"Por lo demás Cartago debe ser destruida", no paraba de decir Catón en el Senado romano a mediados del siglo II antes de Cristo (a.C.). Con esa presión política y otros factores económico y geoestratégicos estalló la Tercera Guerra Púnica en el año 149 a.C., que sería el final del Imperio Cartaginés. En aquella tercera ocasión la guerra se libró en Túnez, que es donde estaba el territorio original de Cartago. Su derrota significó el final de su Historia y la práctica destrucción de casi todos sus vestigios culturales, hasta el punto que en la actualidad es muy difícil incluso para la arqueología rastrear qué o cómo fue su sociedad, sus creencias, su cultura, etcétera. Previamente, entre el 218 y 201 a.C. había ocurrido la Segunda Guerra Púnica, que a punto estuvo de hacer exactamene lo mismo con Roma ante una más que posible victoria cartaginesa que no terminó de darse. En aquella guerra uno de los escenarios principales de batalla fue la península Ibérica. Fue el comienzo de la conquista romana de los pueblos íberos y su integración en la República de Roma inicialmente como dos provincias incluidas en una unidad territorial llamada Hispania.
El Museo Arqueológico Regional de la Comunidad de Madrid, situado en Alcalá de Henares, en la plaza de las Bernardas, ha iniciado su nueva exposición temporal el pasado martes o miércoles con la presencia de la presidenta de la Comunidad de Madrid. Durará hasta septiembre. Está dedicada, como habréis deducido a la Segunda Guerra Púnica, sólo que en un giro tal vez de gancho a los posibles visitantes no se cita tal cosa en la propuesta expositiva y la han llamado: "Los Escipiones. Roma conquista Hispania". La conquista de la península Ibérica por parte de Roma duró unos doscientos años, lo que hace que este territorio fuese para ellos uno de los más complejos de conquistar y apaciguar, aunque con los siglos terminará siendo su territorio más romanizado después de los propios territorios de la península Itálica. Aún con todo los propios vascones y cantabros del norte nunca terminaron de romanizarse del todo, mientras que en las zonas gallegas y leonesas parece ser que debieron existir bandas armadas no del todo sumisas a Roma, ya que de todas las provincias interiores del Imperio Romano la provincia Citerior de Hispania tenía como característica diferenciadora mantener una legión militar, la décima, cuyo asentamiento fue el origen de la actual ciudad de León.
El Museo Arqueológico Regional ya realizó exposiciones temporales dedicadas a los pueblos íberos, a Tartessos, a los carpetanos, o, en 2013, a esta misma Segunda Guerra Púnica desde la perspectiva de los cartagineses en la península Ibérica, desde el nombre "Fragor Hannibalis, Aníbal en Hispania" (comentada en la Noticia 1224ª), que en aquella ocasión, como en esta actual, estuvo asesorada por Manuel Bendala. Ahora se trata de volver sobre el tema, pero desde el punto de vista romano y principalmente desde la figura de Escipión "el Africano", que es el general que salvó Roma e inició esos doscientos años de conquista de Ibería. Para acompañar esta exposición os transcribo un trabajo universitario que escribí en el año 2000, así, si vais al museo podréis disponer del contexto histórico de ese comienzo de romanización en España-Portugal-Andorra.
Hoy día reescribiría algunas partes, al adquirir más conocimientos y al cambiar algunas de mis percepciones respecto a ese proceso y al asunto de la guerra como fenómeno, pero quiero presentároslo tal como lo escribí entonces. No trato de explicar los frentes de combate, ni a presentar una cronología, porque lo que me interesaba era lanzar la idea general de los asuntos que marcaron aquellas guerras que cambiaron el mundo. Por entonces no me centré en lo que sucedía en la península Ibérica, por lo que, aunque se mencionan a Indíbil y Mandonio, o el claro casus belli que fue Sagunto, no se menciona por ejemplo la resistencia de Numancia. Tampoco hablo de lo que la invasión cartaginesa primero y la romana después suspuso a las confederaciones de los pueblos íberos y celtíberos de la península, aunque lo menciono. En todo caso este trabajo puede complementar la información que os aporta la exposición del museo, montada en torno a la familia Escipión, quienes fueron los generales romanos que derrotaron a los Barca, los generales cartagineses. La idea de una guerra donde se creara un frente de distracción lejano de Roma, en Hispania, fue cosa de Aníbal, pero Escipión "el Africano", reutilizó esa misma idea en cuanto las circunstanciaas se lo permitieron haciendo que Cartago mandara tropas a Hispania y no en ayuda de Aníbal en Italia. Fuese como fuese, es en el origen de estas guerras, con la toma de Sagunto por Cartago y después la de Ampurias, donde comienza no sólo la Segunda Guerra Púnica sino también el proceso de conquista de Hispania por Roma que se prolongará doscientos años a lo largo de varias guerras constantes e ininterrumpidas.
