territorio republicano. Eugenia y sus padres recibieron la noticia del permiso de Rufino, el cual había sobrevivido y decidieron visitarle. Él había sido alojado en una casa de un agricultor de amplías tierras que era ajeno a la política pero que estaba acusado por los anarquistas de retaguardia de ser un quintacolumnista (lo que equivale a un infiltrado enemigo que prepara actos en secreto contra la zona donde está). La acusación era falsa, y el anarquista que lo acusaba no usaba de ideales anarquistas, sino de una vieja rencilla de tierras que tenían antes de la guerra. Como quiera que los cuerpos militares de Líster fueron los protagonistas en 1937 de eliminar al POUM (comunistas - anarquistas anti URSS y Stalin), y como quiera que desde esa fecha, por indicaciones de Stalin, el PCE se había dedicado a eliminar trotskistas, enfrentarse a CNT y los anarquistas y a desplazar a los socialdemócratas del PSOE del gobierno, en otras palabras: a practicar las purgas de Stalin en España, y como quiera que Rufino estaba en la división de Líster, se le dio el visto bueno cuando decidió zanjar el asunto disparando la ametralladora pesada contra el anarquista que quería ejecutar al dueño de la casa donde fue alojado. No murió nadie, pero sentó precedente de la toma del gobierno de ese pueblo por los comunistas del PCE. Las divisiones ideológicas de los republicanos cada vez tenían más peso.
Cuando llegó Eugenia y sus padres a aquel pueblo apenas vieron a Rufino. Franco no se detuvo demasiado en asentarse en las dos orillas del Ebro, avanzaba rápido hacia el Mediterráneo levantino. Todas las unidades fueron movilizadas para la Batalla de Levante. La batalla fue perdida rápidamente y Franco y llegó al Mediterráneo. La república estaba dividida en dos territorios. Sólo quedaba retrasar el final de la guerra con la esperanza del estallido de la Segunda Guerra Mundial para recibir apoyo aliado de Francia y Gran Bretaña, algo que nunca ocurrió. El ejército de Líster se retiraba hacia Cataluña y Barcelona se preparaba para una defensa al estilo de Madrid. Pero las victorias rápidas de Franco y su potencial bélico ya habían minado la moral de todos los republicanos. En la retirada Rufino estuvo a punto de morir cuando una descarga de ametralladora enemiga mató a sus compañeros de marcha en fila india. Su unidad jamás llegó a combatir en la defensa de Cataluña y de Barcelona, fue eliminada una parte y hecha prisionera la otra.
Eugenia y su familia regresaron desolados y llenos de miedo a Herencia. Rufino era llevado a un campo de concentración en Aranda de Duero, del que él siempre afirma que aquel campo no era de concentración si no de exterminio. Diariamente se ejecutaban a varios prisioneros de guerra. Él mismo estuvo próximo a ser ejecutado. Se le realizó un Consejo de Guerra junto a otros militares republicanos y milicianos. Precisamente el hombre anterior a su proceso fue condenado a muerte por confesar haber tirado por la ventana a nueve personas franquistas al comienzo de la guerra. Dada la juventud de Rufino se admitió su versión de que fue reclutado forzoso por cumplir la mayoría de edad, aunque él en realidad se había alistado. Aquello le sirvió para que fuera trasladado a una cárcel de Alcazar de San Juan, en Ciudad Real, un pueblo cercano a Herencia, en 1939 casi finalizando la guerra. Allí podía visitarle Eugenia y su familia, ya que Herencia había sido tomada por Franco. Precisamente allí le regaló ella un traje civil nuevo, el cual le valió salvar la vida. Una noche entraron los militares en el calabozo donde varios presos descansaban (mal, pues desde su ventana se oían las ejecuciones arbitrarias de tiro en la cabeza). Le agarraron a él y todos le daban por muerto esa noche. Pero el traje nuevo le gustó tanto al oficial que se lo llevó que se lo quitaron y le dieron uno de carnicero que olía a muerto, y quizá el olor no era metafórico. Fue devuelto de esa guisa a la celda.
