miércoles, marzo 01, 2023

NOTICIA 2205ª DESDE EL BAR: REESCRITURA / CENSURA

Supongo que todo empezó poco a poco en la década de 1980, de manera poco perceptible como tendencia social, pero con un potencial importante en la política y en las políticas de las empresas de entretenimiento. Hablo de la censura y el dedo acusador que lleva a autocensuras en una sociedad occidental que ha asumido una visión neoconservadora creyéndose a la vez a sí misma progresista.

La sociedad de férreos valores conservadores había quedado seria y definitivamente tocada después de todo lo ocurrido primero tras la Primera Guerra Mundial y después tras la Segunda Guerra Mundial. A pesar de las resistencias censoras de la década de 1950, a través de la música, del cine, del cómic, de los libros mismos, comenzó toda una revolución social en el comportamiento de las personas y de los creadores que cuajó con fuerza en las dos décadas siguientes. La gente dejaba de tener por escandaloso, por ejemplo, besarse en la calle, que la mujer vistiese pantalones, o que las religiones rigieran con plenitud la vida de cada persona con ayuda de la vigilancia y la censura social cuando algo se salía de sus lógicas. No eran sus únicos campos de cambio, pero sirvan de ejemplo. 

En la década de 1980, mientras una parte de la juventud aún coleteaba en esas libertades, se abrió pasó cada vez más una mentalidad neoconservadora alimentada por un ideal de establecer familias de corte tradicional, entretenimientos para toda la familia mediante la domesticación por ejemplo de la música con canales como MTV o películas para todos los públicos, miedo a las libertades sexuales con el surgimiento de la enfermedad del SIDA (VIH), miedo a las drogas ante la moda del consumo de drogas duras, aceptación de teorías económicas favorables a las grandes empresas como reacción a la crisis del petróleo de 1973 y otras cuestiones. La década de 1980 es la del triunfo de las políticas neoliberales de Ronald Reagan en Estados Unidos y de Margareth Thatcher en Reino Unido, imitados por el resto. Una política tan competitiva que fue la que terminó de rematar la Guerra Fría, cuando la propia URSS ya no pudo seguir el ritmo económico para mantener un equilibrio frente a Occidente. 

Llegó la década de 1990 aparentemente más rupturista, más agarrada a las libertades individuales, su bandera estuvo en el grunge y los movimientos antiglobalización, así como en una década presidida por una política más progresista en Estados Unidos con Bill Clinton. Sin embargo, aquella década fue la del triunfo de lo políticamente correcto. Comenzó en el etiquetado de los discos advirtiendo a los padres de los contenidos para que no fueran comprados a los hijos, cosa que por otra parte la propia juventud no solo se saltaba, sino que hasta se hacían camisetas con aquello a modo de broma. La cosa es que las productoras de cine, de televisión, los productores de libros, todo se empapó de lenguajes y comportamientos considerados políticamente correctos, socialmente aceptables, poniendo el acento más fuerte en lo racial y en lo sexual. La década de 2000 lo llevó más allá, tras los atentados de New York del 11 de septiembre de 2001 se puso especial cuidado en la no ofensa a lo religioso. De repente nos encontramos incluso gente que en Estados Unidos se ofendía si se explicaban teorías científicas en lugar de dogmas de fe, como por ejemplo en el creacionismo, o grupos que se ofendían si se hablaba de otros orígenes históricos de Estados Unidos que no fueran los del barco Mayflower. A la vez las sociedades iban aportando todo tipo de expresión de su indignación ante el uso de la libertad de expresión y de opinión en Internet. Las grandes empresas cibernéticas comenzaron a aplicar sus particulares puntos de vista de lo que se podía y lo que no se podía decir o mostrar. Los desnudos femeninos pasaron a ser objeto de censura, en ocasiones en obras de arte, las palabras gruesas y cuestiones menos evidentes y más cuestionables. Los ataques de múltiples personas contra la opinión de alguna, provocó también la autocensura, y en algunas ocasiones incluso destituciones laborales. Para la década de 2010 se hablaba de "generación de cristal", gente que se ofende con poca cosa y pretende imponer su voluntad antes que entender o aceptar la libertad de expresión. También en la década de 2010 comenzaba a hablarse de sociedad neovictoriana. 

