"En esa serie de pueblos valerosos ocupan honroso lugar los habitantes de las montañas españolas, cuya guerra de independencia contra Roma se prolongó durante ciento cincuenta años, en tanto que la resistencia de los galos duró sólo diez... las tribus hispánicas de la montaña han estado siempre en lucha renovadamente frente a Roma, mientras que los habitantes de las ricas costas de Levante o de Andalucía prefirieron la paz... Este amor a la independencia ha persistido en la península hasta la fecha actual. Es gloria eterna de España el que, casi sin ejército y sin gobierno, fue la primera en abatir la tiranía napoleónica dando con ello un ejemplo a Europa entera. Como los numantinos y los saguntinos dos mil años antes, así en 1809 resistieron los españoles de Zaragoza y Gerona casi hasta el último hombre y, al igual que en la antigüedad, también las mujeres tomaron parte en el combate."
(Adolf Schulten, Historia de Numancia, 1933.)
Numancia es uno de los capítulos recurrentes en la historiografía española y sobre España, a pesar de que cuando ocurrieron los sucesos de Numancia, España no existía ni como Estado ni como nación ni como país. Había en España una serie de pueblos de origen íbero, celta y también de mezcla celtíbera a los que sumar la presencia de pueblos de fuera de la peninsula, como griegos, fenicios y cartagineses. Fue precisamente la conquista cartaginesa de la península que forzó a reforzar lazos confederales entre las tribus y la intervención de la República de Roma en lo que fue la Segunda Guerra Púnica. Los romanos no abandonaron el territorio, cuestión que algunos pueblos íberos ya habían advertido a los otros a modo de temor de que las actividades bélicas de Roma no tenían que ver tanto con una ayuda contra Cartago como con el inicio de la conquista para anexarlo a los propios territorios romanos. La complejidad del choque de hábitos, culturas, formas políticas diferentes y otras cuestiones requiere de cierta complejidad y extensión que no vienen al caso en esta bitácora. La conquista romana de lo que sería Hispania duró doscientos años, fue el territorio que más tiempo les costó someter, aún así algunos pueblos del norte nunca fueron totalmente romanizados. De las provincias interiores de lo que fue el Imperio Romano, fue la única que mantuvo una legión militar permanente en lo que con los siglos será el territorio y ciudad de León. Sea como sea, la resistencia de la ciudad de Numancia frente a Roma está inserta justo después de la Segunda Guerra Púnica, cuando comienza la guerra de los pueblos ibéricos contra la invasión romana. En el año 153 antes de Cristo los romanos atacaron la ciudad de Segreda, aliada de los numantinos, lo que hace que Numancia entre de lleno en una guerra que dará otros nombres épicos para lo que después será la construcción de España, nombres como Viriato, Indíbil o Mandonio. Durante veinte años los numantinos pusieron en jaque a las tropas romanas, que hasta ese momento tenían una fama de invencibles que estaba siendo cuestionada, lo que animaba a otros pueblos conquistados o por conquistar a resistirse contra Roma. En el año 134 antes de Cristo Roma mandó al general Escipión "el Africano" con la orden de destruir la ciudad de Numancia. Escipión, gran estratega, estudió a fondo todos los acontecimientos militares ocurridos con los numantinos y decidió como la mejor estrategia sitiar la ciudad y asediarla impidiendo las entradas y salidas de la ciudad y que les pudiera llegar agua o comida. Construyó alrededor una red de torres, fosos, empalizadas y asentamientos militares desde donde atacaban la ciudad. Después de más de un año de resistencia, en el 133 antes de Cristo, los numantinos decidieron suicidarse en masa y destruir la ciudad ellos mismos antes que rendirla y entregarla a Roma o que ser esclavos de Roma. Este suceso ha sido contado, utilizado y reinterpretado múltiples veces a lo largo de la Historia para construir una especie de identidad de esencia española y otorgar lógica a un Estado llamado España. Dependiendo del siglo y del momento histórico se transmite el conflicto bélico de Numancia con una u otra interpretación en auxilio de esa construcción de la idea de España que pretende el grupo de personas o la persona que usa de este hito.