Terminó la guerra oficialmente el l de Abril de 1939 y se dictó una amnistía para él y otros presos que les obligaba a volver a realizar el servicio militar para ser "reeducados en los valores de ser español". De este modo fue mandado al ejército como soldado raso y destinado al norte de África, al Marruecos español. Entretanto, la familia de Eugenia se arruinaba. Los ahorros de varias generaciones como herreros del pueblo fueron quemados. Los quemaron ellos mismos. No confiaban en los bancos y los guardaban en su casa. Estaban en billetes republicanos y tenían miedo de ser represaliados por poseerlos si los entregaban a las autoridades fascistas de la dictadura de Franco. De la noche a la mañana la falta de varones y la quema de ese dinero, llevaban a la familia a una dura pobreza.
Rufino estaba en la ciudad de Tánger cuando estalló la Segunda Guerra Mundial. Aunque al final Franco no entró en la guerra, se pensaba que lo haría en ayuda de Hitler y Mussolini. De hecho, en 1941 envió la llamada División Azul para ayudar a Hitler en sus combates contra la URSS. División a la que pudieron haber enviado a mi abuelo, como explicaré luego. Por otra parte, la ofensiva aliada contra Hitler y Mussolini en el norte africano entre 1942 y 1943, hizo temer a Franco ser invadido en Marruecos, ya que él mismo había invadido una ciudad marroquí declarada neutral internacionalmente, en respuesta a la revuelta marroquí contra los españoles en el Marruecos español del Rif. Revuelta a la que no fue ajeno Rufino, ya que él mismo afirma que los españoles se veían en la necesidad de ir en grupos conjuntos armados y estar acuartelados en horas de descanso. Sin embargo, los españoles allí destinados se permitían lujos como tratar a los marroquíes con altanería. Pero mi abuelo guarda buenos recuerdos del Marruecos español y suele alabar la cultura musulmana que conoció.
En todo caso, la posibilidad de entrar en la Segunda Guerra Mundial creaba la necesidad en los oficiales españoles de tener unos soldados altamente instruidos y preparados en todo momento. En cierta ocasión se pidió a los soldados rasos montar una ametralladora soviética requisada en la pasada batalla del Ebro. Era el mismo modelo que manejaba mi abuelo Rufino, el cual, por otra parte, se estaba quedando dormido en esos momentos. Ninguno quiso montarla, unos por no saber, y otros por miedo a que sabiendo montarla sirviera de excusa para ser represaliado. Viendo el oficial al mando que Rufino se dormía fue llamado a montarla en presencia de toda la unidad. El abuelo dijo no saber montarla y el oficial comenzó a insultarle y a decir cosas que le indignaban, por lo que en un ataque de orgullo (y de temeridad, por otra parte) cogió las piezas y la montó en apenas unos pocos minutos a la perfección. El oficial sorprendido le preguntó delante de todos si había estado en la guerra. La respuesta fue afirmativa. Le preguntó en qué bando, la respuesta fue a favor de la República. Le preguntaron si había matado hombres, la respuesta fue que sí lo había hecho del mismo modo que los que tiraban del otro lado mataron también hombres bajo las órdenes de los ejércitos. Fue de inmediato retirado de los ejercicios del día. El oficial le entregó una carta manuscrita que debía entregar a un capitán. Rufino sabía que la carta era sobre él, por lo que antes de entregarla se metió en un servicio y la abrió disimuladamente para leerla, por miedo a que fuesen órdenes para su fusilamiento o encarcelamiento. Era una petición para él de un permiso de una semana y una recomendación para que fuera apartado de los ejercicios de instrucción y fuera reservado como militar de elite con capacidad de manejar un arma pesada, útil en la posibilidad de entrar en guerra contra los ejércitos aliados en África, motivo por el cual también se hacía petición expresa de que se evitase que fuera enviado a la División Azul. El capitán recibió la carta de sus manos y miró donde podía meterle. Desestimó la caballería y prefirió mandarle de ayudante de un alto oficial franquista en la misma Tánger.
Resultó que el alto oficial era joven y que además se habían conocido en el pasado en Herencia. Esto permitió que éste le concediera de vez en cuando permisos para visitar a su familia en el pueblo o que le diera más cantidad de comida en la cartilla de racionamiento, la cual enviaba a Eugenia y a sus padres, o que pudiera lograr que su hermano fuera destinado militarmente allí en África con recomendaciones y trato semejante al suyo. Así pasó el servicio militar conviviendo y ejerciendo de ayudante militar de un alto oficial franquista (era una especie de sirviente militar).
