sábado, abril 08, 2017

NOTICIA 1695ª DESDE EL BAR: EL ABRAZO DE DIOS


Comienza la Semana Santa, ayer fue Viernes de Dolores y mañana será Domingo de Ramos. Al igual que ya había hecho alguna que otra vez me apetecía aprovechar la ocasión para acercaros algo de Arte, dado que numerosos artistas han creado montones de obras con referencias sacras, fuese su obra o no de intención religiosa. Al igual que esas otras ocasiones lo que me apetecía era acercaros a alguna obra no muy obvia y que además fuera novedosa para lo que comúnmente se conoce. Y tan novedosa que la he buscado esta vez. Llevaba años sabiendo de la existencia de un pintor de origen ruso llamado Sergei Chepik, que nació en 1953 y murió prematura e inesperadamente en 2011, truncándose con él una trayectoria artística muy personal y muy vitalista del Arte actual que enlazaba el siglo XX con el siglo XXI. En concreto os presento uno de los cuadros que pintó para la catedral de Saint Paul, en Londres (aunque anglicanos, son cristianos). Se trató de un conjunto de obras que fueron dadas por terminadas e inauguradas en enero de 2005. Una lástima para mí, pues yo visité Londres en la primavera de 2002, estos cuadros por entonces no estaban y no los pude ver, pero intuyo que me hubieran apasionado. En general, la obra de Chepik que he conocido gracias a revistas, prensa e Internet no me deja indiferente. Me parece muy exultante. Podéis consultar su obra buscando por Google, o mejor aún, y de paso encontráis abundante información de él, en su página oficial.

Sergei Chepik tiene una vida ciertamente interesante. Se le consideraba ruso en la época en la que se hizo famoso, pues nació en la Unión Soviética de 1953, aunque en realidad nació en Kiev, que hoy día es la capital de Ucrania. En todo caso este hombre se formó y vivió en la Academia de Bellas Artes de San Petersburgo, ciudad que en esos momentos se llamaba Leningrado. Esto hace que se le considerase más ruso que ucraniano. Su padre también era pintor y su madre era escultora. Sus primeras obras se dan siendo muy niño, pero empezó a ser conocido a partir de los años finales de la década de 1970. No le gustaban los dogmas ni atarse a un sólo estilo ni tema, esto hizo que difiriera con las líneas oficiales de lo que debía ser, cómo debía ser y para qué debía ser el Arte que dictaba el gobierno soviético. Estas discrepancias le dan ciertos problemas como para que decidiera autoexiliarse en 1988. Se va a Francia. Tendrá allí un matrimonio y dos hijos. Acabó por nacionalizarse como francés en 1993, perdiendo la nacionalidad tanto ucraniana (tras 1991 Ucrania se independizó), como rusa, a pesar de que nunca rompió del todo lazos con Rusia y sus orígenes, llegó a dedicar varias series de cuadros a ese origen, precisamente. Expuso en grandes y reconocidos salones de Arte a la vez que le pidieron encargos para la catedral católica de Notre Dame, en París, la citada catedral de Saint Paul, en Londres y otros lugares muy significativos, llegando a ser invitado incluso por grandes personalidades para que les hiciera retratos, por ejemplo la primera ministro británica Margareth Thatcher. Aunque tiene cuadros impresionantes como el considerado obra maestra, "La Casa de la Muerte", la dedicación a crear series de cuadros sobre determinadas temáticas, siempre muy diferentes y distantes entre sí, muy diversas, hacen que los cuadros dedicados a Saint Paul y a Notre Dame sean muy especiales y de los más admirados. Fue otra serie temática también de asunto religioso pero para una iglesia cristiana ortodoxa en Rusia que quiso perfeccionar tanto a la vez que llevó un ritmo de viajes bastante alto como si casi quisiera estar al mismo tiempo trabajando en Rusia y viviendo en Francia que, justo al acabar aquella obra, que por cierto tiene aspectos muy fantasmagóricos, murió de un infarto al corazón inesperado en noviembre de 2011, con 58 años de edad. Fue enterrado en el famoso cementerio de Montmartré, en un lugar cercano a la calle donde estaba su casa desde 1991.

El cuadro en concreto es "La Natividad", pintado a lo largo del periodo 2002-2004. Pertenece, como he dicho a su serie de cuadros creados para la catedral de Saint Paul, en Londres. Unos cuadros por otra parte muy interesantes, con pasajes nada obvios en pintura y no muy recurridos en ella. Sus personajes aparecen estilizados, blancuzcos, casi como fantasmas. En uno de ellos Cristo es reclamado por las masas de personas que le piden alzando las manos hacia él, dando una idea casi de ánimas pidiendo ayuda al Salvador en un mundo más ultraterrenal que terrenal. La Pasión que pinta tiene una perspectiva y un punto de vista no captado en las innumerables crucifixiones que durante siglos se han representado anteriormente. Como sea, os vuelvo a animar a conocer esa obra, entre la mucha obra que nos ha dejado este pintor de corta pero intensa y activa vida que nos ha dejado la incógnita de hasta dónde pudiera haber llegado de haber podido vivir más. Pero me centraré en "La Natividad", ya que es el que os he elegido para esta Semana Santa. 

