miércoles, mayo 08, 2024

NOTICIA 2316ª DESDE EL BAR: DIECINUEVE AÑOS REINA

Cuando el 8 de julio de 2005 la propietaria original me entregó a Reina tras quedar uno o dos días antes por teléfono en la puerta del centro comercial El Val de Alcalá de Henares sabía que me dijo en aquella cita telefónica que justo acababa de cumplir dos meses de edad, siendo esta expresión tan abierta como que el día que hablamos por teléfono o un día cercano anterior. Mi madre cumplía años a finales de ese mes de julio y Reina iba a ser su regalo. La propietaria original tenía una gran camada y otros animales, se apresuró a regalar la camada, de hecho, el mismo día que traía a Reina para mí la traía junto a uno de sus hermanos para otra persona, al cual llegué a ver. Eran de Meco. Habían sido destetados excesivamente pronto, se recomienda que como mínimo se dejen pasar tres meses, aunque es deseable algo más. En el trayecto de El Val a mi casa en Nuestra Señora de Belén, cruzando la ciudad entera, Reina no paró de lavarme y darme besos como si me conociera. En principio no extrañó y se asustó, aunque el primer día en casa se asustó de estar lejos de su madre, padre y hermanos y se ocultó detrás de un pesado mueble del salón recargado de libros, objetos de porcelana, otros objetos decorativos, cuadros, botellas, cajones y espacios con vajillas y hasta dos altavoces de un tocadiscos cadena musical. Ante la alarma de mi madre me pidió que la sacara, pues no atendía a venir a por comida. Así que descargué un poco el mueble y moví un poco de él, que ocupaba una gran parte de la pared más larga del salón. Según lograba abrir un poco, la gata iba retirándose más hacia la zona más lejana y estrecha, por lo que yo tenía que volver a hacer un ejercicio de fuerza para mover más el mueble. Como la gata seguía haciendo lo mismo totalmente sin maullar mientras yo hacía un más que evidente esfuerzo de fuerza moviendo ese mastodonte, mi madre dijo: "mírala, está como una reina", y se rió. Por ello, cuando la saqué al fin le dije: "pues tienes que ponerle un nombre". Me dijo que se lo pusiera yo y le dije que era suya, que se lo pusiera ella, por lo que decidió llamarla Reina por aquella actitud entre solemne y de defensa de ella misma, como de control y poder sobre la situación. Una actitud que la ha acompañado toda su vida hasta su último momento, cuando con una pata llegó a retirar mi mano para que dejara de darle su comida, que estaba ya cansada. Los ultimísimos días de su vida aún llegó a beber agua por sí sola algunas veces, pero el alimento y la comida había que dárselos a modo gotas o chorretes en la boca con ayuda de una jeringa sin aguja. Comía y bebía con buenas ganas hasta el último momento. Eso nunca se le fue, aunque en los últimos días hubo algún día que no tenía ganas de comer o beber por sí sola, pero ayudada no le hacía ascos, salvo alguna vez por puro cansancio. En todo caso, tras ponerle el nombre mi madre me preguntó cuando nació, para registrarla en el veterinario y la Comunidad de Madrid y le dije que tenía dos meses. Azorada, quería saber el día, y le dije: "ponle este día que la hemos traído y réstale dos meses", por lo que fijamos su cumpleaños el 8 de mayo, aunque debió nacer entre el 1 y el 8 de mayo de aquel 2005.

