Prosigamos con la segunda parte del cine que vi durante el confinamiento por el estado de alarma ante la Covid-19 hasta la fecha, y luego daremos un salto a la espera de reunir más títulos para una tercera entrega... a la espera del final del confinamiento. Mientras llegue y no llegue la tercera parte ya os escribiré otras cosas. Empecemos con la segunda parte, y os enlazo lo que fue la primera en la Noticia 1958ª.
The Beatles: Eight days a week - The touring years (2016, Ron Howard): Esta película documental fue emitida por primera vez en la televisión española (que yo sepa) en estos días, en La 2, pero yo la vi dos semanas antes, dentro del mismo confinamiento, pues la tenía comprada en DVD con edición especial de coleccionista desde 2016. Aunque parezca mentira siendo yo uno de los seguidores beatlemaniacos, aquel año retrasé su visionado por tener que atender la salud de mi madre y mi tío a la vez, a lo que sumó en los pocos tiempos que tenía el tener que esperar a una amistad que quería verla también. A fin de cuentas me la compré hacia finales de año, así entró 2017 y hubo más de lo mismo, a lo que sumó la muerte de mi madre y tener que cuidar a tiempo completo a mi tio y a la casa, más toda la burocracia que implica una muerte. Perdí todo el tiempo de mi propia vida, y el que me quedaba se remitía a alguna noche de fin de semana. Llegó 2018 y la película había quedado un poco relegada, aunque ya mis circunstancias habían cambiado, en concreto a partir de la primavera. En 2019 intenté verla un par de veces con la misma amistad, que seguía sin verla (definitivamente la vio por si sola en su propia casa en este confinamiento a través de La 2), y llegados a 2020 sentí llegado el momento de verla yo en el confinamiento y, si esa amistad quería verla, ya la revisionaría entonces juntos. Sobre todo quería verla porque ando pendiente de la reestructuración que The Beatles está haciendo a la película Let it be (1970, Michael Lindsay-Hogg) por su cincuenta aniversario, que se cumple este año. Aquella película estuvo envuelta de polémicas dentro del grupo musical y no se montó como se quería, sino con mucha autocensura y muchas rencillas y tretas bajo cuerda a modo golpes bajos entre los componentes. Ahora los Beatles supervivientes y herederos de los fallecidos retoman esa película para montarla como hubiera sido deseable, le dieron el encargo al director Peter Jackson, conocido mundialmente por la trilogía de El Señor de los Anillos (2001-2003). Lo cierto es que ese director tiende a añadir de su propia cosecha matices y líneas argumentales a las historias que le llegan a sus manos, por lo que en principio puede producir reservas, a estas se reservas hay que sumarles el protagonismo de Paul McCartney en el proyecto, ya que con la edad se ha vuelto más acaparador de una línea de "verdad" acaparada de los Beatles bajo su visión única de las cosas, algo que le es fácil con un Ringo Starr que suele evitar los conflictos, una Olivia Harrison que no litiga y una Yoko Ono que ha llegado a una especie de pacto de no agresión con McCartney que lleva años respetándose mutuamente. A la vista de lo que hicieron con Eight days a week, me temo que lo que nos llegue en otoño de las manos de Peter Jackson puede ser una manipulación y una vuelta de tuerca de la historia real, pero habrá que mantener la confianza de que esto no sea así, hay que esperar a otoño. La película de Eight days a week - The touring years se acompañó de un disco a modo banda sonora que en realidad no era tal, era Live at the Hollywood Bowl, del que hablé cuando me hice con él en la Noticia 1659ª. Quizá esa reedición remasterizada sea de los pocos aciertos de esta iniciativa, pero pertenece a la música, no al cine. Lo cierto es que el documental confiado a Ron Howard, autor más que reconocido por películas como Loca escapada a Las Vegas (1977), Cocoon (1985), Apolo XIII (1995), Ángeles y demonios (2009) o Han Solo: una historia de Star Wars (2018), entre otras, es innecesario y parece más un producto para sacarle dinero a sus seguidores más incondicionales y como mucho atraer a nuevos seguidores que ni por asomo se hayan acercado a todo lo anterior realizado, por edad. De hecho la película sólo estuvo ocho días en las salas de cine, como truco promocional. Obviamente reventó las taquillas de todo el mundo dentro de esos ocho días, pero estaba predispuesto para hacer esa caja y luego sumarle la venta del DVD en edición especial de manera segura. Les funcionó bien. Más el disco. Realmente, visto y leído ya muchas de sus biografías en todos sus formatos, documentalmente en cine sigue teniendo la máxima de las valías la serie documental Anthology (1995, Bob Smeaton y Geoff Wonfor). Esa es la mejor de las producciones, aunque sea en varios volúmenes, y probablemente la más sincera consigo mismos. Esta de Eight days a week no aporta absolutamente nada nuevo. Tiene unas imágenes y un sonido más limpios, incluye breves fragmentos de grabaciones de conciertos inéditos en cuanto al material oficial conocido, testimonios nuevos de personas de los inicios de los Beatles, que quizá sea lo más interesante de todo, por ser su punto de vista, pero poco más. El documental relata la historia de sus años de conciertos. Faltan datos y partes de la misma historia, teniendo en cuenta la existencia de los documentales de 1995. Más aún, Paul McCartney se permite el lujo de contar de una manera diferente, dotándose a sí mismo de todo el protagonismo, lo que durante cincuenta años todos contaron determinadas cosas de otro modo, incluido él. Lujos que se puede permitir quizá con Lennon y Harrison muertos, y una Yoko Ono fuera de juego, aunque vigilante. Que aparezcan actrices famosas como testigos de algunos conciertos a los que acudieron de adolescentes, sin ser famosas, es una curiosidad, pero no es vital. Quizá lo que más vale de este documental es justamente lo que no forma parte del documental, sino de otro documental añadido precisamente en la ampliación del DVD en edición especial. Allí hay más pluralidad de voces, fuera de la de Paul McCartney, que a este paso en Let it be es capaz de decir que todos eran amigos y lo pasaron muy bien ese año. Además se tocan en ese segundo documental especial para coleccionistas algunas perspectivas que todavía no habían sido tocadas en otros documentales. No termina de ahondar, pero es de agradecer. Es lo mejor de la labor de Ron Howard, aunque me temo que no sé si eso dice mucho a su favor, cuando el plato especial era el documental que se pasó por los cines. Quizá era el cebo para darle al espectador lo que creen que quieren ver, pero reservar el plato fuerte auténtico para los que estuvimos dispuestos a pagar el precio alto del DVD. Me queda pendiente un documental serio que interrelacione a los Beatles con el resto de músicos de su momento, cosa quizá compleja, porque no hablamos de autobombo, sino de historiar y documentar aquel momento, y hay muchos egos y mucha política de mercado en juego, y mucha versión oficial de la Historia, y no solo en los Beatles, también en los Rolling Stones, en los Who, en los Beach Boys, en Bob Dylan, en Elvis Presley, etcétera. En fin, me prolongo mucho con este comentario. Mi beatlemanía... Documental apto para legos, necesario para completar filmografía por parte de sus seguidores (aunque no aporte nada, el segundo documental extra del DVD sí lo hace), y en fin, tuve disfrute de ver imágenes limpias y fragmentos de conciertos más o menos inéditos, y cal y arena sobre el resultado final de los dos documentales.
