La cuestión es que antes, cuando era niño, preguntabas a cualquier mayor y todos sabían más o menos contestar quien era o qué hizo el señor o señora que ponía nombre a tu calle, aunque fuera de modo muy vago. Ahora ya no es así. Desde mediados los 1990' esto se fue perdiendo. Actualmente no sólo desconocen quienes eran o cuando vivieron, hay quien ni siquiera se molesta en querer saberlo y hasta les confunden de nombre. A Hernando de Soto normalmente le cambian el nombre hasta los del ayuntamiento con sus cartas: Fernando de Soto, Hernando Delsoto... Lamentable situación cultural de los principales interesados en explicar el porqué de sus calles. En mi barrio ahora hay más población inmigrante y es más triste aún ver que ni los propios sudamericanos conocen los nombres de los que forjaron su Historia más directa. Lo peor es cuando se enteran de la época en la que vivieron y los meten en un genérico tópico de la Leyenda Negra Española, sin preocuparse siquiera si es cierto lo que afirman o si es totalmente creíble lo que dicen a través de un tópico de varios siglos de duración. Quiza por ello hoy me apetece escribir al Alto Mando de Espionaje de Bares alguna cosa sobre Hernando de Soto, el hombre que da nombre a mi calle.
No es que este hombre pertenezca a los nombres del descubrimiento y conquista que más destacan hoy día los libros de Historia, aunque en su época tuvo gran fama e importancia. No se sabe bien si nació en 1496 o en 1500, pese a que casi todos afirmen la segunda fecha como la más probable. Lo cierto es que la historiografía estadounidense le ha dedicado más hojas que la propia española o las centroamericanas. Nació en Barcarrota, en Extremadura, que era una región muy empobrecida en aquel siglo XVI, razón por la cual buena parte de la gente que se enroló en el ejército transatlántico para ir a América era principalmente de esta región (aparte de innumerables vascos). Era de una familia de hidalgos venidos a menos. Por esa misma razón siendo adolescente se embarcó para ir a América como soldado, con algún mando menor, por ser hidalgo de nacimiento, pero soldado al fin y al cabo como lo pueda ser hoy día un cabo.
Así, entre 1514 y 1520, navegó con el descubridor Gaspar de Espinosa descubriendo y detallando en mapas las costas de Nicaragua. El propio Hernán Cortés aún no había descubierto y conquistado el Imperio Azteca, lo cual comenzó sobre 1520. De hecho, la guerra en el Imperio Azteca, que acabó en 1522, había dado gran fama y enormes tesoros a Cortés, y también el comienzo de una Leyenda Negra que iría anotando para denunciarla ante los Tribunales Fray Bartolomé de las Casas. Estas historias del Imperio Azteca llevaron a Hernández de Córdoba a organizar una expedición que conquistase los territorios a los que daban aquellas costas de Nicaragua. Hernando de Soto volvió a embarcarse con este propósito como soldado, aunque con el antecedente militar de ser conocedor de la costa al haber estado en la anterior expedición de descubrimiento de la zona. No ganaron las riquezas que esperaban ni encontraron otro reino al estilo del azteca. Es conocido que aquella expedición terminó dividiéndose en otras expediciones, a cada cual provista más miserablemente.
Hernando de Soto terminó yéndose con Francisco Pizarro, quien con unos pocos soldados desobedeció órdenes, imitando así a Cortés cuando abandonó Cuba, y se dirigió hacia el, desconocido aún en importancia, Imperio Inca a través de Colombia (el Imperio Inca incluía este territorio). Esto ocurría en 1530. Pizarro se encontró con una guerra civil entre los incas (igual que Cortés se encontró con una guerra entre reinos en el territorio de México), que usó en su propio beneficio. Para contentar a las autoridades españolas y mitigar el hecho de su desobediencia militar, Pizarro intentó usar los procesos políticos habituales dictados por el Rey de España, Carlos I. Para ello colocó a Hernando de Soto como embajador español ante Atahualpa, el heredero al que los españoles reconocieron como Emperador legítimo en aquella guerra civil. Hernando de Soto había tenido contacto con los indios en el pasado de tal modo que les había cogido simpatía y se había interesado por ellos culturalmente. La elección no había sido al azar, aunque las pretensiones de Pizarro eran otras muy diferentes a relaciones pacíficas, como es conocido que ocurrió.
