(Estatua de Corto Maltés en bronce que se puede ver en Angulema -Poitiers, Francia-, creada en 2008 por el artista Livio Benedetti, quien conoció a Hugo Pratt en persona en 1981. La fotografía la hizo y pertenece a Ignacio Izquierdo, autor de Crónicas de una Cámara.)
Corto Maltés nos adentra en las ensoñaciones de su propio autor a los lectores. Si bien Corto Maltés parece el otro yo de Hugo Pratt, ¿quién no querría haber vivido las aventuras de este marino? Y entre ensoñación y ensoñación se ve en las tres etapas estilísticas del autor ya citadas cómo el personaje es cada vez más dado a lo surrealista y lo mágico. Si la primera etapa un tanto barroca y llena de claros oscuros Pratt era dado a unos argumentos realistas y verosímiles, donde hay cierta incredulidad irónica en el protagonista, en la segunda etapa, de líneas más claras y definidas, empiezan a ocurrirle a Corto una serie de sucesos que le llevarán en ocasiones al delirio o a estar al borde de la muerte, que van creando en él una transformación progresiva en su forma de ser; va transformándose en alguien dado a creer en lo mistérico y lo mágico, siempre sin abandonar su postura de cierta incredulidad. Es bastante relevante aquí cuando en Las Etiópicas Corto se encuentra con un hechicero africano con el nombre de uno de los diablos judíos que le enseñó a Hugo Pratt su abuela veneciana en su niñez. Tal nombre, lo repetimos, era Shamael. Este hechicero aparecerá en otros episodios de la saga, igual que Boca Dorada, la revolucionaria brasileña que lee el futuro y se comunica con los muertos gracias al vudú. Pero será en la tercera etapa de Pratt, la esquemática, cuando a través de guiños inconfundibles a las drogas (muy propias de la experimentación que con ellas hacían muchos artistas en la década de mil novecientos setenta), Corto Maltés incluso se enfrentará en un sueño extraño a los personajes literarios de la obra de Hermann Hesse en Las Helvéticas, o, en un presumible delirio por una setas venenosas, se enfrente nada menos que a unas mujeres guerreras que custodian los restos de La Atlántida en la isla de Mü. Así pues, partiendo del realismo absoluto Pratt fue introduciendo, a través de recursos plausibles como delirios, drogas, sueños, quiromantes, etcétera, un camino que desembocaría en un surrealismo creíble que se movía dentro del mundo real verosimil. Eso le ayudaba a poder representar su obra mejor en esta nueva etapa suya esquemática, que fue la final para él.
No sólo era una cuestión estética y artística. Pratt siempre cuidó los detalles al máximo, y cuidó al extremo la documentación de sus historias y personajes. El esquematismo final estaba al servicio de los detalles también, sólo que en esa etapa eran detalles de argumentos. El escritor Umberto Eco dijo de la obra de Pratt que eran novelas que él se empeñaba en escribir en cómic. Los argumentos siempre tuvieron en Pratt un peso muy importante, a pesar de que en Balada del Mar Salado hay algunas cuestiones incongruentes en cuanto al espacio-tiempo, posibles errores por lapsus del autor dado que fue una historia que se fue publicando por partes entre 1967 y 1969. O quizá no es tanto así, ya que su preocupación por lo exacto, para prueba su biblioteca enorme, le llevaba a cuidar tanto los detalles que sólo los lectores más informados de todo tipo de pormenores son capaces de enterarse de detalles que parecen sin importancia. Como por ejemplo que si bien Corto comienza siendo un aventurero revolucionario cuya primera aparición para el lector es en forma de pirata al comienzo de la I Guerra Mundial, en determinado momento de esta, hacia sus últimas épocas, uno de los oficiales de Ana de la Jungla que aparece con Corto en Las Etiópicas se refiere a Corto como comandante del ejército británico. Está claro que no sabemos qué ha pasado exactamente para que lo sea, pero se intuye que Pratt nos invita a jugar dentro de esta historia, a indagar para que hagamos nuestras hipótesis a través de detalles encubiertos, a ser nosotros también otro personaje más de sus historias, a ser los investigadores biógrafos de Corto Maltés.
