La cantidad de yodo radioactivo en el agua en torno a Fukushima es 100.000 veces superior a la cantidad normal. Todo a causa del accidente con la central nuclear de allí tras el terremoto y tsunami que han vivido recientemente. Alan Weisman, profesor de periodismo científico, escribió un libro en 2007 llamado "El Mundo sin Nosotros" (ed. Debate), que podría venir bien para comentar este asunto. Aunque lo escribió a raiz de un artículo que publicó en la revista científica Discover, y consultando a numerosos expertos en ecología, biología, biología de la extinción, ingeniería, e intuyo que historiadores, no hay que olvidar que el autor no es un científico extrictamente dicho, sino un periodista científico. Puede ser científico, pero es principalmente periodista, como Eduard Punset (que antes era diputado de Unión de Centro Democrático con los gobiernos de Adolfo Suárez y Calvo Sotelo). El libro fue un éxito de ventas en Estados Unidos de América, quizá porque vino muy bien para promocionar un par de películas de temática catastrofista que se estrenaron aquel año. En España el diario EL PAIS le dedicó un reportaje en su semanario EL PAIS SEMANAL del domingo 14 de octubre de 2007. El periodista que trató el tema fue Luis Miguel Ariza y lo acompañó de fotografías artísticas de Chayan Khoï como la que muestro en esta entrada (que podéis ampliar si pulsáis sobre ella).
En ese libro se trataba de analizar qué ocurriría en el mundo si un día, de la noche a la mañana, desapareciera el ser humano. El porqué no importa, simplemente ese hecho. A través de ejemplos históricos como el qué pasó con las ciudades mayas o la aparición de la selva virgen en la zona DMZ que divide las dos Coreas, entre otros, comenzaba el reportaje diciendo que en un principio todo parecería normal, sólo que sin gente. Las compañías eléctricas seguirían su funcionamiento, aunque sólo por un breve espacio de tiempo, ya que tienen dispositivos para pararse si detectan que no hay mantenimiento humano haciéndolas funcionar. Las primeras en parar serían las térmicas que queman carbonos como el petróleo y el carbón, las siguientes en parar serían las hidroeléctricas. Tardarían unos pocos días. Una tormenta, o simplemente la falta de alguien que limpie ramas caidas al agua y otras cosas, podrían provocar su detención y en algún caso tal vez un incendio. Las ciudades que se alimentan de energía nuclear tendrían un tiempo más de electricidad. Pero a los diez días, si la central no detecta el mantenimiento humano, iría desconectándose progresivamente, siendo el sistema de refrigeración del reactor nuclear lo último en dejar de funcionar. Al dejar de haber agua refrigerando las barras de uranio estas comenzarían a calentarse hasta fundir el reactor, liberando radioactividad a la atmósfera. Eso ocurriría con las 441 centrales nucleares que existen en todo el planeta. Sin embargo no sería el final de la vida, no necesariamente. Tras describir tuberías de agua que revientan por dentro de edificios y por las calles, asfaltos que se resquebrajan por las temperaturas y los hielos del invierno, donde empieza a crecer numerosa vegetación porque ningún barrendero barrió las semillas de la polinización, otros edificios que se derrumban porque nadie los mantiene y los fenómenos atmosféricos como las tormentas, el viento, el calor o el frío los va deteriorando, nueva vida microorgánica que se readapta a los nuevos medios, y unos animales que se readaptan también, ya que como la vegetación ven libre su camino de nuevo para ocupar espacios de donde el ser humano los había apartado, triunfan en la recolonización del planeta.