Cuando Pizarro apresó a Atahualpa, Hernando de Soto estuvo en contra de tal irregularidad legal. Cuando Pizarro decidió ejecutar al Emperador Inca, Hernando de Soto se manifestó en contra. Atahualpa ofreció su rescate en la cantidad de su peso corporal en oro. Pizarro aceptó y Hernando de Soto creyó que con eso al menos se solucionaría el problema. Pero Pizarro quiso más y Atahualpa llenó una habitación de oro. Hernando de Soto se distanció más de Pizarro totalmente enfadado con lo que sucedía y donde se demostraba que él había sido usado como títere. No obstante se hizo amigo íntimo del Emperador Inca durante su presidio. Atahualpa pagó, pero Pizarro pidió más y, al no ceder el emperador, lo ejecutó. Eso colmó la gota del vaso de la paciencia de Hernando de Soto en 1532, se enemistó para siempre con Pizarro y decidió regresar a España; regresó en 1536. Lo que él pudiera decirle a Carlos I era de vital importancia para la vida de los hermanos Pizarro, por eso no sólo le dejaron marchar vivo, sino que además le dieron una parte del oro del pago de Atahualpa, a modo de servicios por haber sido embajador del Rey Carlos I ante el Emperador Atahualpa. Hernando de Soto aceptó el pago en ese concepto. Pizarro fue astuto, pues sabía que cuando llegase con ese oro cualquier cosa que pudiera decir contra él sería minusvalorada, ya que Carlos I querría esas riquezas para financiar sus guerras de religíón en Europa y sus palacios en España. No se equivocó. No entraré aquí, por innecesario, en la guerra civil que estalló entre los españoles que conquistaron el Imperio Inca, ni en la larga duración de los últimos incas resistentes hasta casi territorios de la Argentina noroccidental actual y de la amazonía brasileña.
Hernando de Soto mejoró su posición social y obtuvo nuevos títulos nobiliarios a raíz de su riqueza, incluso se casó con la hija de uno de los militares más importantes del momento, Dávila. Era consciente, no obstante, de todo el oro que se había sacado del Imperio Azteca y del Imperio Inca. Por ello, cuando conoció las noticias que trajo Alvar Núñez Cabeza de Vaca, uno de los cuatro únicos sobrevivientes de la expedición de Pánfilo de Narváez para la conquista de Florida, quiso regresar a América. Cabeza de Vaca era un soldado de fortuna que se hizo famoso por ser superviviente de aquella expedición y redactar una carta que fue publicada y vendida como un best seller de la época. Por ello se le dieron títulos, aunque había regresado con prácticamente nada, y se le mandó a expedicionar por la Amazonía, zonas de la actual Brasil, Uruguay y Paraguay, e íncluso se le mandó a hacerse cargo de una de las etapas de la conquista del Río de la Plata. La expedición de Nárvaez a Florida fue un fracaso, como se ha dicho, hasta el punto de sobrevivir sólo cuatro militares. Las enfermedades, los animales de la selva de Florida, e indios hostiles les fueron diezmando y hacerles avanzar hacia el Norte de Norteamérica. Allí se perdieron. Encontraron a los Indios Pueblo, así llamados porque vivían en casas de barro, y no en tipis, y otras tribus pacíficas con las convivieron durante años y con las que hicieron amistad estos cuatro supervivientes. Fue esta amistad la que les ayudó a regresar a su casa, o cuando menos a encontrar el Golfo de México. A su regreso contaron haber visto pueblos con calles d eoro y habitantes llenos de joyas... quizá una fanfarronería de militar, o quizá por orgullo de no ser objeto de burla por tan desastrosa expedición... pero le hicieron un flaco favor a sus amigos indios.
