Fabra y Ruiz tienen para desayunar otro cadáver. Llegamos al cuarto capítulo de Un mal buen inicio. El relato conjunto con, y ideado por, Luis
Abad, cuenta hoy con ilustración de Ramón, Ramonadas. Mientras que con Chicha "Excelentísimo Chechu" y Zia Mei vamos perpetrando el resto espero que os vaya gustando esta historia de crimen. Que la cerveza os acompañe.
UN MAL BUEN INICIO
Capítulo IV
*…Habrá
un cambio en profundidad en los componentes del actual ejecutivo. De momento el
ministro que se ha confirmado que no renovará al frente de su cartera es Wert.
Dejará Educación, Cultura y Deporte para ser embajador de ACNUR en…
La
voz del telediario de vez en cuando sobresalía entre el ruido de las
conversaciones y el sonido de tazas de café, en competición con el estruendoso
ruido de la cafetera industrial que calentaba la leche con un chorro de agua
caliente sumergido en la lechera que sujetaba el camarero. Fabra había
escuchado por encima alguna de las noticias. Un secuestro, una crisis de
gobierno, combates en Oriente Próximo con bombardeos aéreos. El periódico
deportivo tenía una mujer en bikini en su contraportada que afirmaba gustarle
el esgrima. Dejó el diario sobre la barra, fue rápidamente atrapado por un
hombre calvo y cercano a su jubilación. Fabra se reclinó sobre la barra
pensando mientras observaba el interior de su taza. Las noticias de la
televisión aún no habían dicho nada de Operación 38, a pesar de que el día
anterior había ocupado un mínimo de cuatro minutos en la sección de noticias
nacionales en un par de cadenas. Probablemente ese día volverían a hablar de
ello cuando llegara la parte de sucesos. La noticia del día era la crisis de
gobierno. Volverían sobre el torso mutilado de la Operación 38 cuando el
presidente Rajoy volviera a su laconismo de no decir nada nuevo. Su unidad
había tenido especial cuidado de no dejar pasar demasiada información, así que
los periodistas tampoco tenían demasiado material con el que trabajar. Sólo la
prensa local le dedicaba extensos espacios informativos. Aún no le había dado
tiempo a escuchar las emisoras de radio asentadas en la ciudad. El semanario
Puerta de Madrid acababa de publicarse, no les había dado tiempo a llevar a la
imprenta nada sobre el crimen. Pero el Diario de Alcalá, a través de su página
cibernética había dado ya hasta tres titulares relacionados. Fabra barajaba en
su mente cómo podría hacer reaccionar aquello a su presa. Aquello era el
ajedrez.
La
inspectora Ruiz llegó desplomando su pesado bolso sobre la barra, casi rozando
el platito que atrapaba el poso del café de Fabra. Saludó, pidió rápidamente
otro café y un pequeño bocadillo del tipo pulga de atún y se fue enseguida al
servicio. El camarero trajo lo pedido. Fabra pagó toda la cuenta con monedas
sueltas. Era la cantidad exacta. Se quedó embelesado mirando la pulga de atún.
El leve color marrón claro del pez lleno de aceite de oliva asomaba por los
bordes del pan. Le resultaba extraño que aquel animal hubiera nacido libre en
el mar, quizá en el Atlántico Norte, quizá en las aguas de Cádiz o en las de
Asturias, y que hubiera vivido ajeno a que su futuro era ser devorado no por
otro pez, sino por seres humanos, en concreto por la inspectora Ruiz, dentro de
un pan cuyo origen estaba en el trigo de un campo lejano también a Alcalá de
Henares. Allí, a cientos de kilómetros del mar, sin que Ruiz jamás se hubiera
subido a un barco a pescar, ni hubiera ido todas las mañanas a cuidar del trigo
de algún lugar quizá de la meseta española, en el centro de la península
Ibérica, reposaban los restos mortales de aquel pez muerto por otros y
cuidadosamente preparado para poder ser comido por personas cuyo único mérito
era haber pagado por ello. Aquel atún ya no tenía ni forma de atún. Un atún era
un animal formidable y enorme que costaba años que adquiriera el maravilloso
cuerpo lleno de fuerza que le propulsaba por las corrientes marinas. Luego el
acoso en las almadrabas por parte de unas cuentas personas, o la red de un
potente barco de pesca de una empresa multinacional que arrastraba sin
distinción toda clase de vidas acuáticas y su final era terminar como un
pequeño pedazo de su cuerpo interior ahogado en aceite de oliva. Algo tan
lejano a la forma de un pez que, aunque se supiera que era un atún, a nadie le
recordaba su pasado, nadando libre… y ni siquiera quien lo comía había luchado
con aquel pez para pescarlo.
