sábado, octubre 19, 2024

NOTICIA 2351ª DESDE EL BAR: FOLIE À DEUX

Ya me he apuntado hace una semana y algo como jurado del público de Alcine de este año 2024, espero que este año, a diferencia del anterior, no tenga que protestar para reinvindicar mi acreditación, cosa que se me dio gracias a que saben que ininterrumpidamente lo he sido desde 2000. La cosa es que este año está siendo muy perro en lo económico para mí y me río de indignación pura cuando hoy leo el principal titular de El Diario diciendo en resumen que a los que tenemos trabajos temporales y salarios bajos ahora mismo nos va de maravilla gracias a las bondades de las reformas del actual Ministerio de Trabajo. Lástima que se me borrara el texto que escribí sobre esto, porque no es oro todo lo que aparenta relucir. Y alguna cosa dejé deslizar la anterior vez que escribí sobre por donde pasa mi supervivencia económica a estas alturas del año y de mi vida, literalmente. Sigo siendo desde hace años uno de esos trabajadores que aún trabajando vivo por debajo del umbral de la pobreza fijado en España, claro que entro y salgo del desempleo y cuando trabajo son contratos muy cortos y mal pagados y mal valorados en relación a todo lo que se nos pide para contratarnos pero que luego no se refleja ni en el sueldo ni en las bases de cotización. Pero, ¿quién  controla esto? ¿Dónde está Carracuca? Al gobierno le importa bien nada dónde está Carracuca a la hora de controlar estas cosas. Vivo de suerte. Más bien, supervivo, a veces mal vivo.

La cosa es que este año me he podido dar muy pocos momentos para mí, es el año de los desastres económicos tras desastres económicos, lo que sumado a lo que ya había es el gran caos, el gran caer. La gran caída y sigue sin freno, aún habiendo intentado poner un freno extremo en mi propia casa desde hace más de mes y medio. No hay freno. el único freno posible debería venir de la decencia y la responsabilidad de quienes hacen contratos laborales a la hora de valorar la vida de sus trabajadores y tenerlo en cuenta en sus sueldos. Pero me descentro de lo que quería hablar hoy. Yo quería ir al cine comercial antes de ir como jurado del público a Alcine. Hoy por ejemplo hubiera preferido ir a ver La infiltrada (Arantxa Etxeberria, 2024), un biopic de una policía nacional española que fue infiltrada en ETA con la veintena de años, pero tras mirar mi último estado de cuentas bancarias creo que sólo puedo estar en casa de aquí hasta el próximo ingreso de dinero, y eso trabajando mi jornada laboral y poniendo medios en casa. Ni aún así. Excesivos tiempos de desempleo, trabajos mal pagados y breves y este año afrontando la enfermedad y muerte de mi gata y varias reparaciones graves en casa, mientras una penosa legislación sobre las prestaciones contributivas me impedían cobrar en este verano lo que de por sí tengo cotizado y que necesitaba en ese momento, no el día de cuando al gobierno le venga en gana. Claro, que tampoco me han informado de por cuánta cantidad de tiempo va un teórico segundo periodo de cotización que tengo pendiente de cobrar tras agotar un primer periodo. No hay acceso a esa información... que es información sobre mis propias cotizaciones. Que sí, que habrá quien me ha visto salir este año por algún bar de rock, y han sido veces muy sonadas, por lo que sé que hay quien cree que estoy todo el día de juerga, pero la realidad es que este año, como ocurrió en otros por otros temas, prácticamente no he podido moverme de mi casa y de mi calle, de mi barrio. 

Volvemos a centrarnos. Antes de repasar mis cuentas en la vez más reciente, sí que me animé tras muchos meses a ir la semana pasada dos días seguidos al cine comercial. Había varias películas llamadas "de blockbuster" (lo que en España se llamaría: taquilleras comercialmente) que me interesaban, pero me decidí por las dos más recientes. Se trataba de dos segundas partes, Joker: Folie à Deux (Todd Phillips, 2024) y Bitelchús, Bitelchús (Tim Burton, 2024), ambas corresponderían a la traducción de esa frase en francés de la segunda parte del Joker: locura de dos. No puedo decir menos que coincido con muchos críticos que se han visto desilusionados con estos largometrajes, si bien fue que en la primera tuve el lujo de verla totalmente solo en la sala, y la otra casi, pues aparte de mí sólo hubo un padre con su hija.