Siempre viví con Reina desde que me la entregaron. Nunca nos hemos separado. Es más, la gata solía seguirme a mí y estar conmigo la mayor parte del  tiempo cuando yo regresaba a casa de trabajos, amigos, cine o lo que fuera, y aunque al comienzo de las noches se iba a la cama de mi madre con ella, terminaba despertando conmigo, porque a media noche se venía conmigo. Había más familia en la casa, e incluso en los primeros años conoció a dos pájaros canarios, Rocky, al que protegía asustando a los pájaros de la calle que venían a quitarle la comida, pero al que asustaba a la vez cuando dentro de casa ella quería sentarse al lado de la jaula; y Dylan, al que mató por accidente al tirar la jaula cuando tuvo la curiosidad de ir a ver a un perro también llamado Rocky de una amiga mía. Unos años después, siendo joven la gata, conoció a un tercer pájaro canario, Pío, al cual salvó la propia Reina. Pío entró una mañana de primavera en mi salón. Yo estaba en la cama, la terraza estaba abierta. Reina maullaba mucho y no me dejaba finiquitar la duermevela. Me levanté a ver qué pasaba y encontré a la gata en el suelo del salón y a Pío sobre un sofá. Reina en esos momentos era muy ágil y podría haber subido al sofá sin problema para hacer cualquier cosa al pájaro, pero no lo hizo, se había criado con canarios. Estaba claramente llamándome porque ese pájaro estaba evidentemente enfermo. No volaba apenas y estaba inflado y con mal aspecto. Lo recogí, lo cuidé, lo alimenté... y se puso sano. Pío vivió conmigo un año más. Es el pájaro más protestón que he tenido, pero a la vez es de los pocos que si le hablabas sabía que le hablabas y te contestaba. Su canto no era el mejor de los cantos, era una letanía repetitiva de una par de sonidos, pero fíjate, si Reina iba junto a su jaula, Pío no huía al otro extremo. Lamentablemente, Pío murió por insolación y falta de agua (porque el bebedero estaba roto y no lo notamos) un día que me fui a trabajar y le dije a mi madre que estuviera al tanto del pájaro, que le dejaba en un balconcillo que tengo y daría el sol desde media mañana, pero mi madre ya estaba mal y a veces sus dolencias le hacían estar al descuido de algunas cosas y las olvidaba. Era 2017. Reina cumpliría ese año 12 años, en el día fijado de 8 de mayo, mi madre moriría en casa conmigo y la gata el día 10, dos días después.

Siempre fue una gata muy inteligente desde el primer día, no tuvimos que enseñarle nada, sorprendentemente ella sola ya sabía qué debía hacer y aprendía por sí misma de nosotros. Por supuesto hizo trastadas como todos los gatos, incluso un día se cayó por la terraza y tuve que ir a por ella a la calle, ya nunca más se subió a la barandilla. Pero por supuesto daba saltos y se subía a los muebles más altos, trepaba cortinas, se volvía loca jugando a la pelota conmigo o con una luz láser con mi madre, cazaba manos, iba tras las moscas, le gustaba el sol a la ventana o a la terraza, era cariñosa, pero tenía carácter. No era violenta y no atacaba, pero si insistías en tocarle las narices se defendía, aunque tenía aguante. Un día se asustó cuando una vecina trajo a casa un gato egipcio para que lo viera mi madre. Reina retrocedió lentamente como lo hacía Michael Jackson cuando bailaba. Otro día se comió el pescado de la compra de otra vecina que nos lo dejó al cuidado. Le dábamos gambas en cumpleaños y, Navidades y Añosviejos. Una vez se enfadó conmigo porque pasé unos días en Barcelona y tiró con la pata el cuadro de mi licenciatura en Historia tras mirarlo un largo rato, según me contó mi madre. Pero siempre fue muy buena y extraordinariamente cariñosa, la hemos querido mucho. Era sumamente inteligente y además a lo largo de sus 19 años de edad no ha estado enferma casi nunca, salvo resfriados de invierno... y te cuidaba a ti a la manera gatuna cuando tú estabas con gripe o a mi madre con sus dolencias finales. Acompañaba a veces a los que notaba que no se valían tanto por sí, como la abuela o mi tío materno, aunque sólo si estos no la chinchaban. Su mayor paciencia: con las niñas pequeñas de los vecinos, que ahora ya son mayores y una hasta madre de su propia hija. Conmigo Reina también ha tenido paciencia cuando jugando la chinché alguna vez, pero ella sabía que había mucho amor entre nosotros y enseguida se sosegaba y me ponía la tripa para acariciarla, o me lamía la mano o se recostaba al lado... Siempre se tumbó a mi lado en el sofá, aunque de pequeña se me tumbaba directamente en el pecho o hasta en la garganta cuando era cachorra, de mayor siempre se ha tumbado y dormido conmigo buscando mi latido o mi respiración. Hasta el último día ha dormido conmigo, yo mismo la llevaba ya y la acostaba. Nos hemos hecho muchas fotos juntos, y especialmente en mí y en su cumpleaños. 
 

