Siguiendo la idea de desmitificar que la licenciatura de Historia es "como contar cuentos", que ya iniciamos en la Noticia 2194ª con las técnicas de referencias y consejos de escritura de Moradiellos, hoy os presento un resumen de lo que decía Jorge Lozano repasando muy por encima varias formas de narración de la Historia que se pueden leer... y escribir. Y aquí podéis empezar a tener idea de lo que es cronista, de lo que es historiador, hasta de "tronista"... y, quien quiera entender, de lo que se llama verdad reconstruida o postverdad, o sea de aquel que en nombre de la Historia no se atiene al método científico buscando una verdad (inalcanzable por el exceso de relatos posibles, algunos de imposible recuperación), sino buscando una verosimilitud (posible, pero de carácter interesado por parte del narrador).
La verdad en la Historia es negada como algo tajante, salvo el hecho material innegable. Lo más cerca de la verdad en la Historia es la mayor acumulación de datos posibles y el contraste y análisis de todos los puntos de vista que pudieran atañer a lo que se ha de analizar para su conocimiento.
Sobre el capítulo de Lozano.
Sobre el capítulo "La historia como narración", en El discurso histórico de Jorge Lozano.
Lozano intenta explicar en su capítulo dos puntos de vista acera de cómo se enfoca la historia (en principio). Esto es esencial como método para escribirla, ya que según se entienda esta así la tratará el autor. Lozano aporta muchos puntos de vista de muchos autores que han tratado el tema a lo largo de los tiempos. Básicamente son dos visiones aparentemente contrapuestas las de ver la historia: como narración, lo que equivaldría a arte, o como conocimiento adquirido mediante investigación, lo que llevaría, por determinadas formas de métodos, a tratarla como ciencia. La historia, explica Lozano, implicaría además, según Hegel, tanto lo sucedido de facto como el relato de lo sucedido de facto.
La historia como narración es afirmada por Ortega y Gasset, aduciendo que contar la historia implica narrarla, narrar lo que ocurrió, por lo que no habría que inducir ni deducir. Pero Hegel, en su visión de historia como lo que pasó y el mismo relato de lo que pasó, cree que sí hay que investigar en el relato histórico, ya que él mismo contendría claves para entender la historia, puesto que él mismo es historia.
La historia como narración implicaría la poética, lo que la introduciría en el arte. Esta relación implicaría que hubiese una historia como narración de acontecimientos y que esos acontecimientos que la compondrían serían también historias.
La historia nacería de los griegos en forma de poesía, al narrar hechos épicos concretos. A lo largo del tiempo esta tradición evolucionaría a una prosa épica, a cantares de gesta, a un teatro histórico en la edad moderna, a dramas y novelas históricas y a literaturas recurriendo a la historia para sus argumentos. Así que, Walsh, llega a decir que esto es así pues la narración permite contar una serie de acontecimientos, que es lo que se busca en lugar de hechos concretos inconexos.
Serían los filósofos griegos (el primero, Luciano de Samosata) los que introducirían la metodología histórica de narración, por más que se piense que los griegos anteriores, como Aristóteles, resultasen indiferentes a la historia como disciplina científica. Aristóteles legó a diferenciar entre historiadores (los que cuentan lo que ha sucedido) y poetas (los que dicen lo que podría suceder).
El poeta se traslada al tiempo pasado heroico y lo organiza temporalmente al narrarlo cronológicamente. La poesía abstrae de la realidad inmediata y transforma el pasado en algo idílico, lo que le da superioridad narrativa sobre la historia (la cual es en esos momentos sobre hechos particulares). La poesía sería lo verosímil (que es presentado como algo seductor), la historia sería lo verdadero. Poesía e historia tendrían, pues, sus diferentes formas de presentación. Fábula, tragedia, comedia... para la poesía, y un lenguaje civil de orador para la historia.
Al ser la historia una narración con lenguaje de oratoria, se trataba entonces de crear una narración lógica. Por lo que se buscaba la razón y a veces el resultado no era lo que ocurrió si no lo que era verosímil que hubiese ocurrido. Además, como poesía, según Finley, se buscaba una universalidad que decir sobre la vida misma.
