viernes, abril 17, 2020

NOTICIA 1958ª DESDE EL BAR: MI CINE DURANTE EL CONFINAMIENTO (1)

En todo lo que va desde el inicio del confinamiento por el estado de alarma activado en la noche del 14 de marzo por la crisis sanitaria provocada por la pandemia de la Covid-19, todo el mundo ha recurrido a la lectura, el cine, las series de ficción, la música y la televisión. Lo cierto es que en la Comunidad de Madrid y en Galicia el confinamiento ya era obligado desde la primera hora de aquel sábado 14, mientras que a nivel estatal el confinamiento se activó con la aprobación y publicación de su orden en el Boletín Oficial del Estado del estado de alarma, en la noche de aquel sábado, por lo que mientras en la Comunidad de Madrid llevamos con hoy treinta y cinco días de confinamiento, en toda España son treinta y cuatro, aunque misteriosamente en algunas comparecencias del gobierno y en varios medios de comunicación se habla de treinta y tres, cifra que, sinceramente, no sé de dónde sale contando a partir de qué.

Como sea, personalmente no he visto tantas películas como pudieron haber sido, ni tantas como mucha gente habrá visto. Me he dedicado sobre todo a la lectura, la escritura y la música, no he visto series de ficción, aunque algún capítulo suelto de alguna serie antigua de televisión habré visto (todo sea que estrenen la nueva temporada del Ministerio del Tiempo), he visto documentales, telediarios, muchos, muchísimos, dibujos animados (me encantan), y algún programa temático, por ejemplo de cocina. Me gusta mucho el cine, pero he de reconocer que creo que he visto cine estos días en abundancia pero sin empacho. Sí que es cierto que me gustaría ir a una sala de cine, aunque he visto que el único gran estreno anunciado es una nueva entrega de 007, que, después de la última y excesivamente larga, aunque mejor planteada que la anterior, no sé si deseo pagar por verla en pantalla grande.

Estos días, desde que comenzó el confinamiento, he leído a mucha gente endiosar todo tipo de libros y películas que mínimamente tratan o rozan el tema de una sociedad atrapada en un espacio. Algunos títulos de libros son acertados, como La peste, de Camus, otros parecen apropiados pero en realidad no hablan de lo mismo de lo que se está viviendo estos días, como por ejemplo Ensayo sobre la ceguera y Ensayo sobre la lucidez, de Saramago. Así ocurre con otros títulos, pero de modo repetido ocurre con películas. A nivel mundial se ha hecho popular El hoyo (2019, Galder Gaztelu-Urrutia), una película española de origen vasco que yo vi unas semanas antes en la pantalla grande del Cineclub Nebrija que se celebra en el Teatro Salón Cervantes. Suele ser denominada distopía, aunque en realidad, bien analizada y pese a ser aceptado hasta por sus autores que ese es su género, siendo estrictos tengo serias dudas y reservas de que sea una distopía, por muy agobiante que sea el argumento. Por otro lado, lo narrado en esa película no es nuestra situación. Quizá pueda mover a empatía con este éxito tardío, pues en un principio la película recaudó lo justito en espectadores para no perder dinero, pero tampoco para sacar unos beneficios destacables y apenas había recibido eco. Movería a empatía porque la película habla de la necesidad de unidad y de comprender que todos juntos podemos acabar con la peor y más negra de las situaciones, superando el individualismo de corte egoísta. O tal vez porque los poderosos se muestran aquí capaces de manipular a las clases inferiores, siendo estas dependientes de los otros y a la vez, aunque les odien, les acatan y respetan dentro de lo que sería un ambiente de violencia entre los estratos sociales. La idea de la revolución del pueblo ronda todo el metraje, pero además es una idea que alimenta la idea de que el pueblo necesita de un guía y que ese guía, que no ha de ser religioso por ser la religión algo inútil (esto se refleja en el metraje), ha de ser un guía con método nacido a partir del raciocinio y del ensayo-error, o sea: con método científico. En realidad la película es una reproducción en ficción de las ideas del marxismo reflejadas en El capital y otras obras de Karl Marx y Engels, incluida la idea de la superestructura, que es todo aquel entorno cultural, económico y demás que nos es dado desde que nacemos sin que nosotros tengamos control sobre ello. Está en clave de ciencia ficción con algún destello distópico, pero sin que realmente sea distopía, aunque hay gente que considera que sí lo es. Mientras que la idea de que la revolución necesita un líder que la guíe rozaría ya interpretaciones del marxismo que nacen a partir de la experiencia fallida de la Primera Internacional en la década de 1870 y sobre todo a partir del inicio del siglo XX. Bueno, es una película atípica en el cine español, pero que sigue la estela de algunas de las producciones de los últimos años que apuntan a un cine que está pidiendo paso en España y que los grandes productores y distribuidores españoles no terminan de dejar pasar. Aún con todo, algunas interpretaciones caen en amaneramiento teatral, cosa que, por otra parte, nos recuerda que algunos actores tienen la mayor parte de su trayectoria precisamente en el teatro, no en el cine.

