Popularmente
se ha venido considerando a Alcalá de
Henares una ciudad altamente conservadora llena de militares y sacerdotes, a
costa de sus numerosos conventos, su palacio arzobispal, sus numerosos
cuarteles y sus varias cárceles a lo largo de la Historia. Si bien durante la
dictadura de Franco (1939 - 1975), y probablemente los primeros años de la
Transición (1976 - 1982), este pensamiento popular tuvo motivos para
consolidarse como ciertos, la verdad es que la base era y es ciertamente falsa,
pese a que los tópicos populares crean cátedra en la mente general de las
sociedades. También otro tópico popular ya en desuso decía de las mujeres de
Alcalá que eran monjas o putas. Cosa que, evidentemente, no es cierta, aunque
se basase en la presencia de varios conventos femeninos y dos prostíbulos
reconocidos durante el siglo XVI, cuando la población masculina era sumamente
mayor que la femenina a costa de la construcción de la Universidad de Alcalá.
Los tópicos, claro está, tópicos son, suelen aparecer a raíz de determinados
sesgos reales, pero que al ser sesgos no son analizados sus porqués y llevan al
error de creer en los tópicos a pies juntillas. Los conventos se deben en realidad a una gran cantidad de colegios universitarios, pues la educación estaba altamente controlada por la Iglesia, lo que no quiere decir que realmente todos fueran convencidos de la vida conventual. Los cuarteles fueron consecuencia en el siglo XIX de la desamortización, pues se alquilaron o cedieron varios de esos colegios al Ejército, dada la cercanía de la ciudad a la capital, especialmente para defender el nuevo gobierno nacido en el Sexenio Democrático iniciado en 1868 y a la Primera República de 1873.
Alcalá de
Henares ya era una ciudad “contestaria”, por así decirlo, desde la misma
fundación del Estado actual de España. Esta fundación se fija entre el
matrimonio de Isabel I y Fernando V (los Reyes Católicos) en 1469 y la Guerra
de Sucesión Castellana (1475 – 1479), aunque siempre hay que decir que hay historiadores que discrepan sobre que se pueda considerar esa la fundación de España y no una unión de Reinos. No voy a entrar en ese análisis ahora, para poder seguir con el tema que nos ocupa. En aquella guerra el matrimonio de los
Reyes Católicos se enfrentó por los derechos de sucesión hereditarios del trono
del Reino de Castilla contra Juana “la Beltraneja”, supuesta hija bastarda del
padre de Isabel I. No sólo se enfrentaban en aquella contienda unos supuestos
derechos dinásticos, sino que la visión de los reyes Isabel I y Fernando V
aspiraba a la creación de un nuevo reino, el de España, donde poder centralizar
el poder dentro de lo posible, anulando así determinados poderes feudales de
los nobles y altos eclesiásticos sobre los que gobernaban, por ende: también de
sus vasallos. Mientras que Juana pretendía continuar con el sistema feudal
intacto. Es por ello que Alcalá de Henares, gobernada por el arzobispo Carrillo
(que había casado en secreto a los propios Reyes Católicos), fue contraria en
la guerra a Isabel y Fernando. El propio Carrillo no veía recomendable la
acumulación de poder en manos de los reyes. La guerra fue perdida por “los
beltranejos”, y se fundó España, como es conocido. El cardenal Cisneros
sustituyó a Carrillo, quien acabó en prisión, e instalado en el Palacio
Arzobispal de Alcalá reformó la ciudad hasta transformarla en una ciudad
renacentista que sería una de las más importantes de España y epicentro
cultural del siglo XVI. Casi llegó a ser elegida capital del Estado, a no ser
porque Felipe II elegiría la villa de Madrid como tal. La Universidad de Alcalá
competiría contra la de Salamanca, y he ahí la segunda muestra de una ciudad no
tan conservadora. Mientras que Salamanca era la ciudad universitaria para gente
pudiente, Alcalá de Henares fue concebida como ciudad universitaria para gente
no pudiente. Fue la primera que concedió becas en España, y en el siglo XVIII la primera en tener una mujer doctorada. No es de extrañar que fuera de Alcalá de donde aparecieron varios
de los comuneros que acabarían marchándose a América. Los comuneros fue otro movimiento social que apareció
al comienzo del reinado de Carlos I, en 1520. Sin entrar en detalles,
básicamente pretendían limitar los poderes del Rey y establecer un mayor poder
a las Cortes. La revuelta, encabezada por nobles, se desbordó y llegó a ser
interpretada por el pueblo llano como una revuelta por la disminución de
impuestos, mayor garantía de tener pan que comer, poder constituir gobiernos en
concejos, en lugar de ser gobernados por los nobles mediante los resabios
feudales que quedaban. Aunque la mayor parte de este movimiento y sus
principales líderes fueron de actuales provincias castellanas como Segovia, Valladolid o Ávila.
