Luis
Abad, Chicha "Excelentísimo Chechu", Ramón Sánchez, Zia Mei y yo iniciamos conjuntamente la publicación de un relato breve de novela negra en trece capítulos, ambientado en
Alcalá de Henares. Hoy toca el segundo capítulo, ilustrado por Ramón, de Ramonadas. Que la cerveza os acompañe.
UN MAL BUEN INICIO
Capítulo II
Cuando
llegaron las unidades al Parque O’Donnell unos mirlos bebían de un charco de
agua llena de moscas. La policía local debía impedir el paso a bastantes metros
de la zona donde se encontró el cuerpo. La nacional hacía un segundo cordón
interior intentando recabar datos de la zona sin que en realidad supieran mucho
de por dónde empezar. No era una ciudad donde ocurrieran crímenes como aquel.
Había más de doscientos mil habitantes, quizá los doscientos diez mil, pero los
asesinatos no era algo común. No en esa zona de la ciudad. Quizá en algún
barrio, por alguna reyerta, un maltrato matrimonial, una pelea de familias que
vendían droga… pero en pleno centro de la ciudad no era algo común, salvo si
hubiera sido justo en el centro de la ciudad, en la Calle Mayor o su paralela,
la Calle Escritorios. Allí, en pleno centro de la vida urbana, sí habían habido
cadáveres violentados ocultos durante días en casas ruinosas en su interior,
pero de aspecto turísticamente medieval y decimonónico. Su olor era lo que
alertaba a los vecinos al cabo del tiempo. Salvo esos casos céntricos, no era
normal el suceso del Parque O’Donnell, si acaso, hacía muchos años, un hombre
se ahorcó de uno de sus árboles centenarios, poco más, el resto eran
infracciones con consumo de drogas o alcohol, un presunto violador, también de
hacía mucho tiempo atrás, pero no un asesino tan desnaturalizado como para dar
paso a una decapitación.
Cerca
del cuerpo descabezado y amputado de piernas y brazos acababan de llegar los
inspectores que por rutina les tocó la investigación. La lluvia había eliminado
posiblemente buena parte de las pistas que se podrían recoger. El cuerpo, pese
a ser poco menos que el tronco femenino con feas manchas del poder de la muerte
sobre la vida, se encontraba contorsionado.
-A
mí me gusta comer cosas raras. Una vez comí paté de cocodrilo. ¿Tú has comido
paté de cocodrilo? –le comentaba la inspectora Ruiz a Fabra, haciendo
permanecer viva la conversación que habían traído en el coche.
-A
mí no me gusta comer a drede animales por el mero hecho de sernos raros. Muchos
de ellos tienen especies en extinción. Teniendo aquí ya animales con los que
cocinar cosas muy variadas no le veo la necesidad de matar a un cocodrilo o a
un elefante.
-¿Tú
has comido elefante?
-No.
Digo que no creo que tengamos que matar a un cocodrilo sólo para comer un paté
inusual.
-Pero
los que matan será por la piel.
Hubo
un silencio mientras miraban el tronco humano seccionado tirado en el barro
desde la altura de los cuellos de sus chaquetas. Ruiz insistió con su argumento
de que a los cocodrilos que matan era por su piel tan sólo.
-No
sé si a los cocodrilos que les quitan el hígado para hacer paté les matan, la
verdad. Puede que lleves razón. Quizá a tu cocodrilo no lo mataron y ahora esté
en rehabilitación para cocodrilos en algún zoológico. Al resto de cocodrilos sí
los matan. No lo veo necesario, ni siquiera interesante –dijo Fabra.
-¿Y
qué crees que le pasó a este cocodrilo? –contestó Ruiz comenzando la
conversación sobre el cuerpo del delito.
-Pues
está claro que alguien no quería su hígado, ni siquiera su piel, pero faltan
cabeza y extremidades, como un animal del paleolítico. Los antiguos los
destazaban y se llevaban justo esas partes, quizá la cabeza no tanto, pero a
veces ocurría.
-A
veces no sé si eres un policía o un arqueólogo.
-Se
llevaban esas partes porque eran las más fáciles de transportar, el resto se
las comían en el sitio o las abandonaban. Eso fue al comienzo, con el paso de
los siglos lo aprovechaban todo. La ciencia forense nos ha mostrado dentelladas
de animales en los huesos abandonados.
-Estamos
en el siglo XXI. Nuestro cadáver es de hoy y es humano.
-¿Y
quién te dice a ti que no se han encontrado huesos humanos paleolíticos comidos
por humanos?
-¿Se
ha hecho?
-Ya
lo creo que sí. Algunos huesos roídos se han conservado con restos de
dentaduras humanas. No son comunes, pero existen.
-Un
caníbal en Alcalá de Henares.
-Una
hipótesis. No tenemos los huesos de ninguna de las partes que faltan. Pero la
cosa es que faltan. Alguien puede haber llenado su despensa.
-Parece
una clara agresión sexual de alguien megalómano, por la postura, la desnudez,
lo extraño... A veces te vas a lo más complejo saltándote lo evidente.
-Es
cierto. Cursemos todo a la vez –dijo Fabra dibujando el cuerpo en una libreta.
-Muy
bien. A se siente atraído por B. Se enamora o se obsesiona, la quiere poseer.
La posee, tal vez, estudiaremos si hay restos de semen o de penetración en
general, no descartemos la homosexualidad o la agresión sexual con objetos.
Luego la mata y la disecciona, pero se queda con la cabeza. Se ha enamorado de
A haciendo de A un objeto que poseer, por eso se queda la cabeza, es su objeto
de pasión, pero A es una persona y no le gusta algo de cómo es ella, quizá se
resistió, estudiaremos si hubo violencia previa. Rechaza su ser interior, por
eso dice que no tiene cerebro, pero desea su cuerpo, por eso se queda la
cabeza.
-¿Y
las extremidades? –Fabra no dejaba de dibujar en su libreta.
-Las
extremidades pueden ser algún tipo de filia.
-O
de guiso. En muchas culturas desde la antigüedad amar casi equivale a poseer.
La cultura anglosajona cambia el nombre de la esposa por el del esposo, de
igual manera que se hacía entre los dueños de esclavos con sus esclavos, eran
su propiedad. En los antiguos pueblos germanos él le calzaba a ella con sus
propios zapatos. Entre los esquimales se bebían las cenizas de sus seres
queridos difuntos. La interiorización del ser amado algunas culturas lo hacen
de manera literal. Estaría por llamar a este caso el caso mantis religiosa en
el informe.
-No…
venga ya. Si pones eso en el informe ya estarás orientando todo a una línea de
investigación –se quejó la inspectora Ruiz tocando la tierra de alrededor del
cuerpo.
Un
agente de la policía nacional se acercó a Fabra y Ruiz.
-Inspectores,
hemos encontrado huellas de zapatillas deportivas que creemos fundadamente que
están relacionadas con el suceso. Son del número 38.
-Llamémosle
Operación 38 entonces, ¿qué te parece? –dijo Ruiz satisfecha del nuevo dato
para influir en Fabra.
-Eso
despistará mucho a la prensa. Me parece bien.
Comenzaba
a lloviznar otra vez sobre el Parque O’Donnell cuando Fabra y Ruiz, cinco horas
más tarde abandonaron el lugar en el mismo coche, oyendo música popular en la
radio.
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