La cosa es que de cine yo he hablado mucho en esta bitácora desde su inicio, se puede rastrear en la sección cine en mi vida, o bien recordad cuando colaboraba más abundante en El Tornillo de Klaus, pero quiero remitirme a aquella entrada que os escribí el 23 de septiembre de 2019 (Noticia 1904ª) sobre las películas que vi aquel verano. Os comentaba de manera breve y por encima mis impresiones sobre las mismas. Quisiera ahora hacer lo mismo con las películas que he visto en este confinamiento. Os comparto hoy la primera parte, ya os pondré la segunda parte y, según avance esta restricción de la libertad de movimiento y se acabe el confinamiento, probablemente habrá una tercera parte... no sé si dará incluso para una cuarta parte, eso ya se verá. Comencemos, aunque ya hemos hablado de una película que vi antes del confinamiento, la de El hoyo.

Mi gran noche (2015, Álex de la Iglesia): Televisión Española (TVE) dejó abierta la iniciativa de ver cine gratuitamente a través de su página de Internet. Eran una serie de títulos de películas españolas, imagino que sus autores y responsables habían dado la autorización. Yo ya había visto varias, otras no me llamaban la atención, pero la primera película que vi en el confinamiento fue por esta vía, se trató de este largometraje de Álex de la Iglesia. He visto casi toda la filmografía de este director, con resultados altamente variables. Experto de lo mejor y de lo peor, aunque se disfrutan muchos de sus títulos y se intuye en cada uno siempre un mensaje alegórico de la actualidad española, con alto humor negro, siempre me queda la sensación de que uno de los problemas de este director es que no termina de saber rematar correctamente las películas, o al menos no sabe hacer finales atractivos. Hay que reconocer que él fue uno de los principales nombres que  demostró que otro cine era posible en España a partir de los años 1990. Ayudó a su renovación de criterios y argumentos. En este caso esta película yo no la incluiría entre sus mejores películas, por mucho renombre y publicidad de las que gozó en su trayectoria por las salas de cine. Y como toda ocasión es buena para pintarla calva, en este caso el argumento giraba en torno a la grabación de un programa de Año Nuevo que se vuelve interminable por la presencia de una gafe que atrae todo tipo de calamidades, esto provoca que todos se queden encerrados sin poder salir del estudio de grabación, mientras los técnicos tratan de darles órdenes y hacerles creer y fingir que están bien y que colaborando se acabará todo. Fuera del estudio una turba quiere lincharles. En el comienzo del confinamiento, la película parecía especialmente seleccionada. Una de sus principales bazas de su promoción fue la presencia del cantante Raphael como actor. Ciertamente actúa, si bien parece que se comporta tal como él mismo es sobre el escenario, aunque no sea el personaje maquiavélico y ególatra que aquí aparece. El metraje parece ideado en general para que salgan todo tipo de celebridades y famosos amigos de Álex de la Iglesia, chistes previsibles y argumentales incluidos. Puede hacerte pasar la tarde, pero lo dicho: no es la película más memorable del autor.

Vivir es fácil con los ojos cerrados (2013, David Trueba): Usando de nuevo de la iniciativa de TVE, escogí esta película, a pesar de que David Trueba en general me parezca un director muy alejado de la calidad cinematográfica de su padre, muy alejado también de la realidad social de su tiempo fuera de la que se da en unos círculos sociales económica y formativamente altos en los que probablemente se mueve desde que nació, y me parece también ñoño hasta la fecha en todas y cada una de sus obras. La película se ambienta en la España de 1967, durante la dictadura de Franco. Un profesor de inglés usa las letras de las canciones de The Beatles para enseñar el idioma a sus alumnos, aunque lo cierto es que en aquellos años en España el segundo idioma a enseñar en las escuelas era mayoritariamente el francés, pero eso David Trueba lo pasa por alto o por ignorado para poder narrar lo que desea narrar con un gancho atractivo para el espectador: John Lennon. El cantante se encuentra en España rodando la película Cómo gané la guerra (1967, Richard Lester), justo antes de que comenzase la grabación del álbum Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band. Él, que es un seguidor incondicional, inicia un viaje en coche para presentarle una idea que ha tenido para facilitar el aprendizaje del inglés. Por el camino se encontrará con un chico huido de casa por el autoritarismo de su padre, policía nacional, y una chica embarazada huida de un centro en el que la metió su madre por ser madre soltera. Así comienza una road movie que recorre España desde las capitales de provincia al mundo rural más atrasado en todos los aspectos. Una comedia amable que apenas te hace sonreír en algún momento, poco más, con carga romántica a veces ambigua, que trata de mostrar de manera alegre un trasfondo de violencia social que había en la brutalidad más iletrada de una España latentemente viviendo una dictadura de vencedores y vencidos. Sin entrar realmente en política o en la realidad histórica, David Trueba hace una especie de retrato falseado de una sociedad española víctima de sí misma y a la vez víctima de una represión que habrían interiorizado cada uno a su modo. Amable y correcto, el director nos da esta historia que, bueno, no está mal pero tampoco termina de ser la película que pueda marcar a alguien, peca en exceso de buenismo. No se moja en lo que se supone quiere mojarse y eso hace que todo se quede a medias. La película la salva el actor Javier Cámara y lo hace por los pelos.