La Segunda Guerra Mundial acabó en 1945, se temía que los aliados entraran en España para liberarla, pero no ocurrió. España quedaba abandonada a la dictadura de Franco, pero el temor a que ocurriera retrasó el licenciamiento de gran parte de las tropas españolas hasta 1946. Rufino regresó al fin a Herencia a hacerse cargo de ayudar a sus padres en las empobrecidas tierras que les habían quedado. Siendo así que se casó definitivamente con Eugenia en 1947, la cual había estado esperando su regreso definitivo desde 1938. Buena parte de la familia había muerto en la guerra, o se había empobrecido, o se comenzaban a ir de Herencia.
Tuvieron su primer hijo en 1948, lo llamaron Rufino. El segundo hijo fue mi padre, en 1950, Vicente. El tercer hijo nació en 1953, Camilo. Y el cuarto hijo llegó en 1955, Jesús. Los nombres fueron elegidos entre los nombres de otros miembros de la familia. Vicente, por ejemplo era un hermano de Eugenia que murió antes de la guerra, al beber sudado un vaso de agua fría. Pero la pobreza familiar se combinó con varias sequías. Las tierras no daban mucho y algunos animales se les morían de hambre. Por ello Rufino decidió irse a Madrid capital en 1956 en busca de trabajo, mientras Eugenia seguía en Herencia. Fue irse a Madrid capital y anunciarse la muerte de su padre en Herencia. Trabajó de picapedrero, pero enseguida un amigo suyo se hizo pasar por primo de él y le consiguió un trabajo mejor en una subcontrata de los ferrocarriles españoles (RENFE). Debía descargar carbón para las máquinas. Eso le permitió traerse a su familia. Al principio vivieron en una chabola, pero consiguieron una casa en Vallecas ese mismo año de 1956. El alquiler era alto y la casa pequeña para tanta familia. Por lo que la abuela se dedicó a mover papeles continuamente para lograr una casa de protección oficial para obreros. La casa se quedó aún más pequeña cuando en 1960 nació su última hija, Sagrario, la cual se transformó con el tiempo en la primera universitaria de la familia, en farmacia (mi hermano David fue el segundo y yo fui el tercero, aunque fui yo el segundo en acabar una carrera, Historia, y el primer hombre universitario de la familia, claro que de momento mis estudios no me han dado ni trabajo ni posibilidades de él).
Eugenia logró diversas cartas de recomendación para lograr un piso grande de los mencionados, pero la mandaban de una oficina a otra sin lograr nada. Casualidades de la vida de nuevo, uno de los oficiales del ejército a los que había servido Rufino en África, trabajaba ahora como alto funcionario en Madrid capital. Ambos se reconocieron y se pusieron al día de sus vidas. Tanto es así que escribió en el acto de su puño y letra una orden de que les diesen una vivienda en un nuevo barrio obrero que se estaba construyendo de protección oficial, San Blas. La carta fue llevada a quien correspondía, el cual desobedeció el mandato. Sabido por este hombre le llamó por teléfono delante de Eugenia y Rufino y le ordenó la inmediata entrega de una casa nueva en San Blas a mis abuelos y la firma de su renuncia del cargo, porque le destituía en ese mismo instante. Todo lo cual ocurrió. Así, en 1963, Los López-Serrano tenían una casa nueva y propia en Madrid.
La prosperidad sí llegó a Rufino y Eugenia temprano, a diferencia de los abuelos maternos. Así por ejemplo, en 1965 ya contaban con pequeños lujos como un televisor (donde vieron todos juntos la llegada a la Luna en 1969), tocadiscos, automóvil, veranos en el lago de San Juan, a veces en Valencia... Los varones habían trabajado desde niños y Sagrario estaba destinada a los estudios, aunque con el tiempo los combinaba con trabajillos en los 1970'. Camilo, incluso, se hizo hippy y también se hizo mecánico de coches a fuerza de ir a los boxes de las carreras de coches, Jesús puso una frutería, Rufino hijo entró a trabajar en los servicios de limpieza municipales y Vicente se hizo aprendiz de tornería.
