Siguiendo con el tercer capítulo del relato conjunto con Luis
Abad y las ilustraciones de Chicha "Excelentísimo Chechu", Ramón Sánchez y Zia Mei, hoy el asesino pasea por La Gatera, uno de los veteranos del rock complutense. La ilustración de hoy está al cargo de Jesús "Chicha, Excelentísimo Chechu", El circo de Chicha. Que la cerveza os acompañe.
UN MAL BUEN INICIO
Capítulo III
“Si
me engañas una vez, tuya es la culpa; si me engañas dos veces, la culpa es mía”
Así
rezaba la nota clavada a los pies del cadáver. Le costó bastante atarlo al
árbol. Quedó bastante satisfecho con la estampa, colocado sobre el suppedaneum
con las manos atadas por la espalda con una cuerda con cabezas de serpientes en
las puntas. Pensó "es recargado, excesivo, absurdo. Todo sea por el personaje", se
dijo. Colocó la corbata de seda en el cuerpo desnudo. No se fiaba de que la
policía averiguara por si misma su identidad. Además le daba un toque de
elegancia. Abandonó el barrio de Nueva Alcalá dando un tranquilo paseo. Ojeó el
escaparate de una tienda de bicicletas y siguió caminando hasta llegar a “La Gatera”.
-¿Aún
abierto? -preguntó-. ¿Me da tiempo a una rápida?
-Si -dijo
el dueño del bar dubitativo–. Mientras termino de barrer, ¿Mahou?
-Sí,
por favor.
Cogió
unas cuantas pipas y reprimió una arcada al volver a oler la lejía de sus
manos. Tengo que buscar otra alternativa para el olor, se dijo. Sonaba “You can´t always get what
you want” de los Rolling Stones cuando llegó la cerveza.
-Gran
canción -le dijo al camarero.
-Desde
luego -dijo sin ganas de emprender una conversación.
-¿Sabe
que la batería no la toca Charlie Watts?
-¿No?
-No,
no conseguía cogerle el ritmo. Así que al final la tocó el productor Jimmy
Miller. Jagger era así, no toleraba que las cosas no salieran exactamente como
él las imaginaba. No le importaba pasar por encima de la gente.
-No
lo sabía.
-Si,
siempre ha sido un tío muy exigente. Pero tuvo su merecido en el cine.- El
camarero le miró con cara de no entender –Jagger rodó varias escenas para la
película “Fitzcarraldo” de Werner Herzog, pero el director las desechó todas
por su pésima interpretación. Me imagino el cabreo que se debió pillar.
El
camarero volvió a barrer, cuando se volvió ya no había nadie. Solo un billete
de cinco euros con olor a limpia suelos sobre la barra.
Helena
Cobeño intentó forzar de nuevo la puerta de la caseta. Le dolían los dedos de
raspar los bordes de las ventanas y las cerraduras de la puerta. Estaba
asustada, pero sobre todo estaba desconcertada. La cama era muy cómoda, el baño
estaba impoluto, la comida era deliciosa. No recordaba cómo había llegado a la
caseta, desde luego la habían drogado de alguna manera. Lo último que recordaba
era estar en su casa viendo la televisión. Y después nada. Un intenso dolor de
cabeza, un sabor de boca terrible y despertarse encerrada en la caseta. Llevaba
varios días allí, por su cabeza habían pasado mil ideas de lo que le podía
pasar y ninguna era buena. Sin embargo aquel tío era educado, alegre incluso.
Eso era lo que más miedo le daba. No sabía a qué atenerse. ¡Si hasta le había
comprado compresas! Cuando volvió a casa le llamó. No gritó, de eso ya se había
cansado. No servía de nada, debían estar en algún sitio aislado. Le llamó por
su nombre o al menos por el nombre que él le había dicho. Julio.
-Buenos
días cariño. ¿Cómo estas hoy? ¿Quieres salir a tomar el sol?
-Sí,
por favor –la puerta se abrió y salió a la cegadora luz del patio arrastrando la
cadena que llevaba en el pie-. Se ha acabado el papel.
-Vaya.
En seguida te traigo más.
-¿Por
qué haces esto? ¿Por qué me tienes aquí como a un perro?
-Cariño,
¿qué dijimos de levantar la voz? -Helena se tranquilizó un poco, más por temor
que por respeto- Estás aquí como un medio para un fin. Te dije que no tuvieras
miedo. Si quisiera hacerte daño, ¿qué me lo impediría? Verás tengo una buena
noticia, hoy vas a poder ver la televisión. Una gran sorpresa. Papá va a salir
por la tele.
Arrastró
la mesita con la televisión hasta que quedó en la puerta del patio, se fue para
volver con un rollo de papel higiénico, lo colocó en el baño de la caseta acercó
las dos butacas delante de la tele y abrió una botella de vino. Cuando Helena se
acostumbró del todo a la luz le tendían una copa. El telediario comenzó
mientras se sentaba en el butacón. Miró recelosa a su captor que sonreía
plácidamente.
* Buenos
días, son las 12 de la mañana y vamos con las noticias del día. El empresario
Samuel Cobeño ha anunciado en una rueda de prensa que su hija lleva varios días
secuestrada. En una escueta comparecencia ha anunciado que ha cumplido las
exigencias de los secuestradores y ha donado cuatro millones de euros a
distintas organizaciones para la educación y alimentación de niños en riesgo de
exclusión y familias pobres. También ha pedido que por favor liberen a su única
hija. Samuel Cobeño es famoso por su labor como liquidador de empresas. Labor
que le ha valido el apelativo de “El enterrador”. También se le ha ligado con
diversos gobiernos poco democráticos. En otro orden de cosas el gobierno ha
ratificado esta mañana que…
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