Embarazados (2016, Juana Macías): En mi tercer acercamiento a la iniciativa de TVE ya estaba convencido de que en realidad le estaba dando una tercera oportunidad a la iniciativa misma. Para empezar, las películas que me llamaban la atención, de las que me quedaban en su oferta, ya las había visto, el resto no me apetecían, por ser dramas lacrimógenos en potencia. Dentro de ello, esta comedia romántica era lo único que me pareció viable. Es una comedia romántica totalmente predecible desde el primer minuto en su argumento, desarrollo, diálogos y chistes. Ni Paco León, ni Alexandra Jiménez, ni Ernesto Sevilla, ni nadie la salvan. Es una película mil veces repetida en todo el cine occidental, que en este caso el aliciente es un embarazo, en otros es una librería, en otros un email llegado del futuro, en otros un señor que lee la mente de las mujeres, etcétera. El problema no es que pertenezca a este género de comedia romántica facilona, es que está fatalmente guionizada, fatalmente dirigida y la interpretación parece para salir del paso. Una película que sabes absolutamente todo lo que va a pasar desde el principio no se puede considerar una buena película. Ni siquiera funciona el más bruto de sus chistes, aunque sus chistes en general son normalitos, suaves y sin demasiada chispa. Puede que para alguna sobremesa de después del telediario pueda valer, poco más. Es amable, y sirve para eso, para verla sin necesidad de demasiada atención.

Ex(posados) (2010, Andy Tennant): Esta la pusieron una noche en la televisión, en Antena 3, el 29 de marzo. Misma idea de comedia romántica que la anterior, pero con una notable y sobresaliente diferencia: es una buna película. Hace gracia, aunque el argumento responde al esquema habitual de este género, no es tan predecible en todas sus partes, el guión es más fresco, los chistes hacen gracia, no es que te hagan reír, pero sí sonreír y sentirte bien, las interpretaciones son buenas... y creíbles. Gerard Butler y Jennifer  Aniston hacen buen trabajo. Además, el motor de la comedia romántica es tontamente con sentido del espectáculo, lo que es de agradecer dentro de que el resto ya sabemos cómo será entre chico-chica/conflicto: amor/desamor/amor. Un expolicía adicto al juego se ha convertido en un patético cazarrecompensas necesitado de dinero, por deudas con una mafia local de poca monta. En este contexto su proveedor de casos tiene en sus manos la orden de busca y captura de su ex-esposa, por no presentarse al juicio por agredir a un agente de policía en un accidente de tráfico. Ella es periodista y está ante un gran caso de corrupción policial. Esto es lo que va a hacer complicarse todo, pues aunque el trabajo parece fácil, todo se complica, mezclando una comedia romántica que les obliga a estar juntos, aunque se odien, lo que forzará a que se redescubran, con una película de acción de parejas imposibles de detectives, tipo Arma Letal (1987, Richard Donner). Esta mezcla de géneros romántico/acción/comedia es lo que hace de este metraje algo muy digno, unido a los dos actores ya citados. Jennifer Aniston además estaba en esta película en una de sus mejores épocas posterior a la serie Friends.