Nuestra canción era "A hard day's night", de los Beatles, que se la tarareaba cada noche en el sofá tras cenar, y luego para darle calma varias veces en sus últimos días. Le hice varias canciones a modo infantil que le cantaba en determinados momentos, las conocía y sabía para qué era cada cual. Me solía esperar en la puerta y llamar, también lo hacía con mi madre el tiempo que compartieron. Lo más curioso de esto es que Reina no sólo sabía muchas veces lo que decías y reconocía palabras, sino que en más de una ocasión parecía querer imitar los fonemas de las palabras. Una vez María Gómez, una amiga, me dijo que le parecía que Reina había maullado "Mamiel" (por Daniel), y es que así era, hasta mi madre lo dijo, lo sabía hacer, como sabía hacer "Mamá" para ella o "magua" para agua y otras cosas. Y lo que no sabía imitar pues daba igual, pues por tonos y modos supimos comunicarnos para algunas cosas ella y yo, sabíamos que teníamos un mínimo de sonidos que identificábamos para comunicarnos. en sus últimos días apenas maulló alguna vez, una de ellas cuando me oyó toser fuerte a mí, pero no con protesta ni molesta, sino como diciendo que ella estaba allí si yo me constipaba, porque cuando lo hacía solía tumbarse a mi lado. En los últimos días reinventamos la comunicación y tuve que volver a aprender, determinadas direcciones de miradas, un movimiento de pata o las orejas me indicaba con acierto cuando tenía sed, hambre o quería hacer sus necesidades. 

En sus últimos dos meses, emocionalmente, porque la canción llegó en un momento concreto, nos unió la canción de Leiva "No te preocupes por mí". Yo no conocía la canción, pero pasa a ser parte de la banda sonora de mi vida, entre otras, por ser una de esas canciones claves, significativas. En cierto modo me siento agradecido a Leiva, aunque yo resignifico emocionalmente su canción para mí respecto a lo que él narraba emocionalmente en su letra. A Reina le daba mucha paz escucharla cuando aún podía mostrarla claramente, y a mí emocionalmente me lleva a ella. Le pedí al cantautor y amigo personal Juan Izardui que la incluyera en su recital de abril pasado en O'Malley's, pero no pudo ser. Estos días le he puesto esta canción a Reina, y la de los Beatles, que también le canturreé suave. Ayer, tras morir, pasé la mañana con ella en brazos cepillándole el pelo y desenredando algún nudo que se le hizo, pocos, porque normalmente estos meses la he ayudado a acicalarse, porque no se movía muy bien desde el 18 de marzo, y le puse estas canciones más los discos de Bob Dylan "Street Legal", "Slow train coming" y "Nashville Skyline", así como las dos suites de "Peer Gynt" que compuso Grieg. Y se coló una canción de Aute... "Sin tu latido", que es sin duda un reflejo que hago mío como si fueran mis propias palabras y que , aunque no planificado, tiene un peso propio e inseparable ya de ese día. Hago mías sus palabras para expresarme con Reina lo que con mis propias palabras le dije sin música. También le compuse un poema. Estos meses era habitual que estuviera en mi regazo y murió en mis brazos y regazo en el sofá entre las 9:30 horas y las 9:45 horas, aunque sobre las 10:30 tuve dudas sobre si había un latido muy leve debajo del pelamen. Llamé a varios veterinarios para ver si podían venir a casa, empezando por los que ofrecen servicio a domicilio, pero nadie quiso venir, salvo una persona que no podía venir hasta varias horas después, le dije que viniera. A las 12:00 tenía de nuevo dudas, pero para las 13:00 no tenía ya dudas. A las 14:30 llamó la veterinaria que dijo que vendría para indicarme cómo ver si estaba muerta y no tener que venir, pero estaba ya muy evidente e indudablemente muerta sin necesidad de hacer las comprobaciones que me dijo. La coloqué en el sofá con sus mantas y esperé a que vinieran a despedirse de ella dos personas muy cercanas a ella a lo largo de su vida, por lo que la tuve conmigo a modo velatorio, pero tumbada como cuando se tumbaba junto a mí, hasta las 19:10 horas, pues una de las dos personas tuvo un pequeño retraso a la salida de su trabajo, aunque vino lo más rápido que pudo. A las 19:38 horas, al fin, a unos veinte minutos antes del cierre de servicio, pude entregarla a la veterinaria para notificar su defunción, darle la baja en los registros de la Comunidad de Madrid y encargar su incineración individual. Me darán las cenizas, si no hay retrasos, el viernes que viene, día 10, el séptimo aniversario de la muerte de mi madre.