Pero lo que nos interesa precisamente es el fenómeno de esos diez primeros días donde se hablaba de las centrales nucleares. Más que nada porque el libro, o el artículo tal vez, pues no he leído el libro, trata en ese momento del tema como si las centrales nucleares puedan funcionar perfectamente y sin problema alguno mientras existan seres humanos en su mantenimiento. Precisamente los mayores defensores de la energía nuclear suelen decir que es la energía más segura, que tan sólo han habido tres accidentes en su Historia... ¡Pero qué tres accidentes! En realidad hay que añadir uno más, pues los papeles desclasificados de la extinta Unión Soviética nos dicen que hubo otro en Siberia hace décadas, tratado como alto secreto por el gobierno ruso de entonces. La realidad es que el más reciente de esos accidentes, el de Fukushima, no se ha dado por falta de mantenimiento humano, el terremoto y el tsunami no impidieron que allí llegara gente para seguir con su trabajo, no se quedó aislada esa central. De dificil acceso sí, pero aislada no. De igual manera en Chernóbil había gente trabajando, de igual manera en Three Mile Island (Estados Unidos). En realidad han habido más accidentes nucleares, sólo que esos son los más catastróficos. En todos había gente trabajando en la central. La visión de Alan Weisman quizá es muy condescendiente con la visión positiva de las centrales nucleares, o tal vez es que no quiso ahondar en los supuestos de terremoto o tsunami en esos diez días iniciales de su teoría.
Se suele ser condescendiente con la visión positiva si se tiene el punto de vista de la defensa de la energía nuclear, es algo de lo que me he dado cuenta hablando estos días con varias personas. A veces pienso cómo no me he dado cuenta de la gran cantidad de amisades y conocidos que en secreto deben ser ingenieros nucleares de todo lo que saben para ejercer sus defensas. Yo no soy ingeniero nuclear, y la física que conozco es la que se cursaba en el bachillerato y la que voy conociendo cuando me intereso en ver documentales o leer determinadas cosas. Me gusta hablar del tema con la gente con conocimientos de Ciencias que conozco, porque aprendo de ellos dentro de lo posible. Pero no podría hacer aquí una defensa o un ataque sobre las cuestiones técnicas de la energía nuclear. Porque al fin y a cabo todas las personas con las que he hablado se remiten a cuestiones técnicas, no he escuchado a casi ninguno hacer una defensa de la energía nuclear desde otro punto de vista. Son opiniones y criterios respetables, todo sea dicho de paso. Yo en este aspecto soy un tanto ambiguo. Por cuestión ecológista, y a pesar de ser la energía nuclear la más limpia de las existentes hasta la fecha, pues no emite gases de CO2 a la atmósfera, soy partidario de que se invierta en, y se mejore el rendimiento de, las energías renovables como la eólica o la solar o de otro tipo. Sin embargo, para ello soy consciente de la necesidad de tener que convivir con la energía nuclear durante unas cuantas décadas más, pues cerrarlas de golpe podría ser una catástrofe energética que se traduciría en catástrofe humana. La política de la Unión Europea, salvo un pequeño periodo de tiempo desde el comienzo de la crisis económica en 2008 hasta el accidente de Fukushima en este 2011, suele ser tendente a la progresivo cierre de las centrales nucleares cuando alcancen su máximo de tiempo para un funcionamiento óptimo. La idea es ir sustituyendo las centrales nucleares por centrales de fuentes renovables, como las citadas. La cuestión es ecologista, energética y también geopolítica, pues la Unión Europa depende en exceso de las fuentes de energía del norte de África, de Próximo Oriente y de la Federación Rusa. Hace tiempo que la Unión pretende ser independiente de todo eso. No es casualidad que España sea lider mundial en energía eólica, o que Alemania sea el principal inversor en la investigación para mejorar el rendimiento de la energía solar, en suelo africano por cierto. A todo esto no hay que olvidar que, si queremos mejorar el medio ambiente que estamos deteriorando, sea la fuente de energía que sea, hay que reducir el consumo eléctrico innecesario. Si faltasen las centrales nucleares hay que hacerlo, necesariamente, aún más.
Los accidentes nucleares más graves son pocos, dicen sus defensores. Es cierto, pero son tan dañinos que afectan a miles de personas y sus efectos perduran décadas. El accidente de Chernobil ocurrió en la Unión Soviética de 1986, en el extremo Este de Europa. Su radiación llegó hasta Barcelona, y aún hoy, en 2011, siguen exisitiendo sus efectos, ya bastante debilitados, en las poblaciónes cercanas a donde estaba esa central. El hipotético caso de varios accidentes nucleares a la vez o cercanos en el tiempo podría ser devastador. Uno sólo, el de Fukushima actual, ya de por sí es gravísimo. Son auténticos héroes las personas que están dando su salud y probablemente su vida, por intentar arreglar los reactores nucleares dañados. Ese factor, el factor humano/humanidad, debería pesar más. Una central nuclear, por otra parte, no deja de ser una empresa, y todo empresario siempre intenta vender su producto por encima de los otros productores que ofrecen lo mismo. Soy ambiguo en esto, como he dicho. Sí. Y sin embargo soy partidario de una mayor inversión en la investigación y el rendimiento de las energías renovables.