El caso es que Hernando de Soto creyó a Cabeza de Vaca y recordó el Imperio Inca. Al poder hablar ahora de tú a tú con Carlos I le pidió el título de gobernador de Cuba y le fue concedido. Desde allí organizó una expedición a Florida, crando una base militar en Tampa, llamada entonces Santa Croce. Hernando de Soto cuidó mucho de que no se cometiesen atrocidades contra los indios. No saqueó aldeas, no permitió las violaciones de mujeres, no permitió los asesinatos arbitrarios, ni permitió la captura de indios para realizar trabajos esclavos, aunque sí usó para esto a los capturados en batalla contra aquellos indios que, avispados ya por la violencia que usó Nárvaez años antes, les salieron a batalla sin más. En su camino encontraron a Juan Ortiz, que había sido capturado por los indios en tiempos de la expedición del citado Nárvaez. Había salvado la vida gracias a la hija india del jefe de un clan... lo que 200 años después sirivió a los ingleses para crear el mito de John Smith y Pocahontas, el cual fue un caso similar.
Los testimonios indios no desmintieron la creencia de una ciudad de oro y les fueron guiando al Norte, cada vez más al norte. Simplemente no deseaban tener a vecinos que pudieran alterar su forma de vida... y cuyo antecedente años antes había sido tan violento para ellos. La expedición se iba agotando por enfermedades y algunos ataques indios. Llegaron hasta los Apalaches, donde una confederación india de varios clanes les invitó a una fiesta de homenaje a ellos. Había miles de indios. Los españoles no sabían que ellos tenían un mito de una profecía llamada "de Athaph" (tal vez es "Aleph", no recuerdo bien el nombre, pero es rasteable en los libros de Mitos y Leyendas Indias, o bien en sus historiografías más serias). Este era el nombre de un indio que había vivido cien años antes y había dicho que un día vendrían otra clase de hombres, diferentes a ellos, y acabarían con los indios en esa tierra. Tal profecía, que se conoció siglos más tarde a través d ela tradición oral india pasada a textos, había provocado una gran guerra entre los propios indios. La tenían muy presente. Por eso, aquella fiesta fue una encerrona donde pretendían matar a Hernando de Soto y sus españoles. Numéricamente pudieron haberlo hecho, los españoles eran unos cientos tan sólo y sus armas se habían menguado hasta unas decenas. sin embargo aquello acabó en matanza de los indios. La superioridad tecnológica de las armas y la disciplina de táctica militar española fue la clave. La batalla duró unas nueve horas y murieron, se calcula entre textos de la época y arqueología, unos 2.500 a 3.000 indios (algunos hablan de 5.000). Casi todos los españoles resultaron heridos, pero en batalla sólo murieron 20, y tras la batalla, por falta de medidas médicas, otros 20. Aquella fue la batalla de Mauvila, en 1540.
Desmoralizados tras los sucesos y la falta de resultados, la tropa deseó volver a casa y buscaron el camino de vuelta, pero se perdieron. Atravesaron el territorio de hasta unos 8 a 10 Estados norteamericanos actuales. Se encontraron por el camino con otras batallas con indios, y otros indios que fueron amistosos. Encontraron el río Mississippi, por lo que Hernando de Soto fue considerado su descubridor, y aún encontraron el río Ohio. La idea que tuvieron entonces fue bajar el Mississippi hasta desembocar en el mar, presumiblemente el Caribe español. El 21 de mayo de 1542 Hernando de Soto murió de fiebres. Sus hombres no quisieron enterrarlo por miedo a que los indios profanasen su tumba. Lo liaron en una manta, la llenaron de arena y piedras y lo tiraron a las profundidades del río.
