Con Pablo Pérez-Mínguez, Premio Nacional de Fotografía del cual he trabajado como archivero una parte de su legado en el Archivo Regional de Madrid y lo conozco bien (Noticia 2168ª), comencé a relanzar para mí mismo algo que yo ya hacía desde preadoelescente con una máquina que me regalaron un cumpleaños: buscar un mensaje. Yo soy de los que invitan a dos tipos de fotografía el fotorreportaje documental y el lanzamiento de mensajes (a menudo con guiños de humor no obvios). Evidentemente, como todo el mundo he realizado alguna foto que parece una postal o realizada para ilustrar álbumes familiares convencionales, al menos no he caído nunca en la fotografía que parece publicitaria, ese campo para el que deba trabajarlo. Al menos que cuenten la selección de algunas fotografías de carteles de recitales míos como una forma de publicidad a su modo. Yo abundo en fotorreportajes documentales de momentos naturales no preparados ni posados (como todo el mundo tengo posados de amigos, pero en reuniones trato de hacer bastante de lo dicho) y fotos con mensajes, lo que al trabajar a Pérez-Mínguez supe que este lo llamó "Fototextos", cosa que ha cuajado en el mundo y así se conocen.
Decía Pérez-Mínguez en una sección radiofónica que tuvo en Radio 3 varios años durante la década de 1980 que el defendía todo tipo de formas de hacer fotografías y animaba a ello a sus oyentes. Ahora bien, él, que estaba especializado en aquellos Fototextos y en fotografías de estudio donde retratar a los personajes con algo que los definiera (a veces de forma surrealista), también hacía muchas fotografías naturales, era amante de las fotografías instantáneas que captaban lo natural que se le ponía delante. Decía que había que tener un poco de curiosidad y un punto de vista con el que querer contar algo, porque no valía sólo con disparar la cámara fotográfica. Había que saber captar el momento, aunque el momento fuera natural y sin aviso. Los enfoques, los ángulos, los colores, todo eso se podía tener en una visión, pero todo eso debía servir para contar una historia, para contar algo. Quizá por eso los textos y los iconos también aparecían en muchas de sus escenas urbanas comunes, dando un sentido nuevo a algo que en la calle nos habría pasado por alto al pasar sin más. Evidentemente los momentos tenían que ocurrir, a veces había que buscarlos o saber encontrarlos con la mirada siempre llena de curiosidad.
En un programa de ese espacio radiofónico dedicado a las vacaciones de verano le decía a Don Crescencio (que era en realidad Juan Antonio Muñoz Rivero, antiguo cantante de Aguaviva) que la gente se iría a la playa a hacer fotografías y que todos harían las mismas fotografías, o bien harían fotografías que se podían llevar mucho mejor hechas en postales turísticas. Por ello invitaba a la gente a buscar su voz propia aprovechando esa ocasión que rompía su vida habitual para mostrar cómo vivían ese momento o que les inspiraba lo que se encontraban, para transmitir emociones, historias o incluso el ambiente que percibían. Eso sólo se puede hacer intentando contar algo propio con la imagen.
Y de eso va esto hoy, de hablar de ello y de invitaros a que en esta Semana Santa donde tantísimos de vosotros haréis y compartiréis fotografías vayáis animándoos a tener vuestra voz propia y disfrutar desde una dimensión más personal que ahondará en vosotros mismos más allá de tratar de sacar con exactitud esos modelos de imagen de fábrica, de postal, de agencia de turismo, podríamos decir. Esas fotos también están bien, pero su voz propia ya la tienen quienes se dedican a ello con el fin de todos conocidos, pero tu finalidad es una finalidad de querer contar algo a quien luego le enseñas la foto en redes sociales, y ese algo es algo de ti. También tu visión cuenta algo de ti. Tu capacidad de narrador visual. Esto es válido en todo momento, no sólo en Semana Santa, pero es evidente que las vacaciones son propicias para crear ocasiones fotografiables, y estas, con tantas tradiciones que rompen las estéticas y los comportamientos habituales en las vidas diarias, dan innumerables ocasiones.
Yo, aportando un ejemplo, os pongo una boda que se produjo el 10 de septiembre del año pasado, 2022, debajo de mi ventana. Aportó numerosas oportunidades que retrataban todo un ambiente de los participantes que debían recibir y llevar a la novia a la iglesia, incluida una banda de música. Esta es la imagen que creo que refleja y cuenta en concreto la historia de la novia a menos de una hora de estar casada. Puede que en menos de media hora después de esta imagen llegara a la iglesia y en una hora ya fuera esposa de su esposo. Contamos también con ese padre que ejerce de padrino, el ambiente netamente de barrio obrero que rompe la imagen clásica y edulcorada de los fotógrafos profesionales que siempre buscan jardines y ambientes bucólicos, es a novia que avanza entre coches aparcados porque su propio coche nupcial está aparcado en doble fila en una calle que genera atasco de los coches que circulan, pero en medio ese estallido de alegría y orgullo de ella saludando no se sabe muy bien a quien, si a un familiar, a una amistad o a algún vecino al que le muestra su ramo de flores alzándolo como si fuera un trofeo de triunfo aún cuando todavía no ha recibido el matrimonio. Me parece una imagen bonita. Por cierto, no sé quién es aunque sea vecina, nunca le pude ofrecer copia si la hubiera querido para su álbum de bodas.
Saludos y que la cerveza os acompañe.
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