Ruiz
regresó del servicio y le dio un bocado al bocadillo. Fabra le pasó una
servilleta de papel para que se limpiara un poco de aceite que le resbaló por
las manos.
-No
es por darte el desayuno –dijo Ruiz-, pero llego algo tarde porque han
encontrado otro. En Nueva Alcalá, camino del Cementerio Nuevo. Esta vez tiene
cabeza y de todo, estaba atada a una rama de un árbol con cuerdas rematadas con
cabezas de serpientes decorativas y una corbata de seda.
-Muy
imaginativo. Ahora nuestro caníbal es un nigromante y un capo de la mafia
colombiana a la vez.
-Debió
costarle subirla allí. Me llamaron por teléfono para que fuéramos. Pedí que me
mandaran una fotografía. Mira
Fabra
cogió el teléfono móvil de Ruiz y observó el nuevo cadáver, colgando con las
cuerdas enroscadas como auténticas serpientes.
-Hay
más –dijo Ruiz-, llegó a la comisaría una nota sobre el primer cadáver con un
muñeco de barro con un punto negro –Ruiz le enseñó la nota que aludía
negramente a la falta de cerebro en vida de quien fue la primera víctima, la
decapitada. Aquello hizo sonreír al inspector Fabra. Le gustaba el humor negro.
Ruiz
también le dio la fotografía de Jennifer Cebrián. Fabra lo miró todo en sus
manos. Leyó aquella nota, “¡qué bella imagen; lástima que no tenga cerebro!”.
-¿Tenía
alguna nota? –preguntó Fabra terminando de un trago su café y señalando con la
cabeza el segundo cadáver.
-Sí.
Decía: “Si me engañas una vez, tuya es la culpa; si me engañas dos veces, la
culpa es mía”. Y otra piedra de barro, con dos puntos –contestó Ruiz.
-En
el laboratorio me dijeron esta mañana que no hay rastros de agresión sexual en
el cadáver de O’Donnell. Estamos buscando desaparecidas en la ciudad, pero no
hay ninguna denuncia. Aunque tengamos su ADN va a ser difícil identificarlo con
alguien. Si encontráramos el del asesino en él, tal vez…
-Eso
sólo si fuera un agresor sexual, sólo
les registramos el ADN si lo son, pero no hay agresión sexual. ¿Y si nuestro
carnicero fuera una mujer? Pensamos que el 38 era su número, es un pie pequeño.
Podría ser una mujer.
-Podría
–dijo lacónico Fabra mientras le recogía el bolso a Ruiz para animarla a que
acabara rápido su taza.
-Oye,
dame un respiro. Sé que tenemos prisa, pero no le van a bajar del árbol ya.
Una
llamada de teléfono sonó en el móvil de Fabra. El inspector contestó
monosilábico y colgó.
-Da
por terminado tu desayuno tardío, la hija de Cobeño, la secuestrada de las
noticias, vivía en Alcalá.
-¿Qué
noticias?
-Vamos
–dijo Fabra saliendo por la puerta con el bolso de ella.
-¡Eh!
–exclamó Ruiz en protesta mientras salía rápida detrás de él.
-Quien
sea el autor de todo esto nos lleva ventaja, no hacemos más que estar a la
espera. Hay que encontrar algo que nos saque ventaja –dijo Fabra alcanzando la
puerta del conductor de su coche.
En
la barra del bar quedó abandonado parte del atún a medio comer entre rodajas de
pan.
A
las redacciones de periódicos estaba llegando la nota del primer asesinato.
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