16 Calles (2006, Richard Donner): Richard Donner siempre es un acierto del cine de acción y espectáculo, solo hay que mirar varias de sus películas para darse cuenta, La Profecía (1976), Superman (1977), Lady Halcón (1985), Los Goonies (1985), toda la serie de Arma letal (1987-1998) o Los fantasmas atacan al jefe (1988), invito a que reviséis su filmografía, pues muchas han hecho las delicias especialmente de la gente de mi generación. En este caso, 16 Calles la tengo en DVD por un regalo que me hizo tres años atrás mi vendedor de prensa por una colección de películas de un periódico que llevaba más de un año sin vender. Me la puse por la noche, ante la gran penuria de las parrillas televisivas. La protagoniza Bruce Willys, y cualquiera que haya visto cine con abundancia sabrá enseguida que readapta y es un remake de la clásica película de Clint Eastwood Ruta suicida (1977). La verdad es que de lo mejor que he visto estos días. A pesar de que las readaptaciones cinematográficas de películas muy conocidas son un riesgo y suelen salir perdiendo, salvo alguna excepción, este largometraje ha sabido meterle toda la intriga y toda la complejidad de la personalidad del policía alcohólico, hasta meterla en el ritmo de una película de acción de los años 2000. Es una buena revisión del relato. Un policía alcohólico debe trasladar a un testigo de un asesinato, delincuente común, de la comisaría al juzgado, a dieciséis calles de distancia, pero las cosas se complican cuando aparecen numerosas personas dispuestas a matarles. Ahonda respecto a la original de 1977 en el asunto de la corrupción y en el antihéroe que lucha contra sí mismo. El guión está interesado tanto de la acción como de la corrupción del sistema de justicia referente al eslabón de su cadena depositado en los policías, el cuál es un eslabón intermedio entre el sistema de garantías legales por vía judicial (abogados, fiscales y jueves) y el mundo del crimen al que aplicar la ley y el orden. En esa especie de frontera la ley parece desdibujarse y es ahí donde tanto Eastwood en 1977 como Donner en 2006 infunden su crítica y su reflexión, dentro de un argumento de acción fácilmente asumible por el telespectador, lo demás llegará por vías indirectas quiera ese espectador reflexionar o no sobre el argumento. Además, la película tiene algunos movimientos de cámara y algunas perspectiva de composición de escena un tanto inusual para el cine comercial, aunque en la década de 2000 no será el único director de cine de acción en tirar de experimentación. El DVD incluye toda la escena final completa planteada con un final alternativo que descartó. Sinceramente los dos finales me parecen buenos finales y me resultaría difícil elegir cuál hubiera escogido yo para el montaje definitivo, creo que Donner, buen conocedor de su oficio, y siendo su obra, escogió correctamente y quizá pensando en un final más positivo al gusto del público general, quizá no se atrevió a cruzar la última frontera de esta historia, aunque quisiera mostrarla en los extras del DVD. Película recomendable, con los ritmos de acción y de guión de toda la vida pasados por el tamiz oscuro y sin más horizonte que la violencia que se imponía en las películas inmediatamente posteriores a los sucesos de 2001. También es verdad que, quizá sea por ser el mismo actor, algo hay que nos recuerda a Jungla de Cristal III (1995, John McTiernan).
