jueves, mayo 08, 2014

NOTICIA 1338ª DESDE EL BAR: EL AMANCEBAMIENTO DE BLASI Y VIVIEL (capítulo 4)

EL AMANCEBAMIENTO DE BLASI Y VIVIEL



Capítulo 4: 1 de Julio de 1772.

El corregidor y justicia mayor de Alcalá de Henares, Joaquín de Estremera, paseaba con el escribano Tomás Dorado por la Calle Mayor de dicha ciudad. Una calle larga y porticada, medieval, que bullía de vida de comerciantes y personas que paseaban y compraban por aquel empedrado dejándose ver apareciendo y desapareciendo por detrás de las columnas de piedra, algunas de tiempos de la antigua Roma. Iban de la Plaza de Abajo a la Plaza de Arriba, hacia la enorme iglesia de Santa María la Mayor, donde el oidor les esperaba en la capilla de aquel edificio de culto junto al escribano Jerónimo de la Oliva. Hacía unos meses que habían iniciado unos autos en razón de bandos emitidos sobre los puestos de tabernas y los precios de los vinos en la ciudad. Había algunos vendedores que vendían sin licencia para vender su vino, algunos eran simplemente cosecheros, y todavía estaban encontrando taberneros que vendían a precios altos vinos de mala calidad, adulterados. El corregidor Joaquín de Estremera había mandado contabilizar los puestos de vino que existían en la ciudad, que eran veintiuno, y también mandó averiguar sobre sus vinos y sus taberneros. El oidor iba ese día a tomar acta de lo que algún vinatero iba a decirles de su propio negocio.

-Amigo Dorado –iba conversando el corregidor con el escribano-, me trae este asunto hoy un poco a desmano. Tengo cierta prisa esta mañana.
-Lo sé, ilustrísimo señor corregidor –le seguía la conversación el escribano-. Pero verá hace unos días que empecé a tratar la denuncia de unos consortes vecinos de aquí.
-¿Quién los encabeza? –el corregidor quería apurar el asunto de modo rápido, la Calle Mayor y la Plaza de Arriba podía ser un paseo de menos de diez minutos y no deseaba distraer este nuevo asunto de su jurisdicción en detalles que no le aportaban los datos más precisos.
-Don Pedro Estrada.
-Buena familia los Estrada.
-Sí. Pues verá, ilustrísimo señor corregidor, han denunciado a Pedro “Bordería”.
-¿Pedro Bordari, el italiano hostelero?
-Sí, ilustrísimo. Verá…
-Me ha dado algunos problemas, precisamente en este otro asunto que me distrae ahora mismo, sé que vendía algunos vinos adulterados en su casa de alojamiento. Cuando los guardias lo vieron se les encaró con malos modos.
-Sí, Pedro “Bordería” es un italiano sin buena reputación. Pues verá, ilustrísimo, parece ser que en su casa se han producido ciertos alborotos a las horas de las siestas y también a las horas de descanso nocturno, y don Pedro Estrada, en nombre de los consortes vecinos a los que él mismo pertenece...
-¿Qué clase de alborotos?
-Bailes, música, voces altas a las horas de la siesta, incluso hace ventas que perjudican las ventas de los negocios de algunos de los vecinos denunciantes y que no está claro que tenga licencia para realizarlas. También denuncian que a veces coloca telas en lugares con lumbre y si se provocara un incendio, pues ya sabe… podría ser muy peligroso para la ciudad, la posible propagación…
-Ya, ya, Dorado, lo entiendo. En esas ventas sin posible licencia, ¿cree usted que se incluye el vino?
-Podría ser, podría ser, señor corregidor. La cuestión es que la cosa se ha agravado con la llegada de otro italiano, un buhonero del Piamonte. Él está realizando sus negocios allí…
-¿Allí mismo?
-Sí, allí mismo, ilustrísimo. Nuestro Pedro “Bordería” se ha amistado con este Antonio “Bravio”.
-¿Así se llama el buhonero?
-Más o menos, señor corregidor, creo que es Antonio Blas o algo similar. Lo que ocurre es que es altanero, y más de una vez se le ha oído gritándole a su esposa.
-¿Gritándola? ¿Cosas criminales?
-La insulta, sí, creo que sí. Arman gran escándalo. Discuten entre ellos, como otros matrimonios. Pero son broncas enormes. Además, en sus negocios el tal “Bravio”…
-Qué manía tiene usted de poner motes, Dorado.
-Perdone, ilustrísimo, pero es que este “Bravio” es muy “Bravio”, y más cuando discute con “Bordería”, que le reclama una parte de las ventas de su buhonería que realiza en su hostal.
-Acortemos por esta calle –el corregidor Joaquín de Estremera le indicó con su mano una calle perpendicular que iba más directa hacia Santa María la Mayor. Ambos, tenían el derecho de andar por el centro de la Calle Mayor y que la gente se apartara a su paso, al igual que nobles y estudiantes de la Universidad, pero aunque eso les ayudaba a avanzar más rápidamente, iban justos de hora a su encuentro concertado con el oidor. Ambos se adentraron por aquella calle perpendicular.
-Creo que ella está embarazada.
-¿No tiene el vientre en evidencia aún?
-No, pero es incipiente, creo que lo está.
-¿Y esas peleas le pueden suponer un mal?
-No, no lo creo. Pero, verá, ilustrísimo, estos negocios y esas voces, y los bailes y la música… beben, beben mucho…
-Y con vino adulterado.
-…Sí, sí… con vino adulterado… Pues mi denunciante, don Pedro Estrada, reclama que estos jaleos…
-De acuerdo, de acuerdo, me doy por enterado. Esto vamos a hacer, querido don Tomás Dorado, siga usted el proceso sólo contra el hostelero Pedro Bordari. Estas cosas no ocurrirían si pusiera orden en su propia casa y en sus propios asuntos. Deje en paz al buhonero, se irá de la ciudad cuando haya logrado algo de dinero, pero el señor Bordari convive con nosotros como vecino nuestro y no debiera sentar como precedente que se le permita dar cuartel a estos escándalos y perturbe a las buenas gentes de la ciudad. Mande lo necesario sobre el asunto al muy noble Gobernador del Consejo de Castilla, el Conde de Aranda, y que despache él lo que se deba hacer. Yo firmaré lo que él dictamine.
-Así lo haré, ilustrísimo.
-Bien, y ahora si me lo permite me despido de usted para que pueda encargarse de estos asuntos mientras yo me encargo de estos otros del vino con el señor oidor y con su colega de oficio don Jerónimo de la Oliva.

Ambos se despidieron casi llegando a la Plaza de Arriba. No era día de mercado.

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