Cuando era pequeño hojeaba las enciclopedias de Historia de mi padre. Fue en una de ellas que encontré esta fotografía de una escultura que me impresionó y, junto a otras imágenes y otras cosas, me atrajo a diversas constantes en mi vida. Se trata quizá de una de las mejores esculturas funerarias del Renacimiento español. Quizá alguno ya se ha dado cuenta de que el que aquí descansa agarrado a su espada es Juan de Austria, cuyo sepulcro se encuentra, ¿cómo no?, entre el resto de sepulcros de la monarquía española en el Monasterio de El Escorial.
Juan de Austria, hijo bastardo de Carlos I de España y V de Alemania, presentado a este en su vejez cuando era adolescente, fue reconocido como hijo bastardo por su hermano Felipe II una vez Rey, aunque nunca le dio calidad de infante ni de príncipe, cosa que Juan de Austria arrastró psicológicamente el resto de su vida, del mismo modo que su hermano Felipe II arrastró cierta envidia hacia él ya que la salud de su hermano no tenía nada que ver con la suya (fruto de relaciones incestuosas en su familia). Sin embargo sí que le dio otros honores y le puso al frente de ejércitos en España (contra la rebelión de Las Alpujarras) y en el Mediterráneo (Malta, Italia...). Juan de Austria protagonizó las batallas previas a Lepanto (1571) e incluso, junto a Andrea Doria, fue uno de los altos mandos que lídero aquella mítica batalla de la Liga Santa contra el Imperio Turco Otomano. ¿Y qué fue de él tras aquello que tanta fama mundial le dio y tanto respeto incluso entre los propios vasallos de su hermano, quienes valoraban más sus cualidades guerreras que las taciturnas y burócratas de Felipe? Pues le mandaron a los Países Bajos a controlar las revueltas independentistas que habían comenzado contra España. Desde allí soñó Juan de Austria con asaltar Inglaterra, aliado en la sombra de los rebeldes y los corsarios holandeses y flamencos, y quizá recibir de su hermano la Corona inglesa o poder ser príncipe de allí. Pero Felipe II lo vio peligroso, quizá por celos fraternales y le escamoteó tropas, dinero y recursos, hasta que Juan de Austria no pudo hacer frente debidamente a los rebeldes holandeses, a la par que se vio en medio de algunas intrigas que le carcomieron la moral. Una depresión mezclada con una enfermedad de la época le mató a lo largo de una larga convalecencia mientras sitiaba una ciudad. Tenía 31 años.
Esta fotografía siempre me impresionó por la juventud de Juan de Austria en su tumba, pero también porque no parece tener el aspecto del típico noble de la época. Parece un guerrero más parecido a un pirata que a un soldado, pese a la uniformada armadura de alto rango que lleva. Si uno se acerca a la cara, ciertamente parece una expresión cansada, pero lo impresionante es la cantidad de anillos que lleva en las manos y las extrañas posiciones en las que las lleva. Tras él volví a ver a otro hombre con tantos anillos, el músico Ringo Starr, de los Beatles, pero es otra historia. En el panteón de El Escorial es difícil encontrarse con esta imagen de Juan de Austria, porque su tumba es alta y más bien sólo se le ve lateralmente, a la altura de los ojos.
Le imaginé montones de vidas a Juan de Austria. Montones de aventuras que nada tenían que ver con sus vivencias de verdad, hasta que me leí su vida por aquellas fechas, en adaptaciones juveniles, y después la estudié en la carrera de Historia años más tarde. Se le podría haber dedicado varias novelas, varias películas, y sin embargo no ha sido tanto así. Me hubiese gustado vivir a sus órdenes, como tercio de fortuna, del mismo modo que haberme embarcado a América... quizá hasta perderme en Jamaica o Isla de la Tortuga. Pero la realidad es que hoy día Juan de Austria sólo es un sepulcro, una bonita escultura funeraria. Nuestras vidas son del siglo XXI.
