miércoles, junio 21, 2017

NOTICIA 1714ª DESDE EL BAR: VILLAFELIZ O EL PARAÍSO PERDIDO, UN PRELUDIO DE DISTOPÍA EN 1910 (2 de 3)

En esta segunda entrega sobre la segunda investigación y comunicado que di en el encuentro de historiadores del Valle del Henares celebrado el año pasado, rememoraré que, a pesar de que el personaje histórico de Francisco García Cuevas está en las antípodas de mis propias ideas, dio nombre a uno de los personajes de una de mis novelas, la segunda que escribí, aún por editar, precisamente de una distopía donde cada personaje tiene nombre de utopistas, distopistas y filósofos, llamada Adversidad, y que como guiño a la primera distopía propiamente dicha, Nosotros, contiene adjunto un relato independiente que se llamó Ellos. Hoy analizamos la novela en sí y el contexto que la rodeó cuando fue escrita entre 1909 y 1910.

VILLAFELIZ O EL PARAÍSO PERDIDO, UN PRELUDIO DE DISTOPÍA EN 1910 (parte 2 de 3)
Daniel López-Serrano Páez
Licenciado en Historia
17 de febrero de 2016


VILLAFELIZ O EL PARAÍSO PERDIDO

La novela Villafeliz o el paraíso perdido de Francisco García Cuevas cuenta una historia en voz de un narrador supuesto testigo de unos acontecimientos en un pueblo pequeño de los Pirineos que vive apaciblemente sin grandes ambiciones sociales ni políticas, Villafeliz. Tal vida apacible gira en torno  a una economía familiar de pequeños huertos, una moral católica basada en la costumbre de acudir a misa principalmente y la delegación de los asuntos públicos en la figura del alcalde, el cual es el más acaudalado del pueblo, ejerce su cargo a lo largo de los años y de las elecciones, invariablemente, es conservador y mantiene contactos con los diputados provinciales de su partido, lo que podría llamarse, tal como en la novela se le llama, cacique, llamado el tío Veneno. Tal personaje mantiene el orden en ese pueblo, generalmente olvidado de la administración central, gracias a poder ignorar leyes liberales como por ejemplo la desamortización.

Esa supuesta paz de paraíso, pues a ese estado el narrador lo referirá como paraíso perdido varias veces según avancen los capítulos, se mantiene gracias al analfabetismo de las clases populares más humildes. Todo lo que han de saber estos es lo suficiente que el cura les pueda hacer saber con el catecismo, según el narrador, quien no para de contar la historia con numerosas valoraciones morales de orden conservador. Es así como desde la primera página se dice que hay un personaje, llamado  el tío Calzas-Caídas, el pregonero, que aprende a leer y encuentra sus lecturas en las publicaciones de un periódico liberal, El Liberal, que, según avance la novela, se irá transformando en otros periódicos de ideas socialistas, como El Motín. Él leerá sus noticias en el bar del pueblo, atrayendo a las ideas liberales y socialistas a quien le oye de entre la población más humilde. Se le suma el dueño de la taberna, su esposa (la Mellada), que representará a la corriente feminista de igualdad de sexos, el Curda (un borracho habitual que representará a los libertarios), y el maestro de la escuela infantil.

Los nombres de los personajes son de un sentido del humor basado en el insulto y en el simbolismo descriptivo de la personalidad que se trata de reflejar en la obra de cada personaje, el Curda, la Mellada, el Calzas-Caídas, el Tuerto, el Veneno, el Morrongo, etcétera. Se trata así de describir no sólo a cada personaje, sino también a una serie de tópicos despectivos que tradicionalmente las posturas políticas conservadoras suelen acarrear en contra de las posturas políticas progresistas y socialistas. Son sociológicamente puntos comunes del insulto político desde el siglo XIX que los más acérrimos seguidores de las posturas conservadora o de derechas relacionen a la población de izquierdas como borrachos, sucios, analfabetos, gente sin razón, confundidos, manipulados, charlatanes, mentirosos, la mujer de izquierda como mujer fea o como lesbiana, y el más instruido de ellos como el tuerto, pues como dice el refranero español: en el país de los ciegos, el tuerto es el rey.  Son tópicos del insulto político que a la vez forman sustratos de pensamiento sociológico. Igualmente existen en sentido contrario, mas esta novela esta escrita desde el antiliberalismo. Una novela que trata de crear una propaganda sobre lo nocivo de las ideas liberales, progresistas y socialistas, siendo curiosa, pero no sorprendente por cuantas veces se han oído a lo largo de las décadas, la especial virulencia contra la idea de la igualdad de derechos entre sexos. Aunque García Cuevas coincide con Nilo María Fabra en abordar su ideología contraria al liberalismo y al socialismo con sentido del humor, se diferencian en el lenguaje altamente agresivo e insultante que usa García Cuevas, así como en la defensa férrea que hace del catolicismo, en lo que no coincide con Nilo María Fabra a pesar de ser católico, ya que este otro autor separaba en sus ideas lo que debía ser Iglesia de Estado como ámbitos diferentes y con su propio espacio cada uno.