En 1967 Rufino logró un cambio de trabajo más y un aumento de sueldo. Gracias a unos amigos que se hicieron pasar por primos suyos también, logró una recomendación que le hizo tener un ascenso en RENFE para que trabajara en el economato de los ferrocarriles. Debía hacer los repartos de comida y otros productos entre la gente de RENFE que compraba en el propio economato. El trabajo era muy beneficioso, ya que podía disfrutar él y su familia de esos productos y, además, pudiendo moverse por toda Madrid haciendo los repartos, conocía a mucha gente y podía permitirse hacer muchos favores a muchos amigos y a muchos compañeros de trabajo. Lo que le redundó en muchas amistades y en muchos favores correspondidos con otros favores en tiempos, no hay que olvidarlo, de una dictadura. En los 1970' tuvo otro ascenso y pasó a trabajar dentro del almacén del economato, ya no debía hacer repartos, sino preparar los repartos. Lo que también le permitía hacer favores cargando de más o metiendo extras en los paquetes.
En 1975 moría Franco y entre esa fecha y la Constitución de 1978, se instauraba en España una monarquía parlamentaria que funciona casi como una república democrática. Rufino, para esas fechas, seguía siendo constante en sus ideas de izquierda, sólo que con el paso de los años su férrea defensa ideológica estaba ahora en la socialdemocracia del PSOE, aunque sin renunciar a la afirmación de su pasado. Con todo, habla de las ideas y de lo que debe ser, aún hoy, viviéndolo con pasión, pero en todo modo desconfiando de los líderes políticos. Tanto es así, que durante hechos como el 11 de septiembre de 2001 yo tuve con él una muy instructiva conversación, por ejemplo. El intento fallido de golpe de Estado en 1981 le hizo admirar al Rey Juan Carlos I en su defensa de la democracia, por lo que él también afirmó ser juancarlista (esto no es ser monárquico exactamente), como el abuelo Félix, y del PSOE.
Rufino se jubiló en 1984 con 64 años, sus compañeros de trabajo, tras tantos años juntos y tras tantos años de favores mutuos, aportaron una parte de sus pagas para darle dinero extra como regalo de despedida. Desde entonces dejó de fumar y de conducir, y se dedicó a su esposa y a sus nietos y nietas (todos sus hijos estaban ya casados). Desde los 1990' sufre amagos de infarto, pero nada más. Tiene una conversación muy agradable, inteligente y divertida.
Eugenia, sin embargo, comenzó a sufrir osteoporosis, diabetes y otros problemas derivados de la vida que levó de sin sabores y cinco partos. Ella es la única superviviente actual de toda su familia (a excepción clara de su marido y de las generaciones posteriores a la suya). Creyente católica, de izquierdas también aunque no militante de nada más bien como creyente de lo que la vida debe ser, aún la asusta el recuerdo de la guerra. Tanto y a tantos perdió en aquellos años que, volviendo a traer la anécdota de la conversación que tuve en 2001 por el 11 de septiembre con el abuelo, ella sólo estaba atemorizada de que entrásemos en una guerra nueva y murieran sus nietos, temor que se repitió en 2003 al estallar la guerra de Irak con participación española, y tras el atentado del 11 de Marzo en Madrid. El recuerdo de la guerra es un azote para ella, pese a que quien combatió y pasó por las cárceles fue su esposo. Más aún, mi militancia y organización de protestas en su día desde una asociación de izquierda (mayoritariamente anarquista) siempre la hizo aconsejarme no hablar con nadie de mis ideas y no exponerme tanto en público en aquellos actos que participé de organizar, temerosa de recuerdos pasados un tanto anacrónicos hoy día.
Mi padre fue una preocupación para ellos cuando se quedó sin trabajo en 1993. Mal que podían le enviaban dinero de su pensión de jubilación. Dinero que mi padre les pudo devolver cuando pocos años después un golpe de suerte y trabajo constante le permitió ser copropietario de su propio taller de tornos.
Pero en Noviembre de 2003 murió él, mi padre, su segundo hijo. Para Eugenia fue una gran amargura. Le repercutió en su salud y ha sufrido desde entonces varios ataques cerebrales, el último de los cuáles, en 2006, la ha dejado sin movilidad locomotriz y con grandes e importantes lagunas de memoria que a veces le dan tregua para que prosiga con sus recuerdos. Esto hizo que su familia le hayamos costeado una mujer que la atienda y que ayude al abuelo con las tareas del hogar. Es una inmigrante sudamericana que se ha ganado el cariño de los abuelos paternos por cuanto les suele mimar.