Saludos y que la cerveza os acompañe.
CARTAGO vs. ROMA. GANANDO A LOS PÚNICOS, PERO SIN PRISAS
Mediodía. Un grupo de veteranos japoneses desenfundan sus Nikon y Kodak y empiezan y comienzan a dispararlas sobre la columna de Asdrúbal Giscón en Segovia. O a menos podría estar ocurriendo si hace unos veintidós siglos hubiera
ganado Cartago las Guerras Púnicas. No hay duda que la repercusión de la
victoria romana va más allá de eso, pero el objetivo de este trabajo no será
ese. Ni tampoco desarrollar las guerras, sino intentar explicar porqué esas
guerras duraron veintitrés años la primera y dieciséis la segunda ocupando casi
el siglo III a.C. al tener un intervalo de otros veintitrés años más. En
realidad duraron algo más, pues habría una tercera en el 149-146 a.C., pero se
puede “decir fríamente” que aquella fue el formulismo final de la destrucción
de Cartago. La primera guerra es del 264 al 241 a.C.; la segunda, del 218 al
202, aunque Sagunto fue tomada en el 219 a.C. por Aníbal. También intentaré
explicar la victoria romana, la cual sostendré que se dio más gracias a los
cartagineses que a los propios romanos. En otras palabras: Cartago tenía el
“enemigo” en casa. Digamos sarcásticamente que trataremos de responder porqué
los japoneses no hacen fotos a la inexistente columna de Asdrúbal Giscón en
Segovia.
Trataré
de exponer mi teoría de forma general, pero es ineludible un previo
conocimiento de los hechos. Los expondré esquemáticamente, aunque recomiendo la
lectura de algún libro sobre ello, personalmente aconsejaré La República
Romana, de José Manuel Roldán Hervás.
Todo
comienza en Sicilia, isla colocada estratégicamente en lo económico y lo
militar si se quiere poseer el Mediterráneo occidental. Dicha isla tenía un
reino propio con centro en Siracusa, varias tribus independientes y un occidente
ocupado por cartagineses que por años lucharon por el control total. Ciertos
mercenarios de Campania (Italia) tomaron la ciudad de Messana, la cual será
disputada en su defensa por Cartago y Roma. Así estallará la guerra, que pondrá
a Siracusa de lado cartaginés, para, tras ser acosada por Roma en la guerra,
firmar la paz por separado más tarde. Mientras que las batallas por tierra se
eternizaban, en el mar Roma obtendrá sus primeras victorias, aunque con métodos
de lucha terrestre. Esto hará que asalten África en 256 a.C. para caer, en su
arrogancia, en una derrota aplastante al año siguiente. En Sicilia entrará a
combatir Amílcar Barca por tierra, quien se encontrará con la desagradable
sorpresa de una recuperación de la flota romana, la cual le hará perder la
guerra al no poder recibir suministros ni tropas en 241 a.C..
En
la entreguerra Cartago se verá obligada a entablar una guerra dentro de sus
fronteras, para luego iniciar la conquista de Hispania de manos de Amílcar.
Roma arrebatará a Cartago Córcega y Cerdeña, conquistará dos provincias más al
norte de la península Itálica, reformará sus comicios centuriados y entrará en
guerra con el Estado pirata de Iliria, transformándose en una mayor potencia.