Es injusto aquellas afirmaciones de algunos lectores que dicen que Hugo Pratt usó "un negro" (un autor secreto que trabajase para él, poniendo Pratt su firma y no la suya) para pintar los aviones, trenes y coches de la saga, como los que se ven en La Casa Dorada de Samarkanda o en Tango, y todo a media luz... Él nunca ocultó que esos vehículos los creó un arquitecto italiano amigo suyo, Guido Fuga, el cual cierta vez le sugirió mejorar los detalles de sus historietas pintando estos como si estuviera diseñándolos para un fabricante de coches. Pratt, que no tenía tanto tiempo para ello y que consideraba que su amigo los pintaba mucho mejor que él, le ofreció ser quien oficialmente pintara esas máquinas para que fueran lo más fidedignas posibles. No era un secreto, por lo que no era "un negro". Ni tampoco resta valor a la obra revolucionaria de Hugo Pratt. En su afán preciosista no sólo llegó a ceder esa parcela de sus viñetas a su amigo arquitecto, a otros amigos les pedía favores como la toma de fotografías de determinados lugares del mundo para poder pintarlos con exactitud y no con imaginación. Este fue el caso del fotógrafo argentino Carlos Saldi para la creación de Corto Maltés en Siberia. A pesar de ello y buscando información visual y sociológica de primera mano, quizá también buscando aventuras propias, Pratt viajó incansablemente por todo el mundo varias veces. Estas acusaciones con más mala intención que buen criterio informado ya lo sufrieron y sufren otros autores, como el español Francisco Ibáñez, autor humorístico de los agentes secretos Mortadelo y Filemón (creados desde 1958). Su editorial más emblemática, Bruguera, tuvo unos problemas económicos tan fuertes en 1986 que hubo de deshacerse de la mayor parte de sus autores más famosos sin pagarles sus sueldos y beneficios y quedándose con los derechos de autor de sus personajes. Ibáñez, como otros históricos del cómic español que trabajaban para Bruguera, se vieron impedidos de poder continuar creando sus propios personajes de la noche a la mañana. Se unieron en otras editoriales y crearon otros personajes mientras los tribunales y los jueces aclaraban el caso y les devolvían sus derechos de autor en 1990. En el periodo de cinco años de juicios la editorial Bruguera utilizó los derechos de autor que se quedó para seguir creando historietas de los personajes que más vendían, como Mortadelo y Filemón, por lo que se elaboraron cómics de estos por personas a las que la editorial no accedió a poner su firma, sino la firma de que el creador (o sea el que los inventó) era Francisco Ibáñez, lo que llevaba a la confusión de creer que era él quien estaba detrás de aquello.