Más confuso sería distinguir entre historia y mito. El mito se basaba en relatos más o menos reales cuya finalidad era que la sociedad admitiera unas condiciones y formas de vida ya existentes. Pero no es material baladí, ya que contendría remotas referencias a algún hecho real, o, en su formulación, notas de contexto social de la época, el cual, cuando fue construido, estaba vigente. El mito deformaría la verdad, pero no se construiría desde la nada, según dice Dumèzil, Y la deformación de la verdad no conduciría a no creer que no fuera cierto todo lo que se cuenta. . Además, los mitos influyen en la historia cuando estos mueven determinados actos o formas de actuar o de guiar a pueblos o personas, o bien de pensar.
Herodoto creo una historia investigada que introducía mitos y leyendas que habría recogido. Aún así, fue el primer historiador que intentó crear una demostración y exposición de los hechos. Sus fábulas tenían por objeto persuadir a la multitud de que contaba la verdad, ya que al recoger rumores que circulaban por todas partes, sin ser el propio Herodoto el autor, le daban cierta verosimilitud. Nadie podía, por otra parte, comprobar el grado de verdad. El propio Herodoto dice que él cuenta lo investigado, pero que no tiene por qué creer todo lo que a él le han contado. Su método pues, consiste en una historia donde el mito añade interés a lo narrado.
Píndaro daría otro paso cuando cuadra cronologías históricas reales, con cronologías fantásticas de dioses y héroes.
El mito, que sirve para embellecer y para ensalzar [hoy en día se mitifican figuras y hechos], lo es para el que lo denuncia, nunca para el que lo enuncia. Hecateo de Mileto fue el primero que quiso hacer diferenciación de mito e historia. Tucídides prosiguió esta idea. Para él la historia ha de buscar la verdad, y por tanto no tiene porqué ser bella. En ese intento inició un método decisivo en influencia metodológica posterior: prescindió de las fuentes orales para atender sólo a las escritas. Así nació una distinción y un enfrentamiento: texto histórico y texto de ficción.
San Isidoro de Sevilla habló de tres clases de texto: historias, como hechos que han sucedido, argumentos, como hechos que han sucedido pero también que pudieron suceder, y fábulas, como hechos que ni han sucedido ni podrán suceder nunca. Más tarde, Voltaire, distingue entre texto histórico y fábula, pero en cuanto a su intencionalidad y forma de presentar los hechos.
Pomian habla de una historia comenzada en Italia en el siglo XV que constataba lo afirmado con fuentes impresas, esta es la que se expandiría hasta ser la única en el siglo actual. Pero habría que buscar las fuentes fidedignas. Antes de la imprenta se usaban marcas de historicidad donde el autor daba fe de la verdad que había contado. Pero en el siglo XVI también son mapas y citas directas de las fuentes. Para más certificación, en el XVIII se introdujeron columnas de cifras. En el XIX, los gráficos. En el XX fueron las fotografías alas consideradas fuentes fidedignas. [Y a finales de ese siglo hasta el cine o el vídeo es considerado una fuente maraca de historicidad.] Pero esas marcas no son suficientes, ya que igualmente se usan en otras historias como memorias, crónicas, libros de viajes... Son textos históricos si cuentan la verdad, tan sólo. Pero ese criterio de verdad tampoco es suficiente, ya que se volvería a la verosimilitud y a crear textos que intentasen sustituir la verdad por lo verosímil (aunque no se haga intencionadamente). La diferencia de la verdad en lo histórico está en que los hechos ocurridos no son ni falsos ni verdaderos, esto sólo lo es lo que se escribe sobre ellos, la interpretación de ellos [de lo otro, de los hechos reales, sólo podríamos decir que podría ser lo que se cuenta de ellos]. Por ello la historia es un tipo de relato, un discurso, una narración. Esta puede meter un siglo en una página y eliminar así la inmensa mayor parte de lo que de hecho sucedió en ese siglo. Así que la única condición para que tal narración contenga historia es que los hechos hayan ocurrido en la realidad.
