Todas las vivencias de Cabeza de Vaca narradas en la Noticia anterior se encuadran en las llamadas "primeras conquistas de América", aunque algunos autores las encuadran en los "viajes menores de descubrimiento". Pánfilo Narváez había iniciado el intento de explorar y conquistar las tierras entre Florida y Nueva España en 1527, tras conquistarse México en 1522, conquista que reportó innumerables riquezas. Fueron los mitos de sierras con oro lo que allí llevó a Narváez a embarcarse hacia tierras más al norte del Imperio Azteca recién conquistado. De ahí la importancia de la mención de Cabeza de Vaca de la inexistencia de montañas en su relato cuando regresó a España. Narváez recorrió la costa de Florida, pero fue desviado por las corrientes. Se situó entre el río Alabama y el río Mississippi. En la que llamaron isla de Mal Hado se dispersó fatalmente la flota y se produjo el naufragio. El desastre entre el naufragio y el ataque de ciertos de indios que aún no habían conocido a europeo alguno contra los supervivientes que llegaron a la costa provocó la situación de soledad y abandono de los cuatro náufragos (Alvar Núñez, Dorantes, Castillo y el esclavo negro Estebanico). Estos a su regreso diez años después animarían con sus relatos a conquistar el territorio entre el río Las Palmas y la Florida. Se le encargó tal conquista a Hernando de Soto, gobernador de Cuba, como ya conté en la Noticia 431ª. De Soto lo intentó en 1539, dos años después de que los náufragos habieran regresado a Nueva España (México) en 1537. Tras varias luchas llegó al Mississippi en dos años y lo cruzó, pero murió, como se dijo en la Noticia citada. Fue el descubridor y conquistador Moscoso quien completó la expedición años más tarde al lograr salir al Golfo de México en 1543.
De "Alvar Núñez Cabeza de Vaca. Naufragios y Relación de la Jornada que hizo a la Florida" escogí un texto que tiene por idea general narrar cómo llegaron los cuatro españoles supervivientes a mejorar desde una mala situación de vida entre los indios, siendo considerados sanadores (chamanes). Alvar Núñez Cabeza de Vaca, el autor, explicaría cómo él y los otros tres supervivientes que se salvaron del naufragio de la flota de Narváez vivían al servicio de diferentes tribus sioux, así como estos mismos indios llegaron a separarles por una disputa. A la vez habla de cómo planean juntarse de nuevo e irse por los malos tratos que recibieron de los indios, los cuales les tenían como gente inferior, a modo similar de esclavos (al considerarles una propiedad). Lograron reunirse al año siguiente y, aunque no se fugan, siguieron juntos en una tribu.
Posteriormente el autor, en el texto seleccionado del libro, indicaría como los indios sioux eran nómadas y como buscaban tunas (higos chumbos) para comer y cómo les sacaban agua que beber en tiempo de verano. Los indios sioux aún no son llamados así, ya que ese nombre indio despectivo fue usado bastante generalmente por los franceses cuando llegaron a la gran meseta norteamericana en el siglo XVIII, entre 150 y 200 años después de la presencia de Alvar. El descubridor-náufrago describe el paisaje entre lugar deshabitado y tierra fértil si se cultivara, en palabra suyas. Habla del nomadismo de las tribus con las que están y de la ausencia de montañas, así como de ríos estables (estos llevarían agua según la estaciones), de ahí la necesidad de recoger las tunas.
Finalmente, en el texto que he seleccionado repito, hablaría de cómo conocen a nuevas tribus y de cómo los indios les piden que sanen a sus enfermos. Lo que les reportó ser considerados mejor por las tribus, que iban a verles para que curasen a sus enfermos y santiguasen a sus hijos. Cuenta que les proveían entonces bien de alimentos.
