viernes, junio 28, 2019

NOTICIA 1885ª DESDE EL BAR: 1989-BUCAREST-PRAGA-VARSOVIA

Cambio de guardia en el Mausoleo de Lenin, Moscú (Unión Soviética), 1989. Fotografía de Chris Niedenthal.

Nada es casual ni inocente en la prensa. Cada palabra escrita, cada fotografía, gráfica, mapa o dibujo ocupan un espacio que supone un coste económico a la hora de ser impresos en miles de periódicos y revistas. Si habláramos de televisión igualmente cada imagen y cada palabra suponen un coste de emisión multimillonario. En las nuevas tecnologías esto sigue siendo así. Informar por medios privados es un negocio, informar por medios públicos también lo es, aunque se eluda en los sectores públicos hablar de las consecuencias económicas que tenga cada decisión. También en cine es así. Nada de lo que vemos en una producción de cine o televisión es gratuito, implica mucho dinero y eso supone que todo esté meditado por equipos de personas y que nada de lo que ves, escuchas o lees sea casual. Acertado o desacertado todo es producto de lo que se quiere que recibas o captes. Quizá sólo las nuevas tecnologías a partir de la década de 2000 ha logrado que en todo el planeta existan personas que tratan de hacerte llegar un contenido sin tanta meditación y preparación. Los blogs personales, las redes sociales instantáneas o los vídeos caseros y radios caseras a modo podcast permiten abrir agujeros en el paraguas que por siglos hemos tenido, a pesar de que son agujeros falsos. Todos estos nuevos medios están instalados en servidores y plataformas que te dejan publicar en cuanto les va bien el negocio de la venta de tu contenido, porque hasta el contenido gratuito se vende. Quizá el autor no recibe nada, porque lo hace altruistamente, como yo mismo, pero el servidor, web o plataforma que pone los medios quiere su rentabilidad. Sin saberlo, ellos reciben algo, si no ¿cómo subsisten? Ni Wikipedia sale gratis, ni Google tampoco. 

Las palabras tienen su peso. En los medios convencionales el peso de cada palabra no sólo es económico, también es ideológico. Esto lo saben todas las personas que se dedican a la comunicación, los filósofos, los lingüistas, los políticos... Según como construyas determinadas frases de forma constante ante un mismo tipo de información irás creando mentalidad. Igual con las palabras que uses y con las imágenes que elijas. Cuando Estados Unidos de América comenzó la Guerra de Afganistán en 2001 en respuesta al atentado contra las Torres Gemelas de New York, y después en 2003 hizo lo propio en Irak, las informaciones que se publicaban en los periódicos eran principalmente servidas por las tropas norteamericanas a la legión de periodistas internacionales que, para cubrir la información sin peligro de ser tomados por enemigos, debían apuntarse en las oficinas de prensa del Ejército estadounidense como periodistas que les iban a acompañar. Quienes más informaciones recibían eran aquellos que no se despegaban de las tropas estadounidenses, pero sólo recibían datos que en aquel momento no se podían comprobar sobre el terreno y que, además, sólo contaban con un punto de vista, el de las tropas norteamericanas y el gobierno norteamericano. Nos lo contó Adan Kovacsics en su libro Guerra y lenguaje, en 2008. Del mismo modo, se prohibió sacar fotografías de soldados aliados muertos, mientras que los españoles en 2003 aleccionaban a toda su prensa para que dijeran que su intervención era humanitaria y nunca usaran el término "bélica". En el mismo sentido, a través del número de julio del periódico El Salto de este año 2019 sabemos que Televisión Española tiene entre sus políticas de género no emitir ninguna noticia de mujeres que no resulten ejemplares en sus valores, pero ¿quién decide qué es más válido y qué menos en los valores morales de cada uno? La respuesta, aunque larga y compleja, es obvia. Por el camino se va construyendo una sociedad que premia a los que desean un pensamiento dirigido, con algunas desviaciones que nos hagan pensar en nuestra libertad personal, pero que castiga con dureza a quien se atreve a usar otras palabras, otros términos, otras construcciones, otro pensamiento. El mismo ejemplar del mismo periódico citado contiene otro artículo sobre la crisis del humor en nuestros días y su censura donde, tras leerlo y a pesar de que el mismo medio también pretende orientar e influir en cómo debe ser el humor, nos damos cuenta que también en esto se permite una válvula de escape para los más rebeldes pero lo suficientemente controlada para que nada cambie. No obstante, ahí está el dato en el que The New York Times ya no contiene viñetas de humor en sus páginas de papel desde el pasado 1 de julio, después de que se editara una crítica política y humorística donde el presidente de Estados Unidos paseaba cual perro al Jefe de Estado de Israel.