El asunto es que en esta ocasión múltiples personas que se creen progresistas aportan al mundo en nombre de sus ideas el intento censor o la mentalidad de si no se piensa igual, entonces se está a la contra. Hay incluso ministerios políticos que al completo aportan ideas y campañas sociales para defender un único punto de vista como el posible, ignoran la multicausalidad y niegan otra visión como visión que no sea contraria. 

Estas semanas hemos asistido en las noticias que los editores de Roald Dahl (1916-1990) planean cambiar sus cuentos y libros para adaptarlos a un lenguaje inclusivo actual. Es en realidad una reescritura, una censura y una incomprensión de su propio tiempo y contexto, al margen de que la lectura personal es la que realmente te hace comprender un libro de un modo u otro. Los libros no son matemáticas, son herramientas abiertas que se pueden entender de múltiples formas, formas que a la vez alimentan más herramientas personales que se vayan adquiriendo y compartiendo. Sus herederos no lo tienen tan claro lo de esa reescritura y sus editores en Francia y España han logrado que sus traducciones sigan manteniendo los textos tal cual fueron escritos. Sin embargo, en la misma semana, los libros sobre el agente secreto James Bond, 007, de Ian Fleming (1908-1964), también van  ser cambiados, en este caso los editores quieren eliminar todo aquello que a alguien le pudiera ofender racialmente. Pero, ¿quién mide lo que ofende y lo que no ofende? ¿Ofende lo mismo en todas las épocas y lugares? ¿Se escribió para ofender? ¿La ofensa está en el escritor o en algún lector? ¿Está la ofensa en todos los lectores? ¿Es legítima la censura? ¿Si se empieza por Ian Fleming, se debe eliminar todos los libros y obras artísticas de todas las épocas que puedan no ser políticamente correctas en esta época, como por ejemplo las de Homero o las de Cervantes o "la Venus del espejo" de Velázquez, múltiples veces atacado por grupos feministas determinados?

En la vida de Roald Dahl de por sí ya hubo polémicas sobre algunos de sus escritos. En 1982 Israel atacó en la Guerra del Líbano y el autor escribió un artículo declarándose anti israelí, fue acusado de antisemita, pero él aclaró que no era antisemita, no tenía nada contra los judíos, si no contra el Estado de Israel en aquellos bombardeos de 1982 porque, según él, se habían atacado hospitales y colegios. Sin adentrarnos mucho en esta polémica, donde incluso un amigo suyo judío defendió que Roald Dahl no era anti judío, sino contrario a las injusticias, lo que estaba sobre la mesa en parte era precisamente la libertad de expresión y de opinión en contra de un relato único, o en otras palabras: ser contrario a los bombardeos de 1982 por parte de Israel no era lo mismo que ser antisemita, como se le acusó. Otra cosa es los reveses, ires y venires que tuvo este asunto en una serie de declaraciones cruzadas, algunas no muy afortunadas en un tema tan delicado. Sin un tema tan espinoso, también tenemos el asunto por el cual el libro Las brujas fue llevado al cine en 1990 por Roeg, quien cambió el final de la historia para hacerla más amable para su hijo. Roald Dahl tuvo un gran disgusto con ello y prohibió hacer más películas de sus obras mientras él viviera. Esto deja claro que el propio autor deslegitimó toda alteración de su obra, por lo que lo vivido esta semana en torno a su obra no cuenta con el visto bueno del autor, que no se puede defender al estar muerto.

