La línea paralela que iniciaron los herederos y editores de Corto Maltés con este mismo personaje de manos de Martin Quenehen y Bastien Vivès prosigue. Recordemos que en 2021iniciaron esta vía experimental con Corto Maltés, Océano negro. Sigo manteniendo lo que dije por entonces, aunque llegados a un segundo volumen en el final del invierno 2023-2024 y comienzo de la primavera de este 2024 para Francia, Italia y otros países europeos, ya comenzado el verano en España, quepa ahora matizar nuevas percepciones personales una vez que lo he leído (confieso) no tras haberlo comprado nada más salir, sino tras retrasar su lectura hasta comenzado septiembre. Esta vez no me he dejado llevar a la lectura inmediata del volumen. Empecemos por el título de esta segunda entrega, Corto Maltés, Reina de Babilonia. Prosigue con su blanco y negro en escala de grises, esta vez dividiendo el álbum en dos partes claramente diferenciadas, en una donde el trazo fino configura escenarios y personajes, y otra donde la mancha y la sombra acompañadas de pequeñas y finas líneas que no definen del todo las figuras pero las dejan marcadas es lo que domina esa segunda parte, que acabará volviendo al orden anterior justo en sus últimas páginas. Está al servicio de una narración donde los autores han querido recrearse en las percepciones emocionales de los personajes. Es un cómic con cierto tinte impresionista en ese sentido. Nos muestra además a un Corto Maltés falible en su faceta de que él también puede perder. Baja a los infiernos como personaje de La Odisea y otras historias griegas, aunque en este caso de la mano de la diosa babilónica Ishtar, diosa del amor y de la guerra. En este sentido las sombras y lo lúgubre se apodera de Corto y su historia en sus horas más bajas. Las más bajas vistas en él incluso cuando está en su línea clásica en la primera mitad del siglo XX, donde le creó Hugo Pratt y donde le continúan muy acertadamente Juan Díaz Canales y Rubén Pellejero, quienes, por cierto, según la editorial Norma Editorial publicarán una nueva entrega de la saga clásica hacia el otoño o el invierno de este mismo año, por lo que habrá doblete de Corto.
Si en la anterior entrega el Corto Maltés del siglo XXI comenzaba su andadura en 2001 con los atentados de las Torres Gemelas de New York de fondo, ahora avanzamos pieza al año 2002. A pesar de que el comentarista del libro Jean Hatzfeld, por otra parte periodista, dice que es un año aburrido para los amantes de la guerra porque es un año que no pasa nada según él, nada más lejos de la realidad. No sé qué mundo paralelo ha vivido Hatzfeld, cómo de profesional es en su oficio o cómo pasó particularmente él aquel año. 2002 es el año en el que la Guerra de Afganistán está más activa, es el año de los espías por todo el planeta, de los secuestros alegales y los ilegales internacionalmente, de la prisión de Guantánamo en pleno rendimiento y las torturas que allí se hacían, las cuales aún no sabíamos de ellas, de los actos terroristas por todo el mundo, 2002 fue un año movidito donde, además, se estaba preparando ya la Segunda Guerra de Irak mientras una parte de Occidente empezaba a organizarse pidiendo el "No a la guerra", que se hará más multitudinario en 2003, cuando empiece la invasión a Irak. Y precisamente todo esto está de pleno y de lleno en esta nueva entrega de este extraño Corto Maltés, quien junto a otras personas trata de robarle a un grupo de mafiosos traficantes de armas veteranos de la guerra de Bosnia-Herzegovina, y es que ese menudeo de armas en el mercado negro también existió, a veces con dirección a Irak o a Afganistán.