Como se puede ver aparecen los elementos ya citados de figuras estilizadas y piel blancuzca, casi como si fueran apariciones fantasmagóricas. Lo interesante de esta Natividad es que no se trata de un típico nacimiento en el portal de Belén con todos sus elementos iconográficos propios y clásicos. El niño Jesús se nos aparece como un niño de unos ocho o diez años, con el pelo rapado e intuitivamente rubio, que nos rocardaría un aspecto físico cercano al eslavo, raza propiamente rusa. Nos mira directa y fijamente a nosotros, observadores del cuadro, protegido por su madre, la Virgen María, que también nos mira fijamente menos confiados que los de su hijo, más bien desorbitados, como asombrados. Ella está cubierta por su túnica de tela aparentemente pesada y que además se ajusta bastante a su cuerpo, en contraposición a todas aquellas otras vírgenes de ropas vaporosas y flotantes. Ambos presentan una acusada delgadez, como de hambre, aunque no de desnutrición. Quizá símbolo de padecimiento terrenal, padecimiento pasional que se refuerza en la idea de que el niño nos saluda con los brazos abiertos, como queriendo recibirnos y abrazarnos, aunque a nadie se le escapa que esa postura y la desnudez del personaje si bien nos lo presenta como franqueza y sinceridad, nos recuerdan la postura de la cruz, donde padecerá y morirá terrenalmente a los 33 años de edad para redimir a la Humanidad y darle paso al Reino de los Cielos en lo que es el nuevo pacto iniciado con el Nuevo Testamento cristiano. En ese sentido, los tonos fríos azulados no dejan de tener un punto de acierto en su combinación con los tonos cálidos y térreos del bronce de las campanas que por la derecha enmarcan a estas dos figuras al ser tocadas por un ángel que las hace sonar tirando de las cuerdas desde la izquierda de ese marco que crean a la Virgen y al Niño Jesús. Campanas que por otro lado llevan el crismón Papal propio del mundo católico, dato curioso para ser un cuadro para una catedral anglicana. El foco de luz que ilumina a las dos figuras centrales viene directamente del Cielo, y no del propio niño Dios, como habitualmente se había representado. A los pies aparecen ramos tirados por el suelo, referencia a los ramos que se usaron para darle la bienvenida en Jerusalén cuando entró en la ciudad justo al comienzo de la Semana Santa, que es la semana de su pasión, o sea: de diversos capítulos relevantes del final de su vida terrenal, incluída la conspiración, la traición, los juicios, la tortura, la crucifixión, la redención y la resurrección. No parece que la escena realmente responda a un lugar concreto, si no más bien a una idea concreta, aunque, dada la edad del niño, pudiéramos ubicarlo tal vez al capítulo en el que se perdió en el templo y sermoneó a los sacerdotes, revelándose así ya como el Mesías, sería así su "nacimiento" al mundo como niño-Dios años después de eso mismo en la misma fecha de su nacimiento terrenal. Eso daría un sentido muy concreto al título del cuadro, "La Natividad", aunque a mí se me antoja que el título y la composición del cuadro deja la puerta abierta no a una sola interpretación única, sino a múltiples interpretaciones que nos estimula y hace meditar la contemplación de la escena.

La imagen transmite tensión, neogoticismo y un algo inquietante y oscuro que es su principal atractivo. La cara de la Virgen María recoge en tensión humana toda esa misma tensión que transmiten las cuerdas de un también inquietante ángel de alas en la oscuridad tensas por el esfuerzo de anunciar la venida de Dios, un Dios que nos abraza en la salvación y la luz. Sólo Jesús, también en una postura algo tensada, parece querernos transmitir alguna confianza recibiéndonos con un abrazo, pero el secreto que encierra esa postura es lo que hace de este cuadro que contenga una cierta oscuridad. Se nos anuncia la vida y la salvación, pero el precio es alto e inquietante. No se nos dice cuál será el precio. Los caminos son inescrutables mientras que el niño, con una mirada penetrante, pretende ofrecernos un abrazo al que debemos ir, pues él no avanza los pies para ir a darlo, simplemente lo ofrece. O quizá, como si se tratara de un espectáculo de circo o del Moulin Rouge, escenas que también pintó en otra serie Chepik, todo se trata de una puesta en escena para transmitirnos confianza mientras la terrible verdad de la muerte en la cruz está oculta, salvo para la Virgen, cuya cara parece transmitir que sabe más que aquel que va a recibir el abrazo.

Sergei Chepik merece la pena. Bucead en él, no os defraudará. Deteneos a buscar sus detalles, sus posibles mensajes. Era un hombre que tendía a la perfección. Nada hay dejado al azar.  Muy interesante. Saludos y que la cerveza os acompañe.

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