La historia es entonces un discurso, como forma narrativa. Barthes lo divide a este en tres partes: enunciación, enunciado y significación.
En cuanto a enunciación habla de ciertos conmutadores o shifters (que aseguran el pasado de lo dicho, enunciado, con lo que se dice, enunciante). Habría conmutadores de escucha, los cuales son usados para decir las fuentes y testimonios usados, como si la historia se aproximara a la etnología. El historiador participa de esas fuentes, por ello Barthes no lo considera propio del discurso histórico. Sí que cree que participa el conmutador de organización, donde el historiador para, pausa, enuncia, retoma, etc., un relato para decir o indicar otras cosas referentes al relato. Esto introduce dos tiempos, el del enunciado (lo dicho) y el de la enunciación (la narración del historiador). Así se produciría una aceleración de la historia, donde el pasado remoto no tendría tantos detalles como el pasado más cercano en una misma proporción de páginas o tiempo narrado. Otro conmutador aportaría una historia en zigzags, que hace ir y venir entre diferentes épocas. Esto rompería la narración al alterar el tiempo para introducir diversas narraciones.
Para Barthes el discurso se empezaría o de un modo poético o con un prefacio que anunciase lo que se va contar o se juzgue lo que se va contar. Sea como sea, los conmutadores relacionan el tiempo pasado con el tiempo de la narración de ese pasado. Así mismo, el discurso tendría una dirección o intención (para un destinatario) o sería impersonal. A veces el enunciante del discurso intervendría en lo que narra y eso hace de su relato su propio tiempo (v.g. Julio César).
El enunciado se dividiría en temas, que podría incluir diferentes discursos dentro del discurso que la narración del hecho ya es en sí en su totalidad.
La significación cobra ser si se introduce un sentido a la narración, por lo que es el discurso quien "crea" el hecho histórico. Si no sólo serían unas anotaciones de hechos puntuales. Por ello la historia es narración con sentido de realidad, sino, dice Barthes, la historia iría, como actualmente va [su actualidad es 1967] hacia la irrealidad por ininteligible, por incomprensible. Es entonces cuando se pasa de la historia-relato a la historia-problema.
La historia-relato restablecería el caos de la existencia vivida, según François Furet, para explicarla con sentido temporal. Por ello da importancia a las biografías (el más ajustado tiempo a la vida de un hombre). El hecho histórico es así acontecimiento. Pero el acontecimiento no explica nada si no es introducido en un discurso con otros acontecimientos, así se hace un relato. Y este tendrá sentido si tiene una finalidad. Todo ello implica crear conceptos para la historia y unir acontecimientos y biografías.
Sin embargo, en la historia-problema el historiador renuncia al tiempo, creando márgenes temporales y de problemas a resolver, por lo que se busca una buena pregunta a la que responder, más que querer explicar un hecho. Tampoco hace caso del acontecimiento único, necesita hechos comparables para poder crear conceptos que respondan preguntas, de ahí nace la historia cuantitativa. Para ello inventa sus fuentes, consultando documentos y archivos inéditos hasta el momento, los cuales puede comparar. Por todo ello las conclusiones son cada vez menos separables de su propio proceso de verificación, por el cual se ha llegado a ellos.
En definitiva la historia-problema propone elegir un fenómeno y construirlo, en lugar de contar un acontecimiento importante. La historia del acontecimiento es tradicional y da paso a una nueva historia, según Veyne. En esta se explicaría "por qué", y no sólo "qué", lo que habría de dar el salto de historia-arte a historia-ciencia.
El nuevo método científico criticaba en boca de Voltaire (aunque tuvo precedentes clásicos) que la historia de los acontecimientos hasta entonces sólo narraba la vida de los grandes hombres y los grandes hechos. Por ello se debía narrar todos los acontecimientos que afectasen al hombre (entendido como ser humano), tanto lo belicoso, como lo moral, lo ético, lo religioso, lo científico, lo físico, etc. O sea, la nueva historia incluía la historia de las mentalidades. El nuevo método hacía de la historia lo que algunos llaman una superhistoria, un conocer todo.