Me parecen grandes héroes ese personal que hoy trabaja entregadamente reparando la central de Fukushima. Quizá hoy he sido un tanto pesado en mi entrada, es que hoy estoy algo reflexivo. Que la cerveza os acompañe.
En ese libro se trataba de analizar qué ocurriría en el mundo si un día, de la noche a la mañana, desapareciera el ser humano. El porqué no importa, simplemente ese hecho. A través de ejemplos históricos como el qué pasó con las ciudades mayas o la aparición de la selva virgen en la zona DMZ que divide las dos Coreas, entre otros, comenzaba el reportaje diciendo que en un principio todo parecería normal, sólo que sin gente. Las compañías eléctricas seguirían su funcionamiento, aunque sólo por un breve espacio de tiempo, ya que tienen dispositivos para pararse si detectan que no hay mantenimiento humano haciéndolas funcionar. Las primeras en parar serían las térmicas que queman carbonos como el petróleo y el carbón, las siguientes en parar serían las hidroeléctricas. Tardarían unos pocos días. Una tormenta, o simplemente la falta de alguien que limpie ramas caidas al agua y otras cosas, podrían provocar su detención y en algún caso tal vez un incendio. Las ciudades que se alimentan de energía nuclear tendrían un tiempo más de electricidad. Pero a los diez días, si la central no detecta el mantenimiento humano, iría desconectándose progresivamente, siendo el sistema de refrigeración del reactor nuclear lo último en dejar de funcionar. Al dejar de haber agua refrigerando las barras de uranio estas comenzarían a calentarse hasta fundir el reactor, liberando radioactividad a la atmósfera. Eso ocurriría con las 441 centrales nucleares que existen en todo el planeta. Sin embargo no sería el final de la vida, no necesariamente. Tras describir tuberías de agua que revientan por dentro de edificios y por las calles, asfaltos que se resquebrajan por las temperaturas y los hielos del invierno, donde empieza a crecer numerosa vegetación porque ningún barrendero barrió las semillas de la polinización, otros edificios que se derrumban porque nadie los mantiene y los fenómenos atmosféricos como las tormentas, el viento, el calor o el frío los va deteriorando, nueva vida microorgánica que se readapta a los nuevos medios, y unos animales que se readaptan también, ya que como la vegetación ven libre su camino de nuevo para ocupar espacios de donde el ser humano los había apartado, triunfan en la recolonización del planeta.
Pero lo que nos interesa precisamente es el fenómeno de esos diez primeros días donde se hablaba de las centrales nucleares. Más que nada porque el libro, o el artículo tal vez, pues no he leído el libro, trata en ese momento del tema como si las centrales nucleares puedan funcionar perfectamente y sin problema alguno mientras existan seres humanos en su mantenimiento. Precisamente los mayores defensores de la energía nuclear suelen decir que es la energía más segura, que tan sólo han habido tres accidentes en su Historia... ¡Pero qué tres accidentes! En realidad hay que añadir uno más, pues los papeles desclasificados de la extinta Unión Soviética nos dicen que hubo otro en Siberia hace décadas, tratado como alto secreto por el gobierno ruso de entonces. La realidad es que el más reciente de esos accidentes, el de Fukushima, no se ha dado por falta de mantenimiento humano, el terremoto y el tsunami no impidieron que allí llegara gente para seguir con su trabajo, no se quedó aislada esa central. De dificil acceso sí, pero aislada no. De igual manera en Chernóbil había gente trabajando, de igual manera en Three Mile Island (Estados Unidos). En realidad han habido más accidentes nucleares, sólo que esos son los más catastróficos. En todos había gente trabajando en la central. La visión de Alan Weisman quizá es muy condescendiente con la visión positiva de las centrales nucleares, o tal vez es que no quiso ahondar en los supuestos de terremoto o tsunami en esos diez días iniciales de su teoría.