La herencia del viento (1960, Stanley Kramer): En el Domingo de Ramos, comienzo de la Semana Santa, la primera película que podríamos pensar que se emitió con este motivo, muy curiosamente es esta, y más curiosamente, se puso en La Otra, nada sospechosa de haber comenzado su Semana Santa de este modo. No te confundas, lector, no se trata de una película bíblica, pero sí es una película cuyo argumento implica la religión cristiana, que no exactamente católica, pese a que también le concierna. En un pequeño pueblo de Tennessee altamente conservador y creyente, donde aparentemente todo es modélico y se pone en alza los valores nacionales de Estados Unidos de América desde una visión W.A.S.P. (protestante anglosajón blanco, prototipo colonial puro en el imaginario nacionalista de la derecha norteamericana), un profesor de instituto se atreve a explicar en su clase de Historia Natural (Ciencias Naturales) la teoría de la evolución de las especies de Charles Darwin, lo que está prohibido por entrar en contradicción con el Génesis divino explicado por la Biblia. El profesor es detenido en el comienzo del metraje y eso da lugar a la llegada de un periodista demócrata interesado en el tema, eso complica las cosas a todas las autoridades conservadoras cerca de las elecciones, pues son republicanos. El periodista, por medio de su periódico, le consigue al acusado un famoso abogado demócrata, interpretado por Spencer Tracy, mientras que las autoridades republicanas hacen venir para ayudar a su fiscal a un abogado ultraconservador que además hace funciones de predicador religioso y una no disimulada hipocresía manipuladora para imponer sus creencias e interpretaciones personales a afines y no afines, haciéndose pasar por alguien intelectual y moralmente superior para entender a Dios y a la Biblia. El género de juicios es un género muy arraigado en el cine y gusto de los estadounidenses desde el comienzo de su cinematografía. Han recurrido a él en todas sus épocas. Es un género que, por aculturación, han extendido con más o menos aceptación al resto del mundo, aunque se haya recibido por parte de ellos más que por producciones propias. Este largometraje, si lo ponemos en contexto, de fondo expone algo que muy recientemente se acaba de terminar en Estados Unidos, la Caza de Brujas de la administración de Eisenhower contra el comunismo, y por extensión contra toda la izquierda que se atreviera a distanciarse demasiado de una visión conservadora de la sociedad. En 1960 los republicanos ya no gobernaban, sino los demócratas, con Kennedy, y la Caza de Brujas hacía pocos años que había demostrado ser injusta y contraria a las libertades que se supone representaban los americanos. El tema no es planteado frontalmente, sino a través de otra persecución, la de la Ciencia en pelea con la fe religiosa. Aunque parezca mentira, a esas alturas de 1960 la legislación de algunos lugares de Estados Unidos aún prohibía la enseñanza de Darwin en las escuelas, e incluso hoy día, en 2020, todavía en algunos lugares de la América profunda existe polémica y prohibiciones sobre lo mismo. El metraje tiene grandes momentos de denuncia política y social, como la escena donde se reúnen en secreto todas las fuerzas vivas del pueblo, como son el sacerdote, el alcalde, el fiscal, el juez, el banquero y los terratenientes, para decidir condenar al maestro de manera rápida si no se retracta sin llamar la atención, pero el anuncio de la llegada del abogado demócrata les pone nerviosos, al estar expuestos a la opinión general de todo el país. La corrupción del sistema queda patente, pero también queda patente las medidas de manipulación de la sociedad en favor de los intereses de la clase dirigente (tanto política, como económica, como religiosa). Campañas de concienciación, activismo orientado por las elites, impulso de actos personales que hacen pensar a la gente que se hacen para proteger a todos cuando en realidad protegen los intereses de una parte de ellos, manipulación personal y de las masas, amenazas veladas, infiltración del abuso de poderes y autoridad adulterando o intentando adulterar el proceso... Nada tiene desperdicio. Cito la escena donde las autoridades del pueblo que llaman a la moral cristiana y fuera de vicios y pecados juegan y apuestan su dinero en una timba de póker ilegal todos juntos, detrás de una estatua alegórica de la Justicia con los ojos vendados. De guinda, un final donde además los tópicos sobre izquierda y derecha y sentido de familia y de moral, etcétera, quedan desmontados con situaciones que no cabían dentro de los tópicos de la época, incluso hoy día en algún lugar. Kramer antepone los valores humanos por encima de todos los valores. Buena película, cuidadosa de que todo lo que aparece en pantalla tiene un valor y un significado, con una fotografía en blanco y negro muy clara, y llena de luz o de oscuridad al servicio del argumento alegórico.
Ben-Hur (1959, William Wyler): La película más cara, más taquillera y la que más premios Oscar había ganado hasta que llegó Titánic (1997, James Cameron). La ponen todos los años en Semana Santa. En concreto este año la pusieron un año antes de Semana Santa, creo que en Telemadrid, y luego otra vez durante la Semana Santa, no sé si en La Otra o en cual. Pero yo no la vi en televisión, tengo comprado el DVD en edición especial. He visto la película innumerables veces, como todos, y fue una de las que tuve que analizar durante la carrera universitaria, y Espartaco (1960, Stanley Kubrick). De hecho también fue una de las primeras novelas que me regalaron, sólo que adaptada para público joven. El autor, Lewis Wallace, era un oficial federal de la Guerra de Secesión norteamericana (1861-1865), que posteriormente se hizo escritor y alcanzó gran fama con esta historia, una novela histórica ficticia ambientada en los tiempos y lugares de la vida de Jesucristo. La novela tenía trasfondo religioso, no obstante el escritor era religioso, pero en realidad se trataba de una historia de competición, rivalidad y odio entre dos amigos que se tenían por hermanos. El relato incluye el sueño americano, basado en hacerse a uno mismo partiendo de la nada y de las peores condiciones y acabando triunfando en la vida en todos los aspectos y con ostentación material del hecho (una visión