Las aventuras de Jeremiah Johnson (1972, Sidney Pollack): Una cosa que agradecí desde los primeros días de la primera semana del estado de alarma y que publiqué con cierto toque de humor, pero con sinceridad, es que Telemadrid mantuviera sin tocar su programación de películas del Oeste en las sesiones de tarde de lunes a viernes. Aparte de que me gusta el género, y a pesar de que Telemadrid ha sobrevivido a numerosos ataques, con y sin broma, sobre su reiteración en ese espacio fijo en su parrilla de programación, se agradece mil millones de veces que tomaran la decisión de mantenerse firmes en sus costumbres. Ha sido y es insoportable y nauseabundo la sobresaturación informativa del resto de canales televisivos, los cuales optaron en su mayoría por cancelar su programación habitual o bien adaptarla por la pandemia de la Covid-19, resultando una excesiva monotematización informativa que no aportaba ni aporta nada, reiterativa, alarmista, haciendo espectáculo del drama pero llamándolo informativo, sensacionalista y por todo ello: generadora de ansiedades, miedos y mentes más manipulables, sin citar todos y cada uno de los bulos que han podido nacer de opiniones de contertulios que más de un televidente haya dado por hecho consumado en lugar de por opinión. La primera película a la que retorné a este Telemadrid de las tardes fue esta película de Pollack de 1972, que ya he visto varias veces, pero que siempre me parece muy moderna para su año de rodaje y muy próxima al actual cine del Oeste. Es una película que perfectamente podría haber cuadrado con las vías argumentales del género a partir de los años 1990, pero que por ser de 1972 la hacían ultramoderna, avanzada y de culto. No fue una película del Oeste al uso en su momento. Nada de pistoleros, de duelos, ni vaqueros, ni siquiera la Guerra de Secesión. Probablemente era una película destinada al público joven de aquel 1972, que en su mayoría anglosajona comenzaba a abandonar el género, demasiado lleno de viejas glorias del cine y de tipos duros no muy bien asumidos por una mayoría que se decantaba por la cultura hippie y multicultural, a pesar de que otra buena parte de la juventud, más del mundo obrero y menos del mundo universitario, seguían viendo sus héroes en películas del Oeste, bélicas y para ese año policiales y de mafia. En una de las mejores interpretaciones de Robert Redford, un veterano de la Guerra Mexicano-Norteamericana, la de Texas y California, decide retirarse de la civilización, por sus atrocidades, y probar suerte en un mundo libre al norte, en los territorios incógnitos en los límites de Estados Unidos y el territorio indio. Se hace trampero. Desde ese punto de partida, la película mostrará un mundo en retroceso por el avance y acoso del Estado y de la civilización occidental norteamericana, acabando con todo sesgo de cultura diferente a su propuesta jerarquizada y normalizada. La aparición de otro trampero anciano sirve de recordatorio de un mundo que agonizaba. Hay algún guiño a ideas de Thoreau, y la interacción entre los indios y el trampero ya muestra un mundo intercultural donde el indio comienza a ser visto por el cine como sujeto víctima, no tanto verdugo. Se muestran sus códigos y su justicia. Muy buena película que más allá del Oeste puede hacer reflexionar sobre lo que en anglosajón se diferencia entre liberty y freedom, la libertad sujeta a la codificación de normas de derechos y deberes, y la libertad netamente individual y de asociación; así como hoy día puede recibir una relectura sobre lo pernicioso del avance de la civilización y material pasando por encima de lo natural y de otras creencias.

Los Cowboys (1972, Mark Rydell): En Telemadrid. La han repetido muchas veces ya en la televisión, pero entretiene. Es una de las últimas películas de John Wayne que se retiraría del cine en 1977, tras serle detectado un cáncer que le llevaría a la tumba en 1979. Este metraje, del mismo año de producción que el anterior, es el contrapunto precisamente a lo explicado. Si el anterior citado probablemente buscaba reconciliar al público joven con el género del Oeste, en este caso se buscaba atraer a las taquillas de cine a los espectadores mayores que toda su vida habían visto películas de John Wayne. El actor ya estaba entrado en años, pero además su secundario, Roscoe Lee Browne también era ya un actor con una edad alta. Wayne tenía 67 años, Roscoe Lee cumplía 50. El argumento está montado al estilo de los Western de las décadas de 1950 y 1960, pero sin duda toca de fondo el conflicto generacional y la necesidad de pasar el testigo de conocimientos de una generación a otra. El mundo de los vaqueros se agota en esta historia, en  parte por el ferrocarril, en parte por la fiebre del oro. No quedan vaqueros profesionales a los que recurrir para hacer un último gran trabajo de trashumancia. Los únicos que se le presentan son expresidiarios que comienzan con mal pie al mentir al vaquero. Wayne los descarta en un breve comentario donde se da por reconocido que no había escrúpulos para contar con todo tipo de gente para labores de ganadería, pero en este caso lo que no se admite es la mentira. Por ello se ve forzado a contratar a niños y adolescentes para hacer un trabajo de adultos. A esto, el cocinero que se les suma es un hombre negro, cuya primera aparición se realiza manteniendo un diálogo con Wayne que nos hace pensar que realmente se produce un choque de mundos y una adaptación continua a los nuevos tiempos, todo muy sutilmente sugerido a través de las interpretaciones. Inician su viaje, donde siempre hay un eterno aprendizaje, un eterno traspaso de conocimientos, y unos eternos guiños hacia un mundo que se ve arrinconado por los nuevos tiempos cambiantes en sus usos y costumbres, como en la escena en que un carromato de prostitutas es encontrado por uno de los niños. Sin embargo, son perseguidos por los cuatreros, que son los hombres rechazados por Wayne, lo que les llevará a la prueba final que llevará a esos niños a los modos del antiguo Western. Lo más llamativo del metraje es el golpe de efecto de la muerte del protagonista. La película se transformó en uno de los mayores éxitos de taquilla de su año, aunque en la actualidad no es de las películas del Oeste más épicas, ni más memorables, pero tampoco es mala película, ni mediocre. Es una película más de transición del género. Curiosidad: su banda sonora es de John Williams.