Es curioso que Reina haya venido a morir más o menos el día de su cumpleaños, un día antes del aniversario en el que la trajimos en 2005, tal vez incluso pudo haber muerto el día exacto de su cumpleaños real. Murió con 19 años. Pero también es curioso que haya muerto tan cerca de la fecha de la muerte de mi madre, su primera dueña legal (por registro legal, pues la primera dueña no llegó a registrarla), yo soy el segundo, aunque siempre estuvimos juntos desde que vino con dos meses. Mi madre también la quiso mucho, le daba muchos caprichos y le daba mucha cancha para hacer con total libertad, cosa que yo también, y no la criamos mal. No estaba malcriada.

Reina tuvo unos primeros síntomas excesivamente leves de que algo no iba bien en enero de este 2024, pero era algo asumible dada su edad, teniendo en cuenta que el promedio de vida de un gato doméstico está en 15 años. Se trataba de algo que se intuía como una muy ligera miopía o algún problema de vista que la desorientó alguna vez, pero muy fugazmente. Estaría por decir que a veces me pareció que le fallaba un poquito el oído. En febrero estos asuntos parecían más evidentes. Por más que además ahora le ayudaba a subir a algunas alturas, no todas, porque ella estaba acostumbrada a beber agua corriendo del grifo desde tiempos de mi madre y siempre que había humanos presentes, en concreto yo, el resto eran invitados en casa y casi nunca ha habido visitas desde 2020 (ha habido, hay, mucha soledad involuntaria), se negaba a beber de otro modo. Nos teníamos el uno al otro. En marzo tuvo un importante e inesperado derrame en un ojo que se extendió al otro. Además caminaba desorientada, quizá porque no veía bien. Lo vi nada más volver del trabajo y la llevé de urgencias a su veterinaria de siempre, que pareció molesta por llegar de urgencias, aunque su casa veterinaria promociona que ellos atienden urgencias. Tardó cerca de dos horas en atenderla, mientras dejó colarse a una mujer que llegó de sorpresa sólo para ver si le daba unas vacunas para su perro... y de paso la veterinaria se entretuvo con ella con cosas entre burocráticas y de cháchara del barrio. Como sea, se me pidió una analítica porque podía tener un problema renal que desembocó en una hipertensión que fue la que hizo el derrame en un momento de ansiedad. Para ello me mandaba al propio hospital veterinario de su casa veterinaria, donde había que sedarla, hospitalizarla, extraerle orina mediante pinchazo... Como era sumar ansiedad a la ansiedad que le provocó aquello y esta podía dar fallos orgánicos diversos (razón por la que murió mi propia madre) preferí buscar una veterinaria a domicilio y se prestó a venir a hacerle una analítica de sangre y orina en mi casa, era ella de Valdeavero. Se retrasó un día, pero hizo buen servicio. Yo mismo recogí la orina, sin necesidad de pincharla, porque Reina se dejó poner un bote en su desorientación, viendo que era yo. La analítica confirmó el problema renal crónico muy avanzado, que daba problemas de hipertensión que podían provocar fallos orgánicos en momentos de ansiedad o estrés, como el derrame en los ojos. Le llevé los resultados al día siguiente a su veterinaria... pero esta tardó en contestar incluso más allá del momento en el que ella misma me dijo que me iba a contestar, más allá con creces... tuve que llamar yo dos días después. La analítica era clara, la segunda veterinaria había coincidido con ella y confirmaba lo que ella dijo, pero ella se quejó de que en la analítica de sangre le faltaba tal y cual cosa, a pesar de que hasta pagué por mirarle la tiroides, y que de la orina quería tal otra y cual más... por lo que quería que la llevara a su hospital, que la ingresara, que la sedara, que la hiciera analíticas, que le hiciera una ecografía... total cuatrocientos y pico euros, casi quinientos...teniendo en cuenta que eso aumentaría el estrés de Reina, que nunca había vivido eso, y nunca se había separado de mí, y teniendo en cuenta que yo el 18 de marzo volví al desempleo y se me agota el cobro de ingresos por derechos de paro este 10 de mayo, con unos ahorros mermados por una vida de precariedad laboral a la que los políticos no atienden, son más importantes sus peleas personales y de ansias de poder en el Congreso. La cosa es que la veterinaria, aún queriendo hacer más pruebas, ya tenía un diagnóstico claro, no me mandó absolutamente ningún tratamiento. Creo que quería forzar que la ingresara en su hospital y aumentar la factura. 