por otra parte un tanto calvinista y de otras corrientes protestantes, donde se cree que Dios favorece a los elegidos). La película de William Wyler le suma, por su año de 1959, connotaciones alegóricas entre los valores de sociedad y de sometimiento confrontados ente Estados Unidos y la Unión Soviética en plena Guerra Fría, e incluso tiene algún toque casi de película de duelo del Oeste entre dos antagonistas que fueron amigos. El argumento es archiconocido, un príncipe heredero de Judea, sin gobierno, porque este país está en manos de Herodes y es un protectorado de Roma que termina siendo absorbido como parte territorial del Imperio, se reencuentra con su amigo de la infancia, un romano que es ahora un alto mando militar y administrativo de Judea. Este le pide colaborar para someter a los judíos y Ben-Hur se niega. Esto lleva a la enemistad entre ellos. Sucede un accidente que casi mata al nuevo gobernador romano, lo que sirve de pretexto y venganza de Mesala, el romano, contra Ben-Hur. Le manda a galeras a la espera de que muera, encarcela a su madre y hermana y le incauta sus posesiones. La fortuna quiere que en una batalla naval Ben-Hur salve la vida y sea transformado en hijo adoptivo de un cónsul. Pasa unos años de ocio desenfrenado alejado de sus ideales judíos en Roma, pero no para de pensar en su familia. Cuando Poncio Pilatos es enviado a gobernar Judea, él regresa allí para encontrarse con Mesala y pedirle cuentas de su familia. Ben-Hur cree que su familia a muerto, ha sido engañado, en realidad tienen la lepra en un valle de leprosos, asíque él se confabula con un rico comerciante de caballos aficionado a las apuestas (es corredor de apuestas) y reta a Mesala a una carrera en el circo, con la idea de que allí puede alcanzar la venganza. Llegado allí, Ben-Hur planea su venganza simplemente humillándole y dejándole sin dinero en una apuesta un tanto tramposa, sin embargo Mesala intenta matarle en la escena de la carrera más famosa del cine y que bebe de las aguas de un pintor español, Ulpiano Checa (Noticia 326ª). Mesala acaba mal, pero el afán de venganza no cesa, aunque en Ben-Hur, que recupera su sentimiento judío, sí. Como sea, Ben-Hur descubre el engaño por parte de su amada y va al encuentro de su madre y hermana. Puesto que Ben-Hur, cuyo linaje emparenta con el rey David, y por tanto con Jesucristo, cosa que se deja caer en el libro pero no es algo evidente en la película al menos que se reflexione porqué es príncipe, se cruza con Jesucristo varias veces en su vida, terminan llevando a la familia ante él para que las sane. En este proceso la familia entera recibe la buena nueva en el monte de las bienaventuranzas y luego en el vía crucis, pasan del judaísmo al cristianismo justo en el mismo momento donde esta creencia nace, ante el Dios vivo muriendo en la cruz. Madre y hermana sanan y todo comienza un nuevo comienzo, no han visto el final, como le dice la madre a la hija, sino el final del comienzo. Como veis, es también una película con una trama donde se ahonda en el alma humana y las venganzas, el perdón y el rencor. La verdad es que llevaba muchos años sin verla con detenimiento ni completa, al revisarla he descubierto detalles interpretativos muy llamativos y hasta cierto humor donde Wyler se burla de César. Hay claras escenas cuya fotografía hace referencia al platonismo pasado por el tamiz de Santo Tomás de Aquino, en su pasaje de la oscuridad de la cueva (donde vivían en tinieblas las leprosas a punto de morir) y la luz del exterior (la verdad del nuevo mundo, al que renacen, una vez que Cristo redime en la cruz a la humanidad). Pero también hay una serie de escenas que muy evidentemente me llevaron a pensar que los Monty Python tomaron nota para hacer sus chistes en La vida de Brian (1979, Terry Jones), como la escena del carcelero hablando con el militar romano en términos administrativos sobre los presos que van a ser crucificados. Me valió mucho la pena revisar con total atención este largometraje épico. Sus escenas, sus interpretaciones, su guión... aunque, a pesar de sus más de tres horas y veinte minutos de duración, conociendo los detalles de la novela, se me hizo corta. A pesar de la perfección del metraje, no se explican debidamente algunas cuestiones, como por ejemplo la vida de juerga que se toma Ben-Hur en Roma y su distanciamiento y dudas sobre su Dios en ese momento, implicando la épica de su reencuentro con el mismo en persona. Pero sí ahonda muy bien en una idea central del relato: la sed de venganza de Mesala y de Ben-Hur fratricida y la necesidad de superarlo, pensemos que Lewis Wallace al escribir su novela tenía muy reciente al guerra civil de su propio país, en la que había visto combates y odios a muerte entre familias y amigos, por no hablar de una posguerra que, lejos de lo ideal, tuvo campos de concentración y desigualdad social. Al final del DVD me llevé la sorpresa de contener un documental de una hora sobre el Ben-Hur mudo que primero se grabó, muy teatral, y el siguiente Ben-Hur mudo precedente de la película en color y sonora de 1959. Se trataba de la versión muda de Fred Niblo de 1925. Ambas primeras versiones llegó a tener conocimiento de ellas Wallace. La primera la desautorizó, por no respetar sus derechos de autor y no haberle consultado, hoy día es muy complejo acceder a ella. La segunda respetaba un acuerdo legal en la que el autor dio el visto bueno para obras de teatro ya desde el final del siglo XIX, se respetó la cláusula en la cual se pedía que la figura de Jesucristo no podía ser representada. En el caso de 1959 se respetó hasta cierto punto, nunca se le ve la cara. La película de 1925 contó con los mayores medios jamás representados, se levantó una ciudad entera, se gastó más dinero que jamás se hizo en cine y se rodó con encuadres imposibles y muchísimo más difícil de obtener que en 1959. La carrera de cuadrigas es tan digna como la de 1959, innovaron con ella la invención de las cámaras sobre plataformas móviles, tan habituales y corrientes desde aquel 1925. La verdad es que los montajes de 1925 y los de 1959 implican una serie de planos contrapuestos con un valor narrativo muy alto. Son películas muy dignas, por muy manoseada que esté en las televisiones la de 1959, sería interesante que un año pusieran la de 1925.