Los protagonistas son presentados como agricultores analfabetos que apenas saben hablar o leer. Abundan en ellos una gran cantidad de malas sintaxis y palabras mal pronunciadas, así como innumerables confusiones mentales que deben provocar la risa en el lector y en el fondo busca relacionar a las personas con ideas socialistas con personas que no saben de lo que hablan.  Estos identifican los problemas sociales de los que habla la prensa que leen con asuntos propios del pueblo donde viven, transformando en problemas lo que según el autor no lo eran, como es el analfabetismo en el que viven o las condiciones económicas de todos ellos mientras el alcalde y los latifundistas controlan la mayor parte de las fuentes de riqueza del pueblo que podrían mejorar sus vidas de hacerse de ellas un mejor uso. Igualmente, identifican al cura del pueblo como causante de sus males al no dejarles progresar en sus conocimientos y al acumular algunas tierras que no utiliza para su cultivo. Comienzan reclamando mejores jornales, para lo que se convoca una huelga. Francisco García Cuevas plantea esta como un acto de violencia, terrorismo y extorsión. Pronto la huelga se transforma en una batalla campal que trasciende a la prensa provincial. Como quiera que el diputado del momento es liberal, decide disolver el ayuntamiento conservador y reconocer alcalde al que encabezó a los huelguistas. Este, guiado tramposamente por el secretario, el cual ejerce indistintamente con los conservadores y con los liberales, proclama la vida comunal y el reparto de tierras, previa expropiación a los latifundistas. Entre tanto una rebelión de las mujeres es rechazada por conservadores y por liberales, pues la presentan como caos y orden del mundo invertido. El reparto se realiza al fin y se presenta como algo que es cercano al robo, con envidias, con ambiciones, con asesinatos, e incluso con incendios. En la fase previa del reparto de los lotes de bienes de los expropiados se incurre en una estricta aplicación de las matemáticas, que luego son alteradas por cuestiones de ambición y corrupción, que en origen demuestra el mismo error y la misma broma de incomprensión del conservadurismo del autor ante las ideas de la igualdad social del socialismo que habíamos visto en Nilo María Fabra. Ambos contemplan la abolición de la propiedad privada no como abolición, sino como reparto igualitario de todos los bienes siguiendo estrictas y rígidas normas aritméticas, lo que en realidad no crea una economía comunal o comunista, si no una gran cantidad de pequeños propietarios con unos bienes ínfimos para vivir, insuficientes y aún con una mentalidad de competencia propia de un sistema social no socialista. Como sea, finalmente ha de intervenir la guardia civil en cuanto aparecen los muertos y se proclama la República en el pequeño territorio rural. El orden monárquico conservador y católico es restituido y son perseguidos todos los principales personajes que habían iniciado todo aquel proceso con sus lecturas de prensa liberal. La cárcel, la muerte, el perdón del cura… todo gira en el final de la obra para reafirmar un orden moral de una clara índole política y religiosa [14].