La pequeña rebelión (1939, William A. Seiter): Otra película del Oeste, esta es la primera vez que la he visto en mi vida, que yo recuerde. Todo un descubrimiento. Sólo que esta vez fue casual. Después de ver los servicios informativos de TVE de la mañana, busqué en la televisión algo que me sirviera de ruido de fondo mientras hacía otras cosas. Descubrí que La 2 comenzaba a emitir esta película, me quedé viendo con total atención el comienzo y tanto me atrajo que la terminé viendo completa con toda la atención debida. En blanco y negro, notablemente restaurada por su limpieza y brillo en la fotografía, y por el sonido de las voces de doblaje al castellano, estaba protagonizada por un muy sorprendentemente joven John Wayne, aunque el metraje es del mismo año de la película que le encumbró, La diligencia (1939, John Ford). Wayne estaba de buen año aquel 1939. Todo sea que yo acababa de leer todos los volúmenes de la novela gráfica Fort Wheeling, de Hugo Pratt, que se ambientaba en la misma época, y estaba en la primera semana de confinamiento cautivado por todas esas imágenes, épocas y posibilidades narrativas. La historia se ambienta después de la Guerra de los Siete Años (1756-1763), la cual enfrentó en América a los británicos con los franceses, época en la que se ambienta El último mohicano, de Fenimore Cooper. En este caso, al ser después de aquella guerra, se ubica también antes de la Guerra de Independencia Norteamericana (1775-1783). Así pues estamos en un momento intermedio en el que los colonos británicos nacidos naturalmente en los Estados americanos están impregnados de algunas ideas de la Ilustración francesa sobre libertad, derechos y democracia, pero no han entrado aún en franco conflicto con el ejército británico y con otra población de las colonias proclives al gobierno inglés. Hay, eso sí, roces. A todo esto está la población india, que a consecuencia de la Guerra de los Siete Años se han visto en medio de estas peleas entre europeos y han terminado no sólo usados, si no también perjudicados, por lo que algunas tribus entran en pequeñas guerras, creyendo llegado el momento de reivindicar su tierra y sus derechos, igual que hicieron los anglosajones frente a los franceses. Ubicado ya el contexto, y teniendo en cuenta que la película se rodó el mismo año que terminó la Guerra Civil Española y comenzó la Segunda Guerra Mundial, con el avance del fascismo contra las democracias, la historia narra el desagravio que siente recibir un pueblo de americanos cuando un empresario británico nacido en América, con ayuda del ejército británico que no había abandonado las colonias, vende armas de fuego a los indios. Los colonos creen que los indios los usan contra ellos, por lo que protestan formalmente, pero se les contesta que todo cumple con la ley. Deciden disfrazarse de indios y asaltar una caravana con esos cargamentos. Ahí comienza una pequeña guerra local entre americanos colonos, de uno y otro lado ideológico, y ejército británico. De fondo la película plantea la lucha entre el uso y el derecho, la costumbre y la ley, lo práctico y lo teórico, y lo traslada al plano de la lucha  y el debate de la justicia y lo justo, los intereses de los representados y los de los representantes, etcétera. Es, dentro de una dinámica puramente de historia del Oeste, un planteamiento de las libertades y los atropellos de los poderes absolutos, cosa que estaba pasando en esos momentos en el mundo, pero que a la vez ensalza los valores de revolución y pueblo en armas por la libertad de los estadounidenses. Sin embargo, el metraje tiene diálogos y escenas muy atrevidos y sorprendentes para aquel 1939, quizá producto de que la Caza de Brujas vendría después de 1945, no en este 1939. Alguna parte podría caer dentro de los ideales de revolución casi socialista, disfrazada de revolución norteamericana, pero también tiene serias críticas a la legitimidad de las pretensiones de los que se alzan en armas por sus derechos sin respetar a la vez otros derechos y deberes. En una parte del metraje se llega a afirmar que por defender una ley no se han defendido las demás, y por tanto se ha pasado por encima de todas las leyes, sólo por una sola ley de ellas. Tales osadías en el guión tampoco se amedrentaron ante la posible censura cuando al comienzo de la película Wayne regresa a su pueblo y se encuentra con una joven que, antes de ir a la Guerra de los Siete Años, era una niña. Ella quiere ser su pareja, él al llegar advierte que ya es todo una mujer(cita), aunque la esquiva, ella le contesta al decirle él que ya ha crecido que "mejor para los dos", lo que tiene una fuerte carga sexual que, en imágenes no se traduce, pero le da potencia, y hasta un toque de cómico el resto del metraje a modo de tensión sexual no resuelta a pesar de que pareciera que cuando eran más jóvenes algo hubo en lo carnal. Un metraje interesante.