María fue quien me indicó que fuera a su veterinaria, Veterinaria Cervantes, que es la que mejor ha tratado a Reina con diferencia, junto a la de Valdeavero. Es un trato muy responsable y muy humano. Más atentos a la salud que al querer ganar más y más dinero a costa de lo que sea. Esta tercera veterinaria coincidió en que el diagnóstico era claro y no eran necesarias más pruebas aún a pesar de que más pruebas pueden dar más datos y más precisión, pero todo estaba claro. Me mandó una dieta estrictamente renal, un suplemento y unas indicaciones. Reina mejoró en general notablemente, dentro de su estado. Por cierto que estos le ponen apellido, el del dueño, y la registro en su base de datos como Reina López-Serrano. Los ojos se curaron con el tratamiento de la segunda veterinaria en diez días, pero se le debió quedar algo de ceguera, no total, pero alta, usaba las paredes a menudo para guiarse junto a los olores y sonidos, y supongo que la memoria. Preferí muchas veces observarla y no ayudarla demasiado para que pudiera valerse por sí misma con su nuevo estado. Funcionó bien. Sabía las cosas. Las volvió a aprender, se readaptó. Sin embargo, el 18 de abril tuvo otro fallo que hizo que le fallara las patas de atrás, tal vez se trató de un ictus por algún estrés de la hipertensión. Desde ese momento la ayudé a acercarle la comida, la bebida, a guiarla yo al caminar y a ayudarla a caminar alguna vez. Le di reposo hasta que reaprendió a caminar entre coja y con fallos. El peso que ganó lo perdió un poco en el periodo de reposo. Mal asunto para una gata que estaba recuperándose del anterior ataque e iba mal de peso. Dentro de lo malo, al menos, al estar en el desempleo casualmente desde el 18 de marzo que empezó todo, la he podido atender a tiempo completo.