No se trata de una distopía puesto que no ofrece una sociedad ideal degenerada. El libro es más bien una crítica feroz contra los ideales liberales, republicanos, socialistas y feministas. Carga contra todas las visiones alternativas de un mundo diferente al que proponen los conservadores dentro de la monarquía, la religión y el sistema burgués. Es por ello un libro que presenta como utopía paradisiaca un estado social cercano al Antiguo Régimen y presidido por los valores del catecismo católico, y vaticina el caos y el desgobierno de la sociedad que se aparte de esa línea, y es eso lo que le aproxima a la distopía. Es en realidad una contestación política y social desde la literatura a las propuestas de regeneración social de las propuestas de izquierdas políticas y sobre todo contra las propuestas de revolución social, republicanismo y el dar voz a los trabajadores para que decidan ellos mismos sobre su forma de gestionar los asuntos que les afectan. Pero de igual manera también hay acometidas contra el sistema bipartidista en el que había caído la monarquía de Alfonso XIII desde que en los funerales de su padre en 1885 se alcanzara un pacto de Estado secreto entre el Partido Conservador y el Partido Liberal para turnarse en el gobierno generando trampas legales e ilegales para ganar las elecciones a conveniencia. En ese sentido está en la línea del regeneracionismo, sólo que su posición es contraria tanto al turnismo como a todo lo que suene a izquierda política y social, derrumba con humor y dolientes expresiones y descripciones insultantes a unos y a otros. Su propuesta es catolicismo, con carácter social, fuerte jerarquización y sumisión de los más humildes de la sociedad a la Iglesia, a los reyes y a las fuerzas del orden, puesto que también pone en tela de juicio la honestidad de los resultados electorales por cuanto que duda el autor de la capacidad de votar de las personas de los pueblos e incluso de las fábricas y barrios populares. No es una distopía propiamente dicha porque esta novela es una crítica a las ideas políticas y sociales nuevas que estaban en auge en esos momentos, sobre todo tras 1898, lo que le une con distancia junto a la crítica social de Mariano José de Larra en las primeras décadas del siglo XIX, la cual se hacía con la idea de poner en evidencia los males de la sociedad española con humor con idea de lograr su corrección. No es tanto una propuesta de sociedad fallida, sino una crítica sarcástica. Sin embargo, tiene toques que preludian la distopía por cuanto Francisco García Cuevas desarrolla en el pueblo ficticio de Villafeliz la sociedad liberal, republicana y socialista que todas esas corrientes ideaban a la vez, con sus diferencias entre sí, y hace destacar el autor todas aquellas cosas que él considera errores, malos planteamientos, perversidad o analfabetismo de quienes siguen determinadas ideas, y asuntos llamados al conflicto de aplicarse en la vida real.

En el epílogo, firmado en 1909, el autor manifiesta que algunas personas habían leído las cuartillas que escribió cuando las mandó a la imprenta, o sea, antes de ser publicado el libro. Aquello le valió muy duras críticas y muy duros insultos, de los que trata de hacer ver que no le afectan. Se cree en posesión de la verdad, y aunque dice escribir una obra de humor, dice que todo lo que escribe es verídico. Lo que, a sabiendas de que es una ficción, empezando por la existencia de ese pueblo, viene a ser algo similar a afirmar que es verídico el carácter que él otorga al liberalismo y al socialismo.

En aquel momento 1909-1910 a pocos se les escapó que había muchos paralelismos con la política municipal y social de Alcalá de Henares, incluso en algunos personajes, aunque se aspira a describir un panorama general de toda España.


EL CONFLICTO OBRERO QUE RODEÓ LA CREACIÓN DE LA NOVELA

La población de Alcalá de Henares había ido en aumento desde el final del siglo XIX, sin embargo, en la década de 1900 a 1910 se vivió un descenso poblacional. Esta población era principalmente rural. Tenían numerosos problemas de carestía del pan y otros alimentos, lo que llevaba a conflictos por la propiedad de la tierra y a usurpaciones por uso de las tierras comunales del municipio [15]. No obstante, entre 1893 y 1900 aumentaron los conflictos laborales en la ciudad y se incrementaron las huelgas. Destaca entre ellas una la manifestación que protagonizaron las mujeres en protesta por el precio y calidad del pan en 1898, la cual fue disuelta mediante el ejército y la declaración del estado de guerra en la ciudad. En 1900 una huelga de panaderos alcalaínos volvieron a movilizar las alarmas del Estado, esta vez al ponerse en juego el suministro de pan a la capital. Así llegamos a la década de 1900 a 1910, donde esos conflictos y la situación política y económica del país alimentaron la organización y aumento de los trabajadores alcalaínos entre republicanos y socialistas, que si bien comenzaron la década en disputas, llegaron a acuerdos y coaliciones al final de aquellos años [16], en línea recta a lo que sería la evolución de los trabajadores españoles, que se encaminaban a la gran huelga revolucionaria de 1917. En todo caso hay que recordar la génesis de la organización de los trabajadores alcalaínos en la época de la Primera Internacional en 1871-1872, con el mismísimo Paul Lafargue presente en la ciudad y las disputas entre seguidores de Kart Marx y seguidores de Bakunin [17].