Los datos que aporta Alvar Núñez Cabeza de Vaca no son de índole ficticia. No sólo son verídicos, sino que además fueron comprobados en testimonios de la gente que más tarde llegaría al lugar. No da precisiones ni descripciones geográficas, pero da una gran cantidad de información sobre diversas tribus y sus costumbres que se fueron encontrando (a mejor decir, que les encontraron), a las cuales distinguían por sus lenguas. Estos serían nómadas y por tanto no aprovechaban la fertilidad de la tierra, pues no practicaban la agricultura. No habla de que cazasen, pero sí de que fuesen recolectores de tunas, lo que es una economía depredadora y silvopastoril de recursos. La religiosidad de estos se daría en torno al Sol (“decían que verdaderamente nosotros éramos hijos del Sol”, llegó a escribir) y a los chamanes o hechiceros de la tribu (sanadores), ya que los indios les pidieron que les sanasen y esta sanación se diese por satisfecha con santiguaciones y rezos (nada médico, todo se confía a la magia de Dios). Ellos, los náufragos, serían intermediarios de los Dioses para sanar (chamanes). Estas características serían las de los indios de las praderas, como obviamente estas tribus lo eran. Unas tribus menos evolucionadas (prácticamente una mezcla cultural de costumbres paleolíticas y neolíticas, salvando las distancias interculturales anacrónicas de las diferentes zonas del planeta) que los indios de más al sur como los indios pueblo, los aztecas, mayas e incas, por citar a los más conocidos (más próximos a civilizaciones protohistóricas).
La curación milagrosa de los indios no sería tal, aunque estos dijeran sentirse mejor. En este texto da la impresión de que se afirman esos milagros. Cabeza de Vaca afirma de Dios: “siempre tuve esperanza en su misericordia que me había de sacar de aquella captividad”. Pero en realidad no afirma que se diesen milagros, ya que en la crónica, en una parte fuera del texto a tratar, dice de la primera vez que les obligaron a sanar: “la manera con que nosotros curamos era santiguándoles y soplándoles, y rezar un Pater Noster y un Ave María, y rogar lo mejor que podíamos a Dios Nuestro Señor que les diese salud, e inspirase en ellos que nos hicieran algún buen tratamiento. Quiso Dios Nuestro Señor y su misericordia que todos aquellos por quien suplicamos, luego que los santiguamos decían a los otros que estaban sanos y buenos”. Por lo que no dice que hiciesen curaciones milagrosas, si no que tuvieron la suerte de que los indios se sintiesen mejor de salud tras su actuación.
Los datos que aporta Alvar Núñez Cabeza de Vaca no son de índole ficticia. No sólo son verídicos, sino que además fueron comprobados en testimonios de la gente que más tarde llegaría al lugar. No da precisiones ni descripciones geográficas, pero da una gran cantidad de información sobre diversas tribus y sus costumbres que se fueron encontrando (a mejor decir, que les encontraron), a las cuales distinguían por sus lenguas. Estos serían nómadas y por tanto no aprovechaban la fertilidad de la tierra, pues no practicaban la agricultura. No habla de que cazasen, pero sí de que fuesen recolectores de tunas, lo que es una economía depredadora y silvopastoril de recursos. La religiosidad de estos se daría en torno al Sol (“decían que verdaderamente nosotros éramos hijos del Sol”, llegó a escribir) y a los chamanes o hechiceros de la tribu (sanadores), ya que los indios les pidieron que les sanasen y esta sanación se diese por satisfecha con santiguaciones y rezos (nada médico, todo se confía a la magia de Dios). Ellos, los náufragos, serían intermediarios de los Dioses para sanar (chamanes). Estas características serían las de los indios de las praderas, como obviamente estas tribus lo eran. Unas tribus menos evolucionadas (prácticamente una mezcla cultural de costumbres paleolíticas y neolíticas, salvando las distancias interculturales anacrónicas de las diferentes zonas del planeta) que los indios de más al sur como los indios pueblo, los aztecas, mayas e incas, por citar a los más conocidos (más próximos a civilizaciones protohistóricas).