Se suele ser condescendiente con la visión positiva si se tiene el punto de vista de la defensa de la energía nuclear, es algo de lo que me he dado cuenta hablando estos días con varias personas. A veces pienso cómo no me he dado cuenta de la gran cantidad de amisades y conocidos que en secreto deben ser ingenieros nucleares de todo lo que saben para ejercer sus defensas. Yo no soy ingeniero nuclear, y la física que conozco es la que se cursaba en el bachillerato y la que voy conociendo cuando me intereso en ver documentales o leer determinadas cosas. Me gusta hablar del tema con la gente con conocimientos de Ciencias que conozco, porque aprendo de ellos dentro de lo posible. Pero no podría hacer aquí una defensa o un ataque sobre las cuestiones técnicas de la energía nuclear. Porque al fin y a cabo todas las personas con las que he hablado se remiten a cuestiones técnicas, no he escuchado a casi ninguno hacer una defensa de la energía nuclear desde otro punto de vista. Son opiniones y criterios respetables, todo sea dicho de paso. Yo en este aspecto soy un tanto ambiguo. Por cuestión ecológista, y a pesar de ser la energía nuclear la más limpia de las existentes hasta la fecha, pues no emite gases de CO2 a la atmósfera, soy partidario de que se invierta en, y se mejore el rendimiento de, las energías renovables como la eólica o la solar o de otro tipo. Sin embargo, para ello soy consciente de la necesidad de tener que convivir con la energía nuclear durante unas cuantas décadas más, pues cerrarlas de golpe podría ser una catástrofe energética que se traduciría en catástrofe humana. La política de la Unión Europea, salvo un pequeño periodo de tiempo desde el comienzo de la crisis económica en 2008 hasta el accidente de Fukushima en este 2011, suele ser tendente a la progresivo cierre de las centrales nucleares cuando alcancen su máximo de tiempo para un funcionamiento óptimo. La idea es ir sustituyendo las centrales nucleares por centrales de fuentes renovables, como las citadas. La cuestión es ecologista, energética y también geopolítica, pues la Unión Europa depende en exceso de las fuentes de energía del norte de África, de Próximo Oriente y de la Federación Rusa. Hace tiempo que la Unión pretende ser independiente de todo eso. No es casualidad que España sea lider mundial en energía eólica, o que Alemania sea el principal inversor en la investigación para mejorar el rendimiento de la energía solar, en suelo africano por cierto. A todo esto no hay que olvidar que, si queremos mejorar el medio ambiente que estamos deteriorando, sea la fuente de energía que sea, hay que reducir el consumo eléctrico innecesario. Si faltasen las centrales nucleares hay que hacerlo, necesariamente, aún más.
Los accidentes nucleares más graves son pocos, dicen sus defensores. Es cierto, pero son tan dañinos que afectan a miles de personas y sus efectos perduran décadas. El accidente de Chernobil ocurrió en la Unión Soviética de 1986, en el extremo Este de Europa. Su radiación llegó hasta Barcelona, y aún hoy, en 2011, siguen exisitiendo sus efectos, ya bastante debilitados, en las poblaciónes cercanas a donde estaba esa central. El hipotético caso de varios accidentes nucleares a la vez o cercanos en el tiempo podría ser devastador. Uno sólo, el de Fukushima actual, ya de por sí es gravísimo. Son auténticos héroes las personas que están dando su salud y probablemente su vida, por intentar arreglar los reactores nucleares dañados. Ese factor, el factor humano/humanidad, debería pesar más. Una central nuclear, por otra parte, no deja de ser una empresa, y todo empresario siempre intenta vender su producto por encima de los otros productores que ofrecen lo mismo. Soy ambiguo en esto, como he dicho. Sí. Y sin embargo soy partidario de una mayor inversión en la investigación y el rendimiento de las energías renovables.
Me parecen grandes héroes ese personal que hoy trabaja entregadamente reparando la central de Fukushima. Quizá hoy he sido un tanto pesado en mi entrada, es que hoy estoy algo reflexivo. Que la cerveza os acompañe.
Lo acaba de decir el telediario: Japón va a vertir al mar 11.500 toneladas de agua radioactiva porque no encuentran otro remedio. Los ingenieros nucleares dicen que se estancará en torno a la costa sin problemas... el problema que no ven es que en la costa viven animales marinos y no marinos, aparte de personas.
ResponderEliminar