De este modo me encontraba desayunando en mi media hora del café en el bar El Portón de Alcalá de Henares, muy recomendable aunque sea por sus tapas y cervezas, pues es en realidad una cervecería, con dos compañera del Archivo Municipal de Alcalá de Henares (AMAH) cuando surgió el tema de un efecto óptico extraño que viví ayer en el depósito del Archivo Central de la Universidad de Alcalá de Henares (AUAH). Por cierto que en El Portón, hay que decirlo para gente que le guste la curiosidad, se puede observar entre los cuadros de su zona no fumadora una vieja fotografía de principios del siglo XX donde se ve una gran actividad en una fábrica de cerveza que cuenta con vías de tren en su patio. Ese edificio hoy día es el Archivo Regional de la Comunidad Autónoma de Madrid.
Volvamos al caso. La cuestión es que ayer estaba yo a solas en el depósito del AUAH, que es un sótano grisáceo iluminado con una blanquecina y mortecina luz de fluorescentes, con temperatura fresca para conservar documentos, tuberías eléctricas y antiincendios por fuera de las paredes y con estanterías movibles llenas de cajas con documentos desde 1975 a la actualidad, aunque hoy he descubierto que tiene documentación sin clasificar aún del ejército, la Universidad Laboral de Alcalá y del Sindicato de Vivienda de Falange desde los 1950' a 1975, explicable pero inapropiadamente ubicada en este archivo. Había entrado a intercalar documentos entre los expedientes cuando de repente me pareció que alguien pasó por el pasillo central de la galería para entrar en uno de los pasillos abiertos entre dos estanterías movibles. Sin embargo, allí no había nadie. Lo achaqué a un efecto óptico... no sé, una luz reflejada en el lateral del cristal de mis gafas, un pelo... algo. Y seguí trabajando. Contada esta anécdota de modo público, mis compañeras del AMAH, al menos una de ellas, insistió en una historia de fantasmas que ya me había contado cuando ella pasó por el mismo archivo que yo trabajo antes de que yo la sustituyera allí. Se trataría del fantasma auténtico de la monja Melchora, una mujer que se dedicaría a cuidar a las hijas de las reclusas de aquel edificio. Hay que recordar que el AUAH actualmente está ubicado en los sótanos de la ampliación (o continuación) de los restos del edificio del siglo XIX que sirvió de cárcel de mujeres hasta entrado el siglo XX. Una parte se usó para crear el teatro universitario La Galera, otra sigue en ruinas y otra parte recibió un adjunto de un edificio nuevo que es la Facultad de Documentación y sede del AUAH. Ahí os dejo una foto mía desde el patio al interior de los restos:
La otra fotografía, la desenfocada en blanco y negro de una monja y una niña, me la pasó la compañera por Facebook. Bueno, conociendo su sentido del humor creo que es obvio que esta foto no es de Melchiora, del mismo modo que tengo mis dudas de que hubiera monjas cuidando hijas e hijos de reclusas en esa cárcel. Pero como no lo sé, aunque tengo mi impresión de que no es así, vamos a dejarlo ahí. Lo que no sabe esta compañera es que no era el primer suceso raro que me ocurría en el archivo. Este podría tener cierta explicación, un efecto óptico. El otro es más complejo de explicar, aunque no imposible. Ocurrió el último día laboral del pasado mes de julio.
Tenía por delante un mes de vacaciones y no quería dejar nada a medias ese último día laboral de julio. Terminé de cerrar una transferenica de documentación al archivo central y decidí meterme a terminar el día intercalando documentos en el depósito. En eso estaba cuando escuché claramente, y puedo asegurar que escuché claramente, que alguien movía una de las estanterías móviles cerca del pasillo abierto entre dos de ellas donde yo me encontraba buscando una caja con documentos en la mano. Pensé: "hay alguien de la limpieza en el depósito y no me he dado cuenta". Me acerqué a saludar, pero resultó que no había nadie. Seguí con mi trabajo y cuando salí le dije a una de las mujeres que trabajan allí, la única que quedaba ya a esas horas, pues se había ido el director, los funcionarios y las becarias, que había alguien de la limpieza en el depósito y no me había dado cuenta. Entonces me dijo que ese día no habían ido a trabajar nadie de la limpieza. Que ya no quedábamos más que nosotros. Entonces surgió el tema de los fantasmas en el edificio, que me recordó la historia del fantasma que me contó mi compañera cuando trabajaba ella antes que yo. ¿El fantasma de una antigua reclusa? Yo sólo digo que oí perfectamente como se movía una estantería movible. Para mover estas estanterías metálicas repletas de cajas documentales hay que rotar una rueda de su lateral de forma manual. Pueden pesar más de una tonelada, pero la rueda facilita que se muevan, aunque, eso sí, hay que emplear un poco de esfuerzo, no mucho, pero sí esfuerzo. Cualquiera que haya movido una de estas lo sabrá. Las estanterías no se mueven por sí solas, es imposible. Además se necesita tiempo para lograr el desplazamiento completo, segundos, 10 segundos tal vez o más, depende. Cuando lo comenté con amigos personales dijeron que tal vez se estaba asentando alguna estantería, pero la verdad es que no era un sonido de asentamiento, si no de desplazamiento, con el sonido de la rueda y el sonido del desplazamiento de la estantería de metal. Por otra parte no se puede asentar por el calor del verano, la temperatura del depósito, por conservación, es siempre la misma, fresca (en este depósito no sé cuántos grados exactos tienen programados). Pero obviamente, alguna explicación dentro de lo racional debe haber, del mismo modo que cuando me preguntan sólo puedo decir lo que sé: que yo oí lo que oí. ¿Qué era realmente? No lo sé, yo oí lo que oí. Y muy claramente, además.
Así que podemos unir ese sonido de estantería en movimiento a lo que ayer me pareció alguien pasando por entre los pasillos del depósito. No hay archivo que se precie sin su fantasma. Sea como sea, yo saludo todas las mañanas y le pregunto que, ya que está ahí en el depósito, si ha ido adelantando trabajo del que hay pendiente en el archivo. No recibo respuesta alguna, pero, oye, que trabajando juntos en un mismo sitio hay que hacerse compañeros, ¿no? La educación que no falte.
Bueno, pues me diecen que la foto y la historia de Melchora la aportó en su día el propio director del AUAH a las compañeras, y que uno de los funcionarios tiene historias raras también en el depósito... así como las mujeres de la limpieza y otras personas del personal del AUAH.
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