Seguimos en ferias y fiestas en Alcalá de Henares. Los días de entre semana son más apacibles, casi no hay un exceso de gente venida de los alrededores. Ayer por la tarde había además cierto aire fresco. Era ideal para poder ir a una terraza de bar a leer. Tengo pendientes bastantes libros y artículos que voy acumulando en mis estanterías, y últimamente por mesas y encima de mi cama. Dos de ellas eran sobre la Comuna de París de 1871, que este año cumplía ciento cuarenta años entre los meses de marzo y mayo. Así que decidí ir a la terraza de bar que el Partido Comunista de España (PCE) de Alcalá de Henares suele poner todos los años en estas fiestas. Aunque uno es simpatizante del anarcosindicalismo tengo bastantes amistades y conocidos en ese partido. No obstante fui a la inauguración de su nueva sede el 7 de mayo pasado. Fue allí donde compré una de las lecturas que me propuse hacer. El 17 de junio, con algo de retraso por parte de las intenciones iniciales del PCE por causa del Movimiento 15 de Mayo y viajes de los partícipes, ofrecieron una conferencia y exposición sobre ese aniversario de La Comuna de París. Vendieron un pequeño libreto sobre el asunto del homenaje, "La Comuna de París, 18 de marzo - 28 de mayo de 1871, la primera revolución del proletariado", por Julián Vadillo Muñoz y Maxime Guillet. Así que cogí de las profundidades de mi estantería esta lectura y la acompañé de otra más; a finales de julio Julián Vadillo vino a visitarme a mi trabajo en sus extertores, pues ya no lo tengo, y me regaló el nº 8 de la revista de estudios libertarios "Germinal", en ella había un artículo llamado "La Comuna de París y los orígenes del pensamiento anarquista: la experiencia de los hermanos Reclus", escrito por Federico Ferreti. Así que estuve allí sentado disfrutando de los mojitos que ofrecen todos los años, famosos localmente y siempre recomendable ir a probarlos, nadie te pide credenciales ni colores políticos, cualquiera puede ir a tomarse algo y los mojitos que hacen son realmente recomendables. Aparte, en mi caso, de poder disfrutar de la compañía de algunas amistades y conocidos como dije.
Iba a escribir sobre aquella conferencia el 17 de junio, cuando fue, pero lo fui retrasando. Pensé que sería ideal hablar de ella cuando fui a visitar la exposición de fotografía obrera y proletaria en el Museo Reina Sofia, a comienzos de este agosto, pero tampoco lo hice. De hecho, ya habló de ello Mauricio Basterra en Fraternidad Universal, sobre la represión que sufrió y sobre las repercusiones de La Comuna en la Historia y en la sociedad de la que somos herederos, y Julián Vadillo en el quincenal Diagonal sobre líderes de La Comuna.
La Comuna de París de 1871 se produjo en el final de la guerra franco alemana que tendría por consecuencia la unificación de los estados alemanes en la creación de la actual Alemania (con las fronteras algo diferentes) y un resentimiento francés y un ensalzamiento del orgullo y raza germana que iría creciendo hasta estallar la I Guerra Mundial en 1914. Por parte francesa supuso el final del II Imperio Francés dirigido por Luis Napoleón Bonaparte y la instauración de la III República Francesa, contra la que se levantó La Comuna de París al ver que esta prefería perder la guerra ante los alemanes para salvaguardar los intereses de la alta burguesía francesa (que dirigían con Thiers el inicio de este gobierno). El pueblo parisino espontáneamente se levantó en armas y se organizó en asambleas y en Guardia Nacional para defenderse del asedio bélico de los alemanes sobre la capital y a la vez para crear una nueva sociedad con justicia social para las clases trabajadoras. El gobierno de Thiers se retiró a Versalles, con permiso de Otto Von Bismark y se dedicó, junto a los alemanes, a atacar a los propios conciudadanos franceses de la Comuna de París. Otras comunas se levantaron en Marsella y otras ciudades, pero apenas pudieron ofrecer gran resistencia a su represión por las tropas gubernamentales y alemanas. Lo que Thiers atacaba con esto era a un nuevo orden social que tenía visos de triunfar, donde todos los ciudadanos decidían en asamblea y se organizaban entre ellos.