El coche de pedales (2003, Ramón Barea): A mí por lo menos me pasó desapercibida esta película en 2003, quizá sea porque coincidió con el año de la muerte de mi padre. Fue un descubrimiento muy grato que me hizo La 2 en la noche del Viernes Santo. La verdad es que recomiendo la película. Tiene un reparto de actores muy brillante y muy bien dirigido, que quizá coincidieron todos ellos en un momento muy iluminado de sus carreras personales, que probablemente disfrutaron entre ellos, y que hacen notar que se creen sus papeles. Gente como Álex Angulo, Rosana Pastor, Pablo Gómez (aquí niño) o Cesáreo Estébanez. De hecho, los intérpretes infantiles son niños creíbles, no están sobreactuados, no actúan mecánicamente, no tienen diálogos que no te crees, ni actitudes que ni por casualidad son de niños. La dirección es excelente. La interpretación de todos es buena. El guión es inteligente. La dirección artística es perfecta, todas y cada una de las localizaciones, del vestuario, de la peluquería, de las máquinas y vehículos, todo, es una auténtica réplica de una España de mediados del siglo XX, tanto en su entorno urbano como rural. Los que vivieron aquellos años lo reconocerán como lugares y formas sociales comunes, y los que en los años 1980 fuímos niños, incluso los niños de los 1970, reconocerán en sus recuerdos todas esas casas, ventanas, muebles, vehículos, formas de hacer negocios, relaciones vecinales, ropas y objetos que aún sobrevivían, y especialmente en nuestros abuelos y barrios y pueblos de nuestros abuelos. En principio pudiera parecer una película española más. En la Semana Santa de 1959 una familia cuyo padre es un profesor de idiomas y vendedor de grifos con necesidades económica, hijo de una familia republicana derrotada en la guerra, se prepara para celebrar las procesiones en las que no cree él, pero que social y políticamente se ve obligado a hacer ver públicamente que las celebra, por la presión represiva social y policialmente. La esposa, de familia adinerada vencedora de la guerra y con un hermano que fue de Falange, se prepara para lo mismo, pero totalmente entregada a las procesiones, aunque dándoles un valor nacional y de ultraderecha que, quien no lo comparta, es tomado por contrario a España. A todo esto está la madre, hermano y hermana de ella, con sus hijos, y el padre y la madre de él, con otro hijo que ha optado por dirigir una banda musical procesional. El padre de él fue comunista. El choque está garantizado. La película es una comedia con trasfondo social. De hecho él planea con unos amigos cometer lo que se consideraba terrorismo en aquella época: lanzar boletines propagandísticos contra la dictadura al paso del coche de Franco por el barrio. Ahora bien, la familia tiene tres hijos, uno en la cárcel por delito político, una hija mayor moderna y defensora de sus derechos, y el hijo pequeño, que es el protagonista, el cual quiere un coche de pedales, al cual su abuelo califica de juguete de ricos. El niño observa todo aquello con sus ojos de niño, y son su imaginación aparece tanto el héroe de cómic Diego Valor, como un ángel de la guardia que le atemoriza por los remordimientos que le da una enseñanza religiosa. Contiene choques generacionales a varias bandas, así como choques de interpretación de cada personaje sobre la realidad que les ha tocado vivir a través de sus propias experiencias. Los personajes están muy bien dibujados. La película es buena. Hace pasar un buen rato, y ya desde un análisis de historiador, hay que reconocer que Barea ha sabido reproducir todos los elementos favorables y contrarios de la sociedad y de la forma local de funcionar el gobierno a pequeña escala durante la dictadura franquista. No se aleja del recuerdo personal de la gente común y la inserta correctamente dentro de su contexto. Recomendable en todos los niveles, aunque no sea una película que fuera reconocida y recompensada por el público en los cines.
El gran combate (1964, John Ford): Una película del Oeste que programó Telemadrid en sus sobremesas. En general me parece muy moderna para su año. Me atrajo de ella precisamente eso, aunque ya la había visto años atrás. El pueblo sioux, confinado en tierras desérticas improductivas, sin medicinas, moría de hambre, enfermedad e intemperie, lo que hizo que tras la Guerra de Secesión se movilizara para solicitar al gobierno norteamericano el cumplimiento de los tratados, para que velara por ellos. La incomparecencia del gobierno hace que estos den por rotos los tratos y salen de su territorio asignado para dirigirse a un territorio indio sagrado donde viven otros sioux y donde esperan sobrevivir, por ser más próspero. La prensa norteamericana comenzó a crear alarmismo ante esto, pues son hechos reales, aunque la historia narrada en la película sea una recreación de ficción dentro de un hecho real. Con la prensa se soliviantó a varios ganaderos. El racismo quedó animado y con él el cruce de intereses económicos de toda clase que chocaban con los indios. Las mentiras y las noticias falsas sobre los actos de los indios en su marcha fuera de su territorio provocó el asesinato de varios de ellos. Así comienzan las guerras indias de este periodo que enfrentó a sioux y gobierno norteamericano, así como ciudadanos norteamericanos en general. Una guerra tal cual. Aunque el grupo en el que se centra la película y al que sigue este relato trató de mantenerse pacífico en su ida al territorio sagrado, aunque se defienden de algunos ataques. Ante la cantidad de noticias falsas que empeoran la situación, parte del ejército se debate entre cumplir su mandato de protegerles o su mandato de exterminarles. En la película se refleja las divisiones internas de los jefes sobre cómo afrontar la situación, el debate político en la Casa Blanca, los intereses de los empresarios, los miedos, racismos y también posiciones a favor de los ciudadanos, así como la vida de frontera del Oeste. Un sólo periódico comienza a publicar a favor de los indios para poder recaudar las compras de prensa de aquellos norteamericanos que comprendían las razones de los sioux. Los indios son los protagonistas y víctimas, sin escatimar su carácter guerrero, y también un oficial norteamericano y una mujer cuáquera. Incomprensiblemente la mitad del metraje se ve interrumpido por un episodio donde aparece Wyatt Earp y Doc Hollyday durante una partida de póker en la que se enfrentan violenta y humorísticamente a uno vaqueros criminales, en un estilo de cine espectáculo de los años 1960, quizá más años 1950, antiguo ya para aquel 1964, momento además donde brevemente actúa James Steward de anciano. No viene demasiado a cuento, al menos que Ford quisiera reflejar todos los aspectos de las guerras indias. El protagonista es Richard Widmark. Bonita fotografía, y película adelantada, extraña en Ford. Sólo le pongo de pega esa parte central no muy bien encajada para mi gusto. Pensemos que este largometraje se realizó en el mismo año en el que la lucha por los derechos sociales de la gente de raza negra en Estados Unidos estaba en uno de sus momentos más altos de reivindicación, en diciembre Martin Luther King recibiría el Premio Nobel de la Paz. John Ford en 1956 ya había hecho un largometraje del Oeste en reivindicación contra el racismo, Centauros del desierto, si bien el director salía en defensa de las naciones indias, hemos de pensar que los sucesos de 1964 en relación a la gente negra en su país eran igualmente apoyados por él. Tal vez la razón de ser esta película, llevada hacia los derechos civiles de los indios, esté fuertemente vinculada a su contexto histórico.