Roma, ciudad abierta (1945, Roberto Rossellini): La tengo comprada en DVD, asique me la puse una noche. Está considerada una de las obras clásicas más destacables del cine. Es una de las primeras películas neorrealistas italianas. Hay que recordar que por experiencias laborales pasadas y también por curiosidad y por gusto yo vi la filmografía entera de Buñuel, y Buñuel tenía siempre cierta admiración por los neorrealistas, razón por la cual había rodado Los olvidados (1950). Esta película de Rossellini, por otra parte, yo la había visto y analizado durante la carrera de Historia, en un par de asignaturas dedicadas al cine y a la cultura popular. Hacía muchos años que no la veía y la tenía prácticamente olvidada en muchos de sus detalles y... en su final. Fue como verla de nuevo por primera vez, una gozada. Hasta cierto punto algunas partes me recordaban a El ladrón de bicicletas (1948, Vittorio De Sica), pero esto es muy relativo y más cuestión de evocaciones que a mí me sugestionó y de comparativas con la postguerra italiana y española. Roma, ciudad abierta fue rodada a partir de enero de 1945, con la Segunda Guerra Mundial aún en marcha, aunque el guión comenzó a escribirse en agosto de 1944, cuando Roma había sido liberada en junio. Así pues en el largometraje se puede ver tanto la Roma tal cual quedó después de sus combates, como a numerosas personas comunes que fueron personas reales que habían vivido la Segunda Guerra Mundial que dejaban atrás apenas unos meses antes. Más aún, Rossellini tardó en escribir el guión completo porque cada día salía a la calle buscando historias comunes que habían estado ocurriendo en la ciudad entre la ocupación nazi en 1943 y la liberación en junio de 1944. Recordemos que la Italia fascista de Mussolini cayó ante un pueblo revuelto contra sus políticos, estando en ascenso el Partido Comunista Italiano, y con las tropas aliadas desembarcadas en Sicilia y Nápoles con ayuda de la mafia. En ese contexto Adolf Hitler mandó a sus tropas, liberaron a Mussolini, repusieron su gobierno, pero fueron ellos los que de hecho, a partir de ese momento, imponían las leyes y el orden, ocupando Italia. El avance aliado fue lento, la resistencia nazi-fascista fue mucha, había guerrillas principalmente comunistas aliadas de los aliados y había una especie de resistencia creciente, armada o no, en la sociedad italiana contra los nazis, que, por otra parte, comenzaron a purgar y exterminar oponentes y judíos italianos que hubieran podido quedar inmunes en años anteriores. La historia ficticia que narra la película, compuesta por múltiples historias reales que le contaron sus propios protagonistas anónimos, se encuentra en los últimos meses de la ocupación alemana en la ciudad de Roma. Los toques de queda, el racionamiento, el no poder salir de sus casas si no era con pases, el autoritarismo, las normas y leyes impuestas, las pequeñas resistencias, el bajo clero ayudando a los comunistas guerrilleros, todo ello enmarcado en casas en ruinas, pintadas en los muros a favor de la URSS, todo en un blanco y negro con una luz natural a veces resentida y mal conservada, el audio tampoco queda ya muy bien, al menos en la copia que yo tengo, puede que hayan limpiado y remasterizado el metraje para ediciones especiales. El argumento, que incluye una trama de intriga de chivatos, espionaje y torturas ocultos tras una vida diaria de necesidades en donde el pueblo italiano se ubica justo en el lugar de víctima en el que ellos ubicaron con el fascismo a otras naciones, es impecable. El final es un final que no podía ser de ningún otro modo. Puede que, para los gustos actuales, mucha gente joven, o de mi edad, no lo acepten o no les guste, pero bien entendida la película no puede ser otro. Entra dentro del drama y de la épica, de la tragedia y de la realidad. El mundo estaba tan falto de esperanza como lleno de la misma cuando en enero de 1945 empezaron a rodar, precisamente tenía ambas cosas por la misma razón: la guerra y su transcurso. Podríamos pensar que Roma es una ciudad abierta por ser una ciudad liberada, y en el fondo así es, pero no se trata de una ciudad liberada por los aliados lo que aquí vemos, está liberada porque sus habitantes se han liberado de toda simpatía al fascismo, que queda bien retratado en el metraje.