Cartago
en Hispania tomó la ciudad de Sagunto en 219 a.C., sin quedar claro si con ello
rompió o no ciertos pactos restrictivos con Roma. El caso es que Roma declara
la guerra en 218 a.C. pero no reacciona a tiempo para detener a Aníbal Barca
(hijo de Amílcar, quien le había hecho jurar odio y venganza contra Roma en su
lecho de muerte). Aníbal sorprendentemente llega a Italia y la desbarajusta en
batallas espectaculares, siendo la última Cannas y atrayendo a si a Capua en
216 a.C.. La guerra se internacionalizó con frentes bélicos en Sicilia, Córcega,
Cerdeña, Macedonia, Iliria e Hispania. De todos estos territorios sólo Hispania
causaría serios problemas a Roma. Esta, aplicando una guerra de posiciones y
desgaste, logra poco a poco una victoria en todos los frentes. Aníbal es
arrinconado al sur de Italia e Hispania cae (tras haber caído los otros aliados
cartagineses). Escisión, procónsul romano artífice de esta victoria, asalta
entonces Cartago, con lo que Aníbal salta entonces a África para contraer su
única derrota, que, lamentablemente, también significó la derrota en la guerra
de Cartago. Esta última victoria romana sería en Zama en 202 a.C.. Roma tendría
el camino libre para ser la potencia que fue.
Sería
alocado por mi parte no aducir, a la prolongación de la guerra, el comentar que
las guerras en la antigüedad se hacían en determinadas épocas del año, dejando
el invierno, por su frío y falta de recursos, para el descanso. Esto se daría
sobre todo en la Primera Guerra Púnica, pues en la segunda el peligro que
representaba Aníbal en Italia llevó a algunas escaramuzas en invierno, aunque
en general estas solían ser más tranquilas, belicosamente hablando. Además,
estos parones o relajaciones se hacían más necesarios para poder reponer los
ejércitos, avituallamientos y flotas, desgastados en las campañas. En la
Primera Guerra Púnica se tuvieron que reconstruir varias veces varias flotas de
barcos por parte de ambos, incluyendo, en un primer momento, el tener que
construir por primera ve una flota romana. Esta se haría a partir de un barco
cartaginés apresado, del que se aprendería su funcionamiento en tierra. Eso
según el historiador de la antigua Unión Soviética Kovaliov, en Historia de
Roma, aunque según Otto Zierer a Roma les enseñaron los griegos cómo
navegar y cómo hacer sus barcos de guerra, transcurriendo en ello más tiempo
del normal para crear una flota. En la Segunda Guerra Púnica lo fundamental
sería dar descanso a las tropas y reponerlas, pese a que a Aníbal esto le sería
imposible. La moral también se alentaría en estos descansos.
Obviamente
si se ha de reponer es que ha habido un desgaste. Este desgaste sería en vidas
humanas, lo que implicaría el desgaste moral y religioso, y también un desgaste
económico. Esto no sólo retrasaría el fin de las guerras, sino que además
provocarían las victorias finales y el cambio social posterior. Si retrasan la
guerra por lo dicho no hay que olvidar que también las retrasan por algo más
directo. En la Segunda Guerra Púnica, tras la batalla de Trasimano, Roma se
quedó sin cónsules y hubo que elegir a un dictador. De hecho Roma tuvo que
hacer varios remiendos políticos en aquella época, como la reposición de
senadores por Buteo tras la carnicera derrota de Cannas.
En
cuanto a decantar la guerra de uno u otro lado es imposible olvidar que Aníbal
fue derrotado por falta de refuerzos en Italia. O bien decir que Roma ganó la
primera guerra gracias al esfuerzo económico privado que permitió reponer una
flota que se creía destruida, aunque sin olvidar también que se debió más bien
al abandono cartaginés de la guerra cuyos intereses estaban ya en otros
aspectos y lugares, y cuyo tesoro público estaba igualmente mermado (sin tener
un capital privado tan generoso como el romano). El desgaste también se daría
en la tierra, serían las tácticas de tierra quemada, que sin duda sumió en el
hambre a las tropas en determinados lugares.