El oro de Mackenna (1969, J. Lee Thompson): Otra de las películas del Oeste (Western) con una estética moderna y que sirve de puente entre un Oeste con valores y tramas renovadas ya en la década de 1970 y la etapa anterior del género, más o menos vigente desde 1950-1960 (el género nació casi con el cine mismo, en 1903, y a lo largo del tiempo ha ido adoptando diferentes etapas). Lo cierto es que el Western comienza a cambiar con el éxito de Sergio Leone y su Por un puñado de dólares (1964), pero el cambio de las viejas formas se irá realizando a lo largo de lo que quedaba de década. El oro de Mackenna está a medias entre las viejas fórmulas y las nuevas fórmulas. El protagonista, Gregory Peck, es un comisario que previamente ha sido un criminal. Su antigua banda le fuerza a volver a colaborar con ellos en la búsqueda del oro de una leyenda india. Él ha sido la última persona que estuvo con un viejo jefe indio que tenía un mapa y ha memorizado el mapa. No cree en él, pero su antigua banda sí, liderada por Omar Sharif, que interpreta a un mexicano en tierras norteamericanas y cuyos socios son criminales de ambos lados de la frontera, así como indios. La banda ha matado al único hombre honrado del lugar, que fue quien le dio el cargo de sheriff a Peck, y han secuestrado a la hija sin saber que es la hija. Por ello el protagonista se ve forzado a colaborar con una banda criminal. Por el camino se les juntará todo un pueblo y sus fuerzas vivas, totalmente corrompidas por la ambición y la llamada fiebre del oro. Película imprescindible del Oeste. Denuncia la ambición y la corrupción frente al sentido de lo honrado. En el año donde el movimiento hippie está en su máximo con el concierto en Woodstock, no es casual lo intercultural, ni lo místico, no es casual el retrato corrupto de quienes se erigen como pilares de la sociedad, una sociedad que no se sostiene más que en la fachada, y no es casual que contenga algo anómalo en los Western hasta ese momento: un desnudo masculino y otro femenino, íntegros, pero tapando las zonas frontales del cuerpo, para darse un baño en un entorno natural. Película, repito, imprescindible dentro del género e incluso acerca de la corruptible del ser humano. Baste la cita de la escena en la que un miembro del pueblo, hablando con el comisario que les recuerda el asesinato del juez del pueblo, afirma su muerte y argumenta que ya que no se puede cambiar esa situación, ¿por qué no hacerse con el oro?, siendo el oro precisamente la causa del asesinato de aquel hombre justo.
Sigo como Dios (2007, Tom Shadyac): Emitida el 14 de abril por Antena 3 por la noche. No me había propuesta verla, pero la terminé viendo. Es la segunda parte de Como Dios (2003), del mismo director y protagonizada por Jim Carrey. Podemos considerarla una película rezagada de la Semana Santa. La primera película en su día me hizo reír, la vi unos años después de su estreno, pero me hizo reír. La combinación de Jim Carrey y Morgan Freeman haciendo de Dios era graciosa, el argumento era novedoso, dentro de lo que cabe, los chistes estaban bien, los efectos especiales eran el espectáculo, el morbo irreverente y con punto sacrílego, aunque al final respetuoso, eran lo que atraía. En esta otra segunda parte se pierde todos los recursos gestuales de Jim Carrey, y el protagonismo pasa a Steve Carell. Ni Morgan Freeman salva este largometraje. Lo novedoso de la primera parte ya no es novedoso, el primer impacto ya no impacta. Los chistes son previsibles, los efectos especiales discutibles. Aunque la película trata de denunciar los desastres ecológicos de la vida corriente por culpa de políticos corruptos ambiciosos, ni eso termina de tener gancho ni fuerza. el primer fuerte de la película son los efectos por ordenador que nos hacen ver a animales comportándose con el protagonista como si fueran personas. En resumen, es un político llegado al Senado del que se quiere el apoyo para unas leyes que atentan contra la Naturaleza. El político recibe la visita de Dios que le transforma en un nuevo Noé y le obliga a recrear un arca. Es una película totalmente prescindible, innecesaria, sólo sería recomendable para ponerla a un público infantil de cara a la concienciación de la importancia de la política en las decisiones ecológicas. Puede servir para pasar un rato, pero de verdad, prescindible totalmente.