Lucky (2017, John Carroll Lynch): La plataforma donde la vi fue uno de los mayores descubrimientos personales que he hecho para mi ocio estos días. Fue en la segunda semana del confinamiento. Una amiga bibliotecaria se encuentra trabajando desde casa y, picado en mi curiosidad, le pregunté a qué se dedica una bibliotecaria en su trabajo desde casa. En ese momento me habló del procesamiento de datos de los usuarios de las bibliotecas públicas, muy similar a lo que hacemos en archivos, y me habló de películas del cineclub que no habíamos visto estos días, ya que hemos coincidido en ese ciclo estos primeros meses de 2020 antes del confinamiento. En eso estábamos cuando me dijo que ella había visto varias de las programadas que no se proyectaron a través de la red pública de bibliotecas de la Comunidad de Madrid. Efectivamente, si tienes carnet de biblioteca actualizado y además has dado de alta tus datos en la página de la Comunidad, tienes acceso no sólo a las consultas desde casa, que puedes hacerlas sin ese alta, sino a reservar libros, a leer sus versiones digitales disponibles y... de igual modo, a ver las películas que están disponibles en las bibliotecas públicas de la Comunidad de Madrid. Así que, para poder comentar una de esas películas, me puse a ver esta película. Se trata de una película muy visual, muy alegórica y muy metafórica. El guión dialogado tiene un peso fuerte, pero queda totalmente reforzado por todas y cada una de las imágenes y secuencias que le acompañan. Un hombre muy mayor, vaquero, vive solo en las afueras de un pueblo del mundo rural más profundo de Estados Unidos. Todos los días realiza las mismas tareas personales, yoga, riego de sus cactus, desayuno y pasatiempos en una cafetería del pueblo, compra de tabaco en una tienda y paso del tiempo en un bar donde sus amigos son los clientes habituales y los dueños y camarero, así llega la noche y se va a su casa. Una mañana sufre un mareo importante y va al médico. El médico le revisa y no le encuentra nada, su diagnóstico: su avanzada edad comienza a hacerle flaquear sus fuerzas. A partir de ahí este hombre se niega violentamente a aceptar su realidad. En el pueblo todos se conocen y pronto se conoce la situación de este hombre. En un forcejeo entre la realidad y lo que él desea que no cambie, transcurre una serie de encontronazos con amistades y conocidos, así como una serie de empatías. El hombre comienza a cambiar sus puntos de vista y a valorar cuestiones de la vida tan pequeñas que antes no valoraba y ahora las considera las grandes cosas de la vida. En el fondo tiene miedo, le confiesa a una camarera tras confesar también que antes era homófobo. El monólogo final transforma todo esto en un canto no sólo de la aceptación de la realidad de la fragilidad de la vida y la única certeza de la inexistencia posterior, sino también en el derecho a la libertad individual para hacer con la propia vida lo que uno desee frente a las normas restrictivas de las autoridades sobre qué debes hacer con tu vida por cuidar tu salud. 

La quimera del oro (1925, Charles Chaplin): Volví a recurrir a la plataforma de la red de bibliotecas públicas de la Comunidad de Madrid. La película original era muda, de 1925, pero Chaplin volvió a trabajar sobre ella en 1942 y la reestrenó añadiéndole sonido, razón por la cual recibió en aquel 1942 una nominación al Oscar por el mejor sonido. La copia que aquí se servía era la versión sonora de 1942. En resumen se trata de la inclusión de una banda sonora musical, de algunos efectos sonoros y de una única voz, la de Chaplin como narrador. No hay diálogos sonoros. La versión disponible es una versión en su idioma original subtitulado al español. Teniendo en cuenta que para ese año 1942 el sonoro ya llevaba muchos años (desde 1927), y estaba muy perfeccionado y asumido en la narrativa audiovisual, se podría entender que el incluir solo la voz de narrador es algo casi experimental, pero en realidad es recuperar la figura del narrador de las salas de cine mudo, sólo que en este caso Chaplin se aseguró de dejar fijada una sola historia con una sola voz, la suya. De este modo, por otra parte, volvió a poner en valor el metraje y a actualizarlo. Le salió bien, la película volvió a ser un éxito de taquilla y de crítica, a pesar de que para 1942 el humor que él hacía estaba muy superado por ejemplo por los hermanos Marx. Yo había visto grandes trozos de esta película a lo largo de mi vida, pero esta fue la primera vez que la vi completa tal cual se produjo. La película se alimenta mucho de los relatos de acción de los buscadores de oro que escribió Jack London, cuyas historias y novelas estaban en sus mejores momentos de éxito y popularidad cuando Chaplin rodó esta comedia en 1925. No es casual que el contexto sea en Alaska a comienzos del siglo XX, en sus propias épocas, es todo muy del mundo London. Con esta película me reí. Sí, me reí. No sólo sonreí, me reí. Su humor amable sigue funcionando. El personaje de mendigo y de buscavidas romántico de Chaplin sigue funcionando. Además, este metraje tiene una parte de mensaje de la necesidad de justicia social, mensaje que también está en las historias de London, el cual era comunista. Es un perdedor que, perdiendo, gana. Su inocencia y su ser entre tramposo y buena gente, nos simpatiza. Nunca victimiza al débil, siempre hace víctima al poderoso y al presuntuoso, pero sobre todo a la mala persona. Los efectos especiales de este largometraje son sencillos, pero son efectivos todavía. Nos da una idea de que aún se pueden hacer grandes historias sin necesidad de grandes presupuestos, aunque en la época probablemente este largometraje sería caro. Indispensable de Chaplin. En comparación con otros largometrajes que sí he visto de él, como Tiempos modernos (1936) o El gran dictador (1940), para mi gusto probablemente es la mejor de sus películas. En esta película, quien más, quien menos, se reconoce en su personaje en alguno de sus aspectos. Destaco por otra parte la inigualable labor interpretativa de Georgia Hale, entre ella y él recogen con cada uno de sus gestos todos los gestos del amor y el desamor que todos hemos tenido en nuestros propios sentimientos alguna vez. 