Si a
esto sumamos la guerra de posiciones que se produjo en la Primera Guerra cuando
Roma pareció renunciar a la contienda por mar, o en la segunda guerra tras
Cannas, es una razón bastante buena para eternizar una guerra. A estos periodos
corresponden la mayor parte de los años de los conflictos, pues no se tenían
mayores ambiciones que derrotar al enemigo por desgaste y cansancio. Muy
relacionado con esto están las intenciones de Aníbal, quien no quiso tomar Roma
cuando probablemente pudo, al tener a la ciudad indefensa tras Cannas, pues
prefirió llevar la guerra a toda la península con la intención de romper la
federación itálica. Cosa que, además, casi logro en Cannas, pues se le sumaron
el norte y el sur, siendo entonces un error no tomar Roma. Peor aún, pues,
según Kovaliov, los nuevos aliados en su mayoría no aportaban tropas de
refresco sino que pedían ayuda para defenderse de Roma, como el caso de Capua,
Thoiroi o Taranto. En otras palabras, el ejército de Aníbal se fraccionaba más
en numerosos frentes.
En
la Segunda Guerra Púnica está el hecho añadido de la internacionalización del
conflicto, lo cual sólo podía abrir más frentes de los posibles que distrajesen
tropas y tiempo, no sólo por los combates en aquellos territorios sino también
por el hecho de tener que atravesar ciertas distancias por parte de Roma, o
para enviar refuerzos a Cartago (los cuales sólo llegaron a Hispania, jamás a
Aníbal en Italia).
Si
las guerras se alargaban por esto, no es menos significativo las indecisiones
fatales, como la entrada tardía de Roma en la segunda guerra, pues transcurre
un año desde la toma de Sagunto por Cartago, como la mencionada no toma de Roma
por Aníbal, el tímido arrinconamiento de Aníbal en el sur, o la guerra de posiciones en la primera guerra tras la pérdida de efectivos y flota en la
campaña de África. Pérdida de efectivos que se debieron además a otro aspecto
de retraso y fatalismo: las catástrofes varias.
Estas
catástrofes diezmaron contingentes y decantaron de un lado u otro momentos
decisivos, retrasando las guerras o haciéndolas favorables en la victoria a un
bando. En la primera guerra Roma, inexperta en la navegación, perdería su flota
y su tropa al estrellarse contra las costas de Sicilia. En la segunda guerra la
batalla de Tesino se produciría por un encuentro casual de los ejércitos en
terreno favorable a Aníbal, lo que le permitió la victoria y la entrada en
Italia. En esa misma guerra Sicilia cedió a Roma al estar sus soldados
apestados. Tenemos otro ejemplo en el uso de elefantes por parte de Aníbal para
invadir Italia. Si bien eran un arma de guerra espectacular con la que
atravesaron la península Ibérica y el sur de Galia, entre batallas y el frío, a
Aníbal apenas le quedaban elefantes en el paso de los Alpes para entrar a
Italia, algún historiador llega a cifrarlos en uno o dos. O, también, el claro
ejemplo de Asdrúbal Giscón cuando habiendo llegado a Italia con tropas le envió
cinco mensajeros a su hermano Aníbal para reunirse con él, todos ellos fueron
descubiertos por un cónsul romano cuando estaban cerca de su destinatario. Como
nota de humor negro hay que decir que el cónsul Claudio Nerón le lanzó a Aníbal
la cabeza de su hermano para indicarle que llegaron sus tropas y fueron
vencidas.
Pero
sin duda, el mayor retraso que contribuiría al final de las guerras, serían las
diversas resistencias indígenas. En la primera guerra Roma y Cartago ya tomaron
contacto con estas en Sicilia. Pero Cartago lo hizo especialmente en su
conquista de Hispania. Quizá esa lucha contra esa no unidad inspiró a Aníbal.
El hecho es que Hispania en la segunda guerra fue decisiva. Aportó mercenarios
a Aníbal (de los que luego Roma tomaría ejemplo poniendo filo a sus espadas,
cosa propia de las espadas íberas, las falcatas). Pero lo más importante es que
allí se produciría para Cartago lo que Aníbal intentaba para Roma: varias
guerras dentro de una guerra. Los pueblos indígenas íberos se decantaban por
una u otra facción siendo siempre más proclives a luchar por su independencia
como tribu o reinos tribales. Es de notar que existía una confederación de
pueblos íberos que, teniendo sus propias organizaciones, se identificaban en
cierto modo como los pueblos propios de la península. Famosos son los casos
como el de Indíbil y Mandonio, reyezuelos que combatieron con Cartago y Roma
indistintamente ambos, al verse obligados mediante secuestros de sus familiares
a lo largo de la guerra, para, al final, luchar por ellos mismos sin victoria.