Aún hoy se encuentran restos arqueológicos de aquellos sucesos. En el siglo XIX los norteamericanos encontraban tribus que guardaban como reliquias de dioses o de grandes guerreros lo que eran partes de los uniformes (armaduras) y armas de los españoles de De Soto.
Todos aquellos territorios explorados por los españoles en Norteamérica, más los de Texas, California y casi hasta el Estado de Washington actual, foramron parte del Imperio Español, si bien no fueron tan bien defendidas como lo fueron las posesiones que actualmente conforman Latinoamérica. Las posesiones norteaméricanas españolas fueron defendidas de ingleses, franceses y holandeses por orgullo patrio y geoestrategia, a pesar de que eran territorios alos que España no supo sacar partido. Aún más, se defendía así a los indios, a los cuales se les consideraba súbditos de España protegidos por el Rey, ya que España, pese a su leyenda negra y las atrocidades de los primeros años de la conquista, fue el único Estado del mundo que reconoció a los indios americanos como seres humanos y con alma, sin bien eran paganos. Es por ello que Felipe II, sobre los 1550-1560 dictó leyes de protección de los indígenas y prohibió su exclavitud, si bien es cierto que se les obligaba a pagar impuestos, como el resto de españoles, con la diferencia de que ellos debían pagarlos con trabajos en las minas de plata y oro... Lo que provocó gran mortandad india y abusos de algunos patronos que los trataron como esclavos (pocos casos fueron denunciados ante el Rey, la corrupción moral y económica del momento era tremenda). Otra consecuencia evidente de nuestros días es que los españoles no vieron problema alguno en tomar esposas indias, dotarles de conocimientos de lectura y escritura, o darles participación de otras muestras culturales europeas, como la ropa (la típica ropa india de Perú, por ejemplo, es la ropa española d elos pobres del siglo XVIII). Eso ha permitido la perviviencia de la raza india gracias a la mezcla étnica, apreciable en muchos habitantes latinoamericanos, aparte de la subsistencia de indios puros en algunas regiones. Por el contrario, la táctica francesa se basaba en la segregación racial y la utilización del indio para sus guerras (así se extinguieron los mohicanos). La táctica inglesa simplemente se basaba en la segregación racial y el exterminio de los indios respetando sus territorios pactados (efectivamente los indios apoyaron a los británicos durante la guerra de indepencia norteamericana, ya que los norteamericanos aplicaban la segregación racial y el extermino de los indios a la par que les expulsaban de sus territorios con brutalidad). Los indios norteamericanos durante el domino español fueron respetados, así por ejemplo los cherokees, indios con los que se encontró De Soto de modo pacífico, pudieron vivir según sus costumbres en sus territorios hasta que los norteamericanos se fijaron en ellos en el siglo XIX, recién adquirida su independencia.
Posiblemente algunas tribus norteamericanas no apreciaron la protección española, que se daba sobre todo desde el mar y desde fuertes puntuales, pero sí hubo muchas que se influenciaron de la cultura española en zonas como Florida, Texas o California. Fue toda una sorpresa para los norteamericanos descubrir algunos poblados indios donde había católicos y el chamán era el sacerdote del pueblo. Más raro resultó un caso canadiense, donde unos pescadores vascos del siglo XVI se perdieron y convivieron con los indios de la zona hasta que pudieron construír un barco con el cual regresar a España, años después. Cuando llegaron los franceses se sorprendieron de que el lenguaje vasco fuera muy útil para hablar con aquellos indios de allá.
Pero no me prolongaré hablando más de las cuestones indias. Desvarío del tema central, Hernando de Soto. Pues contada ya la historia de este hombre a raíz de que mi calle lleva su nombre y el desconocimiento general de muchos nombres de calles que un día significaron algo a quien puso el nombre, no es malo conocer y no creer en tópicos a pies juntillas, por mucho que a veces se cumplan.