Para el 29 de abril la noté rara. El 30 de abril por la tarde, tras comer, beber, caminar un poco y estar en mi regazo tumbada, ya no quiso comer ni beber. Peor aún, sin explicación aparente las patas ya no podían caminar, aunque las movía. Si desde semanas anteriores apenas salí de casa más que un rato y por el barrio, lo más osado fue ver la exposición de dinosaurios y no me entretuve en exceso, a partir de esta fecha no salí ya de casa, como en el confinamiento del 2020, incluso suspendí mi firma de libros en la Feria del Libro del día 3 de mayo. Lo cierto es que en ese momento yo hubiera dicho que moriría en la noche del 30 de abril al 1 de mayo, apenas dormí, ni ella, porque cuando la miraba tenía casi siempre los ojos abiertos. Avisé a las dos personas que siempre estuvieron en su vida que quedaban desde sus orígenes. La visitaron cada día. Desde el 1 de mayo al 7 de mayo ha tenido momentos de no querer comer ni beber a otros que sí, pero con ayuda siempre aceptó comer y beber, aunque a veces te hacía ver de algún modo que ya bastaba con poco. Los dos últimos días de su vida estaba ya muy paralizada, pero muy tranquila. Se la notaba tranquila, incluso atenta con los movimientos de las orejas. A veces me maulló, poco, con tono que conozco de cariño a lo largo de toda su vida. La ayudé en todo, en algo me equivocaría, como sería normal, pero no lo podré saber. Estamos muy orgullosos de ella, se ha portado muy bien. Murió de lo de mi madre, tuvo momentos que me recordó a la agonía de mi padre, y murió del mismo modo que mi abuela materna. Los cuatro han muerto en mis brazos. 

Reina estaba tranquila, aunque antes de saber que estaba en su final le di agua como cada mañana y se atosigó. La ayudé a pasarlo, ese fue su único momento de agobio, no sé si agravó la cosa, pero murió tranquila en mi regazo mientras la cepillaba y acariciaba con música y el sonido de mi voz hablándole. La propia María al verla horas después de muerta dijo que tenía un rostro muy tranquilo. Ni siquiera se le quedó la mirada perdida del muerto, sino otra, la del gato que se está durmiendo apaciblemente. 

Yo no quería matarla por eutanasia. Quería que fuera de manera natural, en su propia casa, recibiendo cariño y con compañía, haciendo nuestras cosas comunes. Así ha sido y dentro del duelo esto también me ha dado mucha paz a mí y mucha serenidad de saber que se ha ido rodeada de cariño, del mío y de quienes estos días la han visitado a sabiendas de su estado de salud. 

Pero no puedo cerrar hoy este artículo sin dos cosas. Uno de los tres poemas que compuse, el más reciente, cuando la cepillé por última vez, en las horas entre su muerte y la llegada de quienes habrían de despedirse aún. Pero la otra es que, explicado ya el asunto veterinario previo, he de decir que el corazón siempre le latió fuerte y bien, aunque el resto del cuerpo lo perdía, por lo que unido a la resistencia de días quise que la viera un veterinario en casa por si se podía hacer alguna cosa. Es cierto que los de Cervantes, que son las veterinarias que mejor la han trabajado y más atentas, me dieron un gel antidepresivo para gatos que ayuda a que quieran comer. Funcionó brevemente, quizá llegó tarde. Sin embargo, de entre los veterinarios de Alcalá de Henares que anuncian que vienen a domicilio como reclamo a clientes, ninguno, absolutamente ninguno quiso venir. Uno de ellos llegó a valorar que no era una urgencia y me pidió que le llamara otro día tras establecer en su cuaderno de citas que le llamaría para que fuera a casa, pero cuando lo hice me dijo que sus urgencias era... ¡para poner vacunas concertadas! Una vacuna NO es una urgencia, es algo importante, incluso necesario, pero no es una urgencia. Un gato con agonía, un perro con una pierna rota, un animal atragantado o con una herida severa o con un ataque de algo, eso es una urgencia que requiere desplazamiento. ¿Qué te dirá tu cliente al que atendiste a domicilio en calidad de "urgencia" para dar una vacuna el día que a su perro o gato le ocurra algo que le ponga ante la vida y la muerte y le digas "oye, es que mis 'urgencias' no son para esto y además necesito que pidas cita'"? Otro, cuando quería saber si la gata estaba viva o muerta por poder hacer algo humanamente, me contestó que si no respiraba es que estaba muerta... valiente cretino. Otro que se anuncia con ambulancia veterinaria me dijo que sólo usaban la ambulancia con cita como mínimo del día anterior. Y este es el panorama que tenemos: veterinarias que quieren hacer pruebas a toda costa aumentando costes y no dando soluciones, personas que se niegan a ir a domicilio si no les renta aunque se anuncian a domicilio, veterinarios que te toman por idiota, veterinarios que dicen tener ambulancias que en realidad poco útiles son si no las usan para lo que deben, porque si vas a domicilio para algo no urgente lo mismo da que vayas en tu coche particular que en una ambulancia que se supone que tiene medios y aparatos que serían para esas urgencias... Sólo puedo estar agradecido en estos momentos por haber demostrado ser las mejores en dar soluciones, preocupación por el animal y humanidad con él y con los humanos propietarios a las de Veterinaria Cervantes en Alcalá de Henares y a la veterinaria de Valdeavero. Del resto, con nombres, quien quiera saber ya en privado, en persona, si le interesa dónde le atenderán y cómo y con quien confían sus animales.  