P.D.: relacionado con las sensaciones que me dio esta fotografía se encuentran los libros de novela histórica La Iguana y Manaos, de Alberto Vázquez-Figueroa, aunque no tengan que ver con Juan de Austria, pero sí con mi escapismo.
Tienes en tus manos que alguien haga una buena novela sobre la vida o alguna vivencia real o inventada de Juan de Austria. El tipo tiene bastante suerte, de la mayoría de nosotros no quedará ni una simple estatua, hermosa o no, para recordarnos.
ResponderEliminarQué bueno. Ya tenía en mente a Ringo nada más leer el título de la entrada. Curioso.
ResponderEliminarSaludos!
DOCTOR SPAWLDING: bueno, supongo que se lo podemos dejar a Pérez reverte, tiene más experiencia y se le da mejor estas historias, además, así podría hacer la precuela de Alatriste. Un saludo y que la cerveza te acompañe.
ResponderEliminarOHARRIGAN: Hola, bienvenido/a seas quien seas. Pues la verdad es que entre esta foto y las de Ringo Starr hubo una época en mi vida que yo también llevaba anillos en casi todos los dedos. Ahora, a veces, de pascuas a ramos, a veces se me ve con dos en un dedo. Claro que también ayudó el estribillo de una canción de Beatles escrita por Harrison que decía "voy a llevar anillos en todos los dedos". ¡Un saludo!
Es increible todo lo que nos puede hacer soñar una imagen, sobre todo de niños. También parece mentira que yo tenga su edad.... y sin anillos.
ResponderEliminarHermosa historia, sobre todo porque más que el hombre de los anillos, me gusta imaginar a Canichu niño imaginando las aventuras en las que se embarcaría este hombre con aspecto de pirata pero con sangre noble.
ResponderEliminarUn abrazo-
Qué bonito post. A mí me recuerda a un doncel, un cierto aire novelesco, pero tienes razón, algo de pirata tiene también.¿Se parece, digo en tono, a ese otro bastardo que anda por ahí? Curioso, tanta apariencia, sí, anillos, prepotencia, y un poco metrosexual, algo ridiculizado, puede ser.
ResponderEliminarBesico, me ha encantado.
hay una teoría psicológica que dice que los que llevan trajes muy vistosos y joyas o muchos adornos corporales es porque se sienten inseguros consigo mismos en algún aspecto de su vida y quieren reflejar inconscientemente un poder o un algo que no son o no tienen. En cierto modo Juan de Austria nunca fue reconocido príncipe pese a ser hijo de Carlos I, cosa que acarreói en su pensamiento toda su vida, pese a su fama como militar.
ResponderEliminarYo no había estado en El Escorial hasta Febrero de este año y me impresionó mucho la tumba de la que hablas. Tampoco tenía claro la historia de Juan de Austria hasta que allí me resumieron un poco lo que había sucedido.
ResponderEliminarYo creo que es uno de esos personajes que te despiertan el interés por la historia de la monarquía española porque, como dices, no tiene aspecto de noble de la época, quizás porque realmente no lo era del todo.
A día 12 de agosto de 2009 digo varias cosas sobre la estatua, ya que ayer estuve visitando El Escorial con un guía que resultó ser de mi promoción universitaria, aunque no de Historia, sino de Humanidades.
ResponderEliminarPara empezar, metío la pata al decir que era una estatua renacentista. La presente tumba la hizo construir Isabel II en el siglo XIX. No deja de ser excepcional de todos modos. Y a sus pies hay dos de sus treinta y pico hijos.
Por otra parte, aparte de lo dicho sobre sus anillos y pendientes en este post, el guía, Carlos, apunta dos hipóteses más:
1.-hay 13 anillos, creo recordar de memoria de su guía, contadlos en la foto, y hay un anillo por cada amante que tuvo en vida, ya que cada una le fue regalando un anillo.
2.-Los anillos puestas las manos dentro del guantelete ayudan a proteger mejor las falanges de los dedos en combate.
Equilicualdicho esto no digo nada más.
Saludos.