Joker: Folie à Deux no es mala película, pero quizá Phillips debió dejarlo únicamente en la primera parte, Jocker (2019). Ya por entonces él mismo había declarado que era una película unitaria, que no pensaba darle secuelas. Primero porque la concibió como obra artística de introspección en la creación de un psicópata y las enfermedades de la sociedad actual a la hora de conformarse respecto al diferente, pero también porque el rodaje y convivencia con Joaquin Phoenix fue una tortura insoportable y desagradable para él y para todo el equipo, tanto por sus extravagancias como por aquello de que acostumbra a meterse en su personaje en todo momento de su vida para poderlo desarrollar bien en escena, por lo que, al interpretar a un perturbado, fue especialmente desagradable... llegando incluso a rumorearse que acosó, o pareció acosar, a la actriz que el personaje hacía eso mismo en el guion. La primera película es una gran historia y una nueva visión sobre este villano y la enfermedad de Gotham City, en parte: un análisis de los Estados Unidos más violentos de hoy día. Tenía a la vez su belleza. Yo la vi, también por circunstancias, bastante más tarde, en 2020, que seguía en pantalla. Generó mucho dinero y mucho culto y quizá eso es lo que hizo que Phillips hiciera de tripas corazón y volviera a llamar a Phoenix, y este rodaje no ha sido menos conflictivo personalmente que el anterior, pero Phillips sabe que, pese a todo, el actor merece la pena. No habría otro como él para el personaje. Le acompaña ahora Lady Gaga, que en esta película me recuerda en todo momento a una amiga mía desde hace mucho tiempo, lo que me resultó particularmente un aliciente casi de humor negro personal. Ella hace de Harley Quinn, la universitaria de psicología, niña de papá, que tiene la cabeza con una psicopatía que la obsesiona con Jócker, lo que confunde con amor. Ella como Arlequín y él como Jócker fueron pareja en cómic durante mucho tiempo, y eso ha sido llevado al cine varias veces, esta es una de esas veces. Así que la película es cierto que viene de la anterior, de hecho, su propuesta parte precisamente de los acontecimientos de esa primera parte e incluso se bromea en guiño al espectador sobre que "se hizo una película". 

Lo cierto es que se trata de una historia nueva independiente de la anterior. Se sigue explorando la enfermedad de una sociedad que admira a los psicópatas y a la vez se ahonda en cómo van surgiendo tanto los secuaces de Jócker como otros villanos de Batman, no se me escapa que cabe la posibilidad de que en los primeros momentos del metraje se ve en los pasillos de la galería de celdas de Arkham a un personaje que físicamente corresponde con El Ventrílocuo, así como en la sala del juzgado aparece el futuro Dos Caras. Está rodada a ritmo de película de proceso judicial, que es un género que apasiona a los estadounidenses prácticamente desde el inicio del cine comenzado el siglo XX. Eso ya despista a un espectador que si va a ver una película del Jócker no espera ver una película de juicios y tribunales, pero es lo que es. Eso sí, filmado a ritmo de musical que no llega a ser musical, porque la cabeza de Harley está francamente mal, y funciona como si la vida fuera un espectáculo de música, cosa que contagia a Jócker. En eso se basa su amor, en un contagio malsano donde el Jócker vuelve a ser mostrado como víctima de alguien que es utilizado siempre por las necesidades del otro, en este caso, las necesidades psicopáticas de ella. La película no está mal, pero su ritmo y su forma de narrar no tiene que ver con su antecesora, lo rompe totalmente y eso coge por sorpresa a un espectador que esperaba ver más de lo que ya había visto antes, y no es eso lo que recibe. Se puede hacer algo lenta, en una espera de que llegue algo que nunca llega, aunque se den píldoras de cosas parecidas en la imaginación de un Jócker perturbadísimo por el amor y porque deja de tomar sus medicamentos. Lo cierto es que aunque el largometraje funciona por sí sólo, al depender de la primera entrega, hace que el espectador se canse y la descarte. Decían en The Guardian esta semana que si su coste había sido de unos doscientos millones de dólares, en la plataforma de Netflix apenas han recuperado unos noventa millones. El batacazo es grande. ¿Cómo espectador? Como espectador, yo por lo menos, el error está en haber querido continuar algo sin continuarlo. Era una apuesta arriesgada. No es mala película, y tiene su lógica. La fotografía es bonita, la banda sonora está bien, sigue siendo una buena interpretación, el guion sigue planteando los problemas de la sociedad más enferma de Estados Unido, pero... pero no es la primera, la primera parte ya está hecha. Es un musical muy oscuro, eso sí, y con humor negro. Y quizá el espectador tampoco se esperaba ver cantar al Jócker... aunque en los cómic lo hace con frecuencia, por lo menos los de una de las etapas más largas de Batman. Hasta en la versión del superhéroe de 1989 rodada por Tim Burton Jócker baila y canta en un museo que vandaliza.