Serenity (2005, Joss Whedon): Tampoco me había propuesto verla, más que nada porque la tengo y ya la he visto varias veces, es una de mis películas a tener en cuenta de ciencia ficción, pero no tienen sentido si no se ve después de la serie de televisión a la que corresponde, Firefly (2002), que también tengo. Remito a la serie antes de ver la película. El largometraje es la conclusión de aquella historia. Se trata ya de un relato de culto para los aficionados a la ciencia ficción de historias galácticas en el futuro. La serie resultó muy cara de producir respecto a los beneficios que recaudaba en cuanto a audiencia, fue cancelada sin dar lugar a grabar su final. Paradójicamente su éxito creció a nivel mundial a través de Internet y canales de televisión de países fuera de Estados Unidos que compraron los derechos de emisión. Varios directores y actores de películas míticas de ciencia ficción el dieron su visto bueno de manera pública y eso hizo que la productora reculara y rodara un final, pero en lugar de hacerlo en una nueva temporada, lo hizo con un largometraje. Al perderse la referencia de lo sucedido anteriormente para mucho espectador en las salas no gozó de todo el éxito que pudo. aún con todo, lo poco que va de 2020 se ha rumoreado de volver a rodar una continuación de la serie después del desenlace de la película. No recuerdo que canal de la televisión digital terrestre la emitió, puede ser Energy, Factoría de Ficción, Neox... o quizá fue Cuatro. La vi por inercia de lo mucho que me gusta esta historia. Estoy acostumbrado en verla en su idioma original subtitulado, por lo que al comparar las voces en español me parecieron un muy mal trabajo por parte de los actores de doblaje, todos los matices interpretativos que enriquecen a los personajes estaban eliminados, sin excepción. Se trata de una historia retrofuturista en la que la humanidad ha colonizado el espacio, pero no hay otras vidas diferentes a las conocidas, salvo los Ravers, una especie de salvajes, piratas, caníbales e indios del espacio que no se sabe muy bien qué son. El futuro es un Western en sí mismo, con naves espaciales, el chino como lenguaje universal, crisis y deficiencias de bienes básicos, contrabando, colonias y un gobierno central autoritario que se presenta como los antagonistas tras ser los vencedores de una guerra civil semejante a la Guerra de Secesión. Los protagonistas son parte del ejército perdedor, secesionista. Se ensalza el valor de la libertad individual y de asociación frente a la libertad codificada en deberes y derechos reflejados en leyes estrictas. Como sea, el control de los medios de comunicación, la manipulación informativa, las falsas noticias, un experimento sanitario fracasado y ocultado al provocar una pandemia, mueven la película. Vista en castellano quizá me pareció que resumía demasiado rápido algo que necesitaba más detalles, hubiera necesitado o más tiempo de metraje o haber sido otra temporada de serie televisiva. Como sea, producción de culto indisociable a la serie previa.
Drácula (1931, Tod Browning): He visto varias películas de Drácula a lo largo de mi vida, pero quizá la que protagonizó Gary Oldman en 1992, Drácula de Bram Stocker (Francis Ford Coppola), la cual vi el primer día de su estreno en los desaparecidos cines de El Val, en Alcalá de Henares, me parece la mejor de las versiones en cuanto a que es la que más se ajusta realmente al libro de Bram Stocker, el cual leí a partir de ver esa película misma. Pero de niño la que más miedo me dió fue la que protagonizó Christopher Lee en 1958, Drácula (Terence Fisher), y una que me dio pesadillas, sin ser el vampiro de la novela de Stocker, y que más tarde vi varias veces y analicé durante la carrera universitaria, fue Nosferatu (1922, F. W. Mornau). Por supuesto vi al personaje en otras películas, y en series de televisión y dibujos animados, incluso en cómic, y vi y leí otras historias de vampiros. La versión por excelencia, la protagonizada por Bela Lugosi en 1931, la de Tod Browning, fue una de las primeras versiones que vi de niño, y también me dio miedo, creo que fue en las épocas de La Bola de Cristal, aunque no durante el horario infantil, antes la televisión pública, al no tener que competir por las audiencias se permitía emitir películas antiguas con calidad artística, aparte de que la cultura popular del momento estaba totalmente abierta y enriquecida con todo tipo de referencias audiovisuales de todo el siglo XX, cosa que en muchos casos las generaciones posteriores han perdido. Yo creo que llevaba más de veinte años sin ver esta película entera. Una plataforma me brindaba la oportunidad de verla, pero únicamente en idioma original subtitulado. Pensemos que es una de las primeras películas sonoras, pues el sonoro comenzó en 1927 y se generalizó en los años posteriores. Tuve curiosidad y me la puse. La verdad es que es impagable la pronunciación interpretativa de Lugosi, no sólo tiene el acento del Este europeo es que lo modula según avanza el metraje y se supone que va rejuveneciendo con cada una de sus víctimas que se cobra. Además, logra sacar adelante un personaje que lleva siglos sin hablar con nadie y expresándose en un inglés que no es su lengua y nos hace creíble que según avanza su historia logra domar sus deficiencias idiomáticas. Además cobra un gran protagonismo uno de los personajes secundarios que más me llaman la atención en el cine, entre otros, se trata de Renfield, cuya perturbación interpretada por Dwight Frye solo es equiparable a la interpretada recientemente en El Jocker (2019, Todd Phillips) por Joaquin Phoenix, quien no haya visto este Renfield no podrá juzgar con toda propiedad la locura de Jocker en ese otro metraje. Es una película donde claramente se invirtió mucho dinero, en la que se nota una preocupación estética y artística, no solo la intención de hacer una película para el espectáculo. Los decorados, la luz en sombra, lo gótico, lo cuidado de todo detalle es destacable. El relato fue tomado por mucha gente que no leyó el libro como el relato oficial, aunque en realidad adaptaba la novela y la cambiaba para lograr las necesidades del lenguaje cinematográfico y contentar al público. Toma muchas cosas de la historia de Stocker, pero muchas las cambia o las pasa a otros personajes. Viendo esta película uno se da cuenta que Ford Coppola la tuvo muy en cuenta en 1992, hay muchas referencias visuales y argumentales a ella, incluso guiños en algunas de las frases de los personajes. Por otra parte, en 1931 los efectos especiales no permitían determinadas escenas, las cuales sí aparecen en Coppola y se recrea en ellas, sin embargo lo que gana el relato en 1992 en violencia, crudeza o detalles, o incluso en las posibilidades de ser más ajustado al libro al ser normal un metraje de dos horas en 1992, pero sólo de una hora en 1931, lo pierde en cuanto a la crudeza y sinceridad de 1931 en cuanto por ejemplo enseñar un desnudo femenino. Recurrir a los clásicos siempre nos da pistas sobre cómo orientar las nuevas ficciones en la actualidad, o incluso para enriquecer los matices de la historia. Siempre recomendable.