Uno de los casos más famosos de estos asuntos se produjo en 1966 cuando en una entrevista a The Beatles el cantante John Lennon trató de explicar el cambio de los tiempos aludiendo a que un joven de la época probablemente conocía mejor la vida de ellos que la de JesuCristo, que conocía más las canciones de los Beatles que la Biblia, simplemente era una constatación del cambio social explicado antes, que Lennon simplificó en la afirmación de que los Beatles eran más famosos que Jesús cuando los periodistas insistieron. La afirmación fue presentada en la prensa como una blasfemia y una ofensa a los creyentes, nada más lejos de la intención real. Al día siguiente numerosas asociaciones cristianas de Estados Unidos salieron a la calle quemando discos y diversos productos publicitarios de los Beatles, mientras que algunos lugares cancelaban sus conciertos. Los Beatles tuvieron que volver a salir a hablar, disculpándose, mientras que la gira de aquel 1966 se transformó en un despropósito con amenazas de muerte incluidas, lo que hizo que aquella fuera su última gira de conciertos por decisión propia, se transformaron más en músicos de estudio. Aunque las décadas de 1960-1970 fueron en dirección de una revolución social que abrazaba libertades, el regreso progresivo a valores conservadores desde la década de 1980 nos acerca la anécdota de Lennon a situaciones similares en nuestros días. No obstante, el propio Lennon fue asesinado por David Chapman en 1980 cuando este consideró que Lennon no se comportaba como él había idealizado que debía hacerlo. 

Cada vez hay más voces contra la cultura de la cancelación, término cada vez más en boga para referirse al fenómeno social en Internet por el cual la gente reprocha a veces hasta el acoso y derribo a aquellas otras personas cuyos comentarios o actitudes no son aceptados mayoritariamente, aún sin que se esté cometiendo un delito en esos comentarios o comportamientos e independientemente si son o no son políticamente correctos, agradables, desagradables, justos, injustos, integradores, discriminatorios, afortunados o desafortunados. Es como si algunos grupos sociales se arrogaran a sí mismos estar en posesión de todo lo correcto, otorgando a quien discrepe o no piense exactamente igual el estar equivocados hasta el punto de querer eliminar su voz. 

En 2020 ciento cincuenta intelectuales de Estados Unidos firmaron una carta pública contra la cultura de la cancelación, fueron imitados por los de otros países, como España, donde destacó el escritor Javier Marías. 

Actualmente hay una película de Hollywood candidata a los premios Oscar y proyectándose en los cines, Tár (Todd Field, 2022), que trata sobre este tema. Lydia Tár es una compositora y profesora de música que en el aula de estudio se encuentra a un estudiante de raza negra que se niega a aprender y tocar a Johann Sebastian Bach (1685-1750) porque le considera un hombre de raza blanca y heteropatriarcal, siendo que él se siente además de una sexualidad no binomial (masculino-femenino). Ella, la profesora, trata de hacerle más abierto al mundo tocándole un fragmento musical que en principio rompe todas las etiquetas, pero el alumno se siente ofendido en público y abandona el aula. El suceso es grabado en teléfono móvil por otros alumnos y lo ponen en red social de manera cuyo discurso está en la cultura de la cancelación. Mal interpretando y manipulando la intención real de la profesora, logran hacerle la vida imposible, ella irá perdiendo conciertos y oportunidades de trabajo, incluso en su auditorio, dándose el caso del abuso de autoridad contra ella. Cuando el cine de masas comienza a tocar este tema como tema de problema social, puede que se esté llegando al momento pendular donde en breve la sociedad comience a darse cuenta de los abusos cometidos y las consecuencias. En Europa el asunto Roald Dahl ha llenado varias páginas de periódico, aunque aún queda mucho para dar a entender que la libertad de expresión es parte de los pilares de la democracia. Puede que se esté ante un comienzo de un "no todo vale".

Saludos y que la cerveza os acompañe.

No hay comentarios:

Publicar un comentario