Corto Maltés se ve afortunado de sí junto a su grupo y una novieta que se echa, "la Reina de Babilonia", cuando se chocan de bruces con Celo, un personaje que aquí es parte de la ficción de la historia de Corto, pero que existe en la vida real, como lección bien aprendida de Pratt. Celo era un mafioso que en el comienzo de la Guerra de Bosnia-Herzegovina las circunstancias le ubicaron en la defensa de Dobrinja y Sarajevo en 1992. La población se vio armada y guiada por él, con lo que se inició aquella defensa titánica que fue el cerco de Sarajevo, transformándole a él en un héroe nacional de Bosnia, aunque también hay sectores que le consideran un criminal. Aún hoy tiene esa consideración entre héroe y criminal, tras la guerra se dice que traficaba con armas de la guerra por Europa, los países árabes y quien pagara en general. Murió asesinado a tiros en Sarajevo en 2007, probablemente un ajuste de cuentas o bien de tiempos de la guerra o de su faceta del hampa, si no de cualquier otra cosa de los acontecimientos del siglo XXI.
Corto Maltés y los suyos, como decía se las ve muy feliz y triunfador hasta la irrupción de Celo, y en ese justo momento aparece la CIA estadounidense y termina siendo enviado a territorio de la antigua Babilonia (en Irak, zona controlada por Estados Unidos desde la Primera Guerra de Irak en 1990-1991). Le llevan en busca de un tesoro arqueológico a cambio de que dejen limpia su hoja de acusaciones contra él. Lo cierto es que por poética, cuadra, aunque por Historia cuadraría más que fuera Afganistán. Y una vez que tenemos este giro aparece otro giro, Corto ha de descender a su infierno particular, tal vez paralelismo de la prisión de Guantánamo, cuando él es secuestrado por extremistas islámicos que lo encierran y torturan. Hablamos de la caída de Corto Maltés y su ascenso milagroso, como resucitado. Pero sirve de metáfora de lo que en esos días se vivía de otro modo.
A lo largo de la historia aparecen personajes que ya conocimos en la anterior entrega, pero también tendremos ensoñaciones al más puro estilo de Pratt, por ejemplo en Las Helvéticas, e incluso homenajes como la página de varias viñetas mostrando un apasionado beso que nos recuerda a la composición aquella en la que Corto bailó un tango en Argentina con Pratt, o esa Venecia con la plaza San Marcos por la que caminan ambos Cortos igual de desenvueltos. Quenehen y Vivès también intelectualizan a un Corto que ahora lee libros. Le devuelven a este Corto algo del Corto original. Pero es que no queda ahí. Personalmente creo que se juega con la sugerencia de un Corto Maltés inmortal en pequeños comentarios del personaje y en esas imágenes. En este volumen se dirá en varias ocasiones que ya ha resucitado varias veces, o que el tesoro que va a buscar ya lo buscó hace mucho tiempo. La misma Isthar, diosa de la muerte, parece indicar que tiene un pacto con él que le permite la vida. Pero dentro de todo esto, este Corto tiene su propia vida, por lo que no tiene porqué venir del otro Corto. Todo queda a sugerencia y reflexión del lector. Queda abierta a gusto de quien lee darle tantas lecturas y caminos posibles como cada cual desee. Es un juego, en parte.
En este segundo relato se gana algo de solidez y nos lleva a la relectura del primer volumen y a volver a valorarlo algo mejor, aunque me reafirme en bastantes cosas de las que dije en la primera ocasión. Probablemente este personaje hubiera tenido igual cabida si se hubiera creado por sí sólo con su propia autonomía y otro nombre. Es igual de defendible, pero creo que este experimento de la familia y la editorial en realidad buscaba crear nuevos lectores y atraer a los que ya de por sí tenía Corto Maltés, aprovecharlos para que compren una nueva linea argumental. Sea como sea, esta segunda entrega se va conciliando algo mejor con el primer Corto y, dado que tenemos unos hechos consumados de un Corto paralelo al del siglo XX en el siglo XXI, esta casa y ayuda a casar mejor al personaje con el original. Argumentalmente aún puede mejorar, también lo digo, pero tiene un algo ahora.
Saludos y que la cerveza os acompañe.
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