Las aventuras de Corto Maltés comenzaron en blanco y negro. Así se mantuvieron durante muchos años. Sólo sus últimas aventuras fueron creadas expresamente para ser editadas en color. Pratt dio permiso en vida para colorear y reeditar su obra anterior a ese momento en color, lo que hace que actualmente se pueda acceder a ella en las dos versiones. Fue el propio autor quien se encargó de otorgar y revisar esa coloración de sus innumerables personajes, aunque bastantes de ellos, los menos famosos, se han quedado únicamente en blanco y negro. Parte de la importancia de Pratt en el Noveno Arte no es sólo por su técnica para crear guiones a modo de novelas, sino bastante fundamentalmente también en su técnica del uso del blanco y el negro que fue perfeccionando y mejorando hasta el punto de que con las sombras, sin grises casi, daba a una viñeta más lecturas sugeridas que lo que meramente contaba el hilo argumental. Esa idea de querer transmitir con la estética y no sólo con el guión fue la que le guió al dar color en las reediciones citadas. Hay en su obra no sólo esas referencias literarias claras, sino, como ya se ha dicho, numerosas referencias visuales al cine, sobre todo al clásico en blanco y negro, y usa muchos de sus encuadres y enfoques. Pero Pratt también hacía bocetos a lapicero y en acuarela que hoy día nos han llegado publicados en introducciones a sus novelas gráficas, o bien en libros que analizan sus obras. En uno de ellos encontramos unos cuantos dibujos a acuarela de Corto Maltés paseando por Córdoba con unas notas del autor. Nos hace pensar en un Corto Maltés nuevo, más familiar, ya que la madre del personaje era una gitana andaluza, y parte de los antepasados de Pratt, ya lo dije, eran judíos sefarditas de Toledo. Esas acuarelas, y otras, son hoy todo un regalo para la vista, se nos descubre a un Hugo Pratt altamente interesado en la cuestión artística, pero también en darle a Corto Maltés un pasado de existencia real y próximo a la vida de los propios lectores. Las acuarelas y lapiceros de al introducción de Las Helvéticas nos enseñan un hipotético cuaderno de viaje de Corto Maltés practicando turismo por Suiza en 1924.
Las impresiones en offset (inyectado de tinta en el papel a través de círculos de colores) podían ser mejores o peores, dependiendo de la calidad de las ediciones de las revistas por las que fue pasando Pratt desde 1945 a 1995. Desde aquellos blancos y negros altamente contrastados que no dejaban ver esas entintanciones, a las numerosas impresiones en color que dependiendo del país podían tener colosales puntos de colores de un offset mal aplicado, a otros puntos de colores imperceptibles al ojo sin el uso de potentes lupas o cuenta hilos. Las coloraciones y entintaciones actuales tienen técnicas digitales y maquinarias láser que perfeccionan la plasmación de los colores en la obra, haciéndolas actualmente visualmente más atractivas, y que probablemente son más ajustadas a la realidad creativa de Pratt al colorear. Pero nunca hay que olvidar ese inicial blanco y negro al observar los cómic de Pratt, ya que hay que entender cómo visualizaba las imágenes a veces a modo de negativo de fotografía.
Corto Maltés siempre es un buen comienzo para adentrarse en el cómic aquellas personas que apenas han ojeado el Noveno Arte. Pero también es un buen principio para enseñar Historia guiados por un profesor adecuado, del mismo modo que Asterix ha sido una buena excusa para enseñar latín en boca de innumerables profesores de esta lengua. Pero además Corto Maltés es una saga de novelas apasionantes que logra gustar de modo apasionado por igual a hombres que a mujeres. El romanticismo vital en la forma de ser de Corto Maltés, y el sadismo contrastado de su amigo Rasputín, nos van animando a leer más y más de sus historias. Desde esa Manchuria invadida por rusos y japoneses de 1905 donde el escritor Jack London les presenta entre ellos, a esa isla de Mü presidida por las esculturas moáis en 1925, las historias de Corto Maltés nos muestran el complejo mundo del inicio del siglo XX. El siglo XIX moría en el nacimiento del XX, y en medio estaba Corto Maltés, porque en medio del siglo XX estaba Hugo Pratt. Y Pratt un día desapareció en medio del mar antes de que empezara otro siglo más.
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PÁGINAS DE
REFERENCIA EN INTERNET (consultadas en año 2011 para elaborar esta conferencia):
Página oficial de
Corto Maltés:
http://dreamers.com/corto/articulos.html
Wikipedia:
http://en.wikipedia.org/wiki/Numa_Sadoul
Bitácoras (blogs):
La Maga:
Noticias de un Espía en el Bar:
http://espiadelbar.blogspot.com/2010/11/noticia-857-desde-el-bar-no-hay-zombis.html
http://espiadelbar.blogspot.com/2011/02/noticia-902-desde-el-bar-la-patagonia.html
Trazos en el Blog:
Una Casa Debajo de la Almohada:
Ministerio de Cultura de España, PARES:
Museo del Dibujo y la Ilustración:
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