El debate se abre entonces, cuando gente como Michelet piensa que la historia debe especializarse para poder ser más historia, o cuando Buckle habla de una historia del intelecto y de los sentidos para explicar toda la historia. El debate era: acontecimiento contra mentalidad, lo singular y lo universal. Y era la historia universal la que dejaba abierta una puerta abierta para que los métodos históricos pasaran a ser tratados como ciencia, ya que la universalización requeriría conceptualización.
Hempel pensó que la historia podría ser tratada con las mismas leyes que las de las ciencias de la naturaleza. Sólo que el término ley implicaba confirmar hechos con experimentación, cosa imposible en historia, por lo que se sustituía por hipótesis universal. Esta daría explicaciones y predicciones. Las explicaciones serían mediante la presentación de causas para que se dé un hecho. Estas generarían hipótesis con enunciados confirmados de los que se deducirían otros enunciados. . Sin embargo, lo que dan son esbozos de explicación, ya que las causas aportadas no pueden salirse del campo de lo posible. Lo que se decía entonces es que el hecho ocurría porque las causas llevaban a que así ocurriese y no de otro modo. El mismo Hempel reconocía que las explicaciones obtenidas eran incompletas, ya que las leyes generales son demasiado complejas para crearlas en el campo de la historia.
Dray sentenciaba en 1957 al respecto que no podían haber leyes generales, ya que la historia no se explicaba por causas, sino por razonamientos que conectaban todos los factores de un hecho acontecido. La generalización no sería aplicable a la historia, como se quería proponer a través de explicaciones causales. Las generalizaciones, en todo caso, debían aplicarse entre historiadores como referencias para ir conociendo el material a tratar de modo general.
Todo conocimiento necesita de muchos factores para ser explicado, por ello von Wright habla de un constante reexamen de los acontecimientos a través de las épocas y los historiadores. Los hechos son los que fueron, pero son difíciles de conocer, y cada punto de vista nuevo aporta correcciones y reevaluaciones del hecho. El historiador, no obstante, trabaja en cosas que ya existían, no inventa, si acaso aporta su visión si esta logra encontrar una posible corrección al modo en que se ha visto un hecho.
El acontecimiento, para Ricouer, ya no es narrativo, es en tanto a una explicación del hecho. No importa ya tanto la causa como el modo de encuadrarlo y tratarlo. La historia como ciencia debe prescindir del acontecimiento, pues una vida singular no podría variar la historia entendida como algo universal. Ricouer usa un nuevo método histórico basado en economía y sociedad, con oscilaciones cíclicas. Para él un acontecimiento es igual a una ocurrencia, aplicada tanto al desarrollo de grandes acontecimientos como a tendencias sociales, evolución de instituciones, de ideas, de religión o a los hechos de los grandes hombres. Y esto es así en cuanto a que los grandes hechos colectivos necesitan ser narrados de forma individual al igual que los acontecimientos de grandes hombres y grandes sucesos. Todos están sujetos a una duración (ocurrencia), ya sea larga o corta.
Mediante un parecer histórico se asociarían microacontecimientos y microhechos múltiples considerados relevantes, y encadenados crearían el acontecimiento histórico y su discurso. Por lo que un acontecimiento histórico no es una narración, sino una configuración discursiva. Lo que devuelve al discurso histórico a una necesidad narrativa y no sería sólo una conexión espacio-temporal de hechos.
Braudel añadiría al relato tradicional información sobre la coyuntura donde se desenvuelve ese relato, dividiéndolo en secciones. Huye de los tiempos cortos ya que considera que llevan a engaño, prefiere los tiempos largos, los cuales aportarían estructuras para explicar lo económico, social, político, cultural y militar.
Es Stone quien habla ya de un método que mezcle lo narrativo y lo analítico, que trate más lo particular y específico que lo colectivo y estadístico. El análisis aportaría datos importantes (sobre todo en lo cuantitativo) aunque habría de exponerse con elegancia estilística narrativa, para su comprensión. Dice que en la historia científica existieron tres clases:
1.- Modelo económico marxista: que hasta los años 1950 hablaba de determinismo económico, y tras esa década, los neomarxistas, abandonaron un poco ese cientificismo para volver a tratar sobre documentos narrativos que trataban sobre el Estado, la política...