Ambos abuelos cumplirán este año 87 años de edad. Siguen viviendo en Madrid capital, en el barrio de San Blas.
8 comentarios:
Saludos, amigo. Una vida digna y aventurera la del abuelo Rufino. Mi abuelo y mi sugro también se alistaron voluntarios y tenían vivencias similares. Hace poco, Pili, mi parienta, leyó en unas jornadas sobre historia y etnografia, celebradas en Alarcón, unos foleos narrando parte de esa vida que llevaron nuestros abuelos y que salpicó a nuestros padres.
En esta historia hay otra coincidencia y es que de niño yo también viví por el barrio de San Blas, lo que nos hace primos-nietos hermanos por parte de abuelos. O algo así y me alegra este parentesco.:)
Bueno, genial este informe esperamos más. Por cierto aquí tienes un guión real más tu fantasía igual a guión cinematográfico. A veces lo próximo apenas se distingue tras el velo de Mara o la ilusión. Saludos y una cerveza con unas gotas de ginebra de los bosques de Avalon a tu salud, amigo y primo- nieto- hermano de barrio.^^.
hay que reconocer que esta visión sobre la guerra civil es muy interesante. los políticos deberían leerla y dejarse de sandeces.
tu abuelo, dentro de lo que cabe, tuvo suerte. pero anda que no se lo curraban. y hoy nos quejamos porque nuestro movil no tiene mp3.
ellos eran felices con poco, nosotros somos infelices con mucho.
besos babosos, otro voto pa ti, y no escribas otro post hasta que me lea la historia sobre tus abuelos maternos, que luego se me acumula el trabajo :)
Saludos,tio,vaya pedazo historias,eres incansable escribiendo
Un abrazo
mira q pense q tostonazo y al final me he enganchao: cuando sale la pelicula?
historias sobre la guerra civil, todavia ayer me volvía a contar mi abuelo por enesima vez como le reclutaron nada mas estallar la guerra porque estaba haciendo el servicio militar en la cruz roja.
me parece increible como han cambiado las cosas y lo poco conscientes que somos de ello.
besines para esos abuelos....c[omo me emociona usted!!!!
bueno aquí hay para un tesis, las pequeñas grandes historias.
yo también tengo abuelos de la guerra..solo vive hoy en dia uno con 93 años...no entró en una iglesia ni para ver casar a sus hijos...
otros emigraron a chile, donde la mala suerte también les persiguió en forma de pinochet...
otra parte de mi familia a francia, otros fueron fusilados por los rojos, un tio de mi padre y sus tres hijos el mayor de 10 años, fueron puestos delante de la tapia del cementerio y asesinados por un pelotón de rojos delante de su madre, mujer e hija...el delito, ser contable.
y tengo más....pero mucho mas...
creo que la gente y sobre todo la gente joven, debe mirar al futuro, a preparar el mundo para lo que viene, a gestionar el progreso y el mañana, y no tanto reaccionario de 20 años como hoy en día sufrimos.
la guerra paso hace casi 75 años, y aún hay gente empeñada en que no se olvide, por puro interés...
franco hace 30 años que murió, aunque ni en el país vasco ni en cataluña lo hallan enterrado todavía.
no me interesa la republica, ni la primera, ni la segunda, ni la regencia de Maria cristina. solo me interesa el mañana...
pero veo la corriente dura y revanchista que tiene hoy la gente, fomentada por inútiles memorias históricas y demás gilipolleces , que nos alejan de la realidad.como el futbol en la postguerra.
no me puedo extender, pero en fin una opinion...
no creo que recuperar la memoria histórica sea algo inecesario, ni que condenar la dictadura sea también inecesario. En España se vive una amnesia que en otros países es una gran falta moral. Los que apoyaron la democracia necesitan de ese reconocimiento y desenterrar sus muertos de cunetas para enterrarlos donde deben y limpiar sus expedientes de crímenes tales como: bocazas, maricón, izquierdista, "no asiste a misa" o bígamo... y esas son acusaciones que me he encontrado en archivos mirando expedientes de depuración, es una vergüenza que hay que eliminar. sin ánimo de revanchismos, y precisamente porque ahora hay generaciones que no lo vivieron en primera persona, debemos llamar a cada cosa por su nombre y condenar lo injusto.
Publicar un comentario