Numancia, situada en el cerro de la Muela en la provincia de Soria, fue una ciudad bien conocida en la documentación histórica, pero en los últimos años del siglo XIX y primeros años del siglo XX sus restos arqueológicos eran apenas conocidos, por tanto faltaba a todo aquel conocimiento los datos que podían aportar los restos materiales del lugar. Entre las dos y tres primeras décadas del siglo XX un arqueólogo e historiador alemán, Schulten, llegó a España dispuesto a excavar y estudiar en profundidad la ciudad, junto a otros arqueólogos españoles. Descubrieron la existencia de una gran riqueza de restos de construcciones numantinas y romanas, así como una gran cantidad de objetos, muchos de ellos de carácter bélico. A toda la bibliografía escrita sobre Numancia a lo largo de dos mil años se le sumó los escritos de Schulten sobre sus hayazgos y conclusiones reflexivas sobre Numancia y lo allí ocurrido. Se publicó por primera vez su obra al respecto en 1933, en Münich, en una Alemania donde el partido nacionalsocialista (nazi) de Adolf Hitler accedía al poder y comenzaba a aplicar desde el gobierno sus teorías sobre su creencia de la superioridad racial germana. En España la Segunda República usó del mito de Numancia durante la guerra civil para expresar la resistencia contra el fascismo, sobre todo de la ciudad de Madrid, con el frente de batalla en sus límites, y para remarcar la idea de una nación española que combate la llegada de tropas extranjeras con ideas y costumbres no propias de los españoles. La victoria precisamente del fascismo y del nacional catolicismo del general Franco hizo paradójicamente que Numancia se reinterpretara precisamente en esa segunda acepción de un pueblo español que combate lo extranjero y sus costumbres, en referencia al comunismo e incluso a las formas democráticas anglosajonas y francesas, pues a la vez usaron de Numancia, de otros héroes de la antigüedad y de los visigodos como forma de justificarse y aproximarse al gobierno nazi, al tratar de defender una idea de los españoles como raza afín a la germana, cosa que no cuajaba en los teóricos del nazismo alemán, sin embargo, se mantuvieron relaciones para explorar esta vía. No es de extrañar que la obra de Schulten se reeditase en España con prólogo de Bosch Gimpera en 1945, año que, por otra parte, el nazismo cayó.
Cuando Schulten trabajó en las excavaciones de Numancia en los primeros años de la década de 1900 procedió a una de las costumbres arqueológicas del momento, llevarse las piezas que le parecían más interesantes a su propio país. Por lo que muchas de las piezas encontradas pasaron el siglo XX y lo que va del XXI en un museo alemán del que nunca salieron. Ahora, en estos meses, el Museo Arqueológico Regional de Madrid, en la Plaza de las Bernardas en Alcalá de Henares, está realizando una exposición temporal sobre los trabajos de Schulten en Numancia y parte de aquellas piezas que se fueron a Alemania y nunca salieron de allí han sido prestadas sólo para esta exposición temporal. A estas piezas cedidas se le suman otras del Museo Arqueológico Nacional y de un museo interpretativo que se encuentra en la propia Numancia, hoy ruinas visitables para los turistas. Le acompañan planos, mapas, libros, cuadernos de notas originales del propio Shulten y otros y fotografías de cierto valor historiográfico, aunque poco llamativos en lo artístico. Es la primera exposición de esta embergadura y monotemática sobre Numancia. Se puede visitar gratuitamente.
Hay una gran cantidad de puntas de lanzas romanas, regatones, monedas, cerámicas, fíbulas, brocados, espadas, material médico de la época, etcétera. Su valor, vuelvo a insistir, es más materil histórico que artístico. Con un buen guía, o al menos yendo con alguien informado, se puede aprender mucho de las culturas numantinas y romanas, así como de cómo era la arqueología de comienzos del siglo XX, atendiendo a los detalles materiales de estos objetos y tratando de pensar su porqué así y no de otro modo. Lamentablemente las cartelas que acompañan los objetos responden muchas cosas generales de aquella excavación, pero obvia o da por sabido las particularidades y detalles de estos objetos, dejando a un visitante que no conozca la Historia a través de sus objetos o bien con preguntas por resolver o bien con una sensación de haber asistido a la exposición de un montón de hierros que guardan cierto morbo por cuanto hace dos mil cien años entraron en combate, herirían y matarían. No es mi caso, como historiador y como archivero he disfrutado de la exposición, pero sí conozco personas que tras verla se encontraron algo desilusionadas al no comprender ni saber interpretar tal ingente cantidad de puntas de lanza romanas y sus regatones.
A esta exposición la complementa otra de carácter artístico situada en la sala de exposiciones de la Capilla del Oidor, en Plaza de Cervantes. Se trata de esculturas creadas por Sara Giménez tratando de imitar figuras y formas celtíberas en torno a Numancia, con inspiración y basándose en los restos arqueológicos de los celtíberos en la zona.
Realicé la visita a la exposición entre mis muchas actividades del 9 de mayo, el día anterior a la muerte de mi madre. Tenía pendiente escribir sobre ella. Pensaba escribir de esta exposición pensando sobre el fenómeno de la guerra en relación a la creación de identidades nacionales. Pero la final la muerte de mi madre y el retraso en la escritura de esta reseña me ha hecho escribir algo más formal. Más aburrido. La guerra supone un desperdicio de vidas.
Interesante.
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