martes, marzo 30, 2021

NOTICIA 2041ª DESDE EL BAR: EL ENTERRAMIENTO DE CRISTO EN SU TUMBA

 Tal como dije ayer, estamos en Semana Santa. Si ayer hacía una reflexión general, hoy lo suyo es proceder a comentar el asunto desde una obra de Arte, tal como vengo haciendo muchos años en esta bitácora. Este año me he decantado por el Arte ruso. Ya hubo un año que lo hice con un cuadro de este mismo siglo XXI que decora la catedral de Saint Paul, en Londres, pero esta vez nos vamos al final de la Edad Media y al comienzo de la Edad Moderna, hacia finales del siglo XV. Existe una imagen del enterramiento de Cristo conocida como Deposición de Cristo en la tumba que pertenece a la escuela de Nóvgorod y la cual tuvo relativo éxito, pese a su anonimato, pues hay tanto esa imagen, que hoy día se puede ver en Moscú, en la Galería Estatal Tretyakov, como una variante con menos dorados y con una cruz ortodoxa de fondo, en la ciudad de Rostov, fechada en 1497. La obra sigue el estilo propio del arte icónico que el cristianismo ortodoxo adoptó en sus imágenes desde el siglo XII. Colores básicos muy fuertes, dorados que iluminan a las figuras, trazos muy marcados, composición de las imágenes muy expresivas, a veces podríamos decir que sobreactuadas o en posturas estáticas muy llamativas, casi teatrales. Suelen tener mensajes claros y directos para quienes las veían en las iglesias, sin enredarse en referencias eruditas, mensajes encriptados, códigos teológicos complejos, barroquismos varios... La claridad del mensaje es algo básico en este Arte religioso ortodoxo.

Me llama la atención de este enterramiento de Cristo precisamente esa contraposición de claridad y luz si se le compara con las imágenes sobre este mismo episodio en las obras del occidente europeo, del cristianismo apostólico romano. En esta parte de Europa predominaban más las crucifixiones y los descendimientos de la cruz, no hay excesivas representaciones de enterramientos en la gruta donde se supone que se depositó el cuerpo de Cristo. De hecho, este tema atraerá más a los barrocos, en el siglo XVII, siendo Rembrandt el que cree el cuadro de esta temática más exitoso, lleno de oscuridad y emanando la luz de un foco que da la sensación de emanar realmente del propio cuerpo de Cristo muerto. 

Vamos al icono cristiano ortodoxo del final del siglo XV. No solo está lleno de luz. El sudario de Cristo pasa a ser un envoltorio en vendas, como si de una momia se tratara. Sigue la tradición de las vendas de lino de aquellas épocas en aquellos lugares. Pensemos que el Imperio Ruso, en esos momentos un reino relativamente joven, se sentía heredero del desaparecido Imperio Bizantino, finiquitado por los turcos en 1453. Los turcos permitirán el ejercicio de la religión cristiana ortodoxa con una serie de condiciones fiscales y legales que alentaban a su abandono para pasarse al islam. Esto no impide que muchos cristianos ortodoxos decidan irse en éxodo a otros lugares y es Rusia uno de los principales. Los griegos serán principales valedores de la resistencia ortodoxa dentro del Imperio Turco, pero los rusos serán los que defiendan esta misma religión desde fuera de tal imperio islámico. El zar de Rusia se considerará a sí mismo heredero legítimo del Imperio Bizantino a título simbólico, aunque en muchas casos lo ostentó como algo más que simbólico. 

Como sea, sin adentrarnos en el devenir político de Rusia respecto a la defensa del cristianismo ortodoxo, cuando se creó este icono, sin que sepamos el año exacto de su terminación, sabemos que ocurrió a finales del siglo XV y que hay una imagen muy parecida de 1497 en Rostov. Constantinopla había caído en 1453, por lo que el artista y quien lo encargó estaba dentro de un periodo de unos cincuenta años en el que no solo transmite un mensaje religioso, sino también político, pues todos estos hechos narrados del final del Imperio Bizantino estaban recientes y los turcos mismos seguían su expansión hacia occidente, hasta que fueron frenados a las puertas de Viena en 1529, y una segunda vez en 1683. Para hacernos una idea, el conde Vlad III de Valaquia, "el Empalador", conocido como conde Drácula, de la zona de la actual Rumania, por entonces Imperio Bizantino que al desaparecer ante el empuje turco pasó a ser Imperio Turco, por lo que este conde pasó a defender la independencia de Valaquia frente a los turcos, que pasaría a ser parte del territorio fronterizo con el Reino de Hungría y de Moldavia, pues ese conde era justo de las épocas en las que el creador anónimo de esta obra del entierro de Cristo en algún momento se le ocurriría crear esta imagen. Drácula moriría en 1477. Está en el mismo contexto histórico.

