sábado, mayo 10, 2014

NOTICIA 1340ª DESDE EL BAR: EL AMANCEBAMIENTO DE BLASI Y VIVIEL (capítulo 6)

EL AMANCEBAMIENTO DE BLASI Y VIVIEL



Capítulo 6: Francisco Desancourt, clarinete del regimiento miliciano en Ávila.

-Soy un soldado de la infantería de Flandes, clarinete del regimiento miliciano en Ávila. Antes estaba destinado en Cartagena. Fui yo quien pidió el traslado, aunque mis superiores ya me iban a trasladar irremediablemente. Me casé con ella, sí, con María Viviel. Soy su esposo, en mala hora.

El soldado estaba sentado en el taburete con sus codos sobre las rodillas y los dedos de sus manos tocando sus puntas. En aquella habitación hacia fresco. Al menos no era la temperatura de la calle. Había venido de las murallas de Ávila en cuanto le mandaron volver a su cuartel. No se había imaginado el motivo. Maria Viviel era para él como una sombra de su vida, una extensa sombra, de la que había querido alejarse poniendo mucha distancia entre ellos. Pero las sombras que penetran en uno necesitan de otras luces para disiparse. Ahora estaba allí sentado contando aquello a su superior, que le acercaba un vaso de agua fresca.

-Ella dijo que te llamabas José Drancourt –le dijo su superior.
-Querría que no me encontraran. Más le valía… ¿y dónde dice que la encontraron?
-En Alcalá de Henares. Vivía amancebada con un buhonero. Tenían cartas de matrimonio falsas de un cura de Valencia y pases de un gobernador de allí. Todo falso.
-Se habrá metido a puta definitivamente...
-Su lenguaje, soldado –le advirtió su superior.
-Perdone, mi capitán –contestó Desancourt enderezándose un poco sobre su taburete-. Mi nombre es el que le consta, Francisco Desancourt. En Valencia vivían sus padres. Sé que su madre enfermó, tal vez fue a cuidarla. Aquí, en el regimiento, todos saben quién es ella. Todos mis compañeros. Muchos de los que están conmigo en Ávila estuvieron en Cartagena también, aquí quien más quien menos todos saben quien es y su reputación. Me abandonó amancebándose con mi sargento, Luis Tesón… Bueno convivíamos, eran más bien… amantes, mi capitán. Eran amantes… Cuando yo venía a servir a Su Majestad lejos de mi hogar… y me mandaba aquel sargento del demonio…
-Modere su lenguaje hacia sus superiores. Comprendo su afrenta, pero debe guardar su compostura y el ser de su rango, soldado –le volvió a recriminar su capitán con una voz modulada agradable.
-Discúlpeme, mi capitán… pero cada vez que le recuerdo a él, y a ella, esa… Verá, ellos se amaban a mis espaldas, hasta que un día lo descubrí, desde entonces no sé nada de ella hasta el día de hoy.
-Y la abandonó, según los autos de oficio de la Real Justicia que ha abierto el corregidor de Alcalá de Henares, el señor Joaquín de Estremera.
-Sí, mi capitán. La abandoné al cuidado de su padre.
-Entiendo, soldado. Es una cuestión de honor.
-Sí.
-Ella parece que se ha entregado a ser una de esas mujeres enamoradas desde entonces.
-Su educación es mucha al nombrar su oficio, mi capitán; así es, por lo que me cuenta de esos autos, ella es mi deshonra.
-Desancourt, como comprenderá ahora necesito una declaración escrita y jurada de esto. Al ser usted de los ejércitos de Su Majestad Carlos III, lo que toca del caso en cuanto a su persona cae en las jurisdicciones militares; el propio Conde de Aranda, noble gobernador y presidente del Consejo de Castilla, me ha escrito con carta sellada para que me ocupe de desentrañar este asunto tan oscuro.
-Lo comprendo mi capitán.
-¿Declarará sobre todo esto?
-Sí, mi capitán.
-¿Incluido lo que toca a su honor? Es necesario.
-Incluido. Aquí todos saben quién es ella. Todos saben lo de Luis… Lo de ellos… su amancebamiento y la gran cornamenta que me pusieron que no entro por las puertas, con perdón –su capitán asintió con la cabeza disculpándole-. Y la pediré formalmente en mi escrito que me deje en paz. Yo estoy muy tranquilo aquí… estaba muy tranquilo sin saber nada de ella… Si también nosotros nos pudiéramos separar con permiso del Rey como los nobles…
-Pero usted no es noble, soldado –le dijo su capitán-, y ha arrastrado a esa joven a una vida de oprobio y escándalo vendiendo su cuerpo y amancebándose con ese italiano.
-Es cierto –le reconoció Desancourt con voz fina y baja, bajando la cabeza-. Pero es que…
-Vamos a redactar ese informe a su más alto superior militar. Yo le ayudaré. Pero debe escribir una carta como su esposo que es declarando lo que desea que se haga con ella. Como su esposo ante Dios usted decide si encauzarla dentro de su santo matrimonio o dejar que la encauce el Estado con la ayuda de la Iglesia. Antes debo informarle que el juez en el caso, el señor Estremera la ha enviado a Ávila para que usted pueda reunirse con ella y decida más lúcidamente. Está embarazada.

Francisco Desancourt levantó la cabeza con un brillo en los ojos.

-El hijo no es mío –dijo.
-Escriba la carta –le contestó el capitán acercándole papel de trapo, pluma y tinta-, ¿sabe escribir?
-Sí, pero no muy bien, si pudiera…
-Hagámoslo. Yo le escribiré. Diga lo que deba.

Soldado y capitán escribieron la carta sobre el futuro de Maria Viviel.

-Dios te dé dos años de arrepentimiento y mejor vida –dictó Francisco Desancourt para terminar su carta a su esposa.

Le recriminaba su pasado punto por punto y la pedía que le dejara en paz. Dictaminaba, además, como voz autorizada que era por ser su esposo, que lo mejor sería que fuera reeducada en un hospicio del Reino, dos años al menos, lejos de él.

-Será como un presidio para ella –le dijo su capitán al cerrar la carta.
-¿Acaso no es esto lo piadoso? Estará con monjas que cuidarán su embarazo y la enseñarán los caminos de la honradez… Aquí todos saben quién es… -contestó Francisco Desancourt levantándose y mirando por la ventana enrejada el ajetreo con los caballos en el exterior.
-Tengo que irme con estos despachos y terminar este informe, Desancourt. Guardará usted calabozo hasta que ordenen lo contrario. Ha abandonado a su esposa y ha forzado a que se entregue a la vida ociosa, en la justicia civil usted tendría una condena mayor.
-Sí… una condena mayor –dijo lacónico Francisco Desancourt mientras su capitán abandonaba el cuarto y un guardia cerraba la puerta con doble llave.

-Pronto será 20 de julio –murmuró Desancourt mirando a través de las rejas de la ventana-, hace calor.

En aquel cuarto, hacía frío.

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