Destacaron Juan Bravo, Padilla y Maldonado (ver Noticia 141ª). Es de mencionar que, independiente a esto e igualmente, varios de
los defensores españoles de los indios como personas y como súbditos americanos habían surgido de las aulas
alcalaínas.
La ciudad había crecido en demasía, los
centros de estudio tenían aires de convento, como era propio de la época, pese
a que sus alumnos no fueran en su mayoría precisamente religiosos al uso
(pongamos por caso al famoso escritor y espía Francisco de Quevedo), y
efectivamente la prostitución había crecido en la ciudad tanto como los duelos
a espada por peleas a costa de obtener a alguna mujer, ya que, como se ha
mencionado, la población masculina desbordó con mucho la femenina, pero eso no
quiere decir que todas las mujeres complutenses fueran prostitutas. Fue el
propio Cisneros en su regencia quien aprobó un segundo prostíbulo (casa de
mancebía) en la Puerta del Vado para aliviar de tensiones violentas a la
ciudad. En el siglo XVIII tenemos otro ejemplo del carácter no conservador de
la ciudad. Durante el reinado de Carlos III, en 1766, estalló el motín de
Esquilache, que básicamente fue una revuelta del pueblo, esta vez encabezados
sobre todo por la burguesía y parte de la nobleza, donde se pedía el
abaratamiento del pan en plena hambruna. El pueblo se había empobrecido tanto
que el hambre les llevó a las armas improvisadas. Del mismo modo se protestaba
contra otras cosas, como la prohibición de usar sombrero de ala ancha y capa,
ya que facilitaban ocultar armas que permitían duelos y bandidaje en las zonas
peor iluminadas de las ciudades. Al acabar el motín, el Ministro Esquilache fue
sustituido, pero Carlos III necesitaba dar un escarmiento al pueblo para que no
volviera a protestar de esa forma, por lo que uno de los cabezas de turco que
usó para castigar fue a la orden religiosa de los jesuitas. Estos en aquella
época eran una orden religiosa casi revolucionaria que juraba fidelidad al
Papado y no al monarca del país, que controlaban la enseñanza de las clases
populares y que en esas enseñanzas incluían ideas de igualdad sacadas de los
textos más modernos que los ilustrados de la época editaban (en
Norteamérica y en Francia en breve darían lugar a la revolución). Uno de los
conventos jesuitas importantes que fueron investigados y clausurados fue el de
Alcalá de Henares en la calle Libreros. Poco después, al estallar la revolución francesa en 1789, las autoridades encontraron revolucionarios entre los estudiantes franceses becados en Alcalá, sobre todo a partir de 1793, fecha en la que le cortaron la cabeza a Luis XVI, rey de Francia.
