Termina Semana Santa y me llaman para un nuevo trabajo. Una vez más, temporal. Tres meses no renovables. Un proyecto de un archivo administrativo de la Comunidad de Madrid cuya ubicación temporal es el antes, el durante y el después de las elecciones autonómicas adelantadas. Me parece curioso que salga un proyecto así justo en el momento electoral, pero para mí es trabajo, así que, bien. Podré estirar mis ingresos un poco más a lo largo de este año, tres meses... luego, de nuevo a buscar trabajo, así que lo suyo sería no parar de seguir buscando trabajo, visto el panorama que me encontré en noviembre, mucho más duro que otros periodos de paro en mi vida, innumerables porque mi sector no tiende precisamente a los contratos estables. Mi jefe más reciente se acordó de mí. Le estoy agradecido.
Tuve estos meses la percepción de que el Año de la Pandemia ha congelado en gran medida el mercado laboral. Casi no se mueve nada. Hace unas semanas una amiga, sin decirle yo nada, compartió conmigo esa misma sensación que tenía. Otra amiga, la semana pasada, me escribía por si yo sabía de algo, dado que, ella también, sin decirle yo nada, percibía que el mercado laboral estaba totalmente atascado. Y ayer, andando por la calle, escuché de pasada un fragmento de conversación donde una chica decía esto mismo a otras dos personas.
España necesita salir del inacabable Año de la Pandemia en lo económico. Yo entiendo que las empresas tengan miedo de arriesgar en algo o de iniciar algo nuevo, como entiendo que prescindan de contratar trabajadores si sus ingresos bajan porque la gente no compra, como entiendo que los que tengan trabajadores en ERTE lo que necesitan no es contratar gente nueva, si no que mejore su situación para aumentar su carga laboral y sacar del ERTE a los trabajadores que ya de por sí tienen. Pero la temporalidad en los trabajos no tiene tanto que ver con el Año de la Pandemia. Es un asunto diferente. Pero ya hablé del asunto en la Noticia 2037ª. Desde el año 2000, más o menos, se ha afianzado en España, en la mayoría de los empresarios españoles, la cultura de la temporalidad laboral para sus trabajadores. Es algo que hasta la Unión Europea le ha dicho a España que tiene que terminar con ello. Pero, como he dicho, ya escribí de ello no hace mucho.
En este periodo de paro que acabo de pasar nunca antes estuve inscrito en tantas bolsas de trabajo, pues parece que una de las diferencias era que más que publicarse ofertas de trabajo se publicaban bolsas de trabajo para que te inscribas. Quien se ha inscrito alguna vez en estas bolsas de trabajo sabe que estar dentro de ellas no implica que haya trabajo ni que este sea inmediato, a veces puede pasar un año o más en que se mueva algo en esas bolsas. En ocasiones, jamás te llaman. De hecho, otra de las cosas que me ha llamado la atención de este periodo de paro es que nunca antes mandando curriculums por email había habido tantas empresas que por no contestar no contestaban ni el acuse de recibo. Ha sido como echar mensajes embotellados al mar.
Bueno, tres meses, bien está. Luego ya veremos cómo vuelve a ir todo de nuevo en el vuelta a empezar.
El periodista Joaquín Estefanía escribía el pasado domingo en el suplemento Ideas, del periódico El País, un artículo de opinión llamado Mirar con un ojo cerrado. En él decía que a finales de este año se prevé que haya cinco millones de personas que vivan en lo que se considera pobreza severa (vivir con menos de 16 euros al día) y que los pobres relativos (24 euros al día) han aumentado a ser el 23% de la población actual. Me quedé pensando en estas cifras y pensaba que gastar 16 euros al día es mucho dinero. Calculé mi gasto medio de consumo eléctrico por día acorde a mi gasto medio en mis facturas bimensuales. Luego el del agua, que está incluido en la comunidad de vecinos en mi caso. Calculé el coste de mi comida diaria y el de la gata y su arena y, en fin, llegué a la conclusión de que yo mismo no es que no gaste menos de 16 euros al día, es que gasto menos de 10 euros al día. Pensé en que esas cifras eran un promedio, así que comencé a pensar en gastos en una franja mayor a un solo día, incluyendo gastos por ocio. Y el resultado no es muy diferente, si bien ahora sí podría decirse que gasto menos de 16 euros al día, habiendo días que con 4 ó 5 euros estoy apañado y días en que se sobrepasa los 16 euros, por ejemplo cuando hay que hacer compras grandes en el mercado, unos días compensan a otros y al final la media de 16 euros al día sale adelante. Esos 16 euros al día suponen 480 euros al mes (promedio), pero todos los meses surgen imprevistos, ya sea porque el banco te cobra comisiones de mantenimiento o uso, o porque vienen domiciliaciones bancarias varias, sean del pago del Impuesto por Bienes Inmuebles, seguros, el pago mensual de Internet (sin él hoy día es muy difícil encontrar trabajo o hacer determinadas gestiones, no solo da ocio esta tecnología), cuenta también posibles averías, gastos extra imprevistos en las compras, en mi caso particular un gasto imprevisto y extraordinario es la compra de ropa y calzado y estas compras a veces deben ocurrir por necesidad, y (somos humanos) en nuestra desesperación humilde todos tenemos caprichos y todos terminamos intentar socializar, por lo que salimos, más o menos y cómo y a dónde es otra cuestión, yo por ejemplo llevo años que no creo que me pueda permitir gastar grandes sumas en viajes modestos (pagar una noche de dormir fuera en el lugar más barato para mí ya es una gran suma), por lo que llevo años que no viajo. Además, mucha gente paga alquiler o hipotecas de sus casas y quienes pagan a plazos sus coches o deben comprar gasolina para que estos anden. Así que ciertamente ese promedio de 480 euros mensuales termina disparado, y supongo que eso es lo que hace que algunas personas vivan con ese otro promedio de 24 euros al día, que sería el promedio de 720 euros al mes, algo más ajustado a muchas realidades, incluso siendo un gasto por encima de lo que se cobra de subsidio de desempleo o en trabajos que no son de jornada laboral completa. Y ahí me veo yo a menudo junto al resto de ese 23% de españoles en pobreza relativa. Se gasta por encima de las posibilidades, como decía Mariano Rajoy de presidente de gobierno, pero no por lo que él insinuaba: no lo hacemos por vivir la gran vida, sino porque la suma de los diversos gastos básicos del gasto de la vida es superior a los ingresos que se perciben o igualan esos ingresos, por lo que no hay ahorro, lo que hay es un agotamiento pausado de ahorros anteriores.
Un problema de todo esto creo, es una opinión particular, está en esa inestabilidad laboral que se traduce en total inestabilidad económica y por tanto en vidas que se van programando pensando en el mínimo gasto posible. Que alguien considere que irse de vacaciones es algo normal no es malo, pero quizá hay que concienciar en que hay cada vez más gente en España que no solo no se plantean esas vacaciones, sino que lo normal para ellas es que consideren que llegar a fin de mes sin deudas presentes ni previstas a corto o medio plazo por falta de dinero es el objetivo prácticamente único. Ahí hay otro factor, ante lo precario de la situación: el miedo al futuro inmediato.
1 comentario:
El nuevo párrafo es muy real.
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