En fin, sea como sea, siempre tenemos la fotografía, y tampoco esta es inocente, máximo cuando durante todo el siglo XX la mayoría de las cámaras fotográficas no eran digitales, por lo que el fotógrafo debía seleccionar muy bien qué debía fotografiar. Si nos atenemos tan sólo al formato del carrete de negativos fotográficos, estos comercialmente eran de doce fotos, veinticuatro, treinta y dos, treinta y seis y más raramente cuarenta y dos, aunque los periodistas podían cargar tanto rollo como el cartucho les permitiera en los laboratorios fotográficos de su periódico. Aún así, suponiendo un carrete de fotos de treinta y seis, sólo tenías esos disparos fotográficos, aunque luego podías tener toda una bolsa llena de carretes extra. Actualmente la memoria electrónica permite infinidad de fotografías y borrar las que han salido mal. En el caso de las máquinas analógicas cuando había un error este era irreparable y perdías una oportunidad de disparo. Si además por alguna razón entraba luz en la máquina o el carrete, todas las fotos se perdían. 

El fotógrafo de reportaje periodístico debía lograr llegar a donde quería llegar, que tuviera personajes y circunstancias que le permitieran hacer la foto, a veces con riesgo para su vida, y llegados a su redacción que el redactor y el jefe de tu sección y el director de tu periódico quisiera las fotos o alguna foto, o que te dijera lo que sí y lo que no iba a publicar y que buena parte de tu material, o todo, quedara censurado o vetado. Al lector le llegaba, le llega, lo que se le permite saber, lo que conviene saber, y esto no lo decide a veces necesariamente un gobierno o una política, puede haber otros muchos intereses detrás de varias índoles de origen. Los empresarios, los grandes empresarios, son también grandes manipuladores de la información con todos los medios de los que pueden hacer uso, entre ellos el dinero como el más poderoso, ya sea por ofrecimiento o por asfixia al medio informador.

Toda esta reflexión me sirve para presentar una nueva exposición fotográfica en la Sala de Exposiciones de Santa María la Rica, de Alcalá de Henares. Yo, forofo de los fotorreporteros y la fotografía de este tipo, cosa evidente y recurrente en esta misma bitácora, estuve viendo hace unos días allí la exposición 1989: Bucarest-Praga-Varsovia. Se trata de la obra fotoperiodística de Chris Niedenthal, cuya página personal es muy recomendable de visitar y valorar su obra desde la década de 1970 a 1994. Niedenthal era un periodista que trabajó ampliamente en la Europa del Este, en los países del Pacto de Varsovia, siendo testigo gradual de los cambios sociales y políticos desde 1970 hasta la caída de la Unión Soviética en 1991, así como los primeros años de la nueva Federación Rusa y de los países del Este ya fuera del control soviético. 

La Sala de Exposiciones de Santa María la Rica ya había expuesto el año pasado, también en verano, una exposición fotográfica relacionada con esta temática. Fue entonces sobre Checosolovaquia desde la Primavera de Praga a la caída y fin de la Unión Soviética (1968-1991), la comenté en la Noticia 1804ª. Si la visteis por entonces, esta otra de este año la completa y no os defraudará. Son auténticos testimonios de la Historia reciente.

Las comisarias de exposición son Miroslawa Kubas-Paradowska, Maria Floarea Pop y Stanislav Škoda, mientras que Santa María la Rica esta vez ha contado con la colaboración del Ayuntamiento de Alcalá de Henares, el Centro Checo, el Instituto Polaco de Cultura, el Instituto Cultural Rumano, el EUNIC, la Embajada de Rumania en el Reino de España y PHotoESPAÑA. La exposición, como siempre, es gratuita. Estará visitable hasta el 1 de septiembre, así que es una opción cultural del verano alcalaíno este año.

Chris Niedenthal había sido Premio World Press Photo en 1986. En 1989 se dedicó a recorrer toda esa Europa Oriental que derrumbaba sus regímenes comunistas a raíz de la caída del Muro de Berlín en la República Democrática Alemana. La presente exposición se centra en Polonia, Checoslovaquia y Varsovia, aunque saca sus límites un poco más allá de 1989 y llega a pisar 1990 y 1991.

Lo primero que pensé cuando vi las primeras fotos de la sala es que, habiendo vivido yo de niño aquellos años y siendo historiador posteriormente, muchas de las imágenes que vi no recordaba haberlas visto antes. Escenas de cargas policiales, manifestaciones violentas y también pacíficas o festivales de rock de 1986 en pleno territorio controlado por los soviéticos. Hay cabida para todo tipo de escenas, desde la mujer semidesnuda en su casa a los poblados chabolistas de Rumanía, desde los policías haciendo muro a los soldados que cofraternizan con los manifestantes, desde las reuniones de políticos en torno a mesas en herradura, a las imágenes cotidianas en la calle de las personas de aquel momento que, aunque hoy día nos parece que hacen cosas comunes, en aquel tiempo y en aquella época era algo inusual y una crisis de valores sociales a juicio de la mentalidad soviética que lo había tratado de dominar todo.
 