La conquista de Albania (1983, Alfonso Ungría): La pusieron en el ciclo de cine español que emite La 2 por las noches una vez a la semana. Fue el viernes de la segunda semana, o el jueves. Se trata de una coproducción hispano-albanesa, aunque predomina en su producción los españoles. En concreto la realizaron navarros, y fue Navarra quien puso parte del dinero de una de las primeras subvenciones, imagino, que podía dar una Comunidad Autónoma, en este caso, foral. La primera autonomía se le había dado al País Vasco en 1979, Cataluña también en 1979, Galicia en 1981 y Navarra llegaba a la autonomía en 1982. La película, rodada en 1983, goza en ese sentido de una idea de revisión de la Historia de España como algo irreal dentro de aquello de Historia de unidad de destino, Historia imperial, Historia de nación única, que se había dado a lo largo de la dictadura de Franco. En esos años se subvencionó por toda España todo tipo de creaciones artísticas y estudios que recuperan una Historia más ajustada a la realidad de los hechos y más justa, a la vez que engordaran el sentimiento de pertenecer a esa nueva España de las autonomías que comenzaba con la Constitución de 1978. Sin embargo, Navarra tenía y tiene un cierto forcejeo con el País Vasco por mantenerse al margen de la unión entre ambos territorios. Navarra siempre ha defendido su carácter de territorio que previamente a pertenecer a España era por sí mismo uno de los reinos nacidos en la Edad Media y que fue el último a incorporarse al Reino Hispánico, cosa que no hizo hasta la invasión y derechos dinásticos de Fernando "el Católico", en los comienzos del siglo XVI. Por todo ello, esta película histórica nos ubica en el Reino de Navarra del siglo XIV, cuando el hermano del rey Carlos II de Navarra regresa de su derrota ante los franceses en la Guerra de los Cien Años, en la cual tomaron partido por Inglaterra en ese momento concreto, la cosa variaría según el año. Los franceses ofrecen una paz a cambio del casamiento de este hombre con una de las nobles francesas, y les dan como dote el derecho de gobierno sobre Albania una vez que la reconquisten de los musulmanes, que se la habían arrebatado al Imperio Bizantino. Esta historia es real. La expedición partió a participar de esa cruzada que, desde el principio hasta el final, será una desorganización, nido de traiciones y un fracaso rotundo al chocar ante un pueblo albano, no musulmanes, aparentemente menos sofisticado y rudimentario, que defendieron ante todo su sentimiento de no querer ser conquistados. Pensemos que cuando se rodó este largometraje el asunto nacionalista e independentista estaba en pleno apogeo en España, y más entre País Vasco y Navarra, por ser los años más duros del terrorismo de ETA, asunto que tal vez ayudó a no gozar de gran éxito entre el público. La película se esfuerza por asemejarse al cine de época épico del cine anglosajón, sobre todo a Excalibur (1981, John Boorman), pero no logra esa épica. En todo caso el metraje tiene una fuerte carga de crítica antibelicista. Hay un esfuerzo por parte del director artístico por lograr todo detalle del vestuario y armas del siglo XIV, así como de localizaciones, a pesar de que algunos paisajes de Albania puedan resultar dudosos desde este lado opuesto de Europa. Cuenta con Alfredo Mayo en la fotografía, acostumbrado al cine de época durante las décadas anteriores, y cuenta con algún actor conocido ya entrado en años, pero algo en todo su conjunto no cuaja. Ni los personajes nos resultan atractivos, ni la historia nos motiva. Nos da igual lo que les pase. Te deja indiferente. La vi con total curiosidad por esta película, que por otra parte parece anecdótica en los años 1980 de nuestro cine, pero la terminé de ver por ver si había algo que cambiara el rumbo y, definitivamente, por acabarla tras haber pasado más de tres cuartas partes de visionado. Me dejó indiferente, decepcionado, sólo le valoro su ambientación. Se quedó escasa de medios, por otra parte, y eso también se nota. Hacer cine épico sin medios económicos suficientes tiene sus riesgos, y en este caso los resultados se hacen evidentes.

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