Ha pasado un año y unos diez días desde que editorial Atlantis publicó mi libro Relatos de la Gran Guerra, que se puede conseguir pidiéndolo en cualquier librería de España, o a través de Internet, sea España u otro país, por vía de la editorial, o bien de La Casa del Libro o de Amazon. Por todas esas vías se puede adquirir en ejemplares de papel. Sin embargo, un año después reflexiono en todos aquellos lectores que son invidentes. Hace meses que me surgió este tema a través de un amigo ciego que quería leer mi libro. No hay edición en braille, no es habitual ni normal que las editoriales saquen versiones en braille para la lectura de los ciegos. Esas ediciones son raras, son caras de producir, caras en su precio de venta, difíciles de crear, casi ninguna librería cuenta con este tipo de libros en sus estanterías, y rara vez alguna biblioteca. Las nuevas tecnologías han venido al rescate para solventar este problema. Abaratando costos y cambiando de técnicas, ahora la informática permite a los invidentes instalar programas lectores. Ellos, los lectores invidentes, usan el verbo leer, aunque en la práctica no es ortodoxamente leer, no os extrañéis si uso ese verbo. Lo uso porque ellos lo dicen así. No se trataría de leerlo con las manos, en braille, si no de escuchar el material de lectura, cualquier material de lectura que pase por su equipo informático gracias a un programa creado específicamente para cumplir con ese derecho recogido por las instituciones de las Naciones Unidas donde se reconoce que dentro del derecho a acceso de la Cultura se deben poner todos los medios disponibles para lograrlo de cara a las personas con esta clase de impedimento. Una voz informática lee el escrito en el aparato informático del que se trate que lo tengan instalado, y así lo leen, lo oyen.
Todo esto me lo explicó mi amigo, un pianista de algunos grupos de rock de Alcalá de Henares. Pensé bastante en esto. Él en concreto ya ha leído mi libro, pues le pasé una copia informática del mismo, la que usó la editorial para poder editarlo en papel. Le gustó bastante. Fue él quien me habló de una web hispanoamericana, con origen en Argentina, que tiene varios premios internacionales de innovación y solidaridad con la población invidente. Se llama Tiflolibros. Allí tratan de reunir una biblioteca virtual para invidentes. Tienen unos siete mil lectores ciegos inscritos. Hasta donde yo sé, todos los ciegos de los diferentes países del mundo occidental reciben un carnet identificativo con un número donde son registrados por su invidencia para recibir las diversas ayudas que cada país les brinda. La página dicha usa esta identificación de sus usuarios para asegurarse que sólo acceden lectores ciegos a las obras registradas. No tienen ánimo de lucro. No cobran dinero por el uso de la biblioteca virtual. Los libros que tienen son donaciones de los propios autores o de las editoriales. Tratan que el libro sólo le llegue a su lector ciego inscrito. Pues bien, mi amigo me sugirió la posibilidad de donar el libro a esa biblioteca virtual para otros lectores ciegos. No me pareció mala idea.
La legislación española dice al respecto de los libros creados por cualquier medio y técnica para invidentes que en principio se puede hacer sin perjuicio a la editorial ni al autor, cualquier persona puede crear esas copias, sin ánimo de lucro, sin que tenga que pedir permiso siquiera. Ese es el marco legal español. Ese mismo marco está dentro de otras leyes internacionales que España ha suscrito cumplir para lograr la no discriminación, la integración social y el desarrollo cultural de todos los ciudadanos, hablamos de leyes y normas tanto de la Organización de Naciones Unidas (ONU) a través de la UNESCO y otros órganos, como de la Unión Europea. No obstante, aunque la idea me parece interesante y solidaria, aparte de que no está mal explorar también este sector de lectores, a pesar de no ganar económicamente nada, quise consultar con mi editorial sobre la idea de donar yo mismo mi libro a Tiflolibros. A Atlantis editorial también le pareció una buena idea.
Ya está disponible para los invidentes registrados en la biblioteca virtual de Tiflolibros mi libro, sólo que no tiene su título Relatos de la Gran Guerra, ya que cuando hice la donación les mandé por lapsus la versión que estaba con el título provisional antes de elegir el definitivo. Así pues se me puede localizar por parte de los usuarios de ese lugar como: Daniel L.-Serrano, "Canichu", 100 aniversario 1ª Guerra Mundial, código 56585.
Igualmente pensé en las personas que no tienen ingresos de dinero o que los tienen muy insuficientemente, personas de Alcalá de Henares que conozco y que decían querer leer también el libro. Para ellos he donado hoy tres ejemplares al servicio de bibliotecas de la ciudad, y he pedido que se pongan disponibles en la Biblioteca Municipal Cardenal Cisneros, en la Plaza de San Julián, en la Biblioteca Municipal Eulalio Ferrer, en la Plaza de Sepúlveda, y en la Biblioteca Municipal Pío Baroja, en la calle Torrelaguna, nº 33. Allí podrán leerlos gratuitamente. De las seis bibliotecas públicas que cuenta la ciudad (sin contar la pública de la Universidad de Alcalá de Henares), estas tres son las más activas, de todos modos siempre existe el servicio de préstamo interbibliotecario. Aún así, ya que la ley lo marca por cuestiones de conservación y patrimonio cultural español, el libro también está en la Biblioteca Nacional de España, que guarda ejemplares de todos los autores españoles que publican y de todas las ediciones de libros publicados en España, y en la Biblioteca Pública Joaquín Leguina, de Madrid capital, que guarda por conservación del patrimonio cultural ejemplares de todos los libros que se producen en Madrid Comunidad, especialmente de autores y editoriales madrileñas, como es el caso.
No es la primera vez que dono libros o publicaciones periódicas de interés al archivo, hemeroteca y bibliotecas de Alcalá de Henares. Por convicción de necesario y por defecto profesional, ya he donado, también a la de la Universidad, al Archivo Obrero de la Fundación Pablo Iglesias y al archivo de la Fundación Anselmo Lorenzo, libros que cayeron en mis manos y no me interesaba conservarlos en mi estantería, o de los que me dieron dos ejemplares por haber escrito yo en ellos, libros que más gente los pudiera querer consultar, sobre todo de Historia, periódicos antiguos que compré en ferias del libro y que se estaban deteriorando en mi casa, el más antiguo "La hoja oficial del Lunes" de septiembre de 1939, separatas de investigaciones y conferencias mías, libros de actas del XIV y del XV encuentro de historiadores del Valle del Henares (donde hay hasta seis investigaciones realizadas por mí de Historia contemporánea y actual), material histórico actual en documentación para el estudio futuro de acontecimientos actuales, la antología de poesía que hice el año pasado, Veinte poemas asoman... en un invierno, ejemplares de todos los números de La Botella Vacía y de El Vaso Lleno del Vacío de la Botella, y otras cosas. Me quedo en casa algunas cosas que quiero para mi consulta fácil, aunque sé que por cuestiones de conservación terminaré donándolos en algún momento de mi vida, o eso deseo.
Y dicho todo esto, saludos y que la cerveza os acompañe.