2.- Modelo ecológico/demográfico francés: usado desde 1945, sólo sería historia científica [y por tanto historiable para ellos] la cuantificable.
3.- Metodología cliométrica americana: Hecha por cliometras desde la década de 1960. Tienen metodología propia y pretenden dividir a los historiadores entre tradicionalistas (desde los narrativos a los económicos y demográficos) y los científicos (diferenciados por una metodología propia para un tema y no tanto por la interpretación de este). Se especializan en economía y aplican gran cantidad de fórmulas matemáticas y algebraicas de datos procesados electrónicamente.
Añade la importancia de los métodos estructuralistas y funcionalistas. La vuelta a la narrativa sería, para Stone, la insatisfacción por el modelo económico cuantitavista al separar la historia social de la intelectual, y privar de respuestas de carácter más humano que las cifras. Se reconoce, de nuevo, la importancia del poder, las batallas, las decisiones personales en la historia, lo que hace necesario el regreso a la narración, aunque, como se ha dicho, sin abandonar la cuantificación, la cual ha mejorado la búsqueda histórica y la calidad del discurso, aportando datos si no comprobables del todo sí contrastables. Lo que puede provocar indeterminación al poder existir innumerables variables narrativas y cuantificables.
La búsqueda en el nuevo método que propone Stone abriría nuevas vías en lo sociológico y lo antropológico, lo que recordaría a algunos de los historiadores antiguos con sus métodos. Las diferencias entre los actuales y los clásicos estarían en:
1.- La preocupación por las vidas, sentimientos y conductas de los personajes anónimos.
2.- Un análisis tan importante como la narración.
3.- Uso de nuevas fuentes, sobre todo testimonios jurídicos literales de testigos.
4.- Historia contada bajo la influencia de la novela actual, la psicología y la antropología.
5.- Cuentan historias particulares (de personas, juicios, episodios) no por sí, si no por dar luz a desarrollos internos de culturas y sociedades pasadas.
Así, actualmente habría cuatro tipos de historiadores:
1.- Historiadores narrativos (biógrafos, políticos).
2.- Cliometras (dan estadísticas).
3.- Sociales (dan estructuras impersonales).
4.- Historiadores de las mentalidades.
Stone dice que la historia total sólo se puede hacer a partir de pequeñas historias llamadas microcosmos. Por lo que la historia se compondría con muchos cambios en la naturaleza del discurso histórico.
Hobsbawn cree también en la combinación de narración y análisis de las mentalidades, pero el uso de los microcosmos por necesidad para entender la historia universal sería algo optativo. Elegir un microcosmos o un macrocosmos sería una cuestión de método del historiador. Aunque actualmente la tendencia es tratar el microcosmos.
Actualmente, se va más allá de una historia que trate lo singular y lo universal, con lo que ello conlleva, y los historiadores se fijan en lo vivido por medio de las comunicaciones de masa, que son otro medio de narración. Eso crea un conflicto que necesitaría tres niveles: ciencia que establezca los hechos, arte de presentarlos y filosofía para comprenderlos. La obra histórica tendría una estructura verbal en forma de discurso, teorías para combinar datos, conceptos para explicarlos, estructura para ordenar todo, y modo poético para presentarlo.
Estas estructuras de estilo en los métodos históricos, para White, se dividirían en: para los argumentos en formalismo, organicismo, mecanismo y contextualización. Para la intriga en novela, comedia, tragedia y sátira. TY para la implicación ideológica en el anarquismo, el conservadurismo, el radicalismo y el liberalismo. Todos estos estilos implican los estilos literarios precisos, dotados cada uno de cierta poética. Para White la conciencia histórica se resumiría en:
1.- Indiferenciación entre filosofía e historia.
2.- Estrategias de explicación de orden moral o estético.
3.- Cientifismo histórico aplicado al conceptismo histórico.
Por lo que White rebate a Stone abogando por un método de investigación atento al discurso que se hace (como parte importante de crear historia) [sería reintroducir el concepto de historia de Hegel].
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