Más interesante
para el ensayo que nos ocupa es analizar brevemente la trayectoria de Alcalá de
Henares en la Edad Contemporánea. No entraremos en las acciones durante la
Guerra de Independencia (1808 – 1814), tan sólo anotar que no fue Alcalá una
ciudad especialmente afrancesada, siendo en la ciudad una de las primeras
acciones de Juan Martín “el Empecinado” en el Puente del Zulema. Aunque es cierto que las tropas
francesas tuvieron aquí uno de sus cuarteles estratégicos para defender Madrid
y sus respectivos españoles afrancesados, los cuales, no lo olvidemos,
defendían un régimen con Constitución y delimitación de poderes al Rey, José I
Bonaparte. Daremos mejor un salto en el tiempo para mencionar la pérdida de la
Universidad por la desamortización de Mendizábal de 1836, durante el reinado de
Isabel II. La Universidad se trasladó a Madrid con el nombre de Universidad
Complutense. Los edificios de Alcalá de Henares sufrieron un abandono y una
historia peculiar que llevó a intervenir a los ciudadanos alcalaínos para
salvarlos con su esfuerzo económico, bajo pena de si no lo lograban acabar
siendo balasto la fachada renacentista del edificio central universitario, o una fábrica de seda uno de sus patios, por
ejemplo. Fue algo inédito entre los ciudadanos de un municipio, que fundaron la Sociedad de Condueños, en cierto modo un modo más de resistencia a los designios del gobierno. Pero es obvio que una vez rescatados no se supo bien qué hacer con
ellos. Si bien el edificio central se quiso destinar a la educación no
universitaria, hubo muchos edificios vacíos, algunos transformados en cuadras
improvisadas, cárceles, o conventos propiamente conventos, y no lugares de
enseñanza. Cuando en 1868 la Revolución Gloriosa destronó a Isabel II, el
general Prim comenzó a buscar a un nuevo monarca. Lo encontró en Amadeo I de
Saboya, un rey moderno que traía ideas tales como la división de poderes, una
Constitución liberal, democracia aunque fuese censitaria… Pero Prim fue
asesinado y Amadeo I llegó a España sin mucho futuro. No obstante, brevemente,
le alojaron en el Convento de Agonizantes de la Plaza de Cervantes de Alcalá de
Henares, actual casa del ayuntamiento, durante una visita a la ciudad. Pese a
la brevedad de su estancia no es baladí. Se iba a instaurar un nuevo régimen y
se comprendía de la importancia de defenderlo de los involucionistas. Por ello
se creyó que no era prudente concentrar todas las tropas importantes
acuarteladas en Madrid capital. Es la razón por la cual se empezó a llenar en esas
fechas a Alcalá de Henares de cuarteles. Cuarteles que, cuando se proclamó la I
República en 1873 fueron vitales, dentro de lo que cupo, para defender los
intereses republicanos. Así que el origen de los cuarteles alcalaínos no es un
origen conservador dentro de una dinámica de las llamadas derechas políticas,
sino un origen republicano. A todo esto se suma la presencia de las primeras
Sociedades Obreras en Alcalá de Henares desde 1871, en relación a la aparición
de la Sección Española de la Asociación Internacional de los Trabajadores
(Sección Española de la AIT, o de la Primera Internacional). La ciudad tenía obreros que estaban participando de la
Primera Internacional, como se lee en documentos guardados en archivos
de Amsterdam y Barcelona. Lo que coloca a la
ciudad entre las primeras ciudades españolas con organizaciones obreras de
carácter socialista. Pero todo esto, si cobró aliento con la proclamación de la
I República en 1873, acabó en parte en 1874, ya que se acabó la I República y
comenzó la Restauración Borbónica en la figura de Alfonso XII, los cuarteles
alcalaínos fueron mantenidos por las mismas razones, si bien se renovaron
algunos mandos para defender ahora a Alfonso XII de Borbón. El régimen se basó en un fraude de turnos preestablecidos
pasara lo que pasara en las elecciones censitarias existentes. Un turnismo
que se formalizó tras la muerte de Alfonso XII en 1885. El partido conservador
y el liberal se alternaban descaradamente en el gobierno, mientras permitían la
presencia de otros partidos, como el carlista, el republicano (en varias
formaciones), o con el tiempo los socialdemócratas entre otros. Precisamente
los republicanos llegaron a contar con un ateneo en la ciudad, igualmente los
socialistas, hubo también carlistas, no hay que tacharlos de la Historia local,
pero la presencia de republicanos y socialistas es todo un síntoma de la
ciudad, máximo cuando uno de los alcaldes en aquellas fechas será Esteban
Azaña, padre de Manuel Azaña, quien fuera posterior principal artífice de la II República y presidente de la misma. Los Azaña vivían en la ciudad al menos desde el siglo XVII como escribanos, lo que se registra bien en los documentos del corregimiento de Alcalá de Henares, en el Archivo General de la Administración. No le faltó a la ciudad huelgas y motines del pan en los que llegaron a participar las mujeres en la década de 1890 con banderas negras, lo que era algo tan anómalo y revolucionario que implicó que se proclamara el estado de guerra en la ciudad, como ha investigado y aportado documentación al respecto recientemente el historiador Julián Vadillo.