La curación milagrosa de los indios no sería tal, aunque estos dijeran sentirse mejor. En este texto da la impresión de que se afirman esos milagros. Cabeza de Vaca afirma de Dios: “siempre tuve esperanza en su misericordia que me había de sacar de aquella captividad”. Pero en realidad no afirma que se diesen milagros, ya que en la crónica, en una parte fuera del texto a tratar, dice de la primera vez que les obligaron a sanar: “la manera con que nosotros curamos era santiguándoles y soplándoles, y rezar un Pater Noster y un Ave María, y rogar lo mejor que podíamos a Dios Nuestro Señor que les diese salud, e inspirase en ellos que nos hicieran algún buen tratamiento. Quiso Dios Nuestro Señor y su misericordia que todos aquellos por quien suplicamos, luego que los santiguamos decían a los otros que estaban sanos y buenos”. Por lo que no dice que hiciesen curaciones milagrosas, si no que tuvieron la suerte de que los indios se sintiesen mejor de salud tras su actuación.
Es por todo esto que el relato, nada exagerado, es verosímil y verídico. No introduce fantasías, ni mitos, ni habla de ciudades de oro (aunque sí menciona unas míticas siete ciudades llens de riquezas, por relatos indios que le contaron). Se ajusta mucho a la realidad de las formas de vida indias que años más tarde se comprobó que efectivamente eran así. Durante los diez años de convivencia con los indios Alvar Núñez Cabeza de Vaca desarrolló un gran respeto y conocimiento por las tribus indias, siendo su libro un gran compendio de sociología india norteamericana antes de la llegada masiva de europeos. El resto del libro da buena fe de ello. Quizá por eso cuando llegó a Nueva España en 1537, y a España en 1540, se consideró su trayectoria con los indios para hacerle gobernador de Río de la Plata, la zona del Imperio donde se daban la más dura convivencia y también los más duros combates con las tribus autóctonas (salvando los indios caribes canívales de Venezuela y las Guayanas, y diversas tribus del interior de la selva Amazonas). Se esperaba de él un papel de pacificador e integrador del lugar más alejado del Imperio Español en América. Las épocas de las tropelías en La Española de 1492 a 1500, las de la guerra contra el Imperio Azteca de 1520 a 1522, o las de la guerra de conquista del Imperio Inca de 1532 a 1533 (con su subsiguiente prolongación de la guerra en forma de incas resistentes que se retiraron a las montañas y la selva hasta 1572, así como las guerras civiles que se dieron entre los españoles que se asentaron en el Perú), habían pasado tras un intenso debate popular, religioso, político, judicial y social en España, el cual se resolvió, gracias a una inteligente defensa de Bartolomé de las Casas, a favor de los indios americanos como seres humanos y reconocidos españoles de derecho con leyes especiales para protegerles precisamente de los abusos de las guerras de conquista; cosa que no se dio en ningún otro país europeo que llegó a América, África, Asia u Oceanía.
Mi padre me regaló las memorias de Cabeza de Vaca cuando tenía unos doce o trece años; fue mi primera aproximación a la figura de los "conquistadores" y siempre he sentidco cierta fascinación por este personaje. Excelente artículo
ResponderEliminarGracias. Sí, hay figuras del descubrimiento y conquista que no son tan atroces como otras. Así por ejemplo estos Cabeza de Vaca o Hernando de Soto, pero también el citado Bartolomé de las Casas, o Magallanes y Elcano. E incluso entre los nombres que pudieran parecer más atroces habría que revisar la Historia, sin negar su atrocidad, en cuanto a las costubres indias de guerra cuando ellos llegaron con necesidad de tenerles por aliados. Otro personaje bien curioso es Lope de Aguirre, a quien le han dedicado novelas y películas. Tal vez algún día escriba de él. Saludos.
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