Y por cierto, aunque el final parece cerrado, yo creo que eso no es tanto así. Si cierra será porque sea un auténtico descalabro descomunal en lo económico, pero la historia, aunque parece cerrar no creo que cierre, sobre todo, también, porque la historia contaba el comienzo de Jóker, que a fin de cuentas es el antagonista más peligroso de Batman y Batman, en estas películas, ni siquiera ha aparecido ni se le ha insinuado.

Pero ya que he mencionado a Burton, ahora toca hablar de Bitelchús, Bitelchús, que realmente sería Beetlejuice, Beetlejuice, pero que en España se ha castellanizado siguiendo unas recomendaciones de algunos filólogos que consideran que las fonaciones de palabras extranjeras como algo propio, cuando tiene arraigo cultural muy asentado, son legítimas. Para mí fue un fiasco. En realidad, si me paro a pensar, de todas las películas que he visto de Burton, puede que sea la peor película del director. No debió hacerla. Pero está hecha. Podría considerarse casi otro musical oscuro. La cosa es que buena parte de sus chistes y planteamientos, incluso personajes, ya estaban hechos en Bitelchús (1988). Es volver a ver lo mismo, pero menos fresco y como si te explicasen un chiste que ya ha sido contado. Una vez que el matrimonio difunto fue devuelto a donde debían estar, han pasado los años y el matrimonio que compró la casa ya no vive en esta, pero la mantiene. El hombre ha muerto devorado por un tiburón y eso hace que su hija vaya con su madrastra, que sigue viviendo del arte, y con su hija a celebrar el funeral en esa casa. Allí sigue estando la puerta abierta al otro mundo que lleva directamente al despacho de Bitelchús, que ahora es una oficina con empleados. Él sigue pendiente de casarse con la hijastra, con la que había firmado un pacto en la primera parte, así que desea aprovechar el regreso para cobrar la deuda. Entretanto, la esposa difunta de Bitelchús, un alma condenada capaz de matar a los muertos, escapa de su "presidio" en busca de venganza hacia su marido, para restablecer su propio matrimonio. A todo esto, la hija de la hijastra no cree que su madre vea fantasmas, hasta que ella misma ve fantasmas. A lo largo de todo esto veremos a un Bitelchús que ni es el malo y sinvergüenza de la otra vez, ni tampoco es lo contrario. Nos deja en una tierra de nadie con sabor a poco de todo, a nada. Se realizan números musicales o galerías de muertos que son absolutamente paralelos a cosas vistas en 1988, sólo que por entonces crearon un impacto de humor negro, y aquí ya te lo sabes. Hay además un chiste interno de Estados Unidos que es un guiño a un célebre programa de televisión de la década de 1970 donde la gente, mayoritariamente de color, bailaban música disco, el Soul Train. Puede que allí funcione como chiste viejo, porque lo hemos visto innumerables veces en otras comedias de tele y de cine, pero aquí sólo funciona como una extravagancia del inframundo. Tiene algún momento, algún punto, pero quizá Burton debió darle más vueltas.

Así que me quedo con que el lujo estuvo en verlas en pantalla grande en soledad. Claro que esto en parte es consecuencia de los resabios de la pandemia de 2020. Mucha gente descubrió las plataformas de cine en televisión en sus casas y lo combinó con comprar grandes pantallas de televisión, casi como cines en el hogar, y ahora, tras fomentarse el distanciamiento social en esas fechas, se ha quedado en buena parte. 

Saludos y que la cerveza os acompañe.

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