En Alcalá de Henares los
primeros socialistas que aparecieron fueron en general los socialistas marxistas en 1871, en concreto los simpatizantes de lo que más tarde sería la socialdemocracia, en pelea con las tendencias anarquistas, pero tras la Restauración es difícil saber la evolución obrera en la ciudad por cuestiones represoras de la época, la cual ha tenido consecuencias en la documentación que nos ha quedado o que conocemos que nos ha quedado de momento. Los anarquistas en
aquellas fechas de la década de 1870 estuvieron también no obstante por la ciudad aunque parecen dar realmente coletazos de atisbos por la Historia en los 1890. Posteriormente reaparecieron los socialdemócratas y los republicanos con fuerza. Les fue útil la legalización de partidos políticos, sindicatos y asociaciones desde la década de 1880. Los anarquistas no se organizaron en un sindicato en España hasta
1910, en la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), aunque previamente
tuvieron varias asociaciones. Los socialdemócratas se asociaron antes bajo los
auspicios de Pablo Iglesias en el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) en 1879 y posteriormente en el sindicato Unión General de Trabajadores (UGT), en
1888. En Alcalá de Henares esto tiene su reflejo, pues Paul Lafargue, uno de los padres de la socialdemocracia, había estado en la ciudad. Pero si en Alcalá de Henares seguían existiendo las Sociedades Obreras y
determinadas asociaciones culturales y educativas de carácter tanto socialista
como republicano, no es hasta 1903 que no aparece la estructura de la UGT en la
ciudad, en consonancia esta vez con la II Internacional (la llamada
socialdemócrata). Parece una fecha tardía respecto a aquel 1888, pero teniendo
en cuenta que los socialdemócratas eran minoritarios aún se podría juzgar, en
realidad, temprana en relación con otras centros de UGT en otras poblaciones.
Aún más, el PSOE en Alcalá de Henares ganaba su primer concejal en 1904, en la
persona de Antonio Fernández Quer, cuando hasta el propio Pablo Iglesias no
logró ser diputado hasta 1910. Pablo Iglesias previamente no había ocupado más cargos políticos que los propios de su
partido, pero Quer llegó a ser el primer concejal del PSOE de la Historia de Madrid y de
Castilla la Mancha, hecho descubierto, publicado y puesto de relieve una vez más por el historiador Julián Vadillo. A partir de esta fecha de 1904 los socialdemócratas crearán diversas
asociaciones, secciones sindicales y publicaciones en la ciudad. Cuando con
Alfonso XIII se da el golpe de Estado de Manuel Primo de Rivera en 1923, se
prohíben los partidos políticos y los sindicatos, salvo un sindicato, la UGT.
Este sindicato pudo crecer gracias al vacío creado artificialmente por el resto
de agrupaciones de izquierdas. Mientras muchos se habían marchado al exilio o
acabaron en cárceles o paredones de fusilamiento, los “ugetistas” creyeron
conveniente la connivencia con la dictadura para poder ayudar al proletariado.
La situación moral dentro del sindicato se hizo insostenible hacia finales de
la dictadura y ya para sus últimos años la UGT era ilegalizada, sólo que sus
militantes se habían multiplicado con mucho, dado que por bastantes años ellos
eran la única alternativa legal de amparo laboral.
La
Dictadura cayó en 1930, y Alfonso XIII volvió a legalizar a todos los partidos
y sindicatos con la intención de volver al sistema parlamentario anterior
creyendo erróneamente que los españoles confiarían en la monarquía. Alfonso XIII era el mismo que había permitido dejar ver descaradamente el
fraude del turnismo, el mismo que simpatizó con los germanófilos en la Primera Guerra
Mundial pese a la neutralidad, el mismo que dejó degenerarse la situación
social en detrimento de las clases populares a costa de llevar a cabo una
guerra colonial en el Rif marroquí, que acabó en manos españolas de modo
definitivo, el mismo que vio con buenos ojos en principio la dictadura de
Miguel Primo de Rivera y que le dio cabida para gobernar ya que incluso él
creía más en un gobierno más centralizado y menos coartado por las normas
democráticas, era el mismo que al proclamarse la Segunda República buscó refugio en
Italia, gobernada por el Partido Fascista de Mussolinni, al que alguna vez declaró admirar, y, posteriormente su
misma familia, la que buscó refugio en la dictadura de Salazar en Portugal
mientras habían contribuido en la guerra civil a ayudar a Franco con la idea de
recuperar la Corona, aunque eso ya cae en los años 1940, cuando los contactos
de su hijo don Juan a la par hablaban en secreto con los líderes del PSOE en el
exilio con la misma idea de recuperar la Corona, en este caso de modo
parlamentario democrático. Obviamente Alfonso XIII no supo comprender muy bien
a los españoles, mucho menos en 1930 cuando Miguel Primo de Rivera abandonó el
gobierno.
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