La nueva ley de protección animal ha dado muchos deberes a los propietarios de animales, pero se le ha olvidado legislar en torno a nuevos derechos. Si el animal es considerado ahora parte de la familia y ser emocional con derechos, en estos derechos se debería dar otro paso, en vista de que además los deberes endurecen las penas y se aumentan en los cuidados, y es el de crear un sistema público básico de veterinarios que evite algunas prácticas como las comentadas y que garantice un sistema sanitario para los animales, aún cuando los dueños no tengan recursos económicos suficientes, me remito en esto también a mi estado económico precario, los habrá peores. Sería la evolución lógica en este aspecto de nuestro ordenamiento legal, que no es contrario ni tiene que ver con que se mejore el sistema de salud pública para humanos en todos sus aspectos. Ya nos conocemos a los demagogos. Entenderé un debate sano y lógico con quien tenga reticencias, pero no con los que usen demagogias o insultos, que ya nos conocemos estos últimos años cómo va yendo políticos y sociedad.

En fin, Reina, te quiero mucho. La casa no es la misma sin ti. Un beso. De algún modo, sé que estarás.

Querido Tuntankamon,
                                      déjame
que te cepille el pelo
antes que los sacerdotes te perfumen
tras sacarte las vísceras y te embalsamen,
antes que los escribas
                                     te anoten
tu vida en el sarcófago
                                     para que no la olvides.
Déjame
             decirte que los objetos son objetos
y deja de llorar en las puertas de la sombra,
come el alma de los alimentos
                                                 labrados en piedra.
Conserva tu máscara de oro
                                              que nos dará tu recuerdo
de cuando aún latías, que te conozcan
                                                              los venideros.
Pero
         déjame
                     esta noche
                                         cepillar tu pelo.

(Por Daniel L.-Serrano, "Canichu", 7 de mayo de 2024, con Reina en el regazo)

(Este poema tiene registro de autor bajo licencia creative commons, al igual que el resto del blog según se lee en la columna de links de la derecha de la página. De este poema no está permitida su reproducción total o parcial sin citar el nombre del autor, y aún así no estará bajo ningún concepto ni forma permitida la reproducción si es con ánimo de lucro).


1 comentario:

  1. Otra anécdota graciosa que tuvo fue cuando le dio por "cazar" una de sus bolsas de comida. La derribó del alto de un mueble al suelo, rasgó por donde la foto de la comida y había comido. Mi madre ya había muerto, sería 2017 o 2018, y yo me di cuenta una mañana al regresar a casa.

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