Aunque en un primer momento destacarían los galos de los Alpes al atravesarlos
Aníbal. Todos estos pueblos serían los que crearían auténticos desgastes y
retenciones, como la de Aníbal cuando se disponía ir a Italia, pues tuvo que
entretenerse en “pacificar” el norte del Ebro.
El
final de la segunda guerra estaría definitivamente relacionado con la
imposibilidad de recibir tropas en Italia los cartagineses cuando las
necesitaban. Aníbal sólo recibió el desgaste. Roma empleó diversas nuevas
formas de reclutamiento en el Samnio, como bajar la edad militar o emplear en
el ejército a itálicos. Pero Aníbal no recibió las tropas sobre todo al tener
al “enemigo” en casa. En el Consejo cartaginés, formado por oligarcas, había
dos partidos: el de Amílcar/Aníbal, de ideas expansionistas en el Mediterráneo
y comerciales, y el de Hannon, de ideas latifundistas y expansionistas en
África. Al estar Aníbal al frente del ejército, Hannon dirigía la opinión del
consejo y, hábilmente, logró el desvío de tropas de refresco hacia Hispania tras
Cannas. Su dialéctica: intereses comerciales. Influyó en la decisión de no
construir una gran flota que hiciese frente a Roma y llevó las conversaciones
de paz tras Zama. Su política triunfó en cierto modo y hundió a Cartago. Más
tarde Aníbal fue llamado conspirador y tendría que marcharse de Cartago.
Volviendo a las manipulaciones de Hannon, estos hechos debieron ser fatales en
la derrota cartaginesa. Del mismo modo influyó en la derrota de Zama la muerte
de Sifax, rey númida que aportó la caballería a Aníbal, caballería que hizo
posible sus grandes victorias. Los númidas, con su nuevo rey Massinisa,
apoyarían en 202 a.C. a Roma, a Escipión, curiosamente sería esta caballería
quien provocase la derrota de Aníbal al abandonar el campo de batalla gracias al
dinero romano.
Así
pues, la eterna guerra de desgaste en la que cayeron ambas contiendas,
agudizada por la internacionalización y las resistencias indígenas locales, así
como las indecisiones y las catástrofes varias, contribuyeron a que las
rivalidades políticas internas de Cartago dieran el garrota vil a las
intenciones de Amílcar (desprovisto de flota cartaginesa en la primera guerra y
con otros intereses en Hispania, así como contrajo la ruina interna de Cartago)
y de su hijo Aníbal (sin tropas de refresco en Italia).
Concluyo
ahora con el sarcasmo de que es por ello que los japoneses hoy en día
fotografían el acueducto romano en Segovia y no una columna dedicada a
Asdrúbal.
P.D.: bibliografía en comentarios.
P.D.: bibliografía en comentarios.
BIBLIOGRAFÍA
ResponderEliminar-Diversas páginas web sobre Cartago publicadas en 2000, consultadas en 25 de marzo de ese año, pero desaparecidas en 2016.
-S.I. Kovaliov, Historia de Roma, 3ª edición, ed. Akal, Madrid, 1979. (1ª edición de la Universidad de Leningrado ebn 1948), traducido por Marcelo Ravoni, traducción revisada en español por Domingo Plácido, biblioteca de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Alcalá de Henares.
-Otto Zierer y Herbert Reinoss, Grandes acontecimientos de la Historia, ed. Círculo de Lectores, Valencia, 1974. Traducido por Luis Ogg.
-José Manuel Roldán Hervás, Historia de Roma, 1ª reimpresión, ed. Universidad de Salamanca, Salamanca, 1995.
-José Manuel Roldán Hervás, Historia de Roma, la República Romana, tomo I, 3ª edición, ed. Cátedra, Fuenlabrada (Madrid), 1991.
-Varios, Historia de España, tomo I, ed. Salvar, Mallorca y Barcelona, 1986-1987.