Novgorod quedaba muy lejos, sobre en estas épocas donde las comunicaciones eran más lentas, a caballo y carruaje. Es una región al noroeste de Moscú, cerca de San Petersburgo, que era la ciudad desde la que se gobernaba Rusia en ese momento. La otra imagen similar es, como he dicho, de Rostov, que es una ciudad más o menos cercana a Novgorod, pero está al noreste de Moscú. Puede que el autor de ambas obras fuera el mismo. 

La cristianización de toda esa zona nórdica de Europa parte de los ortodoxos bizantinos siglos atrás, razón por la cual cuando se derrumba aquel Imperio los rusos reclaman ser los legítimos sucesores, por más también que la familia del zar ruso tenía lazos de sangre por matrimonios con la realeza bizantina desde el siglo XI, y que los popes rusos reclamaron con  ayuda del Estado una posición de fuerza y relevancia, sobre todo para ir evitando la conversión al islam de todas aquellas personas que vivieran en las zonas limítrofes con los turcos y tuvieran miedo del avance de estos. Aún con todo, para los rusos les servía de tapón reinos como el de Hungría o el de Moldavia. 

El Arte era un asunto de mensaje religioso, pero también llevaba consigo un mensaje político. Llevar la iconografía ortodoxa que se había desarrollado en el Impero Bizantino, siendo esta heredera a la vez de las escuelas antiguas de composición propias del antiguo Imperio Romano, era un claro mensaje de legitimidad política y de integración con el resto de reinos cristianos europeos no como un nuevo reino creado, más o menos, a partir de una serie de grupos considerados bárbaros o menos civilizados a la europea, sino como un reino sucesor de la más antigua cultura fundacional de la esencia europea. Si reinos como el francés, el inglés, los diversos reinos alemanes o hasta los reinos hispanos e italianos habían mezclado su cultura con culturas germanas de origen pagano, los rusos reivindicaban con esto ser herederos directos ni más ni menos que de Roma en lo político y del primer cristianismo en lo cultural y lo religioso, cuyo foco primigenio había estado en Grecia con Pablo de Tarso. 

Por otro lado, la teatralidad de los personajes de este entierro me recuerda que ha podido inspirar o influir siglos más tarde a Gustav Klimt cuando se ponga a pintar entre el siglo XIX y el XX en Austria. Algo de lo hierático del arte ortodoxo se refleja en la obra de Klimt más allá del uso de la estilización o de los dorados. Incluso, más allá, las grandes obras de ópera o de teatro rusos desde el siglo XIX suelen tener escenografías que me recuerdan a obras del Teatro Bolshói de Moscú. No es que yo haya ido a tales representaciones, pero en pleno siglo XXI las posibilidades comunicativas nos ofrecen numerosas posibilidades para conocer esas obras, para verlas, ya sea completas, parcialmente o en informativos y fotografías. 

La representación que os muestro este año me llama la atención por ser para mí algo anómala respecto a otras obras religiosas a las que estoy más habituado. Lo primero que me atrae es la elección de ese momento en el que Cristo ya tiene su sudario y es depositado en su tumba, tan alejado de los habituales descensos de la cruz en la Europa occidental. Se crean además como tres planos entre los personajes puestos en pie, los que agachan hasta tocar el cuerpo muerto de Dios, tocados por la aureola de santidad en sus cabezas, y el cuerpo tumbado de Cristo. Por encima de ellos vemos una especie de túmulos que podrían ser las diferentes grutas de los enterrados, una especie de cementerio. El rojo de la pasión está presente, pero ante todo prima esa luz citada, dorada, y esa teatralidad excesiva, posiblemente creada a finales del siglo XV para que hasta las personas analfabetas y las legas que entraran a la iglesia donde estuvo recibieran un mensaje claro y directo que se explicaba por sí solo, sin excesiva necesidad de escuchar al sacerdote. Prácticamente toda la escena se explica por sí misma. Si pensamos en el sudario de Cristo como esas vendas que usaban en el momento, el mensaje de muerte y resurrección afectando a la propia vida es aún más directo. La imagen, si fuera del siglo XX o de este XXI, podríamos pensar que tiene algo de Noveno Arte, de cómic, de comunicación expresiva que narra una historia.

Había un mensaje de continuidad política y cultural directamente venida de Roma a través de Bizancio, un mensaje que en plena ofensiva de los turcos reforzaba determinadas ideas y trataba de hermanar con otros reinos cristianos. Pensemos también que justo a finales del ese siglo XV y comienzos del XVI el norte de Europa y su centro comenzaría un proceso de reformismo que daría lugar a las corrientes religiosas del cristianismo protestante, por lo que Rusia encontraría en esto también una reivindicación fuerte del cristianismo desde su perspectiva. El otro polo lo va a defender el Reino Hispánico (España) al otro extremo de Europa, apoyando a los Estados Papales en Italia y, en el siglo XVII, en lo que respecta a Rusia y frente a los protestantes del centro y norte de Europa, interviniendo con una alianza con Polonia.

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