Mi super ex-novia (2006, Ivan Reitman): La vi sin proponérmelo, dejé la televisión puesta una noche y al final terminé viéndola. La vi en Neox. Está protagonizada por Uma Thurman. Es una comedia romántica en la que un chico se enamora de una superheroína, pero son incompatibles y termina rompiendo con ella cuando descubre que es celosa, inestable, violenta y dominante. Además, él está enamorado de verdad de una compañera de trabajo. A todo esto un supervillano (villano en realidad) le compromete a él para acabar con la superheroina, la cual está preocupada por dar toda clase de problemas a su exnovio en lugar de hacer sus labores de heroína. La comedia ahonda de fondo mediante la sátira al extremo tanto en el feminismo que termina viendo al hombre como enemigo, como en el machismo que termina viendo a la mujer como objeto sexual. Aún con todo la película tiene un mensaje feminista dentro de una historia de amor en sentido de comedia. No es una gran comedia, y por mucho que me guste Uma Thurman, tampoco creo que sea su mejor película. Como película coral tiene un pase, pero realmente no tiene mucha gracia. No es un guión inspirado. Parece que crearan la película sólo somo excusa para crear una escena donde una superheroína lance un tiburón vivo a la habitación de su exnovio en la cama con otra mujer. Es el único plato fuerte, donde debieron dejar todos los esfuerzos productivos y que promocionalmente debieron explotar, pero que no deja de ser algo que adorna el argumento, sin más. Entiendo que pueda tener su público, pero me pareció una comedia romántica más que no termina de cumplir su función humorística. Malograda.
Tierra prometida (2012, Gus Van Sant): Conocía el título, pero nunca me acerqué a este largometraje hasta ayer por la noche que la vi comenzar en TVE 1 y me gustó tanto el diálogo y la fotografía que me quedé a verla entera. Además, Matt Damon cuadra con esta historia, y está respaldado por una más que sólida Frances McDormand en un papel contrapunto total al que hizo en Fargo (1996, Joel Coen). Una pareja de comerciales de gas natural se dedican a ir a los pueblos de la América profunda para ir comprando derechos de extracción de gas de debajo del subsuelo de sus propiedades, decisión que además ha de ser respaldada por los ayuntamientos. El método de extracción implica la perforación y y fracturación de un subsuelo de piedra que libere el gas al exterior. Tal práctica es ecológicamente muy peligrosa para las construcciones y las vidas, y puede echar a perder los campos de cultivo y ganados, arruinando a la población una vez que el gas se agote. Esta información la callan, a la vez que no confiesan la cifra real de dinero que valen la compra de los derechos en relación a lo que el gas puede generar. Ellos presionan diciendo medias verdades y dando expectativas de futuro ruinoso de no aceptar una oferta que se ofrece como salida de trabajo y económica de éxito ante las pobres ganancias y posibilidades del mundo rural. Además, al ser gas natural, se venden como energía sostenible más limpia que otras energías. El pueblo, compuesto en general por muchas familias que viven del campo sin muchos recursos y sin muchos conocimientos más allá de lo básico y la televisión, está por aceptar, incluido el ayuntamiento que vende la idea como la única posible, pero en ese momento, en una reunión asamblearia del ayuntamiento para aprobarlo, a la que no asiste ni la mitad del pueblo (todo recuerda a la propia actualidad española), se levanta la voz de un profesor de instituto anciano que, cuando era más joven era un reconocido físico que se prejubiló en aquel pueblo. Comienza a plantear dudas sobre todo lo que la empresa no dice, y sobre los métodos de la misma, logrando que se decida tomar dos semanas de reflexión y una votación de todo el pueblo sobre si dar los permisos. La empresa está molesta y usa un equipo de investigación para encontrar todo tipo de información con la que manipular a la población. Entre tanto los comerciales hacen su vida normal. Mientras para ella es un trabajo, para él es algo que asocia a su propia vida, pero él conoce a una chica del pueblo de la que se va enamorando. En esto llega un ecologista que da razones emotivas y científicas contra la gasística, y en fin, se entabla una guerra de estrategias por ganarse al pueblo. La trama se enriquece con la evolución psicológica de los personajes y toca de fondo la manipulación informativa, la alteración de datos ciertos para presentarlos a conveniencia, las falsas noticias, el poder de las grandes empresas energéticas y su conocimiento de la inteligencia emocional para manipular a la gente en el sentido de que voluntariamente hagan y crean hacer lo correcto en defensa de todos, aunque en realidad sólo benefician a unos pocos y se perjudican a sí mismos... ¿Os suena algo en vuestros pensamientos? Sí, el cine de este confinamiento en las televisiones ha rondado estos temas una y otra vez, y lo sigue haciendo, incluso en metrajes que yo no vi, por haberlos visto ya, o que vi fragmentariamente estos días. Con lo cual uno piensa, el mensaje de los informativos está siendo contrarrestado por las historias de ficción que nos lanzan, algo nos quieren decir desde las televisiones los que trabajan en ellas. Como sea, película muy recomendable por muchos motivos. Anotadla también.
Y aunque ha sido largo, hasta aquí la segunda parte. La tercera se compondrá de las películas que vea completas en el confinamiento a partir de hoy, y ya veremos si necesitará de una cuarta parte. Saludos y que la cerveza os acompañe.
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