En 1902 Alcalá de Henares vio la fundación de la Asociación de Obreros de Todos los Oficios de Alcalá de Henares, de carácter socialdemócrata y antecedente en la ciudad de la sede del sindicato Unión General de Trabajadores. Esta asociación estaba presidida por Antonio Fernández Quer, que en 1903 fundaría la Asociación Socialista de Alcalá de Henares, que en breve sería el Partido Socialista Obrero Español local, y con la cual ganó en las elecciones de noviembre dos actas de concejal, teniendo que renunciar a una ya que las dos habían sido votadas por los electores en la misma persona de Quer, que de este modo se transformó en el primer concejal socialista de Alcalá de Henares y en la primera persona del PSOE con cargo político en las Castillas, incluso antes que el fundador del partido, Pablo Iglesias [18]. Antonio Fernández Quer, albañil de oficio, se introduce así en el ayuntamiento de una manera tan pionera por ser el primero que pudiera resultar una anomalía para los conservadores complutenses como García Cuevas y también como una señal de alarma para múltiples católicos y empresarios. El origen de oficio, el cual siguió ejerciendo por las mañanas, y el probable vocabulario y costumbres que pudiera acompañar a Fernández Quer dado el mismo, puede que fuera algo que inspirara a García Cuevas en sus tópicos de animadversión contra los personajes liberales y socialistas de Villafeliz. Sin duda su sorna contra las tareas de sus trabajos de los vecinos de la novela metidos a autogobernarse es algo recurrente, así como el interminable mal hablar que les otorga el autor, exageración sarcástica y esperpéntica, al estilo de los esperpentos de Valle-Inclán también de comienzos del siglo XX.

Ese panorama de auge del republicanismo y el socialismo en la ciudad se verá algo mermado en la década siguiente de 1910 a 1920 al organizarse los católicos en un centro obrero propio fundado en 1909, el Centro de Acción Social, posterior Mutual Obrera Complutense años más adelante [19]. Ese centro contó entre sus participantes a Francisco García Cuevas, como católico social que era. A pesar de que los movimientos obreros nunca cesaron en su actividad y de recoger simpatías, la dictadura de Miguel Primo de Rivera de 1923 a 1930 frenará este proceso en la ciudad, que renacerá con mayor fuerza que nunca antes en 1931 con la Segunda República.

Cuando Francisco García Cuevas escribió su novela entre 1909 y 1910 el socialismo español estaba mayoritariamente influido por el anarquismo, aunque en Alcalá fueran mayoritarios los socialdemócratas. Esto no quiere decir que todos los obreros españoles con conciencia de clase fueran seguidores de las ideas libertarias, pues muchos de ellos aún estaban muy sujetos a ideas de participar de las instituciones, como es el caso de los alcalaínos, o bien no terminaban de distinguir las posturas comunistas diferentes entre Karl Marx y Bakunin, las cuales diferían en el modo de llegar a la comuna, en el mantenimiento del Estado o no. El trabajo de difusión de Fanelli en España a través del grupo de anarquistas españoles que conoció y formó hizo ver que los españoles se sentían más cerca de las ideas de Proudhon que de Bakunin [20], aún con todo, de este proceso, se puede decir que los obreros se decantaban entre las ideas de Marx que derivarían en la socialdemocracia en España con Lafargue, como ocurrió en el caso alcalaíno, y las ideas libertarias.