La Comuna de París supuso por ejemplo la prohibición de que se realizasen embargos de casas por falta de pagos, la prohibición de los empeños en los Montes de Piedad, la separación total y efectiva entre Iglesia y Estado, sobre todo en educación y sanidad, que no la prohibición de la religión, si bien sí se ejecutó a un obispo por varias injusticias y abusos de su cargo, supuso también la emancipación de las mujeres equiparadas al hombre en absolutamente todo por primera vez en la Historia (destacan Elisabeth Dimitrieff y Nathalie Le Mel), se dio un sufragio universal y directo que incluso permitía elegir a los funcionarios (a la vez que les equiparaban el sueldo al del resto de trabajadores), se reconoce que las medidas laborales deben ser tomadas por los propios trabajadores, se prohíbe con ello diversos abusos en las condiciones de trabajo de diversos empleos y sueldos, se crean determinadas garantías jurídicas para la seguridad de los presos y para acceder cualquier persona a trámites tales como las actas notariales, se crean pensiones de viudedad y ancianidad, se protege la Biblioteca Nacional de los bombardeos y se plantea que en el futuro sea difusora de una educación universal accesible a todas las clases sociales (se le encargó al intelectual anarquista Reclus), salvo el caso anteriormente citado no se permite realizar ejecuciones de personas aunque se dieron algunas por parte de masas incontroladas de comuneros, se derriba la guillotina, se dio la libertad de prensa y de expresión (también para los contrarios a la Comuna) y en fin todo se iba construyendo mediante asambleas en las que decidía el conjunto de la ciudadanía. El ideal era acabar con la figura del político profesional y crear una nueva sociedad del individuo responsable y político en cuanto el término se refiere a organización social.
No es de extrañar que la I Internacional fijara los ojos mucho en esta primera revolución social. Tanto los comunistas de Karl Marx como los anarquistas de Proudhon y Bakunin opinaron y se pelearon por cómo se desarrolló la Comuna. En las semanas que se sucedieron la tendencia marxista fue tomando posiciones más fuertes queriendo crear una policía y una serie de cargos dentro de la Comuna que fueron acabando con la espontaneidad asamblearia inicial, y quizá desvirtuando la idea original. Sin embargo, todos los comuneros se defendieron del asedio y asalto final por parte de alemanes y del gobierno republicano francés. La etapa final supuso una defensa de una semana casa por casa. Se produjeron más muertes en esa defensa que en todos los ataques anteriores. La posterior represión fue especialmente sangrienta, provocando más cantidad de muertos que los producidos esa semana última. Thiers quería dar un castigo ejemplar (horrendo) para evitar que se diera lugar a una revolución mayor que hubiera cambiado el orden ya no sólo francés, sino también mundial, por eso mismo los alemanes le dejaron hacer y dejaron que se reconstruyera una Francia republicana burguesa nueva que pudiera mantener el orden social que interesaba.
En la última barricada de la Comuna estuvo sonando el disparo de un sólo fusil durante largo rato, impidiendo el avance de las tropas asaltantes. Dejó de oírse cuando se acabó la munición de aquel comunero, al cual nunca se le encontró ni se supo quien fue. Tras aquello, se produjeron hechos como una enorme cadena de presos que fue parada en mitad de su viaje andando, para sacar de ella a los ancianos. Hubiera parecido que el general que dio la orden se iba a apiadar de ellos, en lugar de eso, ordenó fusilarles de inmediato pues por edad quizá hubieran estado también en las barricadas de la revolución de 1848. Nos han quedado fotografías de la época donde se puede ver los cadáveres exhibidos en plena calle dentro de sus ataúdes, entre las caras de los muertos se distinguen varios niños. Incluso se usó de la prensa para crear una propaganda del escarmiento mostrando imágenes de líderes y héroes de la Comuna muertos.
Aquella conferencia a la que asistí en junio explicaba todo esto a lo largo de dos horas de mano de, curiosamente, pero en un gesto bonito, un anarquista y un comunista, pese a que en 1871 quizá hubieran discutido entre sí a costa de unos hechos que ahora se nos descubren en cierto modo de unidad, relativa, discutible, pero unidad al menos en una cosa: el deseo de un orden social más justo para con todas las personas. El libreto de Vadillo y Guillet se puede comprar por dos euros en la propia sede del PCE, que vuelvo a recomendar visitar en estas fiestas para probar sus mojitos. Hay numerosas publicaciones sobre este hecho histórico, pero esta lectura es, para los menos lectores de investigaciones históricas, fácil y accesible en su lectura. Saludos y que la cerveza os acompañe.
gracias, compañero, por tu artículo, en mi nombre propio y en el del Partido.
ResponderEliminarMaxime
No hay de qué. Saludos.
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