Hoy día no para de darse total protagonismo y relevancia al Papa Juan Pablo II en la caída del régimen comunista en Polonia. Se tapa y se olvida que el gran motor de ese cambio hacia una democracia fue la fundación en 1980 del sindicato Solidaridad, que no rechazaba la creencia católica, pero que era socialista, socialdemócrata (no comunista). Al frente estaba Lech Walesa. En aquella década de 1980 fue tan relevante como para que se le pusiera en la misma repisa de mitos pacifistas por el cambio en el que estaban Gandhi y Nelson Mandela. Querer tachar el papel de Walesa y su sindicato hoy día para entregar toda la voz a la Iglesia católica es tanto como un ejercicio de borrado y reescritura de la Historia, obviamente para crear una lectura conservadora, por otra parte triunfante hoy día en el gobierno polaco actual. No importa tanto la lucha obrera y democrática de Walesa en los 1980, como el hipotético aporte y empuje de los valores católicos frente al ateísmo y el agnosticismo comunistas. Pero si uno se para a ver la obra fotográfica de Niedenthal, de repente Walesa y Solidaridad vuelven a estar en el centro de las explicaciones de la caída del comunismo en Polonia. Hay en Santa María la Rica una fotografía donde se recogen firmas al lado de un cartel de Solidaridad de la época que emula un fotograma de la película Solo ante el peligro (Fred Zinnemann, 1952). No sólo es la metáfora tal cual, es también el uso de una película norteamericana y, además, del Oeste. Comprender esa fotografía es comprender qué estaba ocurriendo en el bloque soviético socialmente en su última década de existencia. Las pequeñas insubordinaciones visuales o textuales de la gente o de las asociaciones que, en ese momento, podían ser odiseas peligrosas para los protagonistas.

Una fábrica de estatuas de Lenin, una mujer vista enanísima ante un cuadro de Lenin, un perro condecorado, una tienda de televisores donde todos tienen sintonizado al Jefe de Estado, una carga policial con mangueras de agua en Praga, un anuncio de un coche de lujo sobre una furgoneta destartalada donde un rumano trata de hacer su trabajo, una ley marcial en Polonia que obliga a llevar tres cerdos vivos en el maletero de un coche de manera clandestina a un mercadillo, las imágenes de Niedenthal merecen la pena. 

Actualmente en los institutos de educación secundaria se les dice a los alumnos que la Guerra Fría acabó en 1989. Se refieren a la caída del Muro de Berlín. Últimamente he coincidido en el autobús de Madrid a Alcalá, de vuelta del trabajo en el archivo, con varias conversaciones de jóvenes preuniversitarios sobre este tema o que tiene que ver con este tema. Es una construcción falsa más de una realidad histórica que se quiere construir, pero que no fue. Si bien en 1989 se abrió una puerta enorme con la caída del muro, desde el nombramiento de Gorbachov como Jefe de Estado de la URSS se habían ido produciendo muchos acontecimientos que apuntaban, deseada o indeseadamente, en esa dirección. Es cierto que en 1989 cayó el muro y que a la vez Estonia, Letonia y Lituania decidieron secesionarse de la URSS. Que se llegó a firmar un documento entre Estados Unidos y la URSS como fin de la Guerra Fría. Sin embargo, en 1990 la Guerra Fría demostró estar para nada acabada, y estuvo incluso a punto de entrar en puro calor a raíz de la Primera Guerra de Irak, por entonces: Conflicto del Golfo Pérsico o la Guerra de Kuwait. Aquella guerra amagó y calentó la Guerra Fría hasta que estalló aquella guerra iraquí a finales de 1990 y se desarrolló de manera inusualmente rápida por entonces en 1991. La URSS al final no hizo nada de lo que amenazó. Por el camino en 1990 las dos Alemanias se habían reunificado en una y desde aquello numerosos países del Pacto de Varsovia tiraban de la cuerda para irse del control soviético. Entre 1990 y 1991 los Estados de ese pacto se salieron del control soviético por fuerza de los acontecimientos y diversas revoluciones más o menos pacíficas, más o menos violentas, como se ve en parte en las fotos de la exposición. En 1991 consumaron del todo el acto y diversas Repúblicas soviéticas que habían sido Estados dentro del Imperio Ruso previo a la URSS también proclamaron su independencia. La URSS vivió un golpe de Estado fallido y la posterior proclamación de la democracia y de la Federación Rusa, acompañada de crisis económica y social. 1991 es una fecha más idónea para hablar del fin de la Guerra Fría. Una Guerra Fría que de un modo u otro, nunca terminó de irse del todo. Lo vemos últimamente demasiado en los telediarios con diversos capítulos más o menos tensos o de fuerza con la Rusia gobernada hoy día por Putin.

La exposición es una puerta abierta a un pasado reciente. Si bien, ya van dos exposiciones en Santa María la Rica sobre la caída del comunismo en Europa y ninguna sobre la caída del fascismo en la Segunda Guerra Mundial, o el fin de la guerra civil o el final del franquismo en España. También ahí hubo grandes trabajos de fotorreportaje que nos dan más datos a conocer.
Lech Walesa en las oficinas de Solidaridad,Gdansk-Wrzeszcz (Polonia), 1980. Fotografía de Chris Niedenthal.

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