El fomento de las ideas socialistas entre los obreros implicó una educación social que se plasmó en la edición de numerosas publicaciones en forma de folletos y periódicos. Si bien quienes escribían los principales artículos era gente bien formada y muy estudiados y reflexivos en las ideas que les motivaban, estos textos llegaban a grandes cantidades de obreros no tan instruidos, a veces analfabetos. La proliferación de ensayos y reflexiones además caían en contradicciones y a veces en intentar explicar ideas que no se habían entendido o asumido del todo. Además, en los periódicos podía escribir cualquier suscriptor o lector, lo que a veces hacía que escribieran personas o grupos no del todo conscientes del significado de las ideas socialistas. Muchos trabajadores que abrazaron el anarquismo, o que leían su prensa, a la vez creían en la viabilidad de participar en las vías institucionales, de ahí la división de unos trabajadores en unos y otros partidos de izquierdas, aunque no fueran exactamente socialistas pero sí republicanos. En cuanto al asunto de la violencia, aunque el anarquismo español se decantaba por vías no violentas, usando de la pedagogía y de la huelga, es indiscutible que las personas menos instruidas eran dadas al uso de la violencia, sin entrar ya a juzgar en los porqués del uso de la violencia en el comienzo del siglo XX donde el Estado también la usaba y donde los problemas del desempleo podían protagonizar dramas gravísimos en las familias. Según las palabras de Adolfo Bueso, uno de los fundadores del sindicato anarcosindicalista Confederación Nacional del Trabajo (CNT) a menudo aparecían grupos de afinidad anarquista compuestos por pocas personas, todas ellas sin instrucción y conociendo por encima y mal las ideas del socialismo, que se dejaban llevar por folletines y libros donde se mencionaba la violencia, dejándose llevar por una acción violenta de la que en general había un rechazo incluso entre los anarquistas y otros socialistas [21].

He ahí quizá parte del ambiente que los conservadores y su prensa en concreto usaron y generalizaron como principal característica tópica de todo trabajador que adquiría ideas políticas y sociales de izquierda: analfabetismo y violencia, como si de seres embrutecidos se tratara al ser educados y guiados por una prensa que consideraban perniciosa por ir contra la monarquía, contra la religión, en algunos casos contra el Estado, y contra la organización social burguesa. Todos estos rasgos ideológicos de un conservador de comienzos del siglo XX hacia un socialista se plasman humorística e insultantemente en Villafeliz o el paraíso perdido. La novela es la extensión del intento de mandar el mensaje al lector sobre que el orden y la justicia sólo se da dentro de los cánones del catolicismo, mientras que fuera del catecismo sólo existe el caos. Es por tanto también un ejercicio de propaganda política católica inserta en esos esfuerzos que hicieron los católicos complutenses en la década de 1900 junto a la fundación del periódico El Amigo del Pueblo o al Centro de Acción Social.


[14] Francisco GARCÍA CUEVAS, Villafeliz o el paraíso perdido, ed. Imprenta El Amigo del Pueblo, Alcalá de Henares, 1910.
[15]  Julián VADILLO MUÑOZ, El movimiento obrero en Alcalá de Henares (1868-1939), ed. Silente, Guadalajara, 2013, pp. 27-72; también en José Luis SALAS OLIVÁN, “Una aproximación a la población alcalaína de final del siglo XIX”, en Anales Complutenses, vol, XXVI, ed. Institución de Estudios Complutenses, Alcalá de Henares, 2014, pp. 155-179.
[16] Julián VADILLO MUÑOZ, El movimiento obrero en Alcalá de Henares (1868-1939), ed. Silente, Guadalajara, 2013, pp. 110-192.
[17] Daniel LÓPEZ-SERRANO PÁEZ y Julián VADILLO MUÑOZ, “Alcalá de Henares dentro de la I Internacional, un forcejeo entre marxistas y anarquistas (1871-1872)”, en XIV encuentro de historiadores del Valle del Henares, libro de actas, ed. Institución de Estudios Complutenses, Alcalá de Henares-Guadalajara, 2014, pp. 211-225; así como en Julián VADILLO MUÑOZ, El movimiento obrero en Alcalá de Henares (1868-1939), ed. Silente, Guadalajara, 2013.
[18] Ídem nota 16
[19] Op. cit. en nota 16, pp. 193-235.
[20] Juan Pablo CALERO DELSO, “La influencia de Mijaíl Bakunin en España, en Germinal, revista de estudios libertarios, nº 12, Madrid, Julio-Diciembre de 2014, pp. 12-24.
[21] Paco MADRID, “La educación social en el anarquismo”, en Germinal, revista de estudios libertarios, nº 